La apelación a la Historia —a un pasado patriótico y victorioso— ha servido para los representantes del poder en Cuba como estrategia de legitimación. El recurso de invocar a figuras trascendentes para la nación como José Martí o hitos como la Protesta de Baraguá representan no solo una interpretación —carente de matices— de nuestro pasado, sino un modelo de heroicidad y triunfo que los cubanos del presente deben emular y seguir al dedillo.
Para este análisis se han examinado tres discursos recientes del presidente Miguel Díaz-Canel: el pronunciado el 9 de abril de 2022 en la Asamblea Provincial del Partido de La Habana, el de clausura de la Quinta Sesión Extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular del 16 de mayo de 2022 y el del 26 de julio, a propósito del Día de la Rebeldía Nacional en Cienfuegos; además de algunas de sus declaraciones luego de la explosión de la Base de Supertanqueros de Matanzas.
En la reconstrucción del pasado cubano como un único corpus solo se destacan los aspectos que sirvan para mostrar heroicidad y victoria. Por lo tanto, sigue una falacia de composición que se basa en mostrar las características de una parte como si fuesen las características del todo, lo que puede conducir a falsas conjeturas.
El destacado historiador cubano Óscar Zanetti Lecuona ha explicado que desde sus primeros años la historiografía de la Revolución se aprestó a formar conciencia revolucionaria en la población. Con el fracaso de la zafra de los diez millones y el dogmatismo y cerrazón que acaecieron con el Quinquenio Gris, «lo que se sufrió fue una ideologización en la interpretación de los procesos históricos, una tendencia a esquematizar la historia nacional con finalidades políticas, cuya secuela se deja sentir todavía», argumenta en una entrevista concedida en 2016.
De igual forma, el modelo de presentación de la Historia se repite en los discursos de las figuras de poder en Cuba. Estas, además, asocian a la construcción del ideal una imagen del «pueblo cubano» conectada con esa heroicidad e idea de triunfo.
Por ejemplo, el presidente Miguel Díaz-Canel afirmó «victoria genera victoria», tras extinguirse el mayor incendio que se haya registrado en una zona industrial cubana. Su frase confirma cuán profundamente enraizado está el enfoque de los acontecimientos en el discurso oficial y cómo se ha convertido en un recurso para evadir la gravedad de los hechos que configuran la Historia presente.
La Historia cumple, entre otras, tres funciones en el discurso oficial cubano: legitima el poder, pretende inspirar una respuesta o actitud ante determinados acontecimientos y adoctrina en valores como lealtad, disciplina y consagración a la Revolución. Se utiliza la Historia para demostrar una compatibilidad «natural» entre el pueblo cubano y el proyecto de país, trazado por Fidel Castro.
Al analizar la construcción histórica del pueblo cubano en el discurso mediático oficial, Sara García Santamaría ratifica que «la continuidad —o equivalencia— histórica entre períodos, héroes y pueblos diferentes se construye retóricamente a través de una serie de falacias argumentativas. Una de las más comunes es el silogismo hipotético. Según esta lógica, si los cubanos han vencido al “enemigo” en épocas precedentes, como las guerras por la independencia y en Sierra Maestra, el apoyo a los valores, actitudes y funciones que inspiraron las luchas históricas debe asegurar las victorias futuras».
En este proceso de estatalización de la Historia, el Estado cubano ha fiscalizado las versiones preponderando las más convenientes para sus fines. En recientes discursos, el presidente cubano recupera pasajes de la Historia y figuras que los protagonizan. Además, se aprecia en ellos cómo los pasajes validan o legitiman una postura ideológica y qué valores transmiten.
En la clausura de la Asamblea Provincial del Partido de La Habana, en el Palacio de las Convenciones, el 9 de abril de 2022, Díaz-Canel aseguró que el sentimiento de servicio a la patria y a la Revolución «ha estado presente en todas las generaciones que han defendido la independencia y la soberanía, y precisamente de esa cultura política es que salen el concepto de unidad y el concepto de continuidad». El presidente confunde a conveniencia los conceptos de patria y Revolución. Como si no fuera posible ser patriota sin estar a favor del proyecto revolucionario. Generaliza arbitrariamente que todas las generaciones de cubanos que han defendido la independencia sostienen la Revolución, como si independencia y Revolución también fueran equivalentes.
Cuba vive hoy otra de las peores crisis de su historia con largos apagones y escasez de los productos más básicos. Sin embargo, restar magnitud a los problemas a través del discurso continúa siendo el recurso de socorro de los dirigentes cubanos.
En la clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular el 16 de mayo de 2022, Díaz-Canel retomó la Historia ante la tragedia de la explosión en el hotel Saratoga de La Habana. Expresó: «Esos héroes anónimos tienen algo de aquellos mambises desnudos, quienes hicieron temblar al ejército más poderoso de su época machete en mano y al grito de ¡Viva Cuba libre!».
El pasado 26 de julio, el presidente emitió una alocución a propósito del aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. En ella retomó rasgos de la Cuba neocolonial para incentivar el agradecimiento con el Gobierno cubano en una interpretación sesgada de la Historia y persuadir a los oyentes sobre los supuestos «privilegios» que viven hoy los cubanos: «Ignorarían que las grandes mayorías no tenían propiedad sobre la tierra que trabajaban, ni sobre las casas donde vivían, que en general los pobres y los negros y mestizos solo podían entrar por la puerta trasera de los negocios y las mansiones, que las mujeres estaban en total desventaja social sobre los hombres, que la imagen más recurrente en los paisajes urbanos era la de los niños en la calle limpiabotas, vendedores de diarios, mensajeros de cualquier negocio, desamparados, enfermos y hambrientos».
La Cuba actual se subordina a la versión de la Historia que pueda ser fundamento y sostén de la Revolución. Porque esa es la Historia que sirve como herramienta de legitimación al Gobierno cubano y sugiere continuidad por la compaginación de propósitos y valores afines. Los símbolos y héroes heredados, revestidos de dogmas y explicaciones sin derecho a réplica, no solo construyen un ideal inalcanzable y distante de la realidad social cotidiana, sino que excluyen deliberadamente posturas y juicios que no estén en consonancia con estos modelos.
La historia, como campaña moral y promesa de victoria, se ha convertido en una suerte de recordatorio que utiliza con más ahínco el discurso oficial ante cada período de crisis. En estos discursos, la sociedad cubana se subordina a valores e ideales fruto de una interpretación reduccionista de la Historia. Cada cierto tiempo, esa Historia debe ser retomada, con una dosis moralizante, para que las nuevas generaciones no olviden el legado al que se deben.
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