La profunda crisis económica en que Cuba se encuentra, sumada al ordenamiento monetario, ha impactado de lleno sobre los emprendimientos privados. El aumento en el precio de las licencias para operar, además de las restricciones que el Gobierno les impone y la caída de las ventas producto de la propia crisis, convierten el día a día de los cuentapropistas en una eterna batalla por la supervivencia como sector.

En este momento, la prioridad de las personas es garantizar la comida en sus hogares, dice Edel, que recorre las calles de Centro Habana con su carrito de confituras. La venta bajó muchísimo y él es el encargado de llevar el dinero a su casa. La licencia de vendedor ambulante que Edel posee lo obliga a estar caminando todo el día. Detenerse por un tiempo prolongado en una esquina le puede valer una multa que nadie está en condiciones de afrontar.

Otros, como Rosa o Roberto, improvisaron el negocio en sus casas para no tener que salir a la calle, en un momento en que los casos de COVID-19 superan los 1 000 al día y el Gobierno ha anunciado nuevas medidas restrictivas.

La lucha de los y las cubanas por una vida digna es diaria; muchas veces son empujados a la ilegalidad por las mismas medidas que deberían proteger sus derechos, y en su lugar los restringen.

Alfredo en el taller que es su triciclo. Foto: elTOQUEAlfredo. Foto: Foto: elTOQUE

Sandy pedalea su carrito de helado desde el Cerro hasta Centro Habana todas las tardes. La bocina incorporada al triciclo anuncia a los transeúntes que hay bocadito y paleta. Foto: elTOQUE

Sandy pedalea su carrito de helado desde el Cerro hasta Centro Habana todas las tardes. La bocina incorporada al triciclo anuncia a los transeúntes que hay bocadito y paleta. Foto: elTOQUE

Un rellenador de fosforeras lee el periódico Granma a la espera de clientes en un portal frente al Parque de la Fraternidad Foto: elTOQUE

Rosa, en la puerta de su casa en la calle San Rafael, Centro Habana. Adentro, las demás mujeres de la casa cocinan las comidas que se ofertan en la entrada. Además de la cafetería, Rosa aprovecha para vender artículos de uso, como sábanas, ropa, y zapatos. Foto: elTOQUE

Oscar, de 23 años, junto a dos amigos, cuida el puesto de flores que tiene su mamá frente a su casa, en una calle de Centro Habana. Foto: elTOQUE

Un barbero improvisa su salón en medio de la calle en Centro Habana. Foto: elTOQUE

Roberto solía ser constructor. Desde que empezó la pandemia comenzó a vender artículos varios en un puestecito que armó en el frente de su casa, en los predios de un restaurante que se derrumbó hace más de 20 años. Foto: elTOQUE.

Edel empuja un carrito con confituras por las calles de Centro Habana. Una de las condiciones de su licencia es que se mantenga en constante movimiento. Estacionarse en la calle implica una multa.

A Edel se le está haciendo muy difícil llevar dinero a su casa. Los artículos que vende no son de primera necesidad y en este momento de crisis, la gente prioriza resolver la comida. Foto: elTOQUE.

Edel.  Foto: elTOQUE.

Mirta vende pequeñas tortas de coco hechas por sus propias manos. Todas las tardes recorre las calles de la Habana Vieja con su dulce mercancía.

Mirta vende pequeñas tortas de coco hechas por sus propias manos. Todas las tardes recorre las calles de la Habana Vieja con su dulce mercancía. Foto: elTOQUE.

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