Pedro Julio Guevara Miranda es un médico cubano que trabaja en la zona roja contra la COVID-19 en Placetas, Villa Clara, Cuba. Él desarmó su estetoscopio para ayudar a salvar vidas.

Pedro Julio Guevara Miranda. Foto: cortesía del entrevistado.

Piter Guevara, el médico que salvó dos vidas con su estetoscopio

17 / agosto / 2021

El doctor Pedro Julio Guevara Miranda desarmó su estetoscopio para distribuir el poco oxígeno que había en una de las salas del hospital Campaña Sur de Placetas, entre dos pacientes enfermos de COVID-19 que lo necesitaban con urgencia. Ambos se salvaron.

El médico se hizo viral, pero pocos conocen su nombre. A las personas les importa el contenido, no los autores. La foto de Piter —como le llaman sus conocidos— se compartió miles de veces en Facebook y Twitter aun cuando muchos no supieran que había salido de su celular.

EL ESTETOSCOPIO VIRAL

El día comenzó con el fallecimiento de una mujer. Aunque no tiene el mismo efecto que las primeras veces, cada muerte le deja a Piter un vacío por dentro.

«Había hecho todo lo posible por salvarla», recuerda. «La vida de mis diez pacientes durante las 24 horas de la guardia es mi total y única responsabilidad». 

En la noche, el estado de salud de los ingresados comenzó a agravarse y cuatro pacientes necesitaban ayuda para respirar, pero solo había tres cilindros con oxígeno.

«Turnaba los balones entre cada enfermo, según su gravedad. Era como jugar a ser Dios y decidir quién vive y quién muere. Pero me resistía a que bajo mi guardia alguno falleciera», recuerda. «Pensé en hallar algo que fuera hueco y se bifurcara: ¿un lapicero?, no; ¿un tramo de goma?, podía ser; hasta que por fin Dios me iluminó. Tenía tan cerca la solución y era incapaz de verla porque estaba alrededor de mi cuello, sobre mis hombros».

Aquella solución fue lo que hizo viral a este médico villaclareño: le quitó las olivas y la campana a su estetoscopio, lo enjuagó y los puso en la boquilla del regulador de oxígeno. Así, dos pacientes pudieron compartir un cilindro y, junto con ellos, Piter volvió a respirar aliviado. De aquel día recuerda la felicidad de haber salvado a sus cuatro pacientes y la sonrisa de la enfermera que lo miró con orgullo maternal.

La foto del estetoscopio desarmado y acoplado al cilindro la posteó en Facebook como ejemplo de algo que podía hacerse en el caso de tener poca disponibilidad de oxígeno. «En un grupo, varias personas buscaban una pieza que les permitiera compartir el oxígeno y les sugerí mi “invento”», cuenta. «Más tarde, en otro grupo de Guantánamo, vi la foto de mi esteto. Luego me contactó un usuario de Twitter y ahí mismo terminó mi anonimato».

Los mensajes que ha recibido han sido varios: desde personas que desean enviarle uno, dos, cien estetoscopios, hasta un simple gracias. Guarda capturas de pantalla de cada uno de esos agradecimientos, de las palabras tiernas.

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A través de su estetoscopio, Piter compartió el oxígeno entre dos pacientes. Foto: cortesía del entrevistado.

Pedro Julio Guevara Miranda (Piter) recién se graduó de Medicina en la Universidad de Ciencias Médicas de Las Villas. Ejerce hace un año. Las guardias nocturnas del Servicio Militar Activo (SMA) en una unidad de Matanzas lo acostumbraron a pasar noches de desvelo. Los alumnos de Medicina —dicen— tienen tanto que estudiar que no duermen.

«Gracias a ese “adiestramiento” en el SMA, consultaba durante las madrugadas las clases y los libros y no sentía cansancio. A veces sacaba 5 puntos, a veces 3, pero aprendí, y aprendí mucho».

Como residente en Medicina General Integral (MGI) comenzó a trabajar en un Consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia en su natal Placetas. «Me encantó, ratifiqué que era mi lugar». Pero la felicidad le duró poco.

Unos meses después fue llamado para prestar asistencia médica en La Habana y apoyar al personal sanitario allí, donde el número de casos de contagios de COVID-19 crecía. Piter se había estrenado como papá y esa responsabilidad familiar puso en duda —durante escasos momentos— la profesional. «Sabía que debía apoyar a mis colegas y me alivió tener plena confianza en mi esposa, saber que ella y mi hija estarían bien».

En la capital, el doctor placeteño pasó de ser un médico de consultorio a jefe de la zona roja del Hospital de Campaña de La Aduana. «Conocí a personas maravillosas. A pesar de no tener experiencia en la dirección, entablamos un sistema envidiable, todo funcionaba. Solo duró un mes».

A su regreso a Villa Clara, y con su experiencia, fue directo a trabajar con enfermos de SARS-CoV-2. En el hospital Campaña Sur de Placetas, donde se atienden los pacientes de alto riesgo, Piter labora 48 horas a la semana. Siempre despierto. Bien despierto. De su atención dependen los diez dolientes ingresados, casi siempre, en la sala.

LOS MÉDICOS HAN TENIDO LAS MAYORES PÉRDIDAS

Ángela Martínez Vidal es un nombre que Piter evita mencionar. Un tema del que no desea comentar mucho. La muerte de esa señora de 59 años, sin hijos, le «dolió en el alma.

»Entró al servicio muy mal», recuerda. «Sentí empatía desde el momento en que la vi. No la conocía. Ni siquiera vivía en Villa Clara. Había tristeza en su rostro y me identifiqué con ella. Su estado de salud comenzó a agravarse, pero Ángela confiaba plenamente en mí. Me entregó un papel que decía: “Gracias por decirme que en este barco estamos montados los dos, tus problemas son mis problemas”».

Piter cuenta que es una frase que él solía decir a los pacientes porque les daba mucho aliento y esperanza. Pero nunca más la ha vuelto a repetir. No lo hará. «(Ángela) falleció de una insuficiencia respiratoria aguda (IRA) que apenas pude tratar. Me marcó mucho».

Aunque el deceso de aquella mujer lo dejara impactado, no niega que no siente ahora la misma impresión de aquellas primeras experiencias con muertes jóvenes. «Me he hecho tan inmune al dolor que no siento el mismo pánico que con los primeros fallecidos», reconoce. «En aquel momento me sacudió la manera tan drástica de morir. Tristemente pierdo, poco a poco, la sensibilidad ante la muerte. Tal vez se trata de un mecanismo de defensa mental adoptado por mi inconsciente».

Piter recibe mis mensajes a las dos de la madrugada. Los ve y los contesta. Prefiere responder a esa hora porque está de guardia. Hace lo necesario para no dormirse. Es casi imposible aguantar 24 horas sin dormir. El sueño quiere vencerlo, pero él prefiere estar en vilo por sus pacientes. No desea perderlos.

ELLOS TAMBIÉN TIENEN MIEDO

Los turnos de trabajo de Piter son de 24 horas. En su sala trabajan cuatro doctores que se relevan cada tres días. La sala es como una pequeña terapia intensiva con diez camas donde siempre habrá pacientes con alto riesgo de morir o en estado de gravedad.

«Una vez que entro, no vuelvo a salir», cuenta. «El día se complica desde que llego. A veces son las 5 de la tarde y no hemos podido almorzar. Hay mucho por hacer y se nos pasan las horas. A veces puedes dormir, a veces no».

A pesar de trabajar en la zona roja, Piter no ha enfermado de COVID-19. Quizá se deba a que es muy estricto con las medidas sanitarias, quizá solo ha sido suerte o, como él dice, «la gracia de Dios lo cubre.

»No les temo a los pacientes», afirma este doctor que encuentra inspiración en la Madre Teresa de Calcuta. «No escatimo en examinar a cada uno de la manera correcta, de acercarme y ayudarlos. Y sí, también me cuido. Desde que llego me cambio de ropa y me pongo pijamas, botas, gorro, nasobucos y careta protectora».

La careta provoca mucho calor y se empaña con el vapor de la transpiración, pero es necesaria. Piter aprendió que lubricándola con gel y otro líquido similar es posible ver mejor a través de ella. «Una vez que la enfermera y yo pasamos visita en la sala y dejamos todo listo, salgo y me baño. Me vuelvo a poner toda la ropa y comienzo a escribir en cada una de las historias clínicas. Me dejo todo puesto, pues en cualquier momento se presenta una urgencia y el tiempo que pueda usar en vestirme lo ahorro y lo gano en tratar oportunamente al paciente».

Pero a veces no basta con las intenciones. Para él, como para otros colegas, no hay nada más frustrante que no tener recursos. «Sabes que viene un león a destrozarte y aun así corres hacia él sin nada con qué defenderte», reflexiona. «Pero en esos momentos tan duros, en los que la vida me ha puesto prueba, he recordado que la digitopresión ocular —a pesar de no estar recomendada— ayuda a descender valores de la frecuencia cardiaca; que el tan común novatropin puede ayudar a excitar el músculo cardíaco; y de todas esas cosas hago una orquesta en mi cabeza que solo yo sé dirigir. Esto, lejos de entorpecer, me impone metas, me pone a prueba y, si te soy sincero, hasta lo disfruto».

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Piter Guevara junto a su esposa, Lismary. Foto: cortesía del entrevistado.

En el interior del brazo izquierdo, Piter tiene tatuado el nombre de su hija Linda Luna, la fecha y hora de nacimiento, peso al nacer, estatura, grupo sanguíneo. Ella y su esposa Lismary —también doctora en Medicina— son la motivación principal de su vida. Por ellas se cuida. Por ellas cuida a los demás.

Entre pregunta y respuesta transcurren casi 30 minutos. En la UCI ha habido una urgencia y no hay nada con mayor prioridad. Mucho menos esta primera entrevista de su vida. Los agradecimientos, todos, son para él, pero aun así, Piter no se cansa de dar las gracias. No es un hombre egocéntrico. Si tuviera que desmontar el único estetoscopio que le queda, volvería a hacerlo.

Piter cuenta que son muchas las personas que lo han contactado para enviarle estetos. «Las muestras de cariño me llegan desde varios países: Cuba, Estados Unidos, Rusia, España, Francia, Reino Unido, etcétera». Entre tantos mensajes de admiración, también recibió el de sanitarios de una sala de cuidados intensivos en Estocolmo, Suecia, quienes sostenían un cartel que dice: «Piter Guevara, eres un héroe».

«Esos gestos le devuelven a uno las ganas de luchar. Dígale a los usuarios de Twitter —él no tiene cuenta en esa red social— que a partir de este momento, cuando no pueda más del cansancio y no me den las fuerzas para más, abriré mi teléfono y, llorando como lo hice la primera vez, volveré a leer los mensajes de amor más hermosos del mundo.

»Ahora me siento mucho más comprometido con mis pacientes. Soy el médico más feliz del planeta».

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Sanitarios de una sala de cuidados intensivos en Estocolmo, Suecia, envían mensaje a Piter Guevara. Foto: cortesía del entrevistado.


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Piter Guevara

Gracias. ❤️ No puedo decir nada más!
Piter Guevara

Lismary Bravo

Dios mío, estremecedora historia que no me canso, de escuchar, día a día, de estar junto a él en esta batalla, sin dejar espacio a desfallecer. Lo amo con todo mi corazón, es mi héroe, mi compañero, mejor amigo, mejor esposo, mejor padre. Gracias Glenda Boza, exelente entrevista.💚💚💚💚💚💚💚💚
Lismary Bravo

Nirma Rojas

El héroe de la familia
Nirma Rojas

Dannys Cabrera

Muestra de excelencia profesional y humana, con la obra realizada en estos duros momentos por los que pasamos debe de ser un ejemplo a seguir por todos los profesionales de la salud. Mucha salud para él y su familia.
Dannys Cabrera

Ye

Qué gran historia Glen. No pude ver las imágenes de la innovación de Piter, pero todo lo visualicé con un sentimiento profundo. Gracias a ti por contar, gracias a Piter por salvar
Ye

Naylen

Orgullosa de ti,colega...me quito el sombrero.Gracias
Naylen

Aneisis Castro Ruiz

Increible esta acción tan bella realizada por este galeno tan joven, acciones como estas debe de ser ejemplo en situaciones que suelen aparecer hoy en día con los escasos recursos que contamos. Peter Dios te esta mirando y cuidando tu tranquilo, el te protegerá. Te envío muchas bendiciones al igual que para tu familia. Cuidese y un abrazo Online de una cubana que lo admira.
Aneisis Castro Ruiz

Marilyn Lugo

Absoluto respeto para el Dr. Guevara, que Dios lo protega y le de muchos triunfos en su carrera de medicina, gracias por salvar vidas
Marilyn Lugo

Wilder García campos

Piter guevara usted es un caballòn,me quito el sombrero
Wilder García campos

Alina Diaz Urgelles

Buenísima actitud. Eres un médico que por sentir en carne propia y como si fuera un familiar tuyo, actuaste.Los seres humanos ante situaciones difíciles somos increíbles. Dios te bendiga.

Alina Diaz Urgelles

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