La alimentación en Cuba es un asunto crítico. Ante esto, algunas declaraciones públicas de personalidades y funcionarios en lugar de aportar soluciones a problemas reales en materia de producción y acceso a los alimentos refieren alternativas paralelas y alejadas de las causas del déficit de productos alimenticios que vive la isla. Las alusiones de Frei Betto al tema son solo las más recientes.
En la Mesa Redonda del 9 de marzo de 2022 sobre las «Interioridades y desafíos del Programa de Soberanía Alimentaria y Educación nutricional», Frei Betto declaró que «Cuba tiene la misma proporción de desperdicio de alimentos que hay en el mundo, 30 %, por tres razones: el transporte de los alimentos del campo a la ciudad; la conservación en la casa; y por desconocimiento nutricional». Sobre esto último puso dos ejemplos: «la zanahoria tiene más nutrientes en las hojas (…) y la gente echa fuera las hojas. La cáscara de papa la gente la echa fuera y es (…) excelente para picar cuando se toma un trago; frita, es excelente; la cáscara de melón, mi mamá hacía un excelente dulce con (ella)».
En un contexto diferente —y al amparo de otras tradiciones alimenticias— las declaraciones del intelectual brasileño pudieran considerarse razonables; en el escenario actual de Cuba han desatado indignación.
El país vive desde fines de 2018 una escasez creciente de alimentos, tanto de producción propia como importados. A décadas de ineficiencia en la producción y administración estatal se suma una carencia de recursos e insumos que pone en jaque el cumplimiento de los planes productivos nacionales, incluida la cosecha doméstica de papas.
Según explicó en su cuenta en Twitter el destacado economista Pedro Monreal, en Cuba «la producción de papa entró en fase de crisis en 2012, cuando se “normalizó” una producción inferior a 150 mil toneladas anuales. Incluye tres años especialmente críticos (2014, 2016 y 2021) con niveles inferiores a 100 mil toneladas. No es una crisis reciente».
De acuerdo con datos ofrecidos por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), solo de este tubérculo las importaciones en 2019 y 2020, ascendieron a 11 384 y 6 379 dólares, respectivamente. Pero, en medio de la actual crisis también se ven afectadas las importaciones. Los sucesivos impagos a los proveedores, la falta de divisas (agudizada por el cierre del turismo en dos años de pandemia) y un persistente bloqueo norteamericano se han conjugado para complejizar el pago de los costos de transportación de alimentos comprados fuera y la llegada de materias primas importadas que resultan imprescindibles para la elaboración local de productos terminados.
Con este panorama, a los cubanos les produce indignación los discursos que busquen alternativas precarias y de subsistencia cuando esperan soluciones concretas a un problema medular de la vida cotidiana.
Frei Betto: autoridad contra experiencia
Carlos Alberto Libânio Christo, conocido como Frei Betto, fraile dominico brasileño y exponente de la teología de la liberación, escritor y educador popular, es reconocido como una autoridad en el tema de las políticas nutricionales. Durante el mandato de Lula da Silva en su país, trabajó junto al mandatario en la implementación del Programa «Fome Zero» (Hambre Cero, en español) que en Brasil sacó a 28 millones de personas de la pobreza. Es asesor en estos temas de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En la actualidad, según ha expresado, también en respuesta a una invitación gubernamental, asesora a la máxima dirección cubana en el diseño e implemetación del Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (SAN). Es el primero de su tipo en la historia del país, fue aprobado por el Consejo de Ministros de Cuba en julio de 2020 y su objetivo esencial declarado es «producir alimentos de forma sostenible y dar acceso a la población a una alimentación balanceada, nutritiva e inocua, reduciendo la dependencia de medios e insumos externos».
Las relaciones de Betto con Cuba comenzaron hace cuatro décadas, en los años ochenta, cuando participó en la introducción en la nación antillana del método de la educación popular y formó parte del acercamiento entre Iglesia y Estado en la isla durante diez años. Aunque ha mantenido el vínculo con el país en el transcurso de este tiempo, se le señala que no ha vivido la realidad de la isla como un ciudadano común más y que, por tanto, desconoce en la práctica las carencias nutricionales y las penurias para conseguir alimentos que enfrenta la mayoría de los cubanos.
En Cuba la oferta de alimentos es menguada, y la conforman la canasta básica, los mercados agropecuarios estatales, los de oferta/demanda y la red de tiendas en MLC. Ante la carencia persistente de abastecimientos, el mercado informal es la alternativa para la adquisición de productos imprescindibles, pero la gran demanda y la poca oferta desequilibran la balanza de precios hasta niveles insostenibles.
La ausencia de productos elementales en la dieta regular como la leche, huevos, carne, pescado, grasa/aceite, viandas se ha instaurado como un hecho. Mientras, el bolsillo debe sortear con un salario mínimo de 2100 CUP (21 USD al cambio extraoficial actual 100 x 1), los costos de productos esenciales como un pomo de aceite que se cotiza en 600 CUP, o una libra de carne de cerdo que puede costar 190 CUP.
Los criterios del teólogo, también publicados meses atrás, el 24 de diciembre de 2021, en el diario oficial Granma, evidencian que su visión del asunto dista de ella. Betto aseguró entonces que «en Cuba no hay hambre. ¡Pero los cubanos tienen mucho apetito!». A lo que agregó que «el cubano posee hábitos alimentarios que pueden perfectamente cambiarse, como la preferencia por el pan de trigo, un cereal importado. Cuba produce mucha yuca y tiene condiciones para adoptar también el pan de maíz y de harina de coco. Y la carne puede cederle un lugar mayor al consumo de frijoles, lentejas, espinaca, maní, soya y aguacate, ricos en proteínas».
Sus palabras vieron la luz casi al cierre de 2021, el peor año atravesado por Cuba en términos económicos, sociales, sanitarios, en las últimas dos décadas de la historia nacional; y en el que, la implementación de la Tarea Ordenamiento, desató una inflación galopante que se ha traducido en el sostenido incremento de los precios, inaccesibles para ancianos, jubilados y otros grupos en desventaja social.
Otras propuestas polémicas. ¿Qué piensan los cubanos?
Las declaraciones del fraile brasileño no constituyen un suceso aislado. Con anterioridad, otras ideas divorciadas de la realidad fueron expresadas por las autoridades en cuyas manos descansan los destinos de la alimentación nacional.
Recordemos que el ministro de la Industria Alimentaria (MINAL), Manuel Santiago Sobrino Martínez, en la Mesa Redonda del 9 de septiembre de 2020, expuso entre los resultados del organismo que «hasta julio» (de 2020) habían sido obtenido «2 325 mil metros de tripa fina de res y cerdo (…)»,, lo cual se incrementaría «con el uso de las máquinas vaciadoras y desmucosadora de tripas». Tras lo cual, en respuesta a comentarios de los usuarios en el portal web Cubadebate, su ministerio reafirmó que «se impone (…) aprovechar los subproductos de los procesos productivos, como es el caso del suero lácteo y las tripas».
Por su parte, el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, máxima autoridad del Grupo Empresarial Flora y Fauna, en el programa del 3 de abril de 2019, refirió que «la jutía tiene una carne con un nivel de proteínas superior a todas las carnes y una piel de alta calidad (…), el cocodrilo igual; estamos desarrollando también el avestruz (…), que produce más que una vaca».
El factor común entre las propuestas de Betto, García Frías y Sobrino Martínez es la superficialidad en el tratamiento del tema con el planteamiento de opciones que no van a la raíz de los problemas ni constituyen, siquiera, vías razonables para el alivio de estos.
En tal sentido, puede entenderse que los usuarios cubanos en las redes sociales, a través de comentarios, publicaciones, memes, caricaturas y cartas abiertas, las hayan catalogado como una «falta de respeto», «una burla y una muestra de desprecio»; mientras exigen que se «respete el sufrimiento de este pueblo» y se «deje de jugar con el tema alimentario».
La alimentación es un tema sensible en un país que no puede garantizar a sus ciudadanos una dieta saludable y balanceada, con apego a sus mejores tradiciones culinarias; y donde la ingestión de alimentos deviene la principal preocupación de las mayorías en cada jornada. Por tal motivo, cualquier alternativa que una figura pública proponga y no contenga soluciones serias y viables para las carencias nutritivas de los cubanos solo puede considerarse un despropósito.
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