He leído con interés y aprendido de la crítica que hace Armando Chaguaceda a mi entrevista publicada en El País, la cual compara dos modelos socialistas: el de planificación central cubana con reformas tímidas e ineficaces, y el exitoso —desde un punto de vista económico— modelo chino-vietnamita de socialismo de mercado. El meollo de la crítica es que yo ignoro el autoritarismo y la falta de democracia en China y Vietnam. Tengo cinco observaciones sobre su crítica.
1) En enero de 2023, Chaguaceda me envió un mensaje sobre una versión preliminar de mi ensayo. El mensaje no era exactamente centrado en la crítica citada, pero sí tocaba la «contradicción política entre democracia y autocracia». Contesté que tendría en cuenta su juicio, como de hecho hice en la entrevista en El País que él cita. Sin embargo, Chaguaceda omite una frase fundamental en dicha cita, que reproduzco a continuación:
«He probado que el modelo chino-vietnamita tiene la capacidad de salvar a Cuba del caos actual y de la situación que ha vivido desde los años noventa, y enrumbarla por la senda del desarrollo económico-social sostenible. Además, podría hacerlo manteniendo el poder del Partido Comunista» [hasta aquí la cita que reprodujo Chaguaceda]. Pero después agrego en el mismo párrafo: «Personalmente yo preferiría un modelo híbrido (mercado con regulación estatal) con democracia, como el Estado de bienestar de los países escandinavos o el modelo seguido en la mayoría de los países de la Europa Oriental que estaban bajo la órbita soviética y hoy gozan de un nivel económico superior al de Rusia y con predominio de la democracia» [omitido por Chaguaceda]. Continúa la cita: «Pero creo que si es difícil que Cuba adopte el modelo chino-vietnamita, más lo será transitar a un modelo de economía híbrida con democracia [esto lo cita Chaguaceda]. Y concluyo: «Ojalá que me equivoque» [omitido por Chaguaceda].
En vez de ignorar la importancia del factor político, la frase anterior demuestra en su totalidad y con claridad mi preferencia por un sistema democrático frente al autocrático de China y Vietnam. Lo anterior encaja perfectamente con mi libro Buscando un modelo económico en América Latina. ¿Mercado, socialista o mixto? Chile, Cuba y Costa Rica —también citado por Chaguaceda— que con un centenar de indicadores comparaba a Cuba con Chile (en parte durante la dictadura de Pinochet) y Costa Rica (modelo híbrido con democracia) y concluía que este último país mostraba los mejores resultados.
2) No obstante, deseo plantear una interrogante crucial que está relacionada con el tema de que el tránsito en Cuba al modelo de mercado o híbrido democrático sería más difícil desde lo político para la dirigencia cubana que el cambio al modelo de socialismo de mercado. La explicación es que el primero implicaría no solo una delegación del poder económico, sino también el fin del régimen político. Por otra parte, si la dirigencia cubana optase por el modelo chino-vietnamita y lo aplicase bien, habría una mejoría notable en el nivel de vida de los cubanos. En su trabajo, Chaguaceda acepta el progreso demostrado en mi libro por dicho modelo respecto a la «creación de riqueza y a la transformación de la estructura económica», pero no se refiere a la sustancial mejora de los niveles de vida de la población (lo cual se prueba con una serie de indicadores tanto en mi libro como en la entrevista de El País). Si la disyuntiva fuese entre el mantenimiento de la situación actual y el cambio hacia el socialismo de mercado con mejora del nivel de vida de los cubanos, pero sin democracia, me decantaría por el cambio porque me duele la terrible situación que sufre el pueblo cubano y estoy en contra de la estrategia del embargo que por seis décadas ha intentado —sin éxito— derrotar al régimen autocrático mediante el hambre y la necesidad, que por supuesto no afecta a la dirigencia. (Para evitar otra controversia, reitero, como hice en mi ensayo en La Joven Cuba, que hay múltiples causas de la crisis y que el endurecimiento del embargo bajo Trump es una de ellas, pero que la causa principal es el sistema económico, que ha fracasado en todo el mundo). Algo más, en mi ensayo en La Joven Cuba, la opción entre mantener la situación actual y el cambio a un modelo mejor se la dejo a los cubanos. Cito: «exhorto a un diálogo nacional, abierto, respetuoso y democrático».
3) No soy un promulgador de «la alternativa asiática» para países latinoamericanos o que confronten subdesarrollo. En ninguna de mis obras se puede encontrar algo semejante. Lo sugiero solo en el caso cubano, si no hay una alternativa realista democrática, como lo sugeriría también para Corea del Norte. Una vez más, mi preferencia es por un modelo híbrido con democracia y por eso concluyo mi cita completa cuando afirmo «ojalá que me equivoque»; o sea, que dicho modelo se implante en Cuba.
4) Chaguaceda plantea una interrogante a los defensores de «la alternativa asiática»: «¿No sería deseable defender, al unísono de la apertura a la inversión capitalista, nativa o extranjera, las urgencias y agencias de los trabajadores estatales y privados, los emprendedores no enchufados, los pequeños campesinos, los jubilados?». Como Chaguaceda parece incluirme entre los defensores de la alternativa asiática, lo cual rechazo, me permito recordarle que en mis libros y artículos he defendido a estos grupos. Como ejemplo está mi último libro sobre Cuba Voces de cambio en el sector no estatal cubano. Cuentapropistas, usufructuarios, socios de cooperativas y compraventa de viviendas, en el cual a través de encuestas demuestro las necesidades de dichos grupos y sus deseos específicos de cambio. Con respecto a los jubilados, en muchos de mis trabajos pruebo la caída de la pensión ajustada a la inflación entre 1989 y 2021, y que los pensionados se encuentran entre los sectores más pobres en Cuba.
5) El último punto que deseo tratar es el contraste entre la extensión breve de artículos de divulgación cortos o entrevistas con límites de espacio —tales como las que he publicado hasta ahora— y un libro, como el que he concluido y sometido a publicación, que tiene 240 páginas a espacio sencillo (115 mil palabras). En el libro trato el autoritarismo, en especial el chino, y muestro en detalle que, a partir del acceso al poder de Xi Jiping (presidente y secretario general del Partido Comunista de China desde 2013, el líder más poderoso desde Mao Zedong), han ocurrido dos regresiones: un cambio de sesgo hacia el plan central en perjuicio del exitoso modelo en el que predomina el mercado y un endurecimiento del control autoritario de Xi y del Partido Comunista.
Como convencido demócrata y respetuoso del diálogo y el intercambio de ideas como algo esencial para el progreso económico, político y social —en lo que concuerdo ampliamente con Chaguaceda— celebro la controversia entre amigos. Ahora, espero la crítica del oficialismo en Cuba, que no será la primera ni la última.
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