Coger botella en La Habana

Transporte público en La Habana. Foto: Carlos Ernesto Escalona Martí (Kako)

Coger botella en La Habana

16 / diciembre / 2014

Viajar gratis se conoce en todo el mundo, pero con nombres diferentes: autostop, hacer dedo, aventón, hitchhiking o get a ride. En Cuba se le llama ‘coger botella’ y tiene características propias de su contexto sociohistórico. “Es gratis, cómodo y más rápido, al menos para mí”, explica Lucía, una joven de 25 años.

Diariamente, ella se sienta muy cerca de como mínimo cuatro o cinco extraños. Sube a los autos con la anuencia de los choferes, y sincroniza la ruta propia con las principales arterias de la ciudad e itinerarios ajenos. “¿Hasta dónde vas?”, le preguntan, por lo general ya dentro del vehículo. Pregunta que, dicho sea de paso, no es cómodo contestar a un extraño.

Ahora se dirige, por ejemplo, al trabajo. Y según la ruta del chofer desconocido, decidirá el mejor punto para conectar un tramo con otro del trayecto, dependiendo de la hora, el tráfico y el tiempo que tengas que estar detenido porque los semáforos están en rojo. Por eso responde con otra pregunta: ¿Hasta dónde llega usted?

“Las primeras veces me daba vergüenza ―agrega―, sentía que importunaba. Una vez me quedé hasta una hora parada en una esquina sin abordar a ningún chofer, hasta que un señor me preguntó hacia dónde iba y me montó. Pero una se acostumbra, y después hasta resulta fácil. Un carro vacío aquí es un completo desperdicio”.

Se acostumbran todos. En Cuba, incluso antes del Período Especial de los noventa cuando la URSS desapareció del mapa, el transporte público ya contaba con un parque de vehículos muy austero. Pero al iniciarse esa década sencillamente colapsó. Para llegar al trabajo, a la escuela, o a cualquier lugar a tiempo, muchas personas optaron por pararse en los semáforos o intersecciones de tráfico concurrido y pedir aventón a los choferes. Ni antes ni ahora se trató de buscar aventuras en largas y desiertas carreteras, no, solo era y es una alternativa para moverse dentro de la misma ciudad.

Se creó entonces una cultura de botella, de la cual las protagonistas han sido fundamentalmente las mujeres jóvenes. También la mayoría de los autos que rodaban por las calles del país pertenecían a empresas y organismos estatales (todavía sigue siendo así). Por esa razón, durante mucho tiempo se alentó institucionalmente la idea de que para los choferes contribuir  a esta forma al transporte público era más un deber que una opción de, sobre todo en horarios picos.

¿Por qué lo hacen?

A partir de una pequeña encuesta realizada a 162 personas en La Habana (53 que manejan diariamente y 109 que han cogido botella alguna vez), se pueden describir tímidamente algunos de los motivos por los que cada cual decide hacerlo, o no.

La mayoría de los choferes entrevistados en el país son hombres. Más de un 70 por ciento de los que acceden a llevar a otras personas en sus autos y respondieron la encuesta, declararon como principal motivo la voluntad de ayudar a otros.

El mito de que a las muchachas les resulta más fácil moverse por esta vía puede estar apoyado, en parte, por el hecho de que los hombres les conceden más atención que a otras personas, como confesaron en la encuesta. Esto reafirma las respuestas de hombres que piden botella, y  que no siempre les resulta fácil lograr el éxito en esta empresa.

En el caso de las mujeres, cuya percepción de riesgo es mayor que la de los hombres, describieron incomodidad al montar a desconocidos en sus autos, especialmente si van solas. No obstante, ocho de las 53 personas entrevistadas que conducen eran mujeres menores de 30 años. Según manifestaron se sienten identificadas con las jóvenes en los semáforos, pues alguna vez estuvieron en la misma situación, y por ello son más propensas a acceder.

Por otro lado, un número reducido de conductores evita dar botella, pues rechazan la mala educación con la que, en ocasiones son abordados, o para que no les maltraten las puertas de los autos, les ensucien los asientos o quieren proteger la privacidad de alguna conversación.

Su negativa se debe también a malas experiencias relacionadas con el robo de objetos personales o, desde un punto de vista extremo y desconsiderado, porque “estás fuerte y joven para caminar”. Así como le dijeron a Lucía una vez desde la comodidad de las cuatro ruedas.

Para Lucia, como para la mayoría de las entrevistadas, coger botella es una alternativa a las malas condiciones del transporte público, aunque hay quienes aseguran que, desde hace unos años, han notado pequeñas mejorías. También se suele hacer porque es una vía rápida, cómoda, gratis y, si no completamente segura, tampoco es peligrosa en Cuba.

Las opciones privadas o cooperativas de transporte han aumentado desde que se permitió en el país, el trabajo por cuenta propia. Pero éstas siguen estando lejos de las posibilidades económicas de la mayoría, por lo cual la práctica de coger botella sigue siendo una opción recurrente.

Como decíamos más arriba, Lucía se sienta diariamente muy cera de cuatro o cinco extraños. Pero… una vez dentro del auto ya no son desconocidos, son personas que probablemente no se vuelvan a ver, pero que, en definitiva, le hacen un favor a ella y a muchos de los más de dos millones de habitantes que tiene hoy La Habana.

 

 

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Sandra

Sin embargo, la mayoría de los choferes te miran y si eres vieja o saliste ese día con el feo de guardia, no te dan botella. Lamentablemente, algunos de los que van en carro (y no son particulares) creen que los que piden botella son unos acomodados que no quieren caminar o pagar los 40 centavos del transporte.
Sandra

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