En Cuba, cada vez más niños y adolescentes dejan de asistir a la escuela por la falta de desayuno, ropa o merienda. La crisis económica ha hecho que, para muchas familias, garantizar lo mínimo para enviar a sus hijos a clases sea una odisea diaria.
«A veces no tengo ni pan para darles», confiesa una madre que se encarga sola de la crianza de cuatro hijos. En conversación con elTOQUE, la mujer, residente en La Habana Vieja, relató que en ocasiones no envía a los pequeños a la escuela porque no tiene merienda para ellos.
En redes sociales y publicaciones de medios independientes abundan testimonios y denuncias similares. Sin embargo, no existen datos oficiales sobre los niveles de ausentismo escolar en el país. Un rastreo realizado por esta redacción en publicaciones de la prensa estatal tampoco arrojó referencias a una posible alza de ausencias en las aulas y su relación con la crisis social cubana.
EL AUSENTISMO ESCOLAR Y LA CRISIS ALIMENTARIA
Según datos del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), el 88 % de los habitantes de la isla vive en condiciones de pobreza extrema, y el 78% ha tenido que reducir su ingesta diaria de alimentos por la escasez y los bajos salarios. La inseguridad alimentaria también impactó en el número de personas fallecidas por desnutrición. Entre 2022 y 2023, la cifra aumentó en un 74 %.
Aunque no se conoce si algunas de las personas que murieron por esa causa eran infantes, organismos internacionales alertaron sobre las carencias nutricionales que enfrentan los niños cubanos. En 2024, Unicef incluyó por primera vez a Cuba en su informe global sobre pobreza alimentaria infantil. Los autores destacaron que la dieta de muchos menores en la Isla es deficiente debido a la precariedad económica, la escasa oferta nutricional y la falta de servicios esenciales. Según el reporte, solo una pequeña parte de los niños accede a alimentos básicos como frutas, vegetales o proteínas.
Unicef estimó que el 9 % de los niños solo consume dos de los ocho grupos alimenticios necesarios. No obstante, organizaciones como el Food Monitor Program (FMP) y el Observatorio Cubano de Derechos Humanos adviertieron que la situación podría ser aún más grave. FMP alertó sobre la subalimentación y el «hambre oculta».
Las declaraciones de las madres y familias con hijos indican que la situación socioeconómica y el acceso restringido a los alimentos afecta directamente la asistencia escolar. «Yo intento mandarles algo de almuerzo, lo que puedo, pero si no hay gas, ¿qué voy a hacer?», cuenta otra madre capitalina residente en Habana del Este, cuyos hijos gemelos cursan la secundaria básica. «Sin contar las malas noches por los apagones, los mosquitos... ¿Tú crees que voy a levantarlos a las seis si han dormido tres horas?»
UN SISTEMA EDUCATIVO EN DECADENCIA
Además de la precariedad, el ausentismo escolar también se debe al deterioro del sistema educativo. Para el curso escolar 2024-2025, las autoridades reportaron un déficit del 12.5 % de maestros. La ministra de Educación, Naima Trujillo Barreto, reconoció que sería un curso difícil y que para completar la plantilla necesitarían 24 000 docentes.
La falta de electricidad también ha obligado a reducir los horarios escolares en varios territorios. En la provincia de Villa Clara, por ejemplo, para paliar apagones diarios que superaron las 12 horas, en mayo de 2024 las escuelas reprogramaron sus jornadas: mantuvieron el horario de entrada, pero limitaron la docencia a dos bloques —de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 16:20—.
En marzo de 2025 —luego de la cuarta caída del Sistema Electroenergético Nacional en seis meses y que dejó a oscuras a todo el país— en Pinar del Río, Artemisa y Mayabeque los alumnos se incorporaron un día después de lo anunciado para el resto del país, debido a la inestabilidad del servicio eléctrico que todavía perduraba en esos territorios.
Yadiuska Domínguez, residente en Maisí, provincia de Guantánamo, declaró a Martí Noticias que muchos niños no van a la escuela «por la necesidad» que están pasando. Y agregó: «No tienen pan ni para el desayuno, ni para la merienda». En Güines, Delanis Álvarez explicó que su hija faltó tres días consecutivos por no tener merienda: «Todo el mundo no tiene para comprar diariamente el pan en 350 y 400 pesos. Y eso es lo básico».
La alimentación escolar —que debería ser un paliativo— está lejos de ofrecer una dieta equilibrada: abunda en carbohidratos y carece de proteínas, frutas y vegetales. A su vez, el 90% de las escuelas primarias carecen de fuentes de agua potable, según FMP.
El ausentismo prolongado, en muchos casos, se convierte en abandono definitivo. La ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, admitió a inicios de 2025 que muchos jóvenes abandonan los estudios para trabajar y ayudar en casa. El panorama es más desfavorable para quienes viven en zonas periféricas, especialmente en áreas rurales. En 2021, datos de la ONEI confirmaron que el 30% de las jóvenes que dejan la escuela provienen de esos territorios.
Por su parte, el Observatorio de Libertad Académica estima que el 39% de quienes terminan la enseñanza media no continúan estudios. «Es frustrante», asegura la profesora Alicia López Hernández, quien ha visto cómo los alumnos abandonan la escuela por no tener zapatos o porque deben trabajar para comer. «Antes eran casos aislados, ahora se multiplican», escribió la docente.
«Para asistir a una escuela cubana en la actualidad, hay que disponer de recursos económicos que son difíciles [de conseguir] dada la dramática situación económica y social a la que está sujeta la inmensa mayoría [...] La carestía se refleja también en las aulas con un impacto como nunca antes: estudiantes sin zapatos para asistir a la escuela, sin abrigos, ni pantalones».
De acuerdo con el informe oficial entregado por el Gobierno cubano al Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), durante el año académico 2022-2023 se registraron un total de 21 738 abandonos en centros de enseñanza del país.
No obstante, las cifras han sido cuestionadas por organismos independientes y la académica Omara Ruiz Urquiola, quien aseguró que el Gobierno emplea sistemas de medición diferentes a la hora de reportar el abandono escolar según la institución de la que se trate.
«Hay una intencionalidad de velar la realidad —aseguró Ruiz Urquiola— pero en el terreno se recaba un alto índice de abandono, no tanto de matrícula como de abandono, por las propias contingencias de la vida en Cuba, los índices de pobreza extrema, sobre todo en las zonas rurales».


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