El pollo y la inflación
Cuando a Einstein le preguntaron por qué el pollo cruzó la carretera, el genio alemán se cuestionó si no era la carretera la que había cruzado al ave.
Así, en una versión educativa del clásico chiste antihumor anglosajón, se resume la concepción de la relatividad: el punto de vista de la observación o el marco de referencias también determina las conclusiones. En otras palabras, siempre que se ve es porque se está mirando desde un lugar.
Siguiendo la lógica de tan importante concepción física (o del pollo y las vías para transportes terrestres), se puede pensar en la inflación; la cual no es más que el aumento del nivel de precios de una economía en determinado período de tiempo. De este modo, cuando alguien dice que aumentó la inflación porque creció en el tiempo el nivel de la masa monetaria más que el de bienes y servicios (ByS), se puede responder: ¿y si se redujo en el tiempo el nivel de ByS, dando la sensación de aumento de la masa monetaria?
Es cierto que la ficticia réplica einsteniana y el razonamiento asociado no son una solución por sí misma a la interrogante, pero ayudan a plantear una búsqueda más amplia de explicaciones y, por qué no, a elaborar cierta teoría. Lo que lleva a descubrir la inflación como resultado de los cambios (aumento/reducción) en una o en las dos variables mencionadas, cantidad de masa monetaria y de ByS.
La carretera también cruzó
La relación de Cuba con la inflación ha sido muy intensa. Si bien fue casi nula durante años, dio un cambio drástico con los «precios COVID-19» y comenzó su crecimiento en un largo viaje (aún sin destino definitivo) con la Tarea Ordenamiento. (Estos dos sucesos permiten entender los orígenes de la inflación cubana actual).
La Tarea Ordenamiento, desde el punto de vista de la masa monetaria, fue una política expansiva, en tanto consistió en un aumento significativo del volumen de dicha masa (subida de salarios y de precios estatales como punto de partida). El aumento de la masa monetaria no vino acompañado de un aumento de la oferta de ByS. Luego, parece ser claro que es una causa de la inflación. De hecho, no hay grandes debates al respecto. No son pocos los canales de YouTube que hablan de Economía y que, siguiendo a Milton Friedman, dirían al respecto: «la inflación es un fenómeno esencialmente monetario». Estamos ante el pollo cruzando la carretera.
Sin embargo, ese aumento de emisión había transcurrido un año de pandemia con inflación. Recuérdese que la COVID-19 representó una caída drástica de la entrada de divisas a Cuba vía turismo, lo que significó una reducción de la oferta de bienes por importación de productos finales, así como la de materias primas necesarias para producir. Una economía que perdió en 2020 casi el 67 % de su turismo respecto a 2019, y que importaba alrededor del 80 % de su consumo de alimentos, solo podría vivir una escasez de alto impacto. Eso explica los primeros efectos del aumento de precios durante 2020. Es decir, que la carretera también cruzó al pollo y que no todo se explica por la emisión monetaria.
Desde centros de producción de pensamiento de países avanzados la inflación se entiende, sobre todo, por el aumento de emisión monetaria (porque son países donde el desabastecimiento o la escasez es un fenómeno raro, dado que el capitalismo desarrollado es potencialmente productivo). Sin embargo, el estudio de la inflación en Cuba necesita, además, particularizar sumando la variable escasez, para luego concluir que la inflación en Cuba se debe a emisión monetaria más escasez.
¿Y si falta responder la pregunta?
Dado lo anterior, la inflación llevaría dos soluciones, aumentar la oferta de ByS o reducir la emisión monetaria. La primera es un imposible para la continuidad en el poder, incapaz de hacer que la industria cubana, no que funcione (que ya es ambición), sino que no se destruya. Así que queda la otra vía, reducir la emisión monetaria. ¿Será una solución, aunque sea parcial?
Imaginemos a Oscar, un ciudadano cubano que cuando empezó la Tarea Ordenamiento ganaba formalmente en el sector privado 4 000 CUP al mes, pero que, por razones ajenas a su voluntad, necesitaba gastar 8 000 para vivir (recibía remesas, no hay que pensar mal). Hoy gana 8 000 en su trabajo, pero necesita 16 000 para sobrevivir a la continuidad en el poder (mantengamos la proporción por pura comodidad).
Ahora imaginemos que, mediante algún instrumento de política se reduce la masa monetaria, por ejemplo, con una bancarización forzada u ofensiva revolucionaria monetaria, los precios se reducen a tal punto que Oscar vuelve a necesitar 8 000 CUP para sobrevivir. En ese caso, la contracción de circulante también afectará los ingresos del trabajador, dado que con menos dinero circulando algunos privados deberán bajar precios y con ello, salarios. Una vez más Oscar cobrará 4 000 CUP al mes. Por suerte, todavía tiene remesas. En esta situación, una reducción de precios tiene un impacto positivo nulo, debido a estar acompañado por la reducción de ingresos.
Pero también está Omar, que lo imaginamos como un empleado de una empresa estatal (¿socialista?). Luego de sucesivos aumentos de salariales por rendimiento, Omar logró alcanzar 7 000 CUP al mes. Tras el mismo proceso de bancarización, tuvo la suerte de no sufrir la reducción de su salario, a la par de vivir una reducción de precios de ByS en el sector privado. Punto para Omar. ¿Y Oscar?
Asimismo, como sigue habiendo escasez (la política económica aplicada fue solo reducir el circulante), Omar y Oscar compiten por comprar los mismos productos. Pero como Omar gana más, estará dispuesto a pagar más, generando un aumento de los precios vía mercado informal a causa de la escasez. Aunque no necesariamente tendría un impacto sobre el nivel general de precios, sí incidirá sobre los precios de algunos bienes específicos, que es lo que importa y afecta al consumidor.
Por tanto, el efecto sobre individuos, dígase hogares y familias, ante una reducción de la masa monetaria, dependerá en cada hogar del comportamiento de los ingresos personales.
En los hogares donde los ingresos personales se reducen en la misma medida que los niveles de precios, el efecto será negativo, en tanto se verán afectados dada la escasez, frente a los hogares que no hayan visto afectados sus ingresos. Mientras que, en los que los ingresos se mantienen, se verán beneficiados, ya sea aumentando la cantidad de bienes consumidos o pagando más para adquirir bienes escasos.
Por tanto, en la Cuba de desabastecimiento actual, una reducción del nivel de precios vía reducción de oferta monetaria solo sería bueno para aquellos que mantengan sus niveles de ingresos. Sin embargo, ello solo es posible en aquellos sectores cuya demanda de lo que ofrecen no es sensible ante la variación de precios. Por ejemplo, un restaurante prestigioso de La Habana puede sostener sus precios. Pero los clientes de una cafetería de barrio —como tendrán nominalmente menos dinero— estarán dispuestos a pagar menos y aquella tendrá que bajar precios.
En ninguna medida se trata de una política productora de un beneficio general, porque es una variación nominal de ingresos, en lugar de real, para muchos individuos (aquellos cuyos ingresos caen al caer la circulación monetaria). Es decir, una vez solucionada la inflación, puede quedar un problema, el del poder adquisitivo de los ingresos personales de muchos hogares. En otras palabras, revertir la inflación no es condición sine qua non de aumentar el poder adquisitivo; la inflación no es, ni siquiera, el problema (en mayúsculas). Por tanto, el efecto deflacionario no es per se beneficioso, y su análisis riguroso requiere ver el nivel de ingresos de los hogares.
Asimismo, si la inflación, ese fantasma de políticos y expertos, puede revertirse y al mismo tiempo mantener el insuficiente poder adquisitivo de varios hogares, va a resultar que la inflación es entonces tan solo una forma de expresión posible del problema del (poco) poder adquisitivo del salario. Porque la inflación es como la tos generada por una infección, un síntoma que puede convertirse en un problema por sí solo, pero que no es el origen del problema.
Lo que no quita que merezca ser explicada y solucionada. De hecho, visto como fenómeno monetario, la inflación genera una serie de problemas asociados a las funciones del dinero: medir el valor, ser medio de pago, de atesoramiento y ser intercambiable por divisas. Pero, ¿cómo surge la emisión «desmedida» que, en parte, generó la inflación? ¿Por qué aparece este síntoma que suele confundirse con el problema mayúsculo?
¿Por qué el pollo cruzó?
Eso es lo que Einstein no respondió al replantearse la pregunta. Una vez que se sabe si fue el pollo o la carretera quienes cruzaron, o ambos, también es bueno saber por qué. Explicar la escasez, de manera general, es sencillo (producción e importación insuficiente de ByS), no así la razón del aumento de la masa monetaria.
La masa monetaria depende de las políticas de las autoridades, ya que, en cierta medida, estas crean el dinero, o su fetiche, el papel moneda. Es decir, en apariencia, un grupo de personas frente a una institución tienen la responsabilidad de la inflación. De hecho, después de ver algunas explicaciones de mucho alcance y discursos populistas de moda, parece que la inflación es causada porque las autoridades monetarias se levantan un día y dicen: «qué aburrimiento, hermosa mañana para imprimir dinero porque sí».
Lo cierto es que las autoridades monetarias, incluso las cubanas, no suelen estar tan perdidas en el bosque. Ello significa que no es por hacer algo ahí, sin una razón concreta, que las autoridades monetarias aumentan la emisión, sino que esta es el resultado de que aquellas sean consecuentes con una forma (la suya) de entender la economía. Cómo las autoridades monetarias entienden la demanda de dinero, ya sea la presente o la futura, es lo que determina su posición ante la emisión monetaria.
La demanda de dinero se explica por la combinación de bienes y servicios que se demandan y los precios de estos. Por tanto, si aumentan los precios de los bienes (como representó el ajuste de precios asociados a la Tarea Ordenamiento), o si aumenta la cantidad de bienes demandados (políticas expansivas que aumentan el nivel de empleo y la producción de bienes y servicios de una sociedad), aumenta la demanda monetaria.
En el caso cubano, con escasez constante, es claro que el aumento de la demanda de dinero no se debe a un aumento de la cantidad de bienes demandados. Por el contrario, es la escasez, que es de facto un impuesto al consumidor y un multiplicador de la desigualdad estructural de la sociedad, la que representa un elemento adicional en los precios de los bienes y servicios. Es la presión al alza de los precios que genera el costo de la escasez lo que provoca ese aumento de la demanda de dinero, al cual responden las autoridades monetarias a partir de las señales que le envían sus propias instancias, como bancos y cajeros. El alza de precios, a su vez, se expresa en la espiral en la que todos los oferentes suben sus precios para poder pagar lo que venden otros oferentes. Es decir, la escasez es la que genera las presiones inflacionarias, es su causa.
Si las autoridades monetarias decidieran no responder a las presiones inflacionarias, el índice de precio sería un indicador ineficiente, casi inservible, porque no estaría reflejando la situación económica que lo genera. Luego, una política que detenga la inflación y no la escasez que la genera es una política funcional a la propaganda y a la ideología política, en vez de al bienestar real de trabajadores y sus familias.
Por último, aunque las autoridades monetarias no respondan a la escasez con más emisión, puede darse que el fenómeno de altos precios combinados con la ausencia del efectivo/límites a transferencias y operaciones bancarias creen la escasez de dinero (más bien, de papel moneda o su forma digital), que es algo que se manifiesta ya en Cuba. Es decir, limitar la cantidad de dinero en circulación, lo que incluye los niveles de movimiento de este, es de poco impacto, sobre todo estructural, sobre las condiciones que generan subida de precios, dígase las condiciones de la inflación.
Por lo que se puede concluir que la inflación cubana no tiene una naturaleza monetaria, sino productiva. El pollo cruzó la carretera para llegar al otro lado, diría un inglés al terminar de contar su chiste; y hay inflación porque hay escasez (sin chiste). Incluso, la dimensión estrictamente monetaria de la inflación cubana tiene su origen en lo productivo. Ir en otros sentidos es seguir normalizando un resultado de política pública en Cuba, la pérdida de tiempo de los ciudadanos.
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