Autor
Claudia Hernández Rodríguez
Leida llevaba en las manos el módulo de canastilla: diez metros de tela antiséptica, un biberón, un par de medias, una camiseta y diez culeros. La perfumería la dejó pendiente, irá a buscarla cuando su esposo cobre el mes que viene. La canastilla de un bebé es preocupación muy grande para las madre.
Mi esposo y yo siempre pretendimos que el niño asistiera a un círculo infantil estatal. Pero no quedó otra opción que tomarlo de la mano y conducirlo hasta una cuidadora privada.
Antes, cuando aún no sabía ni entendía lo que era un hijo, siempre afirmaba que cualquier gasto en la celebración del primer año de un niño sería innecesario. Mi Dante recién cumplió sus doce meses y hoy, luego de varios días, todavía me sorprende lo que fue su cumpleaños.
Apenas comenzaba mi embarazo. Recostada en mi almohada, imaginaba cómo sería mi hijo: sus ojos, su pelo, si tendría pelo, si era una niña o un varón. Entonces comenzó el dilema. “¿Cómo le vamos a poner?”
Lloré de alegría cuando supe que sería madre. Grité de desilusión cuando la doctora dijo: “Tenemos que interrumpir el embarazo”.
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Claudia Hernández Rodríguez
Leida llevaba en las manos el módulo de canastilla: diez metros de tela antiséptica, un biberón, un par de medias, una camiseta y diez culeros. La perfumería la dejó pendiente, irá a buscarla cuando su esposo cobre el mes que viene. La canastilla de un bebé es preocupación muy grande para las madre.
Apenas comenzaba mi embarazo. Recostada en mi almohada, imaginaba cómo sería mi hijo: sus ojos, su pelo, si tendría pelo, si era una niña o un varón. Entonces comenzó el dilema. “¿Cómo le vamos a poner?”
Mi esposo y yo siempre pretendimos que el niño asistiera a un círculo infantil estatal. Pero no quedó otra opción que tomarlo de la mano y conducirlo hasta una cuidadora privada.
Lloré de alegría cuando supe que sería madre. Grité de desilusión cuando la doctora dijo: “Tenemos que interrumpir el embarazo”.
Antes, cuando aún no sabía ni entendía lo que era un hijo, siempre afirmaba que cualquier gasto en la celebración del primer año de un niño sería innecesario. Mi Dante recién cumplió sus doce meses y hoy, luego de varios días, todavía me sorprende lo que fue su cumpleaños.