—¿Ya salimos del aire?
—Sí.
—¿Qué te pareció?
—¿Varadero?
—No, chico, la entrevista.
—Hermosa.
—Quizás faltó tiempo para argumentar.
—Lo intentó, no se preocupe.
—Me hubiera gustado ponerte algunos ejemplos más de violaciones de los derechos humanos que se cometen a diario.
—¿En Cuba?
—No, chico, en Estados Unidos. Ya te dije que en nuestro país no se reprime. No te reprimas tú, pregúntame… y que quede entre nosotros.
—Antes de venir estuve viendo un video de un joven que se paseó con un cartel por el bulevar de Centro Habana. ¿Verdad que le echaron cinco años?
—Te digo una cosa: la policía tiene una paciencia del cará.
—¿En Estados Unidos?
—No, chico, en Cuba. Ese muchacho se puso a gritar sin tomar en cuenta la cantidad de bebés que a esa hora eran acunados por sus madres en aras de un sueño reparador. ¿Quieres que te averigüe a cuánto asciende el índice de natalidad en los alrededores del bulevar de San Rafael?
—Más alto que en Estados Unidos.
—Exacto. Decenas de chamas vieron interrumpido su sueño por los gritos del protestante. Y una señora lo demandó por impedir que se oyera su súplica de encontrar quién era el último en una cola cercana. ¿Quieres que te averigüe a cuánto asciende el índice de colas en los alrededores del bulevar de San Rafael?
—Más bajo que en Estados Unidos.
—No, chico, no. Allá el poder adquisitivo lo tiene ese uno por ciento de la población que acapara todo el dinero e impide que triunfe el proceso de bancarización de Wall Street. Qué va a haber colas en tiendas que no están al alcance de los Consejos Populares de Manhattan, Brooklyn y el Bronx. En Cuba te las encuentras en los lugares más recónditos de la geografía insular precisamente porque la Revolución democratizó el poder adquisitivo de sus ciudadanos. Esa zona de Centro Habana es un símbolo de ese fenómeno, allí puedes marcar lo mismo en una cola para adquirir masa de croqueta que para adquirir la ciudadanía.
—Norteamericana.
—No, chico, la española.
—Y ese joven llegó preguntando.
—Nada de eso. Se apareció con un cartel exigiendo la libertad de uno ahí que enfrentaba el debido proceso. ¿Quieres que te averigüe a cuánto asciende el precio de la tonelada de cartón corrugado en el mercado internacional?
—Igual de caro para todo el mundo.
—A nosotros se nos encarece más debido al bloqueo y a la demanda en alza de manifestaciones como esa. A ese muchacho se le abrió expediente de hechos vandálicos por los daños a Compacto Caribe S.A., la entidad encargada de la producción de envases y embalajes. ¿Quieres que te averigüe la cantidad de ancianos y personas vulnerables que dejaron de percibir ingresos por su entrega de cartón a la empresa de recuperación de materia prima?
—¿En Estados Unidos?
—No, chico, en Cuba. Se hacen vulnerables no porque su retiro no les alcance, sino porque sus medios de locomoción ya no responden a la creciente y sostenida cantidad de colas que se generan en todas partes. Pero no hemos hablado de un tercer delito que cometió ese odiador: sabotaje al sistema de distribución de combustible y otros derivados.
—No se ve.
—Pero se presupone. ¿Crees que el contingente de soldados y oficiales pudo movilizarse sin utilizar los medios móviles que el Estado con inmenso sacrificio ha puesto a su alcance? ¿Quieres que te averigüe a cuánto asciende el precio de la tonelada de combustible para carros patrulleros en la Bolsa de Londres?
—De eso no habla la prensa internacional.
—Por eso te invité. Para que digas que, a pesar de cometer tantos vejámenes, ese muchacho solo tuvo que cumplir unos pocos años de condena, sin tener que indemnizar a los perjudicados. ¿Puede construirse el socialismo así?
—¿En Estados Unidos?
—No, chico, en Cuba.


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