La vida después de emigrar: cubanas irregulares en España cuentan su historia

Foto: Henry A. Pérez

La vida después de emigrar: cubanas irregulares en España cuentan su historia

25 / marzo / 2025

Cuando Luisa cayó en la cuenta de lo que había hecho, no podía siquiera arrepentirse. No había casa a la que volver ni oportunidad de regresar sin echar por tierra el paso que acababa de dar.

Tres años después de montarse en el avión en enero de 2022, de cruzar el océano Atlántico por primera vez y de haber hecho el viaje más largo de su vida con 60 años, reconoce que emigrar a España no fue una decisión suya. «Este camino lo escogieron mis hijos en un momento de necesidad, ellos son mi vida y no me quedaba nadie más en Cuba», admite mientras mira al mar Mediterráneo. Un mar que no es el suyo, pero le devuelve la serenidad de su hogar en Cienfuegos.

A 2.3 kilómetros de ella, en el monte Tossal, una de las elevaciones que distinguen a Alicante, en la Comunidad Valenciana, está sentada María, otra cubana que busca acallar en su mente las turbulencias de la emigración en uno de sus lugares preferidos de la ciudad. 

María también llegó a España en 2021, a sus 62 años, para estar más cerca de sus hijos, aunque ellos no vivan en el mismo país que ella, sino en Canadá. Ellos dejaron Cuba «por la crudeza que se vive allí, por la falta de futuro», cuenta. Si ella se quedaba en la isla, sabía que los vería menos. Viajar a Cuba requiere de gastos y preparativos que sus hijos no podrían enfrentar; en cambio, a España, no tenían que traer nada.

Los cubanos han emigrado en cifras récords en el último quinquenio. En 2023, más de 220 000 se instalaron en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), de los cuales 79 614 no tenían nacionalidad española. Del total, la mayoría eran mujeres (121 194) y el resto hombres (102 338). 

María y Luisa forman parte de las personas con estatus irregular en España. No conocían ni querían ese estatus. Mucho menos imaginaron que después de los 60 años sus vidas, de algún modo, volverían a comenzar.

La discriminación, un silencio que pesa y enferma

En 2024, Alicante se confirmó, por segundo año consecutivo, como la décima capital más poblada de España. Aunque el turismo, atraído por las playas y los paisajes de montaña, pareciera sugerir que la ciudad se adapta a la pluralidad y acoge en la misma medida que crece, María no lo percibe así.

En las alturas de Alicante, la cubana de 65 años no solo busca paz, sino escapar del rechazo. Aunque por su aspecto físico cree que pudiera pasar por española, siente que cuando las personas la escuchan hablar y descubren un acento extranjero, de inmediato toman distancia. «Una de las dos cosas más difíciles para mí es no haber sido aceptada como migrante, pienso que la razón está en la región de donde provengo porque he notado que, por ejemplo, con los europeos no pasa», reconoce.

Hedels González Bermúdez, psicóloga cubana radicada en España, concibió su proyecto «Emigrar hacia adentro» por las muchas personas que acudieron a ella en busca de ayuda durante o después de sus procesos migratorios. Entiende que la discriminación es una herida profunda y es preciso aceptar que duele.

«Cuando alguien te mira con desprecio, te dice una frase hiriente, cuando te hacen sentir que vales menos por tu origen, por tu acento, por tu piel, por tu edad, algo se rompe, aunque sea en ese momento. Me parece importante validar ese dolor, porque estamos rodeados de frases que te dicen: no importa lo que te hagan, revisa en ti por qué te afecta, ¡y no! ¡No! El maltrato es dañino y duele», insiste. 

El Padrón Municipal en Alicante registró 73 481 extranjeros el primero de enero de 2023. En esa fecha, el 20.03 % de los residentes empadronados en el municipio eran extranjeros. En la actualidad podrían ser más. Los tres países no comunitarios con mayor presencia de personas migrantes en territorio alicantino son Argelia, Colombia y Ucrania.

Para entender cómo conviven la población migrante y la autóctona, la concejalía de Derechos Públicos del Ayuntamiento de Alicante realizó un estudio diagnóstico que exploró la discriminación en el municipio capital, donde viven María y Luisa.

Se encuestaron a 208 personas migrantes e igual cantidad de personas autóctonas. Entre los migrantes, poco más de un 50 % de los encuestados manifestó sentir un trato diferenciado por su condición de extranjero.

La población procedente de África (un 33 %) y de Latinoamérica (un 17 %) se sintió más afectada por la discriminación, según las personas que respondieron el cuestionario.

La mayoría desconocía la existencia de recursos para acompañar y brindar contención ante situaciones de discriminación y el 95 % de las personas encuestadas nunca había hecho una denuncia formal, entre otras razones, porque no sabían dónde ni cómo hacerla. 

Estudio Diagnóstico Exploratorio de la situación de discriminación a personas migradas en la ciudad de Alicante. Ayuntamiento de Alicante.

Además, la experiencia de Hedels lo confirma: «cuando una mujer emigrante es discriminada, el primer impulso es callarse, tragarse ese malestar. Pero el silencio pesa, te esconde, enferma». 

La población migrante del municipio Alicante reconoció que necesitaba más información sobre trámites iniciales de acogida, agilidad en los procesos de regularización y una mayor empatía del resto de la población.

Para entender cómo los alicantinos valoraban a las personas llegadas de otros países, el estudio de la concejalía de Derechos Públicos indagó entre la población autóctona de Alicante su percepción de la migración. Marcaron, en primer lugar, que les resultaba indiferente. El 29 % de los encuestados reconoció que la migración era positiva y el 25 % que era negativa. El resto no tenía un criterio al respecto.

Más del 60 % de los alicantinos mostraron una opinión favorable a que los migrantes tuvieran derecho a la reagrupación familiar, accedieran a subsidios y ayudas económicas y pudieran adquirir la nacionalidad española. En cuanto a la regularización de los extranjeros, priorizarían a quienes dispusieran de un trabajo y concederían asilo/refugio, sobre todo, a quienes cumplieran los requisitos estipulados en la ley.

Aunque la población autóctona de Alicante mostró en las encuestas disposición a acoger a los migrantes, señaló requisitos para la convivencia como educación, ganas de trabajar y adopción de las costumbres españolas. Uno de cada cinco migrantes se ha enfrentado discriminación por el color de su piel, sus creencias religiosas, su acento, su lugar de procedencia y su poder adquisitivo.

La discriminación y vulnerabilidad de mujeres migrantes es una preocupación en España. Inés Hernand, presentadora, abogada y activista feminista, destacó durante el reconocimiento que le entregó la delegación del Gobierno de Madrid a propósito del 8M, que este 2025 «más de medio millón de trabajadoras extranjeras están ocupadas como personal doméstico y como cuidadoras de personas mayores y niños a domicilio y muchas de ellas, aunque tengan un régimen laboral de cuarenta horas semanales, llegan a trabajar incluso el doble porque tienen que estar las 24 horas del día disponibles para la persona que está bajo su cuidado».

Hernand pidió reivindicar a las mujeres que sostienen los cuidados de forma invisible e irregular, con casi nulo reconocimiento en los espacios públicos y con menor atención a sus derechos. Insistió en la violencia burocrática a la que se someten para regularizar sus expedientes, acceder a la sanidad, a la educación, a la justicia o simplemente convalidar sus estudios

Reglas sociales no aptas para migrantes: trabajo y vivienda

Antes de llegar a España, Luisa construía en su mente una fea imagen de lo que sería su vida. «Me vi sin trabajar, buscándome la vida de vender cosas en la calle, porque escuché opiniones negativas sobre la vida aquí», recuerda.

Tampoco imaginó un proyecto de vida para ella. Entre sus preocupaciones y sus metas, solo había espacio para lo que sucedería con sus hijos. «No pensé en mí, sino en cómo les iría a ellos, que son mi vida entera».

María tenía otro proyecto en mente. Su esposo había obtenido la nacionalidad española a través de la Ley de Memoria Histórica, aprobada en 2007, y entró al país con un visado de familiar de ciudadano comunitario y esperaba regularizarse cuanto antes. Quería tener la libertad de entrar y salir cuantas veces quisiera; no pensaba quedarse por tiempo indefinido. 

Los funcionarios de Extranjería en España tenían otra visión de su caso. El día que presentó su solicitud (en 2022), la funcionaria que revisó la documentación le señaló de inmediato el insuficiente dinero en la cuenta bancaria de su esposo y le dejó entrever que al Gobierno no le gustaban las personas dependientes y que no aportaran. «Le expliqué que no era mi culpa porque yo sí había buscado trabajo, pero no me lo daban». 

Sin esperanzas de obtener una residencia en España hasta cumplir los tres años reglamentarios para optar por el arraigo social, Luisa también ha vivido la irregularidad como quien vive sin futuro: «vivo el día a día sujeta a lo que dispongan las personas para las que trabajo, porque no tengo ningún apoyo legal, ni siquiera derecho a una pensión», lamenta.

Hedels resalta como primer costo emocional de la condición de irregularidad a avanzada edad la sensación de invisibilidad y de pérdida de control. «Las personas mayores en situación irregular sienten que pasan desapercibidas, que son vistas solo como alguien que “está de paso”, sin derecho a reclamar, a exigir, a ocupar espacios», explica. 

Otro costo de esta condición es la incertidumbre de no saber qué pasará mañana, una sensación que abruma y asusta. La incertidumbre, según palabras de la psicóloga, se convierte en una carga emocional enorme en la adultez mayor, etapa en la que la estabilidad suele ser clave para el bienestar: «de pronto empezamos a estar en un momento de construcción cuando realmente la etapa vital lo que demanda naturalmente es más tranquilidad».

Una persona en esta situación también puede experimentar sensación de pérdida de identidad. ¿Quién era en su país de origen, una persona activa o no, con un papel claro en la sociedad?, se pregunta Hedels. Y agrega que en el nuevo país puede sentirse reducida a su estatus migratorio y con ciertas etiquetas que hacen mucho daño, como si borrasen de golpe su historia, sin reconocimiento de lo que han construido en su vida. 

A este sentimiento contribuye la dificultad para acceder a una jubilación en España. Una vida de trabajo en Cuba no tiene valor en el exterior. El Gobierno cubano no ha firmado el Convenio Multilateral Iberoamericano de Seguridad Social a través del cual España regula el reconocimiento de los años trabajados en el exterior a extranjeros que se han asentado en el país europeo. La Plataforma por la Jubilación de los Cubanos en España, creada en Facebook en 2017 y con alrededor de 9 7000 miembros, representa el reclamo de la comunidad cubana por el reconocimiento de sus derechos laborales.

A Luisa le hubiese gustado ejercer su profesión. Además de que su estatus irregular se lo impide, la psicología es una profesión regulada en España y su homologación es costosa y puede demorar años, tiempo que ella no tiene. Sus casi 40 años de vida laboral en Cuba hoy no le reportan beneficio alguno.

Cuando llegó a Alicante buscó trabajo sin descanso. Desde que abría los ojos en la mañana hasta que los cerraba en la noche. Tanto buscó que en dos meses y medio lo encontró. Su nuevo trabajo no sería solo una ocupación, sino un lugar donde vivir.

Hasta el momento, había vivido en una habitación de escasos metros cuadrados en una vivienda compartida de cuatro habitaciones. Su hijo, el último que había llegado a la renta, tenía el cuarto más pequeño de la casa. Apenas podían moverse en el reducido espacio y dormían juntos en una cama personal.  

Habitación en la que vivieron Luisa y su hijo. Cortesía de la entrevistada

El dueño del alojamiento no quiso empadronarla. No le puso fecha límite para irse, pero Luisa entendió que no quería mezclar a una mujer adulta con los otros tres jóvenes españoles que compartían renta con su hijo. Cuando consiguió el puesto de interna vio los cielos abiertos, aunque suponía un desafío. Ella nunca había trabajado como cuidadora ni había vivido con personas ajenas a su familia; la anciana, que vivía sola hasta ese momento, tampoco había compartido su espacio con nadie.

Durante un año y medio, Luisa vivió casi en situación de encierro en un noveno piso. El apartamento, de una sola habitación, tenía vista al mar y estaba ubicado en una zona privilegiada de la ciudad, pero las horas sin salir y la escasa comunicación con su entorno, hicieron mella en su salud física y emocional.

— ¿Sientes que has recibido una buena remuneración por los trabajos que has hecho?— le pregunto.

— No, el pago siempre ha estado por debajo de los estándares. La mayoría de las personas que conozco que hacían el mismo trabajo cobraba, al menos, 200 EUR más.

Lesmy Menéndez coincide en que encontrar un trabajo es una de las pruebas más difíciles de los migrantes. La cubana, radicada en España desde hace más de 20 años, es una de las líderes de la Asociación Cubanos Unidos por la Democracia, surgida tras las manifestaciones del 11 de julio de 2021 para reunir a cubanos residentes en los municipios Alicante y Elche en apoyo al pueblo cubano. 

A Alicante, una ciudad costera turística con un microclima tropical, la eligen a menudo los caribeños, según la experiencia de Lesmy. «Para jóvenes que dominen idiomas o algún instrumento musical o no le teman al trabajo de campo, puede ser una vía para comenzar; sin embargo, personas de más de 60 años sufren la indiferencia en la vida turística, social y nocturna», comenta.

Los trabajos como cuidadoras internas registran sueldos mínimos que no permiten demostrar luego los ingresos suficientes ni contratos laborales al solicitar la regularización. Lesmy agrega que las instituciones no están preparadas para atender el volumen de migrantes irregulares y estas mujeres se quedan en un limbo, porque no tienen el tiempo suficiente para cotizar a la Seguridad Social y llegan, la mayoría, a la edad de jubilación sin ingresos.

A María le ha gustado el rol de cuidadora. Le da satisfacción ayudar a las personas y tenía experiencia en el cuidado de adultos mayores porque lo hizo con su madre en Cuba. Sin embargo, las exigencias para ese trabajo en España han supuesto un desafío. Desde aprender a manejar una grúa para transportar a una persona encamada hasta acompañar a un paciente mientras se realiza una diálisis en casa. No ha conseguido llevar las tareas del cuidado como le gustaría, ha tenido que seguir un orden estricto de indicaciones.

«Del irregular se abusa. Como no pagas la Seguridad Social no vas a exigir. Necesitas ese dinero, es imprescindible para ti, por eso ellos te pagan lo que entiendan y tú no tienes derecho a quejarte, ¿para qué?», piensa. 

María ha tenido en tres años cerca de diez trabajos. Le duran poco, apenas unos meses, porque los ancianos fallecen y vive en el bucle de buscar y perder trabajo. 

María mira la televisión. Los muebles y la decoración de la vivienda que renta son muy antiguos, pertenecieron a los padres del dueño de la casa. Crédito: Henry A. Pérez

El lugar que habita es una casa vieja que el dueño pretendía vender por 80 000 EUR, pero no encontró comprador que se ajustara a sus exigencias, así que decidió rentarla por 500 EUR al mes. María y su esposo se instalaron ahí porque no había muchas opciones y el costo de las rentas aumenta por día en Alicante. Desde los ventanales inmensos de su edificio, solo se ve un inmueble desahuciado en el que viven okupas.

Lesmy entiende que los requisitos para rentarse en España no son aptos para migrantes en condiciones vulnerables, como los cubanos: contrato de trabajo, nóminas de varios meses, pagos anticipados de renta y una fianza para cubrir cualquier rotura o imprevisto en la casa.

¿Cuál es la mejor ayuda para una persona que emigra?

A la entrada de la Parroquia San Antonio de Padua, una monja argentina de sonrisa sincera recibe los jueves en la tarde, entre 5:30 p. m. y 7:30 p. m., a las familias que vienen a recoger una bolsa de comida. Les da la bienvenida, pone orden a la fila y las invita a pasar de una en una. 

Al subir las escaleras, tras una puerta de cristal a la izquierda, están Rosa (prefirió no decir su apellido), la presidenta de Cáritas parroquial, y otras dos mujeres que no paran de moverse. Organizan el contenido de las bolsas y las colocan una a continuación de la otra a lo largo de la pared. Garantizan que todo esté preparado para cuando lleguen las familias. Este lugar en el que no hay lujos ni ningún objeto que no sea estrictamente necesario, es una de las 5 427 Cáritas parroquiales e interparroquiales de España. Tienen el encargo de coordinar, orientar y promover la acción caritativa y social.

Rosa ha estado sentada detrás de esa mesa o andando por los espacios de esta habitación durante 37 años. «Aquí la mayoría de las personas que vienen son gente sin recursos, migrantes de todos los países; procuramos atenderlos con mucha cercanía, conocemos a las familias y las tratamos como querríamos que nos tratasen a nosotras», explica. 

La ayuda incluye «alimento de primera necesidad» y un vale con el que pueden comprar carne en el Mercado Central de Alicante. Si tienen problemas de alquiler, intentan apoyar a algunas familias y contribuyen con el pago de medicamentos en la farmacia.

Para recibir la ayuda, la familia debe vivir dentro de la zona que atiende la parroquia, lo que se corrobora a través del certificado de empadronamiento que emite el Ayuntamiento local. Se pide fotocopias del DNI o pasaporte de todos los integrantes de la familia, un informe negativo como evidencia de que no reciben otra prestación y un informe del paro laboral que entrega la Seguridad Social. Si tienen una ayuda de 400 o 500 EUR, no se les tiene en cuenta porque Cáritas entiende que la necesitan para pagar el alquiler. Tampoco les exigen que profesen la religión católica.

La ayuda se concede durante cinco meses. Antes se concedía durante seis, pero incluso en otros sitios de España han propuesto reducirla a tres meses. Si la situación de la familia mejora antes de ese período, la ayuda concluye.

María y su esposo disfrutaron de la ayuda los primeros seis meses de estancia en España. Esperaron un período similar y volvieron a solicitarla porque su situación no mejoró. Ella no encontraba trabajo y él seguía recuperándose de una operación de cáncer en la laringe realizada en Cuba que lo dejó sin poder hablar.

«Tenemos familias que llevan años así, no se les soluciona la situación y vuelven. Por eso les orientamos que gestionen con Cruz Roja y Servicios Sociales para que cuando se les acabe la ayuda, no se queden sin nada», explica Rosa. Admite que sienten pena que algunos se queden sin esos alimentos, pero la parroquia tiene cupos limitados —entre 40 y 45 familias— y deben salir unos para que puedan entrar otros. Además, la ayuda que ofrecen es abundante porque esperan que cubra todo el mes.

Este jueves, las bolsas incluyen arroz, aceite, leche, pasta, legumbres, Colacao, galletas, azúcar, tomate, verduras en bote, entre otros. Tienen pan de molde, dulces y patatas de consumo, pero estos productos no son fijos; los entregan cuando la parroquia los recibe como regalo. 

«No tenemos ayuda estatal, antes nos daba alimento la Comunidad Europea, pero ahora no. Los fondos de la Comunidad Europea los reparte la Cruz Roja a las familias que tengan hijos menores», dice Rosa.

En sus casi cuatro décadas de trabajo, Rosa ha intercambiado con miles de migrantes y aunque todos se enfrentan a problemas similares, considera que los cubanos se las arreglan mejor porque pueden obtener residencia con más facilidad que quienes vienen de otros países.

Ha visto su trabajo recompensado a través de familias que han logrado abrirse paso después de recibir la ayuda. En la actualidad, tienen trabajo, casa propia e hijos que estudian en la universidad. «Te da alegría saber que se han superado; sin embargo, otras personas te ven por la calle y te vuelven la cara; quizá por vergüenza, no sabes por qué, tampoco puedes juzgar». 

Ayuda entregada a María y su esposo en 2022.

Luisa agradece a Cáritas y a la Cruz Roja cuanto le dieron durante sus primeros meses en España. Sin apoyo material ni ayudas de otro tipo, ella y su hijo recibieron siempre buena atención y vivieron un buen tiempo únicamente de esos alimentos.

La Asociación Cubanos Unidos por la Democracia brinda sustento a familias con niños y adultos dependientes. Trabajan con apoyos de la Cruz Roja y de Cáritas y tienen una red de cubanos desde Elche hasta Denia con grupos en WhatsApp y Facebook. Sus organizadores se preocupan por el alojamiento, la alimentación y, sobre todo, la inserción social de los recién llegados. «Les explicamos desde cómo hacer la compra hasta qué es el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), brindamos apoyo emocional e, incluso, hemos tenido varias familias en mi casa», admite Lesmy.

Para Hedels, el apoyo más urgente y vital es la regularización. «Sin regularización, la integración real es muy difícil para la persona, porque se siente (está) limitada. La situación irregular perpetúa la vulnerabilidad». 

Cuba en España: ¿arrepentimiento?

María tiene las manos quemadas por el frío. Ha pasado tres inviernos en Alicante y con cada temporada invernal sus manos se llenan de una erupción rosácea —conocida como sabañones— que le pica y le duele. Para reducir los costes del gas licuado, en casa utilizan solo el agua caliente para el baño. Durante el fregado o el lavado a mano, María usa agua fría, aunque la temperatura ronde el grado 0. Esa medida de ahorro a veces exacerba la erupción.

Usa solo ropa de donación que ha recibido de la iglesia, de amigos de la familia o de los parientes de los ancianos que ha cuidado. Al hacer las compras de aseo y alimentos compara detenidamente los precios entre un mercado y otro, opta siempre por los más económicos. Nunca come fuera de casa y escoge paseos que pueda realizar a pie o en el transporte público.

Cuando viajó de Cuba a España, en la maleta llevó parte de los productos de la canasta familiar. «Hay gente que no me cree que he venido de un país subdesarrollado a un país desarrollado trayendo esas cosas», reconoce. También incluyó en su equipaje un rosario del que nunca se ha separado y una Virgen de Fátima que le regaló su madre y que considera su mayor trofeo.

Virgen de Fátima y rosario que María llevó de Cuba a España.Foto: Henry A. Pérez

Emigrar con más de 60 años tiene un impacto más profundo que hacerlo durante la juventud. «Básicamente, porque la persona tiene mucho más construido en su país de origen, y no hablo solo de cuestiones materiales —explica Hedels—, hablo de construcción identitaria, de alguien que ha construido su vida en un lugar, con costumbres, apegos, redes sociales y un sentido de identidad muy arraigado, no tienes la misma construcción a los 60 que a los 20, que todavía te estás descubriendo».  

A esa edad se resiente el control de lo conocido y la sensación de pertenencia. La migración genera un duelo múltiple porque, de acuerdo con las observaciones de la psicóloga especializada en migración, «no es solo dejar el país, es dejar un proyecto de vida que a veces se siente como fracasado o violentado por no tener muchas opciones vitales en el país de origen, con la sensación de no tener el tiempo vital por delante para volver a reconstruirse en un nuevo lugar». 

Pero María no se arrepiente porque cumplió su propósito: estar más cerca de sus hijos. Mantiene una buena comunicación con ellos y ha podido verse tres veces con el que vive más lejos desde que ella está en España. «Nunca me voy a arrepentir y si tuviera que hacerlo, lo haría por ellos las veces necesarias», asegura.

A diferencia de María, el día que Luisa se montó en el avión supo que no tendría fecha de regreso y aunque quería llevar consigo recuerdos de su familia que acumuló durante su vida, se decidió por recoger dos pares de espejuelos y una Virgen de la Caridad del Cobre que pertenecieron a su madre. Con esos objetos, se ha sentido protegida durante sus tres años en España.

Luisa trajo consigo objetos que fueron de su madre: dos pares de espejuelos, una oración y una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Foto: Henry A. Pérez

La imagen que tenía de la vida en España antes de su llegada cambió. «A pesar de los inconvenientes, del estatus irregular, esto ha sido como volver a nacer y hacer un sueño realidad, pero un sueño muy grande», intenta encontrar las palabras. Disfruta probar comidas que ni siquiera imaginó que existieran, los paisajes, la limpieza y la gente genuina que la ha ayudado a crecer.

Tampoco se arrepiente de haber salido de Cuba, pero no logra desprenderse de lo que ocurre en la isla. Invierte varias horas del día en su teléfono para informarse de las noticias y comunicarse con sus familiares. Sin importar cuánto dinero gane cada mes, siempre destina una parte a comprar comida a través de la tienda virtual Tuambia para los que siguen en la isla.

Piensa en Cuba con dolor por las personas amigas y los pocos familiares que le quedan allí y porque siente que muchos morirán sin saber qué es el mundo, sin conocer lo que ella siente que se perdió durante 60 años.

Este trabajo fue realizado con el apoyo del Fondo de periodismo de Casa Palanca para la realización de reportajes. 
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