María tiene 28 años y es madre de una alumna de la primaria «Juventud de Acero» del municipio Caimito, Artemisa. «Mi hija está en quinto grado, recién empezó el curso y casi no le dieron libros. ¿Usted cree lógico que haya un libro cada 3 alumnos? Mi niña es aplicada, pero para colmo han vuelto los apagones de madrugada y no creo coherente que un niño rinda después de dormir con tanto calor. Yo tengo planta eléctrica, pero en el grupo de WhatsApp de los padres muchos han dicho que el día después de un apagón no pensaban llevar a los muchachos a la escuela».
El testimonio de María muestra cómo afecta a la educación —uno de los pilares del proyecto social revolucionario— la crisis sistémica del país. Cuando crece el deterioro de la infraestructura ante la falta de atención y mantenimiento, cuando las aulas pierden profesores cada día porque buscan mejores oportunidades económicas o se unen al éxodo migratorio cae sobre las familias la búsqueda de recursos y alimentos que permitan a los hijos asistir a clases y tener una educación de mejor calidad. Mientras, se expanden las brechas de acceso que afectan a la población más empobrecida.
Sobre la responsabilidad estatal en el deterioro del sector y en el impacto diferenciado sobre las familias cubanas también pueden hablar los datos. Acorde con la información publicada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), al finalizar 2022 la inversión en Educación apenas abarcó el 1.2 % de la asignación estatal, mientras la tercera parte (33 %) de lo invertido fue dedicado a los «servicios empresariales, inmobiliaria y alquiler (incluye parte del turismo)».
2022 también fue el año en que los Gobiernos del mundo buscaban la forma de recuperarse de la pandemia de la COVID-19 que, entre otros impactos, recluyó a miles de estudiantes en sus casas y cambió de forma drástica las dinámicas de enseñanza y de aprendizaje. Regresar a las aulas, recuperar el tiempo y los contenidos perdidos y nivelar las desigualdades originadas por acompañamientos familiares diferentes no solamente llevaba una estrategia bien diseñada, también requería inversión y recursos (materiales y humanos).
Alimentación. ¿Qué le mando?
La alimentación es una de las preocupaciones más recurrentes de las familias cubanas. Con una inflación acumulada que los especialistas calculan sobre el 400 %, acceder a los alimentos necesarios para una dieta balanceada es casi una odisea para la mayoría —en especial para quienes no pueden acceder a la moneda libremente convertible (MLC) o a divisas extranjeras—. La crisis ha impactado también con fuerza en los espacios escolares y ha agregado otra carga para los bolsillos y para las preocupaciones de madres y padres.
Ana, de 38 años, es madre de un alumno de sexto grado de la escuela «José Luis Tasende» de Bauta. «Mi hijo tiene que ir al seminternado porque yo trabajo. He visto la comida de allí y cada vez es menos y más mala. Le dan una cosa que no se la come ni un perro. Arroz con gorgojos, sopa aguada y proteína, lo que aparezca. A veces ni siquiera hay agua fría para beber porque el freezer está roto aunque recién empezara el curso. Yo le mando un termo con jugo y pan con queso o jamón, pero no es suficiente. Me imagino a los padres que no pueden mandar nada. Esos niños llegan a la casa con hambre y cansancio. No sé cómo pueden aprender así».
Especialistas de Food Monitor Program (FMP) aseguran que la alimentación en las instituciones educativas cubanas ha empeorado desde la pandemia y como consecuencia del creciente desabastecimiento. La situación es similar tanto para los estudiantes residentes en becas universitarias como para los infantes en círculos infantiles y los alumnos del nivel primario de enseñanza.
«Desde mediados de 2022, los comedores estatales de las escuelas no han garantizado la proteína con sistematicidad y desde antes escaseaban los lácteos, las frutas y las verduras frescas», explican.
Entre enero y marzo de 2023, FMP entrevistó a estudiantes, madres y tutores sobre la alimentación escolar en cuatro provincias del país (Pinar del Río, La Habana, Artemisa y Cienfuegos). Algunas madres advierten sobre las repercusiones en el sistema digestivo de sus hijos que tiene la inadecuada elaboración de los alimentos. «Paramos en el Pediátrico por una mala digestión. Más nunca probará nada de la escuela», asegura una de las madres entrevistadas.
De acuerdo con FMP, entre las alternativas desarrolladas por madres y padres para que sus hijos coman adecuadamente está suspender el sistema seminternado para que almuercen en casa y retornen a la escuela en el horario de la tarde. Un padre opinó que la situación general es «crítica» y que los niños que tienen como única opción comerse la comida de las escuelas están en «desventaja nutricional».
La investigación también señala la disparidad del consumo de los alimentos entre los niños que pueden traer un «refuerzo» (proteína o alimentos adicionales que envían las familias) de sus casas y los que no. El envío de las porciones extras es un peso agregado para las familias en un contexto de inflación y desabastecimiento nacional.
Anisa* es madre de dos niños pequeños de 5 y 8 años. Viven en un barrio periférico de la provincia Camagüey. La elección laboral de esta madre cubana está ligada a su intención de mitigar la inseguridad alimentaria y sanitaria que vive el país. Aunque estudió técnico medio en Capital Humano, trabaja en la cocina de un hospital con el objetivo de resolver alimentos para sus hijos y tener vínculos con médicos que le permitan un mejor acceso a medicamentos a través de la farmacia del hospital. «Eso siempre hace falta, pero mucho más cuando se tiene niños», dijo a elTOQUE.
Según el informe «Estado de la alimentación escolar en América Latina y el Caribe 2022», Cuba es uno de los ocho países con 100 % de cobertura en los programas de alimentación escolar, aunque los datos procesados pertenecen a un informe del Programa Mundial de Alimentos en la isla de 2017 —por lo que se requiere información más actualizada y contrastada con fuentes no institucionales—.
Recursos escolares. Libros, zapatos, mochila…
Desde 2022 se ha hecho frecuente en las redes sociales las denuncias de madres a quienes, ante la carencia de libros y cuadernos, los maestros les piden que los compren o los impriman por su cuenta —una posibilidad alejada para una parte considerable de la población cubana—.
Niurka Toledo Escobar, licenciada en Educación Preescolar —que según sus redes sociales reside en Miami— compartió en Facebook los precios en el mercado informal de los cuadernos de varias asignaturas (Matemáticas, Escritura, El mundo en que vivimos, Trabajo y aprendo y A leer) en agosto de 2023, antes del inicio del curso escolar. A leer es el más caro, con un costo de 1 400 CUP.
«Qué abuso, miren los precios de los cuadernos en Cuba. ¿Qué padre puede acceder a eso? El Estado no tiene para darle a los niños en las escuelas y los particulares se aprovechan de la situación. ¿De quién será la culpa?», preguntó.
Ena Elsa Velázquez Cobiella, anterior ministra de Educación, aseguró en noviembre de 2022 que existía la garantía de materiales escolares, aunque de manera ajustada, y que para el curso 2022-2023 los educandos recibirían el 50 o 60 % de la norma, lo cual se completaría en la medida en que la industria recuperara la producción. Un mes después, el Gobierno cubano confirmó que se había quedado sin papel para imprimir y confeccionar las libretas, los libros y los cuadernos.
Velázquez Cobiella declaró al periódico oficialista Granma: «Se garantizan los cuadernos de trabajo de Matemáticas y Escritura para primero y segundo grados; Inglés, desde tercer grado hasta preuniversitario, y en el caso de preescolar, el cuaderno de trabajo de relaciones especiales, nociones elementales de matemática y preescritura». Es decir, el papel del que disponían solo permitiría la impresión de una parte de los materiales, por lo que debían reutilizar los libros y reducir la cantidad per cápita de libretas.
Algunas familias han buscado alternativas digitales para asegurar el acceso de sus hijos a los contenidos, pero la brecha digital en Cuba —aunque se ha reducido— no deja de mostrar un patrón racial y por territorio.
En la isla hay más de 175 000 hogares conectados, según el informe voluntario sobre el cumplimiento de la agenda 2030 publicado por el Gobierno cubano en junio de 2021. Sin embargo, acorde con los datos recogidos en la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, el mayor porcentaje de los hogares conectados hasta finales de 2019 eran urbanos (5.4 % frente a 0.9 % rurales), liderados por personas blancas y con educación superior. La brecha por lugar de residencia es la más acentuada y se expresa también en otros indicadores. Solamente el 12.5 % de los núcleos familiares en zonas rurales poseen computadoras.
Rosa Karla tiene 39 años, es madre de dos niños y residen en el municipio habanero La Lisa. «Casi dos semanas de curso y he tenido que buscar en grupos de compraventa de Facebook o Revolico para resolver los libros de los niños. Es una falta de respeto. Mis niños se sacan 4 años entre ellos, el varón está becado y la pequeña empezó la secundaria ahora. La cosa debe estar mala para que en la «Lenin» (Escuela vocacional de enseñanza preuniversitaria que suele ser priorizada en la distribución de recursos) no haya libros. Mantener a un muchacho en una beca es caro, porque yo le digo que no pase al comedor si él no quiere. Me ha mandado fotos de la bandeja a la hora del almuerzo y a mí se me aguan los ojos al verla. Es una falta de respeto. La más chiquita no va a becarse».
Además de la preocupación por la alimentación y por los libros de textos, desde hace varios años se suman las dificultades para conseguir el uniforme escolar —que el Gobierno no puede garantizar para la totalidad de los estudiantes— y para cubrir los altos costes de otros complementos (zapatos, mochilas) y útiles escolares.
Rosmery Mas, directora de ventas y mercancías del estatal Grupo Empresarial de Comercio, dijo a la Agencia Cubana de Noticias que «la confección» no «salió como se había previsto por la falta de tejidos en el país» y que «es necesario adoptar variantes». La situación no es nueva en la isla y desde hace muchos años las familias buscan alternativas, en algunos casos con el apoyo de familiares emigrados.
Anisa, la madre camagueyana, para conseguir el calzado, mochilas y otros productos similares depende de la ayuda del padre y de los abuelos maternos de los niños radicados en el exterior. Además, asegura que pudo obtener materiales hace algunos meses gracias a la Iglesia protestante a la que asiste que repartió un donativo de lápices de colores, cuadernos y otros útiles escolares. Según dijo a elTOQUE, el gasto más grande está en los zapatos, que los niños rompen mucho y han subido bastante de precio.
Esperanza, abuela de un adolescente de 13 años que vive en la ciudad Camagüey, encuentra los apoyos necesarios en el abuelo y la madre del niño que viven en Estados Unidos. Ambos mandan regularmente dinero y diversos útiles. «Siempre, antes del comienzo de cada curso, envían mochila, zapatos y otros recursos», dice.
Antes del inicio del curso escolar 2023-2024, varios padres cubanos compartieron a modo de queja los exorbitantes precios de algunos productos necesarios para asistir a la escuela. La lista de los posibles gastos (mochila, zapatos, medias, material escolar diverso) que compartió en Facebook Reinier David Sabater Rodríguez para el inicio del curso superaba los 15 000 CUP.
Calidad de la enseñanza frente al éxodo de profesores
Varias de las personas entrevistadas consideran que aunque aprecian una disminución en la calidad de la enseñanza, en especial en la preparación de los docentes, aún puede considerarse buena. Sin embargo, cuando se miran los resultados de los exámenes de ingreso a la educación superior se aprecia el impacto en el nivel de conocimientos y preparación de los estudiantes.
René Sánchez Díaz, director de Ingreso y Ubicación Laboral del Ministerio de Educación Superior (MES), explicó en medios oficiales cubanos que en 2023 se presentaron a los exámenes de ingreso 21 942 aspirantes, de ellos aprobaron los tres exámenes 11 063, lo que representa el 50.4 % —resultado inferior en 8.9 puntos porcentuales con respecto al curso anterior—.
Aunque los funcionarios cubanos suelen atribuir los resultados de los últimos años a cuestiones como el impacto de la pandemia de la COVID-19 o la poca preparación de los estudiantes ante los exámenes, para muchas personas el nivel actual está directamente vinculado con el éxodo de profesores.
A finales de septiembre de 2023, las autoridades de educación reconocieron un déficit de 17 000 maestros para cubrir adecuadamente la impartición de la docencia a la población escolar. Marlén Triana, directora general de Educación Básica, dijo en televisión nacional que en algunas escuelas de la isla no se habían impartido varias asignaturas cuando se avecinaban los primeros exámenes del período lectivo. Las provincias más afectadas eran La Habana, Mayabeque, Artemisa, Matanzas y Sancti Spíritus.
El éxodo se asocia con la crisis migratoria y económica (muchos de los profesionales marchan a otros países o sectores más prósperos) —según los datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información, el salario promedio de un maestro es 4 005 CUP, equivalente a unos 16 USD si se cambia en el mercado informal—, pero también con la precariedad laboral en la que se encuentran muchos profesionales.
Pedro* tiene 67 años y es profesor de física en un preuniversitario. «Tengo que dar clases en dos escuelas diferentes. Cada una está en un municipio distinto. Tengo que viajar en guagua, en camión o en lo que salga. A veces llego tarde o no llego. Los alumnos se quedan sin clases, porque ni siquiera hay un sustituto para cubrirme. Artemisa es una de las provincias con menos profesores del país, y yo doy clases por pasión porque a mi edad debería estar retirado y sin pasar trabajo. Pero es que no hay maestros, y yo cuando empiezo con un grupo me gusta pasar los tres años con ellos», dijo a elTOQUE.
Según cuentan las camagüeyanas Anisa y Esperanza, aumentó el número de alumnos por grupo debido a la falta de maestros, lo que genera incomodidad, dificulta el aprendizaje y hace que los educadores tengan que trabajar más y algunos pidan la baja.
Además, existen experiencias de discriminación por motivos políticos y de otra índole que se unen a burocratismos que terminan por asfixiar a quienes han decidido permanecer en los espacios escolares.
Ese fue el caso de Carlos, exprofesor de Español-Literatura y actual repasador en el municipio Cerro.
«A mí me gustaba mi trabajo, pero me sentía solo e incomprendido en aquella cátedra. Si proponía un ejercicio diferente, me decían que no se podía, que me ciñera al plan de clases. Si llevaba una película o documental, me llamaban la atención. Me obligaron a pelarme porque no respetaba la estética del centro. Un día quité una frase de Fidel del mural porque tenía una falta de ortografía y ardió Troya. Fui más veces a la dirección como profesor que como alumno; hasta que me cansé. Actualmente, repaso a muchachos para las pruebas de ingreso y todos han salido bien desde que comencé en esto», contó a elTOQUE el docente de 42 años.
Muchos de los profesores optan por moverse al sector privado de repasadores a tiempo completo o parcial (algunos se mantienen dentro de los centros de enseñanzas). Pero incluso la alternativa particular que buscaban muchas familias para reforzar la formación de sus hijos está sufriendo el impacto de la falta de profesionales.
«Yo llevo desde el comienzo del curso buscando un repasador de matemática para mi nieto y no he podido encontrarlo. Una que me habían recomendado salió del país y otro comenzó a trabajar en una mipyme», asegura Esperanza.
Los precios de los repasos para pruebas de ingreso anunciados en plataformas como Revolico, oscilan entre 960 y 1 200 CUP, o incluso más, por 12 horas mensuales y en dependencia del grado del estudiante y del nivel al que aspira.
¿Disminuirá la población universitaria en Cuba?
Desde hace varios años, la tendencia es a una disminución de la matrícula en el curso diurno de la enseñanza superior. «En estos momentos, menos del 50 % (de la matrícula universitaria) pertenece al curso diurno y el resto lo hace en los cursos por encuentro y a distancia», señaló Deisy Fraga Cedré, directora general de Pregrado en conferencia de prensa a inicios de septiembre de 2023.
Las causas son disímiles: cambios en las expectativas de vida (prefieren iniciar antes la vida laboral), en los planes familiares y también la presión de la creciente crisis económica. Además, muchos jóvenes aluden falta de motivación para continuar estudiando o no estar preparados para realizar los exámenes. elTOQUE sondeó a un grupo de 15 estudiantes de la provincia Artemisa y de La Habana para conocer sus planes.
Aunque la mayoría sigue viendo la universidad como una posibilidad deseable (9 de los 15), quienes descartan la opción aluden a proyectos migratorios o a necesidades económicas.
Por ejemplo, Javier Ernesto*, graduado de preuniversitario en la provincia Artemisa, comenta que nada más terminar el bachillerato comenzó a trabajar con el padre de ayudante en la construcción. Su familia no se podía permitir la manutención de 4 años de carrera universitaria. Ahora, espera el llamado para el Servicio Militar Obligatorio.
Una de las estudiantes de preuniversitaro entrevistada (17 años, La Habana) asegura que decidió no realizar las pruebas de ingreso a la Universidad porque considera una pérdida de tiempo estudiar en Cuba.
En otros casos, son las irregularidades y exclusiones del sistema de educación lo que desalienta la continuidad de estudios. Es el caso de David*, un estudiante de duodécimo grado del preuniversitario «Arístides Viera», municipio Playa. «Yo quiero estudiar en la Cujae, pero hay mucha competencia y corrupción. Hay quienes tienen 97 y pico de promedio a base de regalitos. Yo detesto eso. Para colmo, tengo opiniones que a muchos profesores les molestan. Imagínese que tengo casi 100 de promedio en Matemática y 75 en Cultura Política. No puedo quedarme callado cuando un profesor suelta un disparate».
Desde hace varias décadas existe una privatización parcial de la educación en Cuba, con la diferenciación en la calidad entre el servicio público y el privado (reconocido o no). Repasadores que en algunos casos se convierten en la principal fuente de formación educativa, enseñanza privada de los idiomas y otras habilidades artísticas y la educación en la primera infancia han ido ganando terreno. Mientras, el deterioro del sistema educativo sigue ampliando las brechas sociales en la isla.
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