Metamorfosis de un «mercenario»

Metamorfosis de un «mercenario»

8 / enero / 2024

La turba enrabietada crece. Gritos. Consignas. Alguien se niega al oprobio del odio. Rompe el silencio. Dice qué piensa. Y despierta… a golpes.

Lo más difícil de despertar del adoctrinamiento no es el hecho en sí, son las formas en las que se vence al dogma. Toda transformación individual es fruto de un sentir prolongado y acumulativo, no de un hecho puntual. Forma parte de un proceso de desgaste emocional que convierte algún suceso, en muchos casos sin aparente importancia, en el catalizador de la inevitable ruptura. 

Hay a quien la crisis económica lo ha llevado al límite de su capacidad de resiliencia, al que el sonido incontrolado del estómago vacío lo doblega y, en un ejercicio de auto preservación, rompe con discursos, promesas y sesgos ideológicos. 

Algunos parten y, en otras tierras, las libertades, la opulencia y la influencia del imaginario colectivo inciden en su despertar de la eterna romantización de la miseria. 

Y otros, los menos, son transformados por una serie de eventos puntuales que van deformando la idealización de los paradigmas. Ante sus ojos, toda obra antes casi divina se vuelve terrenal; una suerte de ateísmo político. Entonces, resultan más evidentes las fallas, las incongruencias, el histrionismo propio del discurso populista. 

Comienza un proceso de insubordinación sigilosa en el que, aún atado al miedo, se huye de las reuniones cederistas, no se acude al trabajo voluntario que se convoca en el centro laboral, se cambia de canal en medio de la alocución de los dirigentes; hasta que un día, en el ámbito más íntimo, rodeado de amigos o familiares cercanos, se acepta a media voz haber vivido engañado durante años. Una revolución individual. El primer paso de un ejercicio de desobediencia cívica ante el poder. La fractura del miliciano impuesto que se ha llevado dentro. Y al fin se es libre. 

No se pasa instantáneamente de aferrarse a creer en la transformación de un sistema en ruinas, desde la crítica aguda en las instituciones, a ver en ellas a un cadáver putrefacto lleno de mierda y bestias carroñeras; a que el mínimo acercamiento físico o imaginario se convirtiera en un hecho repugnante. Vomitivo. 

Así han sido mis últimos seis años. De estudiante crítico en la universidad a «mercenario». De abrazos en la Facultad de Comunicación a difamación en televisión nacional. De Cuba al exilio.

***

Hasta hoy, quienes hace un año me tildaron de mercenario en los medios oficiales no sabían que estuvieron presentes el día en que se produjo mi fractura con el discurso del Gobierno y la absurda idea de que se podía transformar la propaganda en periodismo. 

Fue a comienzos de 2019. En esas fechas, varios profesionales de medios independientes habían sido citados por la Seguridad del Estado mientras el gremio, como de costumbre, mantenía el silencio cómplice. En televisión nacional, Humberto López, el abogado devenido propagandista, violaba, durante varias noches, el principio legal de la presunción de inocencia de ciudadanos cubanos al exhibir sus rostros debido a la supuesta vinculación a actividades ilícitas como la reventa y la receptación. Era un show espantoso fruto del espanto generalizado de un sistema al que, a pesar de sus incongruencias y mis discrepancias con el discurso de sus dirigentes, aún romantizaba.

Comunes resultaban los encuentros entre periodistas reconocidos del oficialismo y los que estudiábamos la carrera en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. En ellos se abordaban superficialmente los problemas institucionales de la prensa, las propuestas «transformadoras» del gremio en los congresos de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y el supuesto interés de sus directivos en la mejora del contenido de los medios. 

En una de esas reuniones escuché durante más de una hora a periodistas que reiteraban lo que, a su entender, resultaba apremiante cambiar en la prensa cubana. Todo ello pese al evidente distanciamiento entre su ejercicio profesional y a lo que, en teoría, aspiraban. La misma muela de siempre. Monótona. Vacía. 

Un monólogo replicado en el que se vendía nuestra inserción en el sistema de medios estatales y la aplicación de las investigaciones académicas como acciones determinantes para superar los problemas estructurales de la prensa, a sabiendas de que las principales limitantes parten del absoluto control partidista y la función orgánica de los medios como canales propagandísticos. 

Cuando permitieron las preguntas, cuestioné la ambigüedad de los medios respecto a los linchamientos públicos a la ciudadanía y el silencio cómplice ante los escándalos de corrupción, el desvío de recursos o el nepotismo en las altas esferas del poder. Cuestioné la evidente fractura entre una clase política que se autodenomina parte del pueblo pese a vivir de espaldas a sus problemáticas cotidianas.

La respuesta de una de las periodistas resultó tan desconcertante como infame: no se debería exponer públicamente a un militante del Partido por equivocarse porque, «sobre todo, hay que salvar al hombre». Lo más impactante, esa espantosa sensación de superioridad moral del militante hasta para lo inmoral. Aquellas palabras fueron un choque con la realidad. El catalizador que desencadenó el quiebre definitivo. 

Meses después, en La Joven Cuba, comencé el ejercicio del periodismo independiente. En plena cobertura del acuartelamiento del Movimiento San Isidro, en el Parque Central, observé la violencia física ante el disenso político. Luego vinieron las protestas del 27 de noviembre de 2020 y del 11 de julio de 2021. Más de un amigo fue interrogado por la Seguridad del Estado. Pero fue en aquel debate con el gremio oficialista, en la Facultad de Comunicación, que acabó mi ingenuidad en relación al discurso del reformismo institucional y su permanente blanqueamiento del poder. 

Ellos me habían ayudado a despertar. Y no se percataron. Nunca. Hasta hoy. 

Propaganda o muerte

Casi todos los periodistas cubanos hemos sufrido alguna crisis existencial en la etapa formativa. Los bajos salarios, el limitado acceso a la información, la burocracia y la censura nos llevan, incluso, a cuestionarnos la continuidad de los estudios. La UPEC lo sabe. Congreso tras congreso se discute, desde la superficialidad, sobre lo mismo. Pero el problema sigue vigente. Se agrava. Mientras tanto, el discurso triunfalista se vuelve más cansino y repetitivo para el estudiantado. 

Cuando tomé la decisión de vincularme a un medio independiente, acepté trabajar gratis durante meses. Sin la mínima intención de romantizar esa etapa, pudiera decir que, en verdad, el dinero nunca fue el aliciente principal. Se imponía el simbolismo del acto de insubordinación que representa desligarse del marco institucional. 

Pocas cosas resultan tan frustrantes en el ejercicio de esta profesión como publicar sin firma para evitar las posibles consecuencias. Más que un asunto de egos, es la decepción ante la criminalización de la verdad. Así me vi obligado a trabajar durante meses. Al volverse insostenible el uso de pseudónimos, los textos sin autor, entendí el trabajo como un intento de enfrentar el miedo que despierta de forma inevitable la probable expulsión de la universidad por motivos ideológicos, la primera citación de la Seguridad, las repercusiones tras el encontronazo con algún burócrata en puestos decisorios.

En enero de 2022, me reuní con el director de Tele Rebelde. Debía cumplir el servicio social en ese medio. Me expuso los requisitos que, en lo político, debía cumplir para poder vincularme al canal. Tomé la decisión de no ejercer en medios estatales. Hoy tengo la certeza de que fue acertada. En Cuba, el periodismo deportivo no escapa de la función propagandística.

El Toque

Un cordón policial y de oficiales de la Policía política rodea la entrada al Cuerpo de Guardia del Hospital «Calixto García». Decenas de uniformados. Pocas horas antes se había producido la explosión en el hotel Saratoga. Desde la Loma de Aróstegui, donde se sitúa el estadio universitario Juan Abrantes, en el fondo de la Universidad de La Habana, se observa a lo lejos la zona del siniestro. Es viernes, 6 de mayo de 2022. Y esta, mi primera cobertura para elTOQUE

Foto. José Leandro Garbey

El trabajo bajo presión de un periodista independiente resulta estimulante. Esquivar las preguntas inquisidoras de un represor sobre el medio en el que se trabaja. Escabullirse entre la muchedumbre al sentirse expuesto. Superar las limitaciones de acceso a la información. Solo por las sensaciones merece la pena.

elTOQUE se convirtió en un espacio de superación profesional que, en poco tiempo, logró dotarme de herramientas que, por desgracia, no adquirí en la etapa de pregrado y que en el ecosistema mediático actual resultan imprescindibles para el ejercicio del periodismo. Jerarquización de datos. Programación. Generación de contenido multimedia.

Tan solo unos meses valieron más que cuatro años de pregrado para mi formación profesional. Ineficiencias en la formación académica que, por desgracia, no representan el principal problema de la UPEC; sí el periodismo independiente que se ha convertido en enemigo confeso y nosotros, un grupo de recién graduados, seríamos los peones utilizados para su ataque.

***

Yo nunca quise irme. Prefería no irme. Entendí que debía irme. Me empujaron a irme. Y me fui.

Isla cárcel

En los últimos meses de la carrera asumí que la primera vez que superara el encuentro con oficiales de Inmigración en el Aeropuerto Internacional «José Martí» sería una salida sin retorno. 

Cuando supe de la posibilidad de viajar a Argentina para participar en el Media Party, decidí que era la oportunidad de emigrar. Se trataba de la conferencia de innovación en medios más importante de América Latina, a la que había sido invitado tras cursar un taller en manejo de datos y recursos multimedia organizado por el International Center for Journalists (ICFJ). Poco me importaba la profunda crisis económica del país suramericano. Salir de Cuba era la prioridad. Estaba al límite. Cada día en la isla se volvía lacerante para mi salud mental.

El 25 de agosto de 2022, pocos minutos antes de abordar el vuelo, los miembros de elTOQUE que participaríamos en el evento fuimos notificados por oficiales de Inmigración que teníamos prohibida la salida del territorio nacional. Estábamos regulados por mandato de la Seguridad del Estado. Es su modus operandi. Es la evidencia del fracaso de un sistema que ve un método de amedrentamiento en la privación del derecho a viajar del ciudadano. La isla cárcel que permite mantener su juego macabro.

Desde entonces, tuve la sensación de que cualquier día, en el momento menos esperado, recibiría la primera llamada.

***

Faltaban pocos minutos para las 11:00 a. m. y, frente a mí, dos mujeres cuchicheaban sobre la precaria situación de la economía nacional. Antes, una señora gorda y despistada había logrado, a empujones, acceder por el estrecho pasillo de la guagua Girón para colocarse a mi lado. Ruido. Asientos estrechos. Su cuerpo robusto y sudoroso. El olor rancio que me impregnaba ante cada movimiento brusco provocado por la curvatura de la carretera volvía aún más fastidioso el trayecto.

Poco antes de llegar a Puentes Grandes, zona limítrofe de Marianao y Cerro, recibí una llamada telefónica. Número desconocido. Tan solo unas pocas horas después del frustrado viaje. No necesitaba escucharlo para saber de quién se trataba. Tenía la certeza. ¿Quién más podía ser?

–¡Buen día, José Leandro! Le habla el primer teniente Manuel, oficial de la Seguridad del Estado.

–Así que eres el famoso Manuel. ¡Dime! ¿Qué pasó? ¿Qué quieres?

–A estas alturas debes de saberlo. Necesitamos vernos cuanto antes. Tenemos que hablar.

Poli bueno, poli malo

Paredes azules. Una frase de Martí me recibe en la entrada del estrecho cuarto de interrogatorios de Zapata y C. La habitual mesa de oficina frente a la silla del interrogado. Detrás de ella, «Rafael», un tipo calvo de cara malhumorada con el que, por unos segundos, pierdo el contacto visual pues, en el fondo, un gran cuadro de Fidel llama mi atención. «Sentido del momento histórico». Causa-efecto. Paradójico en sí. Culpable. 

A un costado, «Manuel» se acomoda en el sillón mediano desde el que escuchará, apenas sin intervenir, durante la siguiente hora.

Lo más absurdo en las conversaciones con los represores de la Seguridad del Estado es el burdo intento de revictimizar. La subestimación de tu capacidad analítica. Manipulación aprendida del manual. Letra a letra. Gradual. Por fases. 

Primero sus alabanzas a la Revolución a la par de la crítica al enemigo histórico, el culpable de todos los pesares. Panfletario. Patriotismo de pacotilla. Cuba, el país idílico; tú, otro confundido. Todavía salvable. ¡Eres joven! ¡Reflexiona! ¡Entiende que esto no es un juego! ¡Piensa en la familia!

En caso de no convencer, es momento de la interpretación de las leyes: Código Penal, Constitución de la República, Ley del Proceso Penal. Verdades a medias. El intento de persuadir con lo que, en caso de seguir el pulso, podría pasar.

Luego, si aún no has suplicado clemencia, tocan las amenazas. ¡Haremos esto –y esto es cárcel–! ¡Atente a las consecuencias! ¡Ya nos veremos! ¡Mercenario!

Escuchar a «Rafael» resulta en extremo extenuante. Es aburrido. Y poco inteligente. Y repetitivo en su monólogo con el que intenta convencer de que la posición de rebeldía que adoptes, además de ser absurda, puede acarrear consecuencias legales. Mercenarismo. Ocho años de prisión. O más.

Desde el inicio le hice entender que bajo ningún concepto colaboraría con la Seguridad del Estado. Quizá por eso nunca recibí la propuesta. La conversación siempre estuvo sujeta a tres condiciones innegociables: la renuncia al periodismo independiente; el decomiso de los medios de trabajo; la entrevista grabada, en casa de protocolo, en la que se preguntaría sobre el medio, su política editorial y su financiamiento. En caso de negarme, mantendrían la regulación y los interrogatorios. Según sus palabras, solo de mí dependía la intensidad y la sistematicidad de nuestros encuentros.

Permanecí durante más de una hora rebatiendo con sarcasmo las amenazas de un imbécil. Lo último que recuerdo fue su cara enrojecida mientras, a gritos, me expulsaba del lugar. 

«¡Quieres que sea por las malas! Así será. Vete ya. ¡Vete!».

Después de ese día no volví a verlo. 

Manuel mantuvo silencio la mayor parte del tiempo. Intervenía apenas cuando resultaba evidente la impotencia del interrogador. Somos contemporáneos. Es jurista, graduado en la Universidad de La Habana. El más listo de sus compañeros. No demasiado instruido. Sí ambicioso. Calculador. Y tan cínico que constantemente intenta transmitir su interpretación manipulada del derecho. Tanto que hasta pareciera creer en sus palabras. Un personaje en construcción que aspira a escalar en rango. El menos predecible. El más peligroso. 

Decidí no acceder a las demandas impuestas en el interrogatorio. Después de contar a mi familia lo ocurrido, fui en busca de asesoría legal. Tres abogados coincidieron en la ilegitimidad de las acciones. Violaciones flagrantes a lo estipulado en la Ley del Proceso Penal y en la Constitución. Solo que, para un régimen totalitario como el cubano, el derecho es letra muerta. 

El más efectivo de los métodos de la Seguridad del Estado es la presión a la familia. La vulnerabilidad colectiva como técnica de condicionamiento y control al individuo. Todo sacrificio acarrea una gran carga emocional para los otros. Tras la llamada de un amigo, jurista de formación, acepté lo desgastante que supondría enfrentar en los tribunales a un órgano represivo que responde a quienes instrumentalizan las leyes en Cuba. Es su tribunal. Son sus jueces.

En el segundo encuentro, irónicamente fui retado por Manuel a acudir a los tribunales a sabiendas de la predictibilidad del veredicto. Infamia del poder. En momentos de indefensión, todo pensamiento viene a la par de interrogantes. ¿Hasta qué punto resistirá las presiones tu abogado? ¿Vale la pena exponer a la familia? ¿Quién hará por ti al verte tras las rejas? ¿Cuál es el precio de la libertad?

Respeto a quienes se inmolan. A Maykel, a Luis Manuel, a otros tantos. Pero en prisión no está mi guerra. Entre tantas dudas, una única certeza: no traicionaría a nadie para salvarme. Y así fue. Me resigné al exilio y cargaré con esa decisión toda la vida.

Foto: José Leandro Garbey

***

En mi mente, de Cuba me largué mucho antes de montar por primera vez un avión rumbo a España para darle continuidad a mis estudios. Ese día de enero de 2023 apenas terminé la mudanza. Fue la vuelta de un viaje exprés organizado solo para recoger lo poco que de mí quedaba en la isla. Un cierre de ciclo. El punto final de un proceso de desgaste emocional que me había sumido en la apatía e inapetencia. Poco o nada de mí. Otro ser era. Roto.

Ni siquiera estaba cuando, el 28 de octubre de 2022, en televisión nacional se me acusó de mercenario. Para esa fecha estaba lejos. Quizá por eso resultó menos traumática la infame puesta en escena protagonizada por la UPEC que, en otro contexto, hubiese sido demoledora para mi salud mental.

Aún hoy no logro experimentar un odio visceral hacia ellos. Lo he intentado muchas veces, pero ha podido más la vergüenza iracunda al verlos, una y otra vez, denigrar la profesión. Generaciones que pagarán por su irresponsabilidad histórica. La mentira y la cobardía. Su cinismo. 

En mi mente huí del país mucho antes de entender que el país no me quería. Once meses que parecen años. Siento que he perdido mis últimos cumpleaños. No he podido abrazar a mi madre en mayo. Con el viejo me comunico por videollamadas apenas los fines de semana. Intento hablar con ellos, aunque su Internet se vuelva molesto y desgastante e invite a creer que aún no me he ido del todo. 

Aún hoy no logro asumir, como muchos conocidos, que Cuba dejó de ser mi sitio. Ya está. No me merece. Ha sido más fuerte el nacionalismo. La terquedad del oficio que aún mantengo intacta, aunque cueste como nunca antes escribir incluso una línea sobre mi país. 

Desde entonces, intento creer que todos los días me ha levantado el mismo ruido. He pasado el mismo calor. Montado en las mismas guaguas. Que como siempre lo mismo. Sigo alterándome por los apagones. No he perdido el mal hábito de maldecir si escucho alguna mentira en televisión. Y sigo gritando. Mucho. Lo hago tan fuerte como antes, sin pensar en los vecinos. Luego callo y, para maquillar mi cólera, intento enfocar los pensamientos en esas pocas cosas que me hacían feliz. Así edulcoro cada catarsis. Los ataques de nostalgia. Las recurrentes crisis existenciales se vuelven algo más pasajeras.

Siento especial irritación cuando, inocentemente, algún amigo me felicita por haber salido de Cuba. Cuando bromea con la capacidad de adaptación a un nuevo país y no se percata de las sonrisas disimuladas en las fotos. He llorado por la soledad. Otras veces, me he sentido solo pese a estar rodeado de gente atenta, que intenta apoyar, pero que no entiende. Decido sufrir callado este dolor punzante que provoca la migración. Ni el sentir de la más estremecedora narrativa o una melancólica canción logra hacerle justicia al desarraigo. Nada se asemeja a ello. 

No quiero estar aquí. No puedo estar en Cuba. Soy solo uno de tantos cubanos en estado de exilio. Vivo sin patria ni amo.

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Antonio Armenteros Rodriguez

Con orgullo de Cubano 100% y respetando por usted lo escrito, le digo gracias de antemano por alertarme de los propios errores que a veces cometo al dar mi opinión delante de otros, sepa usted que tengo información bien elevada de este país por diferentes vías y no soy agente del G-2, pero si le puedo decir algo, lo fatal de ustedes es la manera de hacer periodismo, primero esa foto del Hospital Calixto García, que usted llama Cordón policial de la policial política, revise bien, tres oficiales desarmados de ellos uno T/C, que bien pudiera ser del órgano de los Bomberos, porque todos usan el mismo uniforme al igual que el resto de los dos oficiales verdes que sino están directamente en la zona del siniestro ese es su uniforme de diario, le digo para que evalúe siempre con prontitud cómo consejo y se informe bien, no cuestionare si usted es comunista o no o lo fue, cada cual es libre de tomar su decisión y cómo la mía lo es y estoy bien definido, no lo ataco, existen errores en Cuba, es cierto esa es la clave, reconocerlo, solo le digo algo en cualquier país del mundo dígame en cual, usted de gratis puede estudiar periodismo, ejemplo concreto por favor para salir a Investigar, mire tengo familiares radicados en el exterior, Ejemplo España, una prima la tengo estudiando en la Universidad de Barcelona, en la parte pública, hablemos claro su especialidad ni remotamente es la suya pero es la Universidad, ella es Española de Nacimiento, sepa usted si los administradores de "El toque" no le han dicho que allí debes pagar cada año el derecho a asistir a clases y si usted suspende el año se a la causa que fuera, la tarifa aumenta puesto que es la capacidad de un estudiante menos ahhhhhhhhhhhhhh, lo más importante usted se graduó aún no es licenciado, sabe porque puesto que hasta que el rey no firme su titulo que por supuesto debe pagarlo , no lo eres, así mismo pasa con el bachillerato el cúal ya ella termino, sabe usted cómo esa niña se costea su universidad, laborando en el campo trabajando en un tractor los fines de semana y de noche diariamente en un restaurante, con toda la crisis económica y los problemas estructurales que tenemos en Cuba, modestamente y respetándolo no creo que usted lo haga, hablar de lejos de un sistema sin vivirlo no te hace ser mejor que nadie, honestamente sabes porque si soy Comunista, porque mi abuela negra viví en el Cerro y fue analfabeta porque nunca pudo ir ni a la escuela pública, no tenía un centavo y vivían en un solar dónde se mojaban demasiado adentro de ese cuarto de madera, según cuenta mi madre que tiene hoy 74 años, triunfo la Maldita Revolución de Fidel y sus barbudos y en el año 64 ese solar lo demolió, le dio casa digna a toda mi familia y por desgracia hoy todos los continuadores de esa familia son Universitarios, entre primos y hermanos somo 14 personas Universitarias negras que muy difícil antes de Fidel podríamos haberlo hecho ese mismo demonio que se aprovecho para quitar a Batista y darle privilegios a los suyos, de todas formas grava mi frase siempre si lo deseas, "Los errores los cometen siempre los hombres y no los sistemas", los cometen los hombres con las injusticias, la Codicia, la Hipocrecía, el servilismo y la falta de poder de tomar decisión en si mismos.

Mayari.

Gente como ud. Merecería arder en una hoguera por colaborar un régimen malvado que tortura, asesina y persigue a los ciudadanos discrepantes. Le gusta vivir sin Libertad? Cuanto le pagan por escribir sandeces?
Mayari.

Jose

Jejejeje Armenteros, es usted muy gracioso. Con ese cuentecito de hadas (el del solar convertido en casas dignas y todos graduados universitarios. Aún cuando la mayoría de los solares que había en el 59 sigue con la misma función, si no se han derrumbado, y negros/mulatos no llegan al 25% de cualquier aula universitaria cubana pero en las cárceles son más del 90%) podría ganar una regadera en algún concurso literario organizado por la CDR.
Jose

Perneherctus

¿Quién le dijo a usted que la educación en Cuba es gratis? En esta vida no hay nada gratis. Estoy muy seguro que esas palabritas suyas que usted escribió tampoco son gratis. Ojalá y algún día se arrepienta.
Perneherctus
Antonio Armenteros Rodriguez

Angel

Uno más. Todos lo son

Sanson

Si despues de terminar la ensennanza media un joven se presenta en una compannia, digamos en Espanna, y firma un contraro legal diciendo que trabajara por el salario que recibiria en cuba toda su vida el duenno de dicha compannia le pagaria los estudios. Imaginese que nunca podra pedir un aumento de sueldo, o ir a la huelga o incluso trabajaria algun que otro fin de semana de voluntario a cambio de los centavos en Euro que significaria el equivalente de su sueldo en cuba, Mis padres se graduaron antes de que fidel castro bajara a sentarse en la silla que le dejo vacante Batista, yo lo hice despues y mis hijos lo hicieron aqui donde vivo desde hace decadas. Lo unico que siento es lo poco que ganaba en cuba. Tiempo perdido.
Sanson
Angel

Guille Álvarez

No vayas a pensar mi amigo que porque piense muy diferente a ti, no estoy de acuerdo con algunas cosas que escribes acá, por ejemplo también rechazo el discurso triunfalista de la prensa oficial. Hasta ahora acá en el Toque todos me habían parecido cínicos, u odiadores o ignorantes o mercenarios como no te gusta que te llamen, o todas juntas también. En el caso tuyo parece sincero tu escrito, pero cómo es posible que haya leído después de seguirte con interés, que mencionaras a Luis Manuel, el tipo que se sentó a cagar, y me disculpas el no darle vuelta a la palabra , con la bandera cubana, y te dejo claro que no soy más patriota que nadie, pero la bandera campeón es sagrada. También mencionas a Maikel, y ahí empecé a preguntarme quién o qué eres, acaso un cínico o un ignorante sin remedio, algo muy preocupante en un periodista, ese tipo pidió una intervención militar para Cuba, y sabes de quien, del país que ha masacrado media humanidad en nombre de la libertad y la democracia. Cobra campeón que tendrás que comer, pero ahí no podrás escribir una nota sobre las otras causas de la crisis cubana, hay errores del gobierno es verdad, pero hay resaca de pandemia como en todo el mundo y hay bloqueo campeón, no sé si lo sabes o si te importa. De todas formas hasta ahora para mí eres un caso aparte, todo lo que había leído aquí antes que tu artículo, era puramente eso que dices no querer defender , periodismo mercenario

Jose

Caramba, como hay ciberclarias de guardia hoy.
Jose
Guille Álvarez

Guille Álvarez

No me publicaste, lo que imaginé, eres simplemente uno mas del toque, ya puedes empezar a cobrar campeón, recuerda, nada del bloqueo, toda la culpa del gobierno cubano, y la Resaca de la pandemia no existe
Guille Álvarez

Sanson

Realmente es un gastado "cliche" eso de pronunciarse "orgulloso de ser cubano. Orgulloso de que ?. De habernos resignado a que una familia sin merito alguno nos exija y ordene lo que tenemos que hacer y nos prohiba y castique por lo que no debemos hacer desde que nacemos?. No me puedo sentir orgulloso de ver como esos que han mantenido fingidamente un color se deshacen de el a la primera oportunidad. No me puedo sentir orgulloso de las ciudades apestosas y llenas de gente vagando sin nada que hacer ni de la infinidad de deportistas de alto rendimiento que escapan. Como podria sentirme orgulloso de que la moneda que tengo en el blosillo se haya devaluado en los sesenta y tantos annos de dictadura casi 300 veces ?. Como me puedo sentir orgulloso de pertenecer a un pueblo que presume de que es mantenido eternamante desde el extranjero y que ha salvo en los momentos en que ha sido mantenido desde afuera ha podido evitar la mas expeluznante miseria? . Yo, en lo particular me siento orgulloso de haberme largado a tiempo de cuba. De haber sacado a mi familia de ese lugar donde los jovenes no tienen futuro y donde la falta de higieene y de todo se una norma de vida. Si. Estoy muy orgulloso de haber logrado con mi esfuerzo y el de mi esposa sacar mi familia adelante en u pais donde la salud es gratuita y la Universidad asequible para todos sin que haya que agradecerla toda la vida recibiendo u sueldo miserable. Lo mejor de todo es que nadie me dio una casa ni carrera a mis hijos ni un retiro decoroso ni a nadie tengo que agradecerle nada. De eso es de lo que estoy en realidad orgulloso.
Sanson

Raccoon

Perdón por escribir en ruso, ya que no sé español (soy ruso) Куба пришла в тупик. Социализм и Коммунизм - это утопия. Красивая утопия. Утопия при которой бедные люди начинают жить ещё беднее, а партийные работники и журналисты-пропагандисты живут лучше всех. Система/(Политический Режим) построена так, чтобы выжить любой ценой. И режим, захвативший власть готов выжить любой ценой, ценой удаления за границу, в эммиграцию, всех недовольных системой(режимом) и даже всех лучших интеллектуалов, весь цвет общества. ЛЮБОЙ Диктатуре не нужны для её выживания сытые и счастливые люди. Любой Диктатуре для её выживания нужны нищие покорные рабы. И она живёт за их счёт высасывая как вампир из рабов и из страны, которой они правят, все соки и все силы. То что происходит с Кубой - это деградация и упадок. И отчасти виноват в этом СССР. Жизнь у каждого человека всего одна (одна!) и она очень ценна, но правительству не интересна человеская жизнь и что рабы не хотят быть рабами, а хотят прожить одну жизнь ДОСТОЙНО и ЧЕСТНО в достатке, которым они могут себя обеспечить.
elTOQUE

Traducción al español: Cuba ha llegado a un callejón sin salida. El socialismo y el comunismo son una utopía. Una hermosa utopía. Una utopía donde los pobres empiezan a vivir aún más pobres y los trabajadores del partido y los periodistas de propaganda viven lo mejor. El sistema/(Régimen político) está construido para sobrevivir a toda costa. Y el régimen que se hizo con el poder está dispuesto a sobrevivir a toda costa, a costa de sacar al extranjero, en la emigración, a todos los descontentos con el sistema (régimen) e incluso a todos los mejores intelectuales, a todo el color de la sociedad. CUALQUIER Dictadura no necesita gente feliz y satisfecha para su supervivencia. Cualquier Dictadura necesita pobres esclavos sumisos para su supervivencia. Y vive a costa de ellos, chupando como un vampiro de los esclavos y del país que gobiernan, todos los jugos y todas las fuerzas. Lo que le ocurre a Cuba es degradación y decadencia. Y la URSS tiene parte de culpa. Cada persona tiene una sola vida (¡una!) y es muy valiosa, pero al gobierno no le interesa la vida humana y que los esclavos no quieran ser esclavos, sino que quieran vivir una sola vida DEBER y HONESTADAMENTE en la riqueza que puedan proporcionarse.

sumavoces
Raccoon

J L

Conmovedoras palabras hermano!
J L

Eva

Buenisimo! Suerte con tu carrera.
Eva

Judiht

Qué artículo tan conmovedor! No tenía identificado al autor a pesar de que sigo a El Toque, ya me estoy buscando sus trabajos. Ha vertido con las palabras más precisas el sentir de muchos cubanos, incluyendo aquellos que no tuvimos la valentía de expresarnos allí, cómo lo hizo él. Que te llegue mi abrazo, José Leandro.
Judiht

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