Amparado en su condición de director nacional, el empresario que le dijo NO a la brigada de construcción del joven camagüeyano Enrique Franco, ni siquiera se detuvo a pensar que precisamente la más necesitada del servicio era la edificación bajo su mando, en una zona rural de esta provincia centro-oriental.
Por: Lianet Leandro López
Más de un año después, las oficinas están sin terminar, a la espera de que poco a poco sus propios trabajadores asuman lo que bien pudo ser ejecutado en tres meses por Arcus, el emprendimiento privado de Enrique.
“Fue muy frustrante, porque el director de aquí de Camagüey estaba loco por que ‘le metiéramos mano’ a aquello. Y un día llego yo a la oficina y estaba el máximo jefe regañándolo, que eso no podía ser con ‘cuentapropias’, a lo sumo con una cooperativa. Yo le rebatí que eso no era lo que decía la ley, pero insistía de una manera tan autoritaria que hasta allí llegamos”, cuenta.
Por suerte para Enrique, esa ha sido la única negativa rotunda recibida desde que decidió contratar sus fuerzas solamente para el sector estatal. Prejuicios irracionales hacia lo privado provocan en casos como ese más gastos al entramado empresarial público, cree este joven, arquitecto de profesión que decidió tomar el nicho de mercado de organizaciones estatales porque le inspira confianza, aun cuando en algún momento no se la tuvieran a él.
“El Estado te ofrece oportunidades de contratos de mayor envergadura y te obliga a actuar siempre dentro de la legalidad”, insiste Franco.
“Puede que haya brigadas de construcción por ahí que ni siquiera paguen impuestos pues todo lo hacen para particulares, pero yo lo tengo todo en regla. Mis seis muchachos pagan su seguridad social y a lo mejor no gano tanto como otros, pero duermo tranquilo todas las noches. El trabajo para el sector estatal obliga a llevar un estado de cuentas, todo se cobra por cheque a través del banco, y el año pasado, por ejemplo, pagué 230 mil pesos en tributos, cifra importante para un negocio apenas en ciernes”, explica.
De la seriedad y el buen hacer de Arcus pueden dar fe empresas como la Provincial de Transporte, para la cual ya ha ejecutado varias obras, los Hoteles Encanto, del Grupo Cubanacán, donde mantiene operarios de mantenimiento fijos en sus hostales, y más recientemente la Santa María de turismo de ciudad, adscrita al Gobierno en Camagüey. Con esta última será el ejecutor encargado de la primera Casa del Habano en la antigua villa de Santa María del Puerto del Príncipe.
Por supuesto, como “cuentapropista” Enrique no está exento de los múltiples problemas que enfrenta el sector privado en Cuba, ni son todo mieles los mecanismos para relacionarse con la esfera estatal.
“La confianza es precisamente un punto flaco. Cuando una auditoría llega a una entidad donde prestamos servicios, a lo que primero que le caen con todos ‘los hierros’ es a lo relacionado con nosotros, luego a todo lo demás. Es cierto que en la relación ‘empresa estatal-trabajador privado’ se han producido casos de sobornos y favoritismos pero, ¿debemos pagar justos por pecadores?”, se cuestiona.
Por otra parte, la ausencia del mercado mayorista pesa para él el doble de lo que para otros, al emprender obras de envergadura superior a una vivienda o un punto de venta. Por esa razón ha debido poner varias veces sus construcciones “en pausa”, cuando las empresas que lo contratan se quedan sin materiales y él debe buscarlos en los puntos de venta liberada para la población.
“Técnicamente el bache en el abastecimiento puede ser una violación contractual por parte de la empresa estatal si se pactó con antelación, pero no estamos mirando eso y le buscamos la solución con tal de no estar parados. Algo tenemos algo claro: queremos ganar cada día más y eso solo se logra con trabajo constante. Le tenemos terror al tiempo muerto.”
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