El sábado 10 de febrero de 2024 el dólar alcanzó los 300 pesos en el mercado informal. ¿Cuál será el techo del dólar o el piso del peso cubano? La incertidumbre económica que vive Cuba, la crisis prolongada, el desabastecimiento crónico, las medidas gubernamentales erráticas y la creciente dolarización han provocado que muchas personas se hagan las preguntas anteriores.
Cuando parecía que la devaluación del CUP iba a contenerse a finales de 2023 tras las medidas «para corregir distorsiones» que anunció el primer ministro Manuel Marrero, sucedió lo que hace dos años cantaba el reguetonero La Crema, «el dólar se agacha pa’ coger impulso».
Pudiera dar risa, pero no es gracioso. La devaluación de la moneda nacional es uno de los principales problemas de Cuba hoy. Para la contención y progresiva —aunque lenta— corrección, varios economistas cubanos han planteado —de manera reiterada y por varios años— medidas económicas que el Gobierno parece desoír.
Un dólar por 300 pesos cubanos
La relación entre la depreciación de la tasa de cambio y el tamaño del déficit fiscal es estrecha, y destaca cómo la emisión excesiva de pesos cubanos —que circulan en una economía altamente dependiente de las importaciones— contribuye al fenómeno.
Lo anterior afecta a pequeñas y medianas empresas —que adquieren bienes finales e insumos del exterior— e influye de manera directa en la depreciación de la moneda.
Según explicó el doctor en Ciencias Económicas Pavel Vidal desde el Observatorio Cubano de Monedas y Finanzas (OMFi), en enero de 2024 se evidenció un incremento de demanda de divisas por encima de la oferta.
De acuerdo con los datos monitoreados en espacios virtuales, a pesar del encarecimiento de las divisas se ha mantenido alta la cantidad de personas que desean comprarla y todavía no aparecen suficientes vendedores.
En la medida en que la tasa se acercó a 300 CUP por 1 USD en los primeros días de febrero de 2024, se empezó a distinguir una corrección en la demanda de divisas, aunque todavía no se percibe en la oferta.
En el momento de redactar el más reciente reporte de OMFi, caía la demanda. Es decir, disminuía la cantidad de compradores que estaban dispuestos a pagar el precio actual.
«Lo anterior puede llevar a una desaceleración de la depreciación del peso tras cruzar la marca de 300, suceso al que apunta el escenario central de los modelos de pronóstico de OMFi», explica Vidal.
A finales de 2023, se observaron indicios de una posible desaceleración tanto en la depreciación como en la inflación, lo cual no necesariamente implica una caída de precios o una apreciación de la tasa de cambio —en especial en una economía que aún no se recupera de la crisis y enfrenta una recesión con caídas del 1 al 2 %—.
En una transmisión en vivo de la plataforma CubaxCuba, Vidal explicó que, a pesar de la desaceleración, la persistencia de desequilibrios fiscales sugiere que la tasa de cambio podría continuar depreciándose, aunque a un ritmo más lento. El ajuste en los precios es un mecanismo automático de la economía para corregir excesos (incremento de salarios y pensiones sin el respaldo en productividad) a través de la depreciación y el aumento de precios, lo cual ejerce una presión real cada vez menor.
Con la introducción de nuevas medidas económicas, se requiere una reevaluación de los modelos para anticipar los efectos en 2024. Se ha observado una desaceleración en la depreciación de la tasa de cambio en el mercado informal, la cual ha pasado de cerca del 100 % en 2022 a alrededor del 50 % en 2023.
Sin embargo, la implementación reciente de varias políticas ha reavivado el interés por el dólar sobre el peso, posiblemente ha aumentado la demanda de divisas en el mercado informal y llevado a una aceleración de la depreciación que se confirma con la tasa de cambio a 300 pesos / 1 USD.
La incertidumbre generada por medidas poco claras o no transparentes podría también reflejarse en la tasa de cambio, que se convertiría en un indicador de las expectativas de la población.
¿Qué debería hacer el Gobierno?
Imagina que quieres arreglar una bicicleta que está dañada, pero en lugar de hacerlo en un taller con las herramientas adecuadas, lo haces en medio de una tormenta. Lo anterior es similar a lo que ha pasado en Cuba con sus intentos de reformar la economía. Empezaron a hacer cambios en un momento complicado, lo cual, en vez de ayudar, terminó por empeorar lo que estaba mal.
«Lo que enfrenta Cuba es el resultado de reformas económicas fragmentadas, inconsistentes e incompletas llevadas a cabo en el pasado», explicó Tamarys L. Bahamonde, licenciada en Economía y máster en Desarrollo Regional. «Desde los años noventa, y más recientemente con la actualización del modelo económico que nunca se concretó, ha existido una intención de reformar la economía que fue aprobada en el Congreso del Partido en 2011, pero que no se implementó adecuadamente —incluso en aspectos tan fundamentales como las herramientas monetarias—».
Un gran problema, además, es que no hay claridad ni apertura sobre cómo se están llevando a cabo las reformas. Parece que intentaran armar un rompecabezas sin tener la imagen de referencia, sin saber qué piezas necesitan y dónde van. En muchos lugares del mundo hay reglas claras para saber si lo que se hace funciona o necesita ajustes. En Cuba no sucede así.
«También hay otro problema grave con las políticas públicas cubanas, no hay transparencia. No se dice qué es lo que se hará, pero tampoco existe una forma de evaluar las políticas públicas ni hay criterio para hacerlo», lamentó Bahamonde. «En el mundo se revisa, se reconsidera, se continúa avanzando o se reajusta. Cuba no va a ser pionera en eso, de hecho Cuba está atrasada».
La evidencia de políticas económicas fallidas es palpable, la economía está encogiéndose, hay mucho déficit (es decir, el Gobierno gasta mucho más de lo que tiene), la inflación está fuera de control y el dinero cubano vale cada vez menos.
«¿Cuánta investigación se hace a priori y cuántos criterios se establecen? ¿Será eficiente? ¿Será efectivo? ¿Será políticamente factible? ¿Cuáles son los criterios que se manejan en los niveles en que se toman las decisiones para asegurar: «esta es la política que quiero trazar y es la que hay que trazar»? Los aspectos anteriores son importantes para trazar política, no solo económica, sino de cualquier tipo», reflexionó Bahamonde, también estudiante de doctorado en Políticas Públicas.
Sin una buena planificación y sin maneras claras para medir si las cosas van bien o mal, es imposible hacer los ajustes necesarios.
Cadecas privadas, una posible solución
Mauricio de Miranda, doctor en Economía Internacional y Desarrollo, sostiene que la creación de casas de cambio privadas y formales que operen bajo la supervisión del Banco Central y que reporten sus transacciones es una medida que podría funcionar.
Tal opción no solo implicaría una actividad impositiva —que además contribuya al presupuesto—, como ocurre en cualquier parte del mundo, sino que promovería la competencia y ofrecería a los ciudadanos la opción de buscar mejores tasas de cambio.
«La opción tiene que existir. En materia cambiaria es abandonar el tipo de cambio fijo oficial. Tenemos que meternos en la cabeza que no tiene que haber un solo precio para todo. Eso es la competencia y con varias operaciones reales verá la Casa de Cambio (Cadeca) o el Banco cuál es la tasa que mejor opera basada en datos reales de oferta y demanda», explicó De Miranda durante un diálogo en la plataforma CubaxCuba.
De acuerdo con Mauricio de Miranda, en varios países (Colombia, España o Francia) la competencia entre bancos y casas de cambio beneficia al consumidor permitiéndole elegir el lugar en el que el cambio sea más favorable.
En actualidad, muchas de las transacciones de cambio de divisas se realizan de manera informal, lo cual es ineficiente y oscurece el verdadero volumen de intercambios en el mercado.
La formalización del mercado informal traería claridad y eficiencia a las transacciones de divisas y contribuiría a la estabilidad económica.
Menos control
Tamarys L. Bahamonde sostiene que en Cuba existe un problema significativo caracterizado por la coexistencia de dos situaciones contraproducentes; por un lado, una excesiva regulación y, por otro, áreas que necesitan ser reguladas adecuadamente y no lo están.
La situación crea una sobrecarga legislativa que afecta en especial a quienes trabajan en pequeñas y medianas empresas (pymes) o en proyectos de desarrollo local —quienes se encuentran lidiando constantemente con nuevas normativas—.
«Las regulaciones, en lugar de establecer un marco claro y justo para la operación de las actividades económicas, parecen estar más enfocadas en el control por el control, en vez de en facilitar un entorno regulado saludable», resalta Bahamonde.
Aunque existen instituciones específicas encargadas del control, con sus normas y procedimientos, el Gobierno debería definir las reglas del juego a través de regulaciones que delineen los marcos operativos.
Sin embargo, la sobrerregulación complica de manera innecesaria la legislación cubana, hace las operaciones extremadamente complejas y obstaculiza el funcionamiento efectivo de los actores económicos, lo cual impide una interacción fluida y dinámica entre ellos.
En la última reunión del Consejo de Ministros se anunció que, para febrero de 2024, se presentarán «propuestas» para reformar el mercado de divisas —para lo cual abordarían el sector informal y la gestión del tipo de cambio en el país—. Las reformas abarcarán la fijación de la tasa de cambio y la estructuración de los precios.
Alejandro Gil, quien era el ministro de Economía y Planificación en ese momento y quien fue destituido días después, afirmó que se dedicaba un esfuerzo considerable a las medidas, debido a su importancia para impulsar la producción y el estímulo del sector productivo.
Durante una transmisión en vivo de elTOQUE, el economista Mauricio de Miranda calificó las medidas anunciadas por el Gobierno de «contraproducentes». «No es posible resolver la inexistencia de un mercado cambiario formal y transparente interviniendo el mercado, como dijeron que harían. Hay que dejar que el mercado tome fuerza y utilizar los resortes de la regulación y no del control».
Que todo pase por la moneda nacional
Mauricio de Miranda defiende la idea de adoptar un sistema monetario basado exclusivamente en el peso cubano para todas las transacciones domésticas. Argumenta que el mercado debería determinar la tasa de cambio basándose en fundamentos económicos.
«Lo que se ha hecho hasta el momento ha sido dolarizar los costos de la población, pero no los ingresos», argumenta.
No obstante, advierte que la dolarización total es inviable, no solo por la dificultad de obtener la aprobación del Gobierno de Estados Unidos, sino también porque el país perdería control sobre su política cambiaria —instrumento clave para ajustes económicos externos—.
De Miranda, además, señala las contradicciones en la política económica cubana, en la cual —a pesar de los anuncios de eliminar la dualidad monetaria— se implementan mecanismos que la amplían y muestran una desconexión entre lo proclamado y las acciones efectivas.
«Las prácticas del Gobierno contradicen los objetivos propuestos en los lineamientos de los congresos del Partido Comunista y evidencia las inconsistencias que afectan la coherencia y eficacia de la política económica del país», concluye De Miranda.
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