Si hay un deporte que atraviesa una de sus peores etapas en Cuba, es el atletismo; a pesar del talento enorme de los antillanos y el esfuerzo sobrehumano que conlleva mantenerse en la alta competencia —con déficit alimentario crónico y escasez de implementos y tecnologías en el «campo y pista» de la isla—.
Aunque era inevitable el batacazo —al ver la tendencia de los atletas bajo el mandato de la exmartillista Yipsi Moreno en la Comisión Nacional de Atletismo—, la versión mundialista de los cubanos en Eugene, Estados Unidos, fue la tapa al pomo.
En el evento, de 2022, los deportistas de la isla se ubicaron en el puesto 29 por países, con apenas 15 unidades y por primera vez sin medallas. No es de extrañar que en esa sede se firmara la peor actuación histórica del atletismo y que la delegación perdiera, por fugas, a dos figuras: una establecida y otra en ascenso.
En esa ocasión, la medallista olímpica del disco Yaimé Pérez «se bajó del carro» de la Federación Cubana y se radicó en Estados Unidos, donde ahora compite. Antes, apenas puso un pie en el Aeropuerto de Miami, la prometedora jabalinista Yiselena Ballar Rojas escapó de las instalaciones y «desapareció» en «la ciudad del Sol».
Como de costumbre, las autoridades cubanas catalogaron el suceso de «indisciplina grave» y de «repudiable actitud, que da la espalda al compromiso contraído». Lo que los funcionarios nunca cuentan es cuán repudiables son las condiciones en las que los atletas se forman, en medio de la escasez de todo, incluso de unas zapatillas de mediana calidad.
En el inicio del Mundial de Budapest, Hungría, en 2023, las deserciones volvieron a ocurrir. Antes del arranque de la lid, el martillista Yasmani Fernández abandonó la delegación durante una escala en la capital francesa. Fernández dejó así, en 20, el número de atletas registrados para el evento mundialista. La cantidad de atletas registrados, no obstante, fue mejor que en la competición precedente de EE. UU., a la que fueron 14 atletas. Las cosas solo podían ir a mejor.
El 21 de agosto de 2023, los triplistas cubanos Lázaro Martínez y Cristian Nápoles consiguieron las medallas de plata y bronce, respectivamente. Martínez llegaba a Budapest luego de una lesión en los Centroamericanos de San Salvador 2023 y Nápoles apenas regresaba al equipo nacional tras su separación con la excomisionada Moreno.
«Me lesioné (…), no pude preparar bien esta competición, la más importante del año. A pesar de eso, pude terminar hoy y hacerlo en el podio. He podido conseguirlo (…), en nuestro país el triple salto tiene mucha tradición, somos una escuela en eso», dijo al término del evento el subcampeón mundial Martínez.
Nápoles, alejado por meses de la alta competición, también agradecía la medalla al esfuerzo: «Esto es demasiado bonito como para ser verdad. He estado trabajando durante mucho tiempo para esta medalla, la diferencia con Lázaro fue de solo un centímetro, pero me voy contento con la medalla de bronce».
Una competencia en la que otro cubano, el nacionalizado portugués Pedro Pablo Pichardo, fue el gran ausente; su presencia allí, quizá, hubiese arruinado el doblete de Martínez y Nápoles.
Pero la realidad es que Cuba, con esas dos medallas (escribo antes de la final del triple femenino, en la que hay cubanas), maquilló la actual cara de su atletismo y mejoró respecto a Eugene. Hasta el 25 de agosto de 2023 marchaba en la vigésima posición del medallero por países y ese puesto, en el estado actual, es incluso un logro.
Pero cabe preguntarse, ¿por qué compiten los atletas cubanos? Los premios en metálico del Mundial de Atletismo son bastante suculentos y empujarían a cualquiera a dar «lo mejor de sí» en pos de colarse al menos en una final.
Según la revista argentina Infobae, por la medalla de oro se otorgan más de 63 000 euros; por la plata, más de 31 000 euros; y por el metal bronceado, poco más de 20 000 euros. Pero no es un secreto que muchas veces el atleta cubano no ve ese dinero completo.
El periodista deportivo de Yahoo, Fernando Muñoz, denunciaba en 2021 que los premios en metálico de los cubanos «nunca se lo entregan». «Va a una cuenta en la que se hace la conversión oficial a pesos cubanos para que puedan hacer compras electrónicas», agregó.
Luego, la Federación se jacta de «generosa» y brinda un estipendio mensual al atleta, que suele estar entre los 150 o 300 dólares mensuales, en dependencia del color de la medalla. Una cifra risible, que «resuelve» en medio de la crisis sistémica de la isla.
Sin dudas, el aliciente de un premio en metálico como el de un Mundial de Atletismo es un impulso para cualquiera, pero en el caso de los cubanos puede o no terminar en sus cuentas (si tienen). No sería la primera ocasión que un deportista de alto rendimiento se queja porque no le pagaron «tal o más cual» premio.
Mucho de orgullo propio empuja al atleta cubano a desperdiciar sus mejores años deportivos en una Federación que casi nada le da a cambio.
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