Nacer dentro del miedo. Embarazo y COVID-19 en Cuba

Foto: Amarilis Magaña

Nacer dentro del miedo. Embarazo y COVID-19 en Cuba

24 / agosto / 2021

Yariagnis Cordero está agotada, más por el estrés que por los malestares propios de sus 23 semanas de gestación. Acaba de pasar otro día en el cual no alcanzaron los test de antígenos, mientras ella y un grupo de embarazadas ingresadas en el Instituto Preuniversitario Vocacional en Ciencias Exactas «José Martí», de Holguín, esperan el regreso a sus casas. Sabe que forma parte de una estadística. Hasta el momento, más de 4 000 gestantes se han contagiado en Cuba con el SARS-CoV-2. 

«Nos trasladaron del Hospital Lenin para la Vocacional. Me pusieron en el cuarto piso, mientras los médicos estaban en el primero. Es decir, quien se sentía mal debía bajar las escaleras. Me asignaron una cama donde hubo otra persona con test positivo, sin siquiera fumigar y así tuve que dormir. Todavía no he podido bañarme porque no hay agua. Prevenir un virus requiere de mucha higiene y aquí no hay ni agua para lavarnos las manos».

Durante los tres días que estuvo en el Hospital Lenin, todas las mañanas el doctor revisaba su estado de salud, recibía medicamentos, le hacían análisis. Pero después de su traslado, revela, la atención ha sido pésima.

«Ayer nadie vino a reconocernos ni a tomarnos la presión. Hace dos días se puso mal una muchachita, nosotras gritamos bastante para pedir ayuda, y aun así no nos escucharon. Tuve que bajar los cuatro pisos para avisarle al médico. Ni siquiera contamos con una enfermera cerca que nos ofrezca primeros auxilios en caso de necesitarlos. Tampoco me han dado los medicamentos que recibía en el hospital porque no los hay».

Este es el primer embarazo de Yariagnis. Tiene 34 años y es paciente de la consulta de fertilidad. Utilizó las redes sociales para denunciar su situación. Hace tres días debieron realizarle un test para confirmar que es negativa al virus. Pero no alcanzan. No es la única embarazada que espera. «Puede pasar cualquier cosa mientras estamos solas aquí arriba», me dice a través del chat.

«Tengo varias preocupaciones, no solo debido a mi embarazo, sino porque toda mi familia está contagiada y no hay medicinas para aliviar la fiebre o una posible infección. Están pasando el virus en la casa a base de cocimientos, excepto mi abuelito que lo dejaron en el hospital por una bronconeumonía».

Pocas horas después de que Yariagnis ofreciera este testimonio, falleció su abuelo «por no haber recibido un ingreso a tiempo, una placa a tiempo, un medicamento a tiempo», escribió ella en su muro de Facebook.

Murió porque no había rocefin, me dice con voz entrecortada. «Esa noticia coincidió con que no me pusieron más el interferón y con que el test no llegó. Esa fue la gota que colmó mi paciencia, por eso me fui a ayudar a mi familia contagiada: a mi hermano con neumonía, a mi madre, a mi abuelita y a mi esposo».


El protocolo para el diagnóstico y el manejo clínico de pacientes confirmados establece que «las pacientes embarazadas y puérperas en condición de sospechosas y confirmadas, conllevan ingreso en el hospital con tratamiento de interferón, independientemente de riesgo, edad y sintomatología».

Antes de salir del centro de aislamiento a Yariagnis le impusieron una multa de 3 000 pesos por propagación de epidemia. Ella se marchaba para acompañar a su madre en el duelo, pero también «para huir de los mosquitos, del calor infernal y de la ausencia de condiciones mínimas de higiene.

»¿Cómo van a ponerme una multa cuando hay tantas personas en Holguín con ingreso domiciliario y sin recibir atención médica? A mi familia la mandaron del policlínico para la casa. Es demasiado difícil sufrir la muerte de un familiar por falta de medicamentos —que venden en el mercado negro— y también pagar una multa de 3 000 pesos por salir de un lugar pésimo. No tengo ese dinero».

Unos días antes de ser positiva al virus, fue al policlínico a realizarse exámenes de rutina. «Como no había técnica, algunas embarazadas se quejaron y nos atendió la misma persona que hacía las pruebas de diagnóstico de la COVID-19. Es inconcebible. Éramos diez gestantes».

Yariagnis padece de ovario poliquístico. Agradece a su doctora de la consulta de fertilidad por sus atenciones y cuidados. «Es muy importante este embarazo porque fue difícil lograrlo. Cada día lo pongo en peligro por los disgustos. Trato de estar tranquila por el bien del bebé; pero es difícil después de todo lo que me ha pasado».


MATERNIDADES EN RIESGO

Desde marzo de 2020 y hasta comienzos de agosto de 2021, en Cuba se han registrado 4 536 gestantes contagiadas de COVID-19. De ellas, 320 estuvieron en salas de cuidados intensivos. Hasta finales de julio de 2021, habían fallecido 35 embarazadas y puérperas, según declaró la jefa nacional del Programa de Atención Materno Infantil, Noemí Cauza.

Cauza afirmó, además, que el 97 % de las fallecidas con edades entre los 20 y los 38 años tenían más de 26 semanas de gestación y padecimientos crónicos que complicaron su estado de salud.

Con la aparición de variantes más infecciosas, el país registró un aumento de la cifra de gestantes contagiadas con el SARS-CoV-2. Así lo confirmó el 30 de julio de 2021 durante una conferencia de prensa televisiva la especialista en Segundo Grado de Ginecología Sara Urgellés, quien alertó sobre una mayor incidencia de pacientes en estado grave y crítico. Solo en ese mes, se conoció de la muerte de 23 embarazadas.

Hace unas semanas, el Grupo Asesor Estratégico de Expertos de la Organización Mundial de la Salud, recomendó que ese grupo vulnerable tuviera prioridad para recibir vacunas contra la COVID-19. Investigaciones internacionales alertan sobre el mayor riesgo de que los recién nacidos necesiten cuidados intensivos tras el parto si contraen la enfermedad.

En este contexto, el Ministerio de Salud Pública cubano (Minsap) anunció el comienzo de un estudio de intervención sanitaria en embarazadas y madres lactantes. Según el Minsap, más de 9 000 mujeres residentes en La Habana recibirían dos dosis de Soberana 02, más una de refuerzo de Soberana Plus. El estudio incluiría a quienes se encuentran en el segundo y tercer trimestre de gestación y en período de lactancia. Sin embargo, el 29 de julio varios titulares anunciaban el comienzo de la vacunación con Abdala en ese grupo vulnerable.


NACER DENTRO DEL MIEDO

Cuando Jany Estopiñán Aportela empezó a sentir dolor de cabeza y un poco de tos, supo que algo no andaba bien. Tenía 38 semanas y un test rápido reveló lo que más temía. Era positiva al virus. Varios factores de riesgo le hicieron temer lo peor.

Vive en Coliseo, Matanzas, y llevaba tres años intentando quedar embarazada. Jany es diabética. La trasladaron al Hospital Universitario «Comandante Faustino Pérez» y cada placa que le realizaban reafirmaba la complejidad de su estado de salud, según contó al proyecto documental Naturaleza secreta de Cuba.

Ante un empeoramiento radiológico se decidió la interrupción de la gestación a través de una cesárea, para evitar complicaciones respiratorias, explicó el doctor Ángel Puig Vega. Después de una espera de varios días debido al aislamiento, Jany pudo conocer a su hija.

«Hasta ahora no se ha detectado propagación vertical, los niños no han nacido positivos. Se pueden contagiar después por muchas cuestiones, por la madre, por los familiares; pero de la madre al feto hasta ahora no ha habido evidencias de contagio en Cuba», reveló el especialista.

Varios estudios internacionales coinciden en que el coronavirus aumenta en un 50 % el riesgo de complicaciones durante el embarazo, desde el parto prematuro hasta el desarrollo de preeclampsia.


OTRAS VOCES EN #SOSCuba

Una embarazada de Mayabeque espera la ambulancia desde las 5 de la tarde. Son las 11 y 30 de la noche. No ha comido, solo espera. Tiene 8 meses de gestación. Su esposo, Reiber Nodal, realiza la denuncia pública de su situación en las redes sociales:

«Ahora llega una ambulancia y dicen que es sospechosa de COVID-19, después de que le ha dado todo negativo, y no la puede llevar. Un enfermero informa que va a llamar al puesto de mando otra vez y nada. Dio negativo a todo, pero tiene fiebre, los riñones o lo que sea da eso. La mandaron para donde están los positivos».

Poco después, la propia embarazada, Yanny Suárez, narra su experiencia. «Estuve sentada en la sala de estar [del Hospital Ginecobstétrico «Comandante Manuel Piti Fajardo»] junto con casos confirmados, desde la 5 de la tarde hasta las 2 de la mañana, sin que me dieran una gota de comida, ni siquiera agua. La respuesta en el Centro de Ambulancia era que no había carro, los que llegaban no querían llevarme porque era sospechosa de COVID-19 y otros porque no lo tenían en su hoja de ruta. A la 1 y pico de la mañana pasó una ambulancia y el chofer dejó bien claro que me estaba haciendo un favor al llevarme, como si las ambulancias fueran particulares».

La doctora Yudelsy Andrea Tamayo fue otra embarazada víctima mortal de la COVID-19. Falleció por complicaciones tras contraer el virus y, según fuentes cercanas a ella, estuvo cuatro días en un centro de aislamiento a la espera de ser trasladada al Hospital Militar —a pesar de que presentaba varios factores de riesgo como diabetes, asma e hipertensión—. Desde la página de Facebook El Chago-Santiago de Cuba, se denunció la supuesta desidia en este caso.

El martes 17 de agosto, Cuba registró la muerte de otras tres embarazadas. Es la consecuencia directa del aumento diario del número de contagios, de las precarias condiciones de vida de muchas mujeres que salen a la calle para conseguir alimentos y del colapso del sistema hospitalario donde escasean los medicamentos, los equipos de ventilación, los test de antígenos e, incluso, los medios de protección o de transporte. Mientras tanto, otras madres e hijos esperan salir ilesos de este tiempo, donde no hay otro sitio para nacer que dentro del miedo.  


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