aeropuerto emigración

Foto: Sadiel Mederos.

El duelo de una emigración forzada

14 / noviembre / 2022

El escultor francés Bruno Catalano ha consagrado una parte de su obra artística a reflejar el vacío del alma como resultado de la emigración.

Las desconcertantes esculturas incompletas, en una colección titulada «Los viajeros» (Les voyageurs), representan el dolor existencial y el vacío. Los sentimientos llegan a quienes deciden emigrar ante la partida a un destino desconocido e incierto.

Equipaje en mano, los pies a ras del suelo, el cuerpo fragmentado y en movimiento son las imágenes que muestra el artista. La representación de la ausencia y de la pérdida se conjugan en la parte del cuerpo que falta en cada escultura. En ella puede leerse el dolor que provoca dejar atrás tu hogar, tu tierra, tu familia de origen, tu cultura, tus costumbres, tu lengua materna (en algunos casos); todo lo que, hasta el preciso momento de partir, había constituido la identidad de tu ser.

¿Qué perdemos al emigrar y por qué puede considerarse una experiencia desgarradora?

Un amigo que desde Cuba partió a Canadá me dice: «Lili, me considero un tipo resiliente y la emigración ha sido dura para mí. El primer año sin dudas es el peor. Nunca llegas a adaptarte por completo».

«¿Quién dijo que emigrar era bonito?», fue mi respuesta en un audio por WhatsApp aquellos primeros días cuando llegué a Estados Unidos, y la ansiedad apenas me dejaba dormir. Lo extrañaba todo: el aire que circulaba en las casas cubanas y se colaba por las persianas de madera, la casa en la que había pasado los últimos años de mi vida en Cuba y en la que mi hija había nacido. Me había quedado con el recuerdo final de aquel día en el aeropuerto, cuando nos torturaron psicológicamente por razones políticas hasta el momento final en que corrimos a montarnos en el avión.

Me quedé con el deseo de dar el último adiós a mi familia que aguardaba afuera. Una siempre llega a sentir que no se ha despedido suficiente. El deseo de decir adiós en un abrazo y la imposibilidad de hacerlo —porque delante tenía la puerta del exilio y una niña de apenas tres años a cuestas, a la que tenía que cuidar— pesarían sobre mí, sobre mi conciencia.

Cuando una persona emigra no solo deja atrás a aquellas personas con las que ha sostenido los vínculos estructurales de su vida. Deja un pedazo de sí: memorias, sentimientos, afectos, parte importante de su identidad y de su historia. Deja un país que, aun con la certeza de que se cae en pedazos, una siente que va a querer hasta el último día de su vida. Eso nada lo cambia. Es un sentimiento irremplazable.

El encuentro con la nueva cultura es una especie de golpe en la frente que te deja sin sentido. Es darse un golpe en la zona frontal y quedarse un tiempo medio mareada, perdida, desenfocada. Después sientes que caminas en una especie de limbo. No entiendes nada, tu cerebro demora tiempo en procesar toda la información que te cae encima en forma de trámites, gestiones que tienes que hacer para sobrevivir, consejos buenos y no tan buenos que llegan de parte de personas cercanas. Son días inciertos, en los que las emociones a flor de piel se disparan y una llega a despertarse un día con la pregunta: ¿qué rayos hago aquí?

Después, la vida va dibujando una silueta que sirve como brújula en medio del sinsentido. Una aprende a vivir la incertidumbre, a aceptar que forma parte de tu vida y a reconocer el nuevo mundo emocional que puede ser angustioso, perturbador, transitorio o perpetuo.

Algunos describen la emigración como un nacimiento. «Es como volver a nacer», dicen. Yo la defino como «renacimiento». Una no puede nacer literalmente dos veces. Una carga sus memorias, sus recuerdos, las vivencias de quién fue y de cómo vivió los últimos momentos antes de partir. Hay que empezar de cero en muchas cosas, pero en otras, la experiencia acumulada y las competencias adquiridas son una base importante para echar a andar.

A medida que pasa el tiempo, el lugar del que partiste se vuelve idílico e ilusorio. Una llega a sentir una emoción enorme al ver una bandera cubana o un cartel que diga: ¡recargas a Cuba! O sentir que se te quiebra un pedazo del pecho cuando ves una obra infantil con tu hija y de pronto dicen: «hay una isla en medio del mar, que sus claves tienen este sonido: “papapapá”, y que sus gentes son muy carismáticas…». Y una siente una emoción inmensa que te lleva a decir: ¡Alma, nosotras nacimos allí! ¡Nosotras nacimos en Cuba!

Una puede llegar a llorar como una niña pequeña. Llorar por lo que dejó. Ese lugar en el que aprendió a correr, en el que se enamoró, en el que se hizo mujer y en el que está tu familia. En ese momento, se te olvidan los apagones, la escasez y la crisis infinita que viven cubanas y cubanos a causa del Gobierno. Una se olvida de la miseria, del hambre que pasan las personas que te escriben y que te cuentan que ese país va de mal en peor. Una sabe que «al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver», porque nunca se encuentra lo mismo y en el caso de Cuba, te encuentras una debacle de país, un buque en pleno naufragio. No obstante, fantaseas con volver y caminar otra vez por sus calles, ver a la gente que quieres, saludar a los vecinos y ver a tus gatos. ¿Cómo alguien aprende a curarse de eso?

Asumir el cambio e integrar lo nuevo en la identidad

He aprendido a presentarme desde el lugar de mujer migrante sin que eso me defina por completo. La migración es una experiencia que coloca a cualquier persona en situación de vulnerabilidad social y emocional, aunque algunos crean que quienes llegamos alcanzamos la meta. Hay que aprender a salvarse de muchas maneras.

Salir de Cuba cuando tu familia sufre violencia política es abrir una puerta de salvación, pero el exilio es un monstruo que puede llegar a devorarte si no le pones barreras de contención. Es una experiencia angustiante. Es una salida forzada, es un adiós incompleto, es una necesidad irremediable de añoranza.

Muchas personas mueren en el mar, cruzando ríos, devoradas por la selva y cuanta maleza aparece en un camino escabroso y difícil, en el que la meta esencial es alcanzar el destino anhelado. Llegar en avión y de forma legal a Estados Unidos fue un privilegio, pero hay que aprender a salvarse cada día de los fantasmas, de las angustias y de la nostalgia que te provoca sentir tanta extrañeza en todo lo que te rodea. La percepción cambia y hay días que se matizan de bellezas, gratitudes y asombros, porque la vivencia no es unilateral. Pero ese vacío se te queda adentro. Dicen quienes lo han vivido que se cura con el tiempo, con calor de buenos amigos y familia. A medida que se matice la vida y una se recupere de la pérdida y sienta que obtiene ciertas ganancias.

El lugar ideal para vivir es el país en el que naciste, por eso la migración y el exilio no pueden ser soluciones políticas ideales por naturales que parezcan. El éxodo de un país y una ola migratoria creciente que se traduce en separaciones forzadas y vivencias de dolor para tantas familias es una derrota para cualquier sistema político, por indiferente que se muestre.

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José Román

Entonces imagino que ningún sistema político sirva. Porque emigran de todos. Ahora, es peor cuando un sistema político usa la emigración como un arma para destruir al otro.

Sanson

El articulo es exelente, como siempre Una cosa. No se por que hay gente (defensores de la debacle cubana por lo general) que insisten en llamar a cuba "islita". Me repugnan terminos diminutivos como "islita bloqueada" o simplemente "pequenna Isla" que a la larga son discriminatorios, como cuando se hace referencia a un "hijo bobo" o poco listo, al que siempre se le llamara y todos conoceran por el diminutivo de su nombre ya que se sabe que nunca sera (por incapacidad, porque no supimos educarlo o simplemente porque lo designamos para conservarlo con nosotros en la vejez) el Sennor Fulano de tal. Cuba no es una islita, es un archipielago que en epocas pasadas acogio emigrantes del area del Caribe y de TODO EL MUNDO. Tiene unas dimensiones capaces de albergar facilmente una poblacion cuatro o cinco veces mayor de la que tiene si prestamos atencion a otras islas del Mundo y una situacion geografica envidiable aunque algunos insistan en considerar este aspecto como una desventaja. Hoy la gente siente lastima de CUBA. No de los cubanos sino de lo que se le ha hecho a cuba, a esa que existio antes, que ha quedado para ser el hijo bobo de una claque que se empenna en utilizar a su poblacion en una labor que esta no desea y que va desde ser un gendarme internacional mal pagado hasta el guardia de seguridad de alardosos desafiantes que no vacilan, llegado el momento, en ponerse a salvo ya sea de necesidades y carencias o de una respuesta a su desafiante brabuconeria. .
Sanson

cubanoconexperiencia

Bueno Cuba antes del 59 era un país receptor de personas que venían buscando mejorar . Cuantos españoles por ejemplo se asentaron en Cuba?
cubanoconexperiencia

Jose

Imagino que lo último te refieres a Cuba que intenta usar la emigración como arma.
Jose

Sanson

Una cosa es emigrar y otra es escapar sabiendo que puedes morir en el intento o que puedes ser asesinado sin que nadie pague por el crimen. No hay comparacion.
Sanson
José Román

liz.armenteros

Pero como se dice en el artículo: los dirigentes del país se muestran indiferentes no parece afectarles cuantos niños y ancianos no tienen ni la adecuada alimentación o medicinas toda la culpa va al bloqueo y no a su incapacidad y corrupción se ignoran palabras de San Martín: quien arruina un país es el mayor traidor a la patria

Sanson

Tiene razon en lo que dice . Deberian sacrificarse y renunciar para que nos quiten el embargo que renemos por culpa de ellos. Total, bastante mal que lo han hecho hasta ahora. No se va a perder nada
Sanson
liz.armenteros

RPK

Me encanto el articulo. Es facil sentirce identificado con el tema. El ultimo parrafo el mejor.
RPK

Jose Ramon

Este tipo de reflexión lacrimógena y lacrimógena se repite mucho sobre la emigración. Y me parece que no es la mayoría quien sufre eso. Tal vez personas que vivieron siempre con sus padres, que no fueron a otra ciudad a estudiar y luego a trabajar, que siguieron toda la vida encontrándose con sus amigos; les pase eso. Pero muchos tuvimos esa "ruptura con sus raíces" mucho antes que emigrar, así que ya el proceso nos cogió entrenados. Yo tuve la mía cuando fui para el pre y las otras fueron siempre pequeñas comparada con esa. De hecho, cambiar de país fue la menor de todas. Aunque debo confesar que en eso influyeron varias cosas: (1) padres y suegros muertos antes, (2) venir con los hijos y que fuera un cambio tranquilo (peor fue una permuta dentro de Cuba) y (3) ser casi los últimos de nuestros amigos en emigrar. Por último, discrepo completamente de esa frase medieval "el lugar ideal para vivir es el país dice naciste". Eso es, para decirlo educadamente, una tontería.
Jose Ramon

Silvio

Si México, Guatemala, Honduras o cualquier otro país incluso europeo tuviera los privilegios migratorios que ha tenido Cuba, estuvieran VACIOS! No les conviene politizar el asunto migratorio, porque se muerden la cola Saludos.
Silvio

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