“Yo tengo el santo hecho”, me enseña Zulema mientras recorre el espacio de su casa con la mirada en los altares. “Esta fue la que me dio el Miss Travesti, y esta es la que me da mi arte”, señala a la corona encima de la vitrina y luego a una colorida muñeca en la pared.
Zulema Anderson es una de las transformistas más jóvenes y conocidas de Santa Clara. Su foto adorna junto a la de otras, las paredes del bar de El Mejunje.
Estudió veterinaria en una escuela alejada del centro citadino, a la que asistían muchachos de zonas rurales. “Imagínate, la homofobia era grande allí. Un día empezaron a hablar de mí y a discriminarme, cogí mucho miedo y me fui de la escuela”.
“El nombre artístico me lo escogió una gran amiga, aunque yo surgí con el de Zulema del Prado. Le cambié el apellido por cuestiones de publicidad, para coger fama. En el 2005 fue mi primera presentación, gracias a mi mamá, que había hablado antes con Ramón Silverio”.
Aunque al pequeño Lázaro lo trataron con sicólogos, nunca dejó de jugar con muñecas ni desaparecieron sus frágiles ademanes. La familia se percató por fin de que no padecía enfermedad alguna.
“Si hubiera sabido que me iban a aceptar tan bien, me hubiera declarado gay desde antes. La homosexualidad no es un peligro, la homofobia sí. El rechazo hace daño, yo lo sentí hace mucho tiempo. La gente a veces se burla, pero ya hay mentes más civilizadas, que aprecian el arte del transformismo y se quedan maravillados”.
Zulema ansía convertirse en profesional, que le hagan una audición y que exista mayor aceptación en los clubes nocturnos.
La Anderson quiere salir de las fronteras de El Mejunje, actuar en diferentes escenarios, y recibir un salario justo por sus espectáculos.
“Esto es muy costoso. Cada acto te puede salir en 120 CUC invertidos en la peluca, las telas, el maquillaje, los zapatos, la confección del vestuario…Con lo que nos pagan ahora no nos alcanza, son 250 pesos más o menos. El público a veces nos pone propina para la producción. Mira, estas prendas las traen de afuera y las venden bastante caras aquí”.
Para vivir, Lázaro, Zulema, se dedica al maquillaje y peluquería por cuenta propia en el patio de su casa.
“No puedo tampoco poner un precio muy alto, porque hay mucha competencia. Para ser buena peluquera hay que tener economía. Hay que vestir y comer, y no puedo destinar todo lo que gano a los shows”.
A pesar de que Zulema prefiere lucir como mujer, no quisiera jamás cambiar sus órganos genitales masculinos. Quizá—explica—“arreglarme algunas cosas, implantarme senos, para verme más femenina”. Ella también aboga por la legalización del matrimonio igualitario, para fungir como casada ante las leyes cubanas.
“Quisiera adoptar, pero no se puede. Vivo en núcleo familiar de personas educadas y no tengo antecedentes penales. Mi conducta social es correcta y, al final, estoy aportando mis logros al país. ¿Por qué, entonces, no puedo tener hijos a mi cuidado? Tenemos los mismos derechos que otros seres humanos. No somos monstruos”.
Zulema ha obtenido premios en actuación, imitación e interpretación, entre ellos, el de Novata, el de la popularidad, y es la última Miss Travesti, Mejunje 2012, pues el festival no se ha realizado más en la institución debido a los altos gastos para las concursantes. Fue, además, la primera finalista en el Miss Cuba 2016, condición que obtuvo Omega, travesti santaclareña recientemente fallecida a la que Zulema maquilló tras su defunción.
“Tuve que hacer una producción de 200 CUC para poder ganarme esa Miss Mejunje, en las categorías de traje de baño, fantasía, gran vestir, pelucas…Por eso no se ha hecho más. Con el premio se ganan solo 500 pesos, aunque las amistades te dan algunos obsequios”.
Zulema sueña conocer algún día a Isabel Pantoja, su vocalista preferida, y la que casi siempre escoge para imitar. “Ya no quiero presentarme en más certámenes. Desearía viajar algún día para mostrarme en otros lugares del mundo, pero siempre regresar a mis raíces, porque aquí me hice artista”.
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raquel amaya