Roque. Cultivador de trigo. Foto: captura de pantalla / Varia.
Historia «mínima» del trigo cubano
29 / junio / 2023
El déficit de trigo en Cuba es recurrente: en noviembre de 2022 la orden religiosa de las Madres Carmelitas Descalzas en La Habana paralizaron la elaboración de hostias por falta de harina; meses después —a inicios de junio de 2023— era inestable la producción de pan de la canasta básica en varias provincias.
Según el Gobierno, la situación—que parece repetirse de manera cíclica—se debe al incremento de los precios del trigo en el mercado internacional, de donde proviene casi todo el trigo que se consume en la isla, y las sanciones del embargo de Estados Unidos. Así lo expresó el presidente del Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria Emerio González Lorenzo en el programa Mesa Redonda del 20 de junio de 2023.
Sostener la demanda «ideal» del país costaría no menos de 35 millones de dólares por mes, casi el doble que en 2019.
«Desde mediados de 2022 la situación era crítica y en este año se agudizó. Para tener estabilidad hacen falta tres barcos de trigo [al mes]. Pero en lo que va de 2023 solo se han podido importar cuatro. Un barco con 23 500 toneladas de trigo da 15 500 toneladas de harina. Únicamente para la canasta básica y el consumo social ajustado de un mes hacen falta 19 500 toneladas», detalló el funcionario.
El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular Esteban Lazo dijo en mayo de 2023, durante el más reciente período de sesiones del Parlamento cubano que la prohibición de plantar trigo en Cuba había sido dictada en el siglo XIX por la monarquía española, con el objetivo de «que viniera la harina de Castilla. Es el colonialismo lo que nos ocasionó este problema».
Lazo especuló sobre la posibilidad de cultivar comercialmente trigo en el archipiélago.
«Víctima de las leyes»
En 2022 el economista Miguel Alejandro Hayes entrevistó a un campesino identificado como Roque, quien llevaba cuatro años en la siembra de trigo en El Cacahual, en la periferia habanera.
Tras sus cosechas ha llegado a obtener hasta 2.8 toneladas de trigo. Aseguró que solo 100 libras —un saco— da para producir 2 000 panes.
Como parte de un experimento, el Ministerio de la Agricultura de Cuba distribuyó en 2011 semillas de trigo «a partir de una variedad brasileña» a varios agricultores. El objetivo era reducir las importaciones del grano.
Según Roque, la distribución fue en el centro del país y aún existe un campesino que se dedica a ello. «El que nosotros conocemos tiene muy buenas producciones en Jarahueca, Sancti Spíritus y ha llegado a recoger 4 toneladas de grano por hectárea. Pero el precio que les pagaron fue muy bajo y decepcionante para ellos».
Luego de estos resultados lo lógico sería masificar la producción; para lograrlo sería necesario el incentivo estatal.
«La cebolla o el ajo son más rentables. En Cuba no se da bien el trigo porque no es negocio, hay muy poco apoyo. La realidad es que a lo largo de la historia este cultivo ha sido víctima de las leyes», agregó Roque.
La «masificación» siempre ha sido un término difícil de conjugar en cuanto al trigo cubano. Uno de los más ambiciosos proyectos de fomento del cereal, conducido por la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas, fracasó a comienzos de la década de 1940 por falta de semillas resistentes al clima y las plagas locales.
El informe resumen de la prueba exponía que «las variedades introducidas no consiguen aclimatarse, perdiendo rendimiento, germinación, vitalidad y sus buenas características morfológicas con las cosechas sucesivas».
La recomendación fue detener las siembras comerciales hasta que se dispusiera de una variedad autóctona. Tal requisito solo pudo cumplirse en 1964, cuando se obtuvo la primera variedad cubana, la C-204, a partir de una semilla originaria traída de Brasil. El grano difería del brasileño en altura y tamaño de las espigas.
La variedad cubana reunió características que desde entonces son comunes a todas las semillas cubanas: germinación a los 3-4 días de siembra, ahijamiento a los 11 días y espigamiento a los 43; la cosecha puede realizarse al cabo de 90 o 100 días.
En la década de 1990 esa actividad pasó a ser coordinada por la doctora Susana Pérez Talavera y a concentrarse en la obtención de nuevas semillas. En la actualidad, Cuba cuenta con ocho variedades diferentes que «presentan como características comunes [...] maduración uniforme, rendimientos de 2 t/ha (en condiciones de secano) o mayores, resistencia a la sequía, el acame* y la salinidad», concluye el estudio.
De acuerdo con un manual de cultivo de la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), el trigo crece de forma óptima a temperaturas de entre 15 y 25 grados Celsius —aunque puede cultivarse incluso con termómetros de 30-33 grados Celsius—, y humedades relativas del 50-60 %. Esos registros son habituales durante el «invierno» cubano, sobre todo en las regiones occidental y central.
Una alternativa rentable al arroz
En la alimentación cubana el cereal por excelencia es el arroz. Pero el trigo tiene también una segura demanda, que en alguna medida se podría cubrir con producción nacional.
Al margen de las semillas domésticas y la ventana de oportunidad que brinda el clima del país, hay variables de simple racionalidad económica que así lo indican.
Comenzando por los rendimientos, en Cuba, una cosecha de siete toneladas de «arroz húmedo» por hectárea se considera excepcional. Luego de procesado, ese volumen se suele transformar en cerca de 3.5 toneladas de «arroz consumo», que es el que en definitiva llega a la mesa.
En el cultivo de una hectárea se habrán empleado, entre otros recursos, no menos de 14 000 metros cúbicos de agua, lo que convierte al arroz en una suerte de pozo sin fondo para los escasos recursos hídricos disponibles en Cuba.
Pese a ocupar el 7.6 % de la superficie cultivada, en 2017, en el momento de mayor impulso de su programa de desarrollo, el arroz utilizaba la mitad del agua destinada a la agricultura, y casi un tercio de toda el agua servida por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH).
Por contraste, las pruebas de campo con variedades cubanas de trigo han arrojado rendimientos de hasta dos toneladas y media por hectárea, sin riego ni grandes atenciones culturales, «y hasta cuatro con paquete tecnológico», dijo en abril de 2022 Víctor Daniel Gil, director del Centro de Investigaciones Agropecuarias, adscrito a la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas.
La experiencia de siembras a pequeña escala confirma la efectividad de las variedades cubanas; pero las autoridades no dan el siguiente paso hacia la masificación del cultivo.
Ahora, Esteban Lazo presenta el «descubrimiento» de que en Cuba puede cultivarse el trigo y orienta estudiar la conveniencia de hacerlo. Cualquier semejanza con el «cuento de la buena pipa» es solo coincidencia.
*Acame: Volcamiento de la planta debido a su propio peso, o la acción del viento o el agua.
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