Carlos en una noche de Madrid

Carlos Varela. Foto: tomada de su perfil de Facebook.

Carlos en una noche de Madrid

11 / enero / 2024

Eran cerca de las doce de la noche en Madrid y en la televisión pasaban un reportaje de las próximas elecciones. Los españoles votarán por los Partidos de su elección y los candidatos daban sus respectivos discursos desde ambos lados del péndulo político. Me sentía extraño ante un escenario inédito para mí, aunque no tuviera voz ni voto. Había terminado de ver otra vez Clandestino y de nuevo no encontré nada más subversivo que sus imágenes y sus diálogos. Antes había vuelto sobre Algo más que soñar y la utopía desplazada. Así eran mis noches durante esos días. Trataba de matar la nostalgia para que la nostalgia no me matara. O para integrarme a ella definitivamente. El dolor, lo reconozco, también se puede disfrutar. 

Mientras revisaba publicaciones en Facebook, una videollamada de Carlos Varela por WhatsApp me dio una de las mayores satisfacciones de esos días, sujetos a una montaña rusa de emociones. Carlos, de alguna forma, volvía a llegar de sorpresa y recordé la mañana en que nos conocimos en persona.

Carlos, durante la llamada, me dijo que estaba muy «tocado» por algo que yo había escrito en Facebook sobre mi salida de Cuba y mi estancia en Madrid con mi madre. Estuve cerca de borrar el texto, lo confieso, por las contradicciones casi irreconciliables que nacen cuando uno comparte algo íntimo con personas muy cercanas o en los espacios públicos de las redes sociales.

Hablamos durante casi media hora. De algunas emociones mutuas, de Cuba, de Madrid, de su concierto en la Ciudad Deportiva durante el festival Havana World Music en 2022, del dolor por el fallecimiento de Pablo*.

Carlos acompañó a Pablo durante su último pulso por la vida, del que estuvieron pendientes también muchos cubanos en todo el mundo. El autor de Como los Peces conocía muy bien a Pablo. Se profesaban un cariño y respeto que perdurará. Como sus canciones. Los había visto bromear, hacerse chistes cuyos significados solo ellos conocían

Carlos me adelantó que acababa de escribir una canción que estrenaría próximamente. De pronto comenzó a cantarla. El hombre, desde su conmoción por un puñado de letras, se transformó en el legendario cantautor que compartió generación con Santiago Feliú, Gerardo Alfonso, Frank Delgado. La generación de los topos, los llamaron. La noche comenzó a adquirir carácter simbólico. El autor de discos cardinales de la trova cubana me llevó a La Habana, a mi vida detenida, al pasado que nos identifica como país. Lo escuchaba con la atención de siempre, pero el escenario era radicalmente diferente. Esa noche me sentí menos solo. O más cerca de la persona que fui y que pensé que, de alguna forma, había dejado en algún punto al lado del camino.

No le dije nada de lo que pensaba. Nos despedimos con los siete besos y siete abrazos que siempre él envía por WhatsApp y con la promesa de vernos en su concierto en Madrid por los 25 años de Como los peces (un disco que puso frente al espejo a distintas generaciones de cubanos y todavía los sigue interrogando).

Nunca se lo he comentado, pero es muy difícil que no escuche su música cada semana. Todos tenemos nuestros rituales y el mío tiene mucho que ver con el significado de sus canciones. Con el significado de «Monedas al aire», «El enigma del árbol» o «Memorias». No se lo he dicho, pero creo que él lo sabe. Como sabe lo que revisten sus temas para los cubanos. 

***

Nunca imaginé a mis 16 o 17 años que lo conocería personalmente. Como nadie, imaginó que la crisis de fe a la cual él le cantaba provocaría que la foto de familia se quedara pequeña ante la foto del país.

Lo conocí la mañana en que había publicado uno de mis últimos artículos en el Granma. Ahora, con la calma que otorga el tiempo, creo que diseñé aquel acto meticulosamente como despedida del diario. Como despedida de lo que traté de mostrar o defender durante años tan reveladores como difíciles.

El texto hablaba de Carlos. De Jalisco Park, de mi generación, de mi madre. O sea, hablaba del país. De ti, de mí. Sobre las nueve de la mañana recibí una llamada que me sobrecogió. «Ven para acá, si puedes, que tenemos mucho que hablar y de paso desayunamos juntos». Bajé la bicicleta desde mi apartamento (un segundo piso) y en diez minutos estaba en la puerta de su casa. Carlos Varela, con su habitual atuendo negro, me recibió. Entré. En la sala, varias guitarras, unos cuantos gatos y los recuerdos que las personas atesoran durante la vida.

Mi anfitrión me agradeció por el texto. Me comentó, en broma, que algunos amigos pensaban que la publicación era una estrategia de algún funcionario para hacerle un «guiño». Ambos reímos a pierna suelta con un cubalibre en las manos.

Me mostró algunas de las canciones que grabaría en su disco El grito mudo y hablamos sobre sus obsesiones. Entre ellas, la música de la banda irlandesa U2. Bono nos acompañaba desde la computadora y Carlos pasaba una y otra vez el concierto como si fuera un niño sorprendido ante la vida. Bono era para Carlos el símbolo que él fue para mí durante la adolescencia. El músico, esa mañana, fue el mismo hombre sin máscaras que después, siendo mi amigo, me sorprendió con una llamada en la noche de Madrid.

Aquella mañana tomó las guitarras y cantó algunos de sus nuevos temas. Yo lo miraba con los ojos del adolescente que iba a sus conciertos, con los ojos de los amigos que hubieran querido estar ahí.

No le comenté sobre el peso del encuentro. Tampoco hacía falta. De alguna forma creo que quiso ser recíproco con la persona que escribió las letras publicadas contra todo pronóstico. Yo ahí solo era un pedazo de mi generación que no imaginaba lo que vendría más tarde, que no imaginaba que también el cantautor se ausentaría de la isla que se ha mantenido a flote en la memoria de muchos cubanos gracias a sus canciones. Gracias a que él, de alguna manera, siempre estaba surfeando sobre las olas del mar que la circunda y que se alimenta del vértigo y la desesperanza.

Nos encontramos meses después en PM Records, institución cultural fundada por Pablo Milanés. Allí estaba con el autor de «Yolanda» y ambos reían como dos viejos amigos. Preparaban un concierto a dúo en Estados Unidos. Pablo, en broma, me dijo que entrevistara a Carlos primero. Después conversé largo rato con Pablo. No se me ha olvidado la expresión de su rostro mientras decía que no podía estar mucho tiempo fuera de La Habana porque la nostalgia le resultaba una carga demasiado pesada. Compraría en carne propia, más tarde, lo que significaban sus palabras.

***

Durante años he mantenido el contacto con Carlos. Un correo, un mensaje por WhatsApp, una nueva canción o un proyecto de entrevista. Las ideas pueden girar en cualquier dirección con el pretexto de conversar unos minutos o pactar algún encuentro.

Hoy Carlos tiene 60 años y se ha convertido en una de sus canciones. Sé que le resulta difícil componer desde lejos, escribir sobre el mar que se rompe contra las olas o volver sobre el enigma del árbol al que en medio de la ciudad le han seguido naciendo ramas.

Carlos ha sido víctima de sus temas. No sé si alguna vez imaginó que las letras escritas desde la hondura de la nostalgia o el dolor fueran superadas por una realidad que nos ha roto de manera definitiva.

El adolescente que fui trata de reinventarse como puede. En el paraíso perdido o en cualquier paisaje de la lejanía. Quizá sea un poco tarde. Quizá no. Solo se trata de elegir cuando aún se tiene tiempo, a pesar de que el tiempo, como la vida, apremia.

He puesto sus canciones para encontrar las respuestas que otros han encontrado en la vida; pero solo me devuelven recuerdos. Tal vez mañana le escriba a Carlos para saber cómo pudo recuperarse de sus primeros temas y continuar cantando a los barcos de Jalisco Park.

O sea, al infinito.


*Pablo Milanés falleció en Madrid el 22 de noviembre de 2022

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Rosa

Maravilloso Y único en su nostalgia por nuestro país, nostalgia y desesperanza de no se cuantas generaciones de cubanos y su denuncia que hago mía siempre que lo escucho y lo escucho... siempre!! Muy bueno el artículo y Feliz Cumpleaños para nuestro querido Carlos y Feliz 2024 para casi todos los cubanos, hay muchos que dejo fuera de felicitación
Rosa

Diocelis González Pavón

... cuánto desgarro en su texto, lo felicito , me removió, siento un profundo dolor en lo más hondo del pecho....
Diocelis González Pavón

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