Cuba, ¿la «Bielorrusia del Caribe»?

Foto: Presidencia Cuba

Cuba, ¿la «Bielorrusia del Caribe»?

18 / septiembre / 2023

La Caravana de la Victoria es la marcha de mil kilómetros con que cada año el Gobierno cubano celebra su ascenso al poder. En enero de 2022 tuvo una novedad: sus participantes no viajaban a bordo de viejos Zil-131, sino de relucientes camiones Ural; algunos, aparentemente de estreno.

Como resulta habitual, se trataba de equipos prestados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), aunque por entonces no se brindaron detalles acerca de la forma en que habían llegado a la isla. Unos meses después, en octubre de 2022, volverían a verse junto a otros de la marca china Howo, también de las FAR, transportando a las «brigadas de respuesta rápida» con que las autoridades «dispersaron» las manifestaciones en La Habana luego del paso del huracán Ian.

La camiones Ural recibidos por Cuba son una versión modificada del modelo 4320, que Rusia produce para sus fuerzas armadas, fundamentalmente para la movilización de tropas y de lanzadores de cohetes múltiples BM-21. En esas funciones se les ha visto en Ucrania, en las zonas controladas por los separatistas del Dombás inclusive desde 2019. Se supone que a Cuba hayan sido enviados para cumplir funciones similares, dada la compatibilidad de ambos ejércitos en cuanto a organización y armamento.

La colaboración militar entre La Habana y Moscú lleva reconstruyéndose desde 2008, a poco del fin de la Guerra de Osetia del Sur, y de los primeros acercamientos entre la OTAN y Ucrania y Georgia. Los hechos contribuyeron al ascenso del sector nacionalista dentro de la élite rusa, el cual considera la proyección geopolítica un elemento esencial. El rescate de los vínculos con antiguos aliados pasó a ser prioridad. Cuba aprovechó la nueva coyuntura para lograr la condonación del 90 % de su deuda —heredada de los tiempos de la Unión Soviética— y negociar acuerdos ventajosos, entre ellos los de índole militar.

Un hecho puso de manifiesto la profundidad de los vínculos bilaterales en ese campo. Luego de la sublevación del grupo Wagner, el 24 de junio de 2023, la primera aparición pública del ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, fue para recibir con honores a su homólogo cubano, Álvaro López Miera. El encuentro tuvo lugar a menos de 72 horas de la intentona golpista de los mercenarios.

Privilegios de aliado

La sintonía entre Gobiernos no es óbice para que, cada tanto, puedan ocurrir desencuentros con las compañías rusas contratadas como proveedoras por el Ministerio de Defensa de ese país. A mediados de septiembre de 2023, el Tribunal de Arbitraje de Moscú deberá decidir sobre una reclamación por valor de 23.4 millones de euros presentada contra dos entidades cubanas: la Empresa Importadora y Exportadora de Productos Técnicos (Tecnoimport) y el Banco Internacional de Comercio S. A. (Bicsa).

La demanda es promovida por la Fábrica de Automóviles de los Urales (UralAZ), productora de los nuevos camiones de las FAR. Según un medio ruso, el acuerdo —firmado en 2018— contemplaba el ensamblaje en Cuba de 500 vehículos Ural y 120 Gaz (la otra marca que en esa época formaba parte de la compañía). Los motores, carrocerías y demás componentes fueron enviados a la isla con el aval de una corporación estatal rusa que ahora también figura en la demanda.

«La parte cubana encontró razones por las que no pagó. Explicaron que los autos no funcionan, que es imposible ensamblarlos. Sin embargo, las fotografías del desfile militar mostraron que el transporte está en movimiento y se utiliza activamente», alegó una fuente de UralAZ.

Con todo y las pruebas que puedan aportar, difícilmente el proceso avance más allá. Lo más probable es que el Kremlin intervenga en favor de su aliado caribeño, ya sea mediante un adelanto del pago a UralAZ o con nuevos pedidos que compensen a la compañía por el negocio con Cuba.

Tales prácticas llevan repitiéndose desde que en octubre de 2013 Rusia renunció al 90 % del dinero que le debía Cuba, y fijó un plazo de diez años para cobrar los restantes 3 200 millones de dólares de la deuda bilateral. En ese entonces la agencia Reuters dijo que el trato había molestado a los integrantes del Club de París, «ya que rompió filas con el enfoque colectivo de la organización». Pero Moscú había insistido en llevarlo adelante, asegurando que facilitaría una eventual conciliación con el resto de los acreedores de la isla, al «eliminar una gran cantidad de dinero de la mesa».

La refinanciación pactada con Rusia contribuyó de manera positiva al acuerdo posterior entre Cuba y ese grupo del Club, mediante el cual en junio de 2015 se puso fin a casi 30 años de moratoria de pagos por parte de La Habana. Más recientemente, la «comprensión» del Gobierno ruso ha sido el telón de fondo ante el cual transcurren las nuevas negociaciones sobre el tema. 

Hace pocos días el copresidente del grupo ad hoc de acreedores de Cuba en el Club de París William Roos visitó La Habana para buscar «alternativas para solucionar los atrasos en las obligaciones contraídas». La versión cubana del encuentro enfatiza que se negociará un nuevo cronograma de pagos, «siempre en condiciones que sean realmente cumplibles por la parte cubana». 

Una premisa así sería impensable sin las postergaciones de vencimiento de deuda dictadas por el Kremlin en favor del Palacio de la Revolución, que afianzan la posición negociadora de la isla. Dos días antes del comienzo de la invasión a Ucrania, la duma —cámara baja del parlamento ruso— acordó prorrogar hasta 2027 el calendario de pagos de la deuda, que para Cuba terminaba en 2023. 

Hace solo unos días la agencia Interfax reveló otro acuerdo que posterga hasta 2040 la devolución definitiva del crédito de 1 200 millones de euros (1 296 millones de dólares), que en 2015 se concedió para la instalación de 800 megavatios de potencia en las centrales termoeléctricas de Mariel y Santa Cruz del Norte.

En noviembre de 2022, al visitar Moscú para acompañar a su homólogo Vladimir Putin en la develación de una estatua de Fidel Castro, el presidente Miguel Díaz-Canel insistió en que las obligaciones suscritas comenzarán a honrarse «en cuanto la situación económica se alivie un poco». Como compensación por la moratoria de pagos ordenada al comienzo de la pandemia, propuso conceder «ventajas adicionales» a los empresarios rusos.

Lo que sea que ese término implique, sigue siendo un misterio. Las negociaciones para el ensamblaje de camiones y sobre la devolución del crédito para las unidades generadoras de Mariel y Santa Cruz estuvieron marcadas por la falta de transparencia. De las segundas, culminadas en abril de 2023, no se supo hasta cuatro meses más tarde. 

La misma oscuridad rodeó el anuncio de que La Habana autorizaría a empresarios de la nación eslava a usufructuar tierras por 30 años, hecho inédito en isla. Al comentar el nuevo escenario, Boris Titov, presidente del Consejo de Negocios Cuba-Rusia, consideró en mayo de 2023 que se abría una nueva etapa en la relación bilateral, pues «reduciría las barreras burocráticas y garantizaría derechos como el de transferir ganancias en divisas, y mucho más». 

Las ambiciones rusas no se limitan, por demás, a la economía productiva, sino que alcanzan también el comercio y los servicios. En agosto de 2023 el Instituto de Economía del Crecimiento Stolypin se brindó para asesorar dos campos que el Gobierno cubano quiere desarrollar en digitalización del control fiscal y banca electrónica, pero para los que cuenta con pocos conocimientos e infraestructura.

«Ese tipo de asesoría rusa rechina por todas partes. No queda claro el riesgo que para la soberanía nacional de Cuba pudiera tener una plataforma central digital integrada con información sensible, que fuese operada por un Banco de Desarrollo Empresarial “creado en asociación con uno de los bancos rusos”», alertó el economista Pedro Monreal a poco de conocerse la noticia.

Salvando las distancias, la hoja de ruta seguida por Rusia en Cuba guarda muchas similitudes con la que en los últimos años afianzó su relación con Bielorrusia, su más cercano aliado geográfico y estratégico. Créditos generosos, combustible y apoyo incondicional a sus gobernantes en momentos de crisis interna han sido la fórmula en ambos casos. Un puñado de armas nucleares tácticas —para Minsk— y nuevos camiones militares —para La Habana— son solo detalles visibles del acercamiento.

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