En los últimos días, la comunidad internacional ha experimentado una escalada de las tensiones bélicas a nivel mundial, la continuación del conflicto entre Ucrania y Rusia. A lo que se añade el ataque terrorista de Hamás sobre la población civil en Israel que ha reactivado un conflicto político y bélico que tiene más de 70 años. En un escenario en el que la crisis humanitaria constituye la urgencia principal, la Iglesia católica desarrolló el Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad. El encuentro, que tuvo lugar en Roma, generó una serie de interrogantes: ¿Qué es un sínodo? ¿Qué cambios institucionales puede generar? ¿Cuáles han sido las oposiciones y apoyos internos?

El sínodo es un encuentro a nivel mundial de la jerarquía católica con el fin de abordar temas de naturaleza doctrinal o pastoral; generalmente lo preside el papa. Los encuentros contemplan distintas etapas: parroquial, diocesana, nacional, continental y universal. Inclusive, solo puede realizarse en las etapas inferiores mencionadas. El sínodo no se debe confundir con el concilio. Este último constituye el máximo encuentro de definición teológica y doctrinal de la institución que genera un grupo de documentos y trasformaciones de mayor calado religioso.

La actual cita fue convocada por el papa Francisco, pontífice progresista. La reunión tuvo como objetivo renovar varios aspectos de la vida de la Iglesia. La institución religiosa se enfrenta a un grupo de dificultades y desafíos que han puesto en crisis su imagen ante la sociedad (la crisis de los abusos sexuales por parte de religiosos y los consiguientes encubrimientos de las autoridades eclesiásticas; la disminución abrupta de la feligresía, en particular, en Europa y en América Latina; la disminución de las vocaciones clericales y a la vida religiosa; la exigencia de atemperación y acogida de las realidades de diversidad sexual, frente a las cuales la Iglesia católica mantiene una postura rigorista). 

Díaz-Canel y el papa Francisco: los costos de una reunión

Ojalá que la visita de Díaz-Canel al Vaticano tenga resultados visibles en el corto plazo. Varias fuentes internas informan sobre los esfuerzos de la Santa Sede para liberar a los presos políticos del 11J.

Los elementos anteriores se combinan con las exigencias de las iglesias nacionales europeas, en particular en Alemania y Bélgica, que solicitan una participación real de las mujeres en la vida ministerial eclesial. Frente a las diversas exigencias se sitúa otro sector ultraconservador que mantiene una defensa inamovible de la moral sexual rigorista. Los grupos, en reiteradas ocasiones, viven en una situación de autarquía pastoral que no les permite comprender las problemáticas de otras realidades eclesiales debido a su lectura rigorista de la Biblia y la exaltación a ultranza de la llamada tradición de la Iglesia (que se opone a los análisis históricos y la exégesis contemporánea).

El encuentro eclesial se desarrolló entre el 4 y el 29 de octubre de 2023 y contó con la dirección del papa Francisco. La cita introdujo una serie de reformas hasta ahora poco frecuente en la vida de la jerarquía institucional, entre las que destaca el trabajo grupal en formato de mesas redondas (agrupadas por idiomas, español, italiano, inglés y francés). Las jornadas de labores se han ido articulando en torno a los documentos aportados por las iglesias particulares y condensado en el instrumentum laboris, texto que fue presentado el pasado 20 de junio de 2023 en el Vaticano. 

El total de participantes ascendió a 464 personas. Destacó la participación de 54 mujeres y varios laicos que por primera vez en la historia reciente de la institución tienen derecho al voto y asumen el rol de padres y madres sinodales. Después de transcurrir por sus etapas de base, en las que, inclusive, en varias diócesis del mundo, plantearon la necesidad de cambios en los temas tabús de la institución (ministerio femenino, bendición de las parejas gais). 

Los desafíos que presenta esta última etapa son varios. A saber, realizar las reformas necesarias para la actualización de la institución, lidiar con la oposición interna e implicar a los sectores eclesiales que aún miran con reservas el proceso sinodal. Otro elemento importante de la cita se basa en el impulso del segmento eclesial vinculado a la huella del papado de Francisco, que sigue pujando cada vez con mayor intensidad por un aggiornamento de la Iglesia católica. Un aspecto de obligada evaluación y análisis en la experiencia religiosa es su desarrollo en Cuba, donde predominó la lectura y crítica de la realidad social del país.

El sínodo de una Iglesia en medio de la crisis 

La Iglesia católica en Cuba, al igual que el conjunto de la ciudadanía, se enfrenta a la peor crisis sociopolítica de su historia reciente. Este elemento atraviesa la vida parroquial y todos los espacios pastorales de la institución, por lo cual el trabajo de animación del proceso de escucha se complejizó aún más. Se está frente a una comunidad católica en la que los temas de moral y libertad sexual son poco discutidos y planteados, a diferencia de otras iglesias nacionales. En el caso insular, las principales temáticas giraron en torno a la realidad sociopolítica.

¿Cuba se abrió al mundo?

A propósito del aniversario 25 de la visita del papa Juan Pablo II a Cuba.

Los principales planteamientos de la comunidad católica se centraron en el éxodo migratorio que afecta al clero nativo y a los liderazgos laicales, en particular, los jóvenes. Se plantearon, además, las dificultades que genera la llegada de agentes pastorales extranjeros a un terreno tan hostil para la subsistencia como es el cubano. Otro punto evaluado fueron las dificultades de la vida cotidiana que complejizan la práctica religiosa (carencias de medicinas, alimentos, la realidad cambiaria del país y la inflación). 

El descontento con el sistema político de la feligresía se expresa en el documento conclusivo divulgado en la revista Palabra Nueva. En un tono moderado, pero contundente, muy típico de los documentos escritos por el laicado y ciertos sectores eclesiales, el artículo refleja una crítica aguda al Estado cubano, a la vez que exige propuestas de cambios políticos, sociales y económicos. Según consta en el texto público: «Nuestras comunidades y agentes de pastoral participan del agobio y del cansancio que genera el subsistir diario en Cuba; y del dolor por la falta de espacios y propuestas concretas que aseguren un presente y futuro de bienestar y esperanza». El planteamiento muestra la capacidad de valoración del marco social que ha caracterizado el proceso realizado en Cuba. A diferencia de otras realidades, se centra en el análisis sociopolítico y económico de la realidad, al desentrañar sus efectos sobre la vida de la feligresía. 

La experiencia cubana del Sínodo de la Sinodalidad se ha centrado en compartir las urgencias cotidianas, lo que dificultad los procesos de actualización teológica y moral, pero refleja, a su vez, la fragilidad de una institución y su comunidad religiosa, que se ven obligadas a ser resilientes cada día. Mientras la fase universal de la reflexión eclesial tendrá su conclusión en 2024, los horizontes que se dibujan son los de una Iglesia a la que un amplio sector de la feligresía le pide realizar reformas y cambios en numerosos aspectos de su doctrina moral, pues su subsistencia en una sociedad profundamente secularizada, laica y globalizada depende de ello.

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