¿Cuánto controla Gaesa de la economía cubana?

Foto: elToque

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La reciente filtración de estados contables del conglomerado empresarial Gaesa, publicados por El Nuevo Herald, ofrece por primera vez una ventana cuantitativa a sus finanzas. 

Gaesa tiene una participación dominante en los sectores más estratégicos y lucrativos de la economía cubana. Controla gran parte del turismo a través de Gaviota, el comercio minorista y mayorista mediante CIMEX, y maneja instituciones financieras claves como Rafin S. A. y el Banco Financiero Internacional. También opera en el negocio de remesas, logística y almacenamiento (incluido el puerto del Mariel); y tiene presencia en la construcción, el transporte y el comercio exterior. Su control se extiende sobre los flujos principales de divisas del país, lo cual lo convierte en el actor económico más poderoso de Cuba.

Aunque desde hace años se sospechaba que Gaesa tenía un peso significativo en la economía cubana, los balances revelados de 2023 y 2024 permiten, por primera vez, dimensionar con mayor precisión su verdadera magnitud.

Cinco métricas relevadoras

A partir de la información filtrada al El Nuevo Herald —que incluye estados financieros de marzo y agosto de 2023 y 2024— se puede realizar una estimación del peso del conglomerado empresarial dentro de la economía cubana. Para ello, podemos referirnos a cinco métricas principales que apuntan a un peso relativo que ronda el 40 % de la economía:

Fuente: Elaboración propia a partir de los estados financieros filtrados de Gaesa publicados por El Nuevo Herald.

Resumen de cómo se calcularon los indicadores

Los cálculos de los porcentajes se hicieron para 2023 porque, hasta el momento, la ONEI solo ha publicado las cuentas nacionales de ese año y no de 2024. Dado que los datos financieros disponibles de Gaesa corresponden a marzo y agosto, fue necesario anualizar los resultados. En el caso de los ingresos, las exportaciones y utilidades, se extrapolaron a 12 meses con base en el comportamiento observado hasta la fecha de corte para poder compararlos con los indicadores de las cuentas nacionales (que son anuales).

Para la comparación con el PIB y con los ingresos del presupuesto del Estado se empleó la tasa 24 CUP por 1 USD a la hora de unificar los datos en pesos y en dólares reportados en los balances. El PIB que calcula la ONEI y el presupuesto del Estado solo están disponibles en pesos, por eso fue necesario llevar las utilidades e ingresos de Gaesa a esa moneda. La tasa de 24 permite homogenizar los cálculos de los indicadores 1 y 4 de la tabla, dado que es la tasa que se emplea en los balances empresariales oficiales y en la contabilidad nacional.

El resto de los indicadores (2, 3 y 5) se calcularon en dólares. La ONEI sí reporta datos de exportaciones en dólares, lo cual facilitó la comparación. El cálculo de distintos indicadores en diferentes monedas permite probar la robustez del estimado que indica que las actividades de Gaesa representan entre una tercera parte y un 40 % de la economía cubana.

En la comparación con el PIB se empleó el valor de las utilidades sobre ventas como proxy de valor agregado de Gaesa. Esa métrica descuenta el consumo intermedio, pero mantiene los salarios, lo cual se acerca a la definición de los registros que normalmente se incluyen en el PIB.

 Monopolio y economía paralela

El estimado de alrededor del 40 % sería para el total de la economía. Pero en los sectores en los que Gaesa concentra sus actividades (comercio, turismo, construcción, transporte y finanzas) la participación podría ser más alta.

Que un solo grupo empresarial sea responsable del 40 % del valor de la producción y los ingresos de un país es una proporción muy alta que tiene pocos paralelos internacionales. Por ejemplo, el peso de Gaesa en el PIB cubano sobrepasa el porcentaje que se atribuye a empresas petroleras bajo control estatal en América Latina —Ecopetrol en Colombia, Petrobras en Brasil o, incluso, Pdvsa en Venezuela—.

Hasta cierto punto, no sorprenden las cifras reportadas en los balances de Gaesa y las métricas que muestran su peso en la economía. Existían múltiples señales indirectas del poder económico desproporcionado del grupo empresarial. En particular, en la estructura de la inversión pública, en la cual se prioriza la construcción de hoteles mientras se deja al margen la agricultura, la industria manufacturera, la salud, la educación, las plantas de suministro de energía y la infraestructura básica del país. Los balances filtrados permiten entender los factores financieros subyacentes que explican la distribución tan desigual y desequilibrada de las inversiones nacionales en los últimos años.

Los datos confirman que un alto porcentaje de la economía cubana opera bajo reglas diferentes al resto, con muy poca transparencia, sin supervisión de las instituciones civiles y con un alto grado de independencia y opacidad de los análisis y políticas que elaboran los organismos responsables de manejar la economía (el Banco Central, el Ministerio de Economía y Planificación, y el Ministerio de Finanzas y Precios). Gaesa se rige por instituciones paralelas controladas por militares que no responden ni rinden cuentas a la Asamblea Nacional o a la Contraloría General de la República.

Esa dualidad de poderes tiene implicaciones distributivas y repercute en la concentración de las finanzas y en las prioridades inversionistas. Los balances muestran que el conglomerado Gaesa es rentable y cuenta con suficiente liquidez en divisas. No habría razón para cuestionar estos excedentes si no se conociera el estado del resto de la economía.

En un contexto de profunda crisis económica, en el cual el país enfrenta escasez crónica de productos básicos, apagones, inflación persistente, inconvertibilidad de las monedas e impagos de deuda con la mayoría de los acreedores, el conglomerado ha logrado conservar abundantes utilidades y reservas en divisas. 

La participación predominante de Gaesa le otorga un poder económico monopólico que no es saludable para ninguna economía. Tener un solo grupo empresarial que controle tal proporción de la economía no incentiva la competencia, la eficiencia ni la innovación. Su excesivo poder y falta de transparencia le permiten a las élites políticas y militares usarlo como mecanismo de extracción de rentas de la sociedad, facilita la corrupción y genera efectos distributivos que no favorecen el desarrollo económico.

Los balances de Gaesa permiten ver que los ingresos del conglomerado son 3.2 veces mayores que los que recibe cada año el presupuesto del Estado mediante impuestos, tarifas y ganancias del sector empresarial estatal; y que son los recursos con que cuenta el Estado para pagar las pensiones, los salarios de los empleados públicos, asistencia social y diversos programas sociales.

Una información que no está visible en los balances es el uso que se hace de las ganancias del conglomerado. Se supone que una parte sí se emplee para pagar la importación de medicinas y alimentos, porque no hay muchos otros grupos empresariales que puedan aportar tantas divisas. Pero también sabemos que con esas ganancias se financian inversiones de dudosa rentabilidad, como los hoteles que están prácticamente vacíos.

Además, vemos que se acumulan reservas en dólares (en cuentas bancarias) que no se rentabilizan ni las usa el Banco Central para apoyar la convertibilidad de las monedas nacionales y el sistema financiero. Son reservas excedentes que no se entiende bien su propósito ni beneficio económico.

El problema no es que Gaesa tenga ganancias —es mucho mejor esta situación que los cientos de empresas estatales que están en pérdida y se siguen subsidiando—. El problema es el desproporcionado poder económico, la falta de transparencia y de rendición de cuentas.

Las cuantiosas reservas en divisas 

Según los balances de 2024, el conglomerado reportaba activos corrientes por 18 000 millones de dólares, de los cuales 14 500 millones estaban depositados en cuentas bancarias, tanto en instituciones cubanas como en el extranjero.

Hay una parte de estas reservas que son necesarias para la sostenibilidad financiera y operatoria del conglomerado. Sin embargo, los estados financieros filtrados revelan que Gaesa concentra reservas líquidas en divisas de una magnitud extraordinaria en comparación con el tamaño de sus ingresos y pasivos.

Ese nivel de reservas líquidas en divisas no está justificado completamente por razones operativas empresariales. Las reservas de 14 500 millones de dólares líquidos también tienen una connotación de país, no solo empresarial. Se trata de una acumulación de recursos cuya lógica, objetivos y mecanismos de control permanecen ocultos para el público, para el resto del aparato económico del Estado y para los socios comerciales y acreedores internacionales. 

Los países necesitan acumular algún monto de reservas internacionales, el problema radica en que los objetivos de estos recursos no quedan claros cuando no están donde deben estar, en poder y bajo la supervisión del Banco Central.

Por definición, las reservas internacionales son activos externos controlados por las autoridades monetarias de un país —generalmente el banco central— que están disponibles y listos para ser utilizados para intervenciones cambiarias, respaldo de la moneda nacional, cumplimiento de obligaciones externas y estabilización macroeconómica. Las reservas excedentes que controla Gaesa no parecen cumplir estas funciones. No son reservas internacionales en sentido estricto: son reservas en divisas del país en manos de un conglomerado operado por militares, sin controles institucionales ni un propósito económico público claro.

Los hechos muestran que las reservas excedentes de Gaesa no se emplearon para evitar el colapso de la convertibilidad del CUC y de la MLC, no se han usado para rescatar a los bancos que no pueden cumplir con los compromisos financieros con su clientes y ahorradores, y es poco probable que se empleen para respaldar la anunciada tasa flotante en el segundo semestre de 2025. 

Otra muestra del impacto asimétrico de las sanciones

Estimaciones econométricas publicadas en el Journal of International Development habían mostrado que las sanciones estadounidenses no afectan de forma homogénea a los diferentes sectores de la economía cubana. Desde los años noventa, los datos muestran que el impacto ha recaído principalmente sobre el consumo de los hogares y el sector privado, mientras que el gasto del Gobierno y sus proyectos estratégicos muestran una mayor resistencia.

Los datos financieros de Gaesa recientemente filtrados no hacen más que confirmarlo: mientras el país atraviesa una profunda crisis social y económica, el conglomerado militar conserva miles de millones en reservas líquidas, mantiene sus utilidades positivas y continúa financiando inversiones como la construcción de hoteles, sin restricción aparente. 

Lo anterior pone en evidencia la existencia de una arquitectura institucional y marcos regulatorios diseñados para proteger determinados proyectos y grupos de poder de los efectos más duros de las sanciones. 

En adición, el Gobierno cubano ha institucionalizado una lógica de redistribución inversa y mecanismos de extracción de rentas, en la cual los hogares financian —a través de inflación, devaluaciones, pérdida de ahorros y sistemas de precios duales bajo control monopólico— el funcionamiento de un sistema económico militarizado que logra evitar los mayores impactos de las sanciones y otros choques externos.

Las sanciones no solo fracasan como instrumento de cambio político y democratización, sino que también tienen una efectividad financiera limitada sobre el aparato empresarial priorizado por las élites; al mismo tiempo que producen un efecto asimétrico que recae de forma desproporcionada sobre las familias y el sector privado.

El ciudadano común sufre más el impacto de las sanciones porque depende de las remesas —que principalmente vienen desde EE. UU.— y porque no tiene los medios ni el control económico para evadir los efectos de las sanciones como lo logra hacer Gaesa. 

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