El más reciente corte masivo de electricidad en Cuba —desde Cienfuegos hasta Guantánamo— que ocurrió por «incendios forestales próximos a cables de alta tensión» el martes 21 de febrero de 2023 —tercero en nueve días—, se sumó a una larga lista de incidentes en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Anteriormente, el 18 de febrero, además de las afectaciones desde Matanzas hasta la zona oriental, también varios municipios de La Habana estuvieron afectados por un «disparo automático de frecuencia», fenómeno que ocurre cuando sale del sistema de forma imprevista una planta generadora, según informaron las autoridades. En aquella ocasión, las autoridades de la Unión Eléctrica dijeron que la causa había sido un error humano en las operaciones, y aunque el SEN quedó enlazado con todo el país seis horas más tarde, el déficit en la capacidad de generación continuó.
Apenas cinco días antes —el 13 de febrero— había ocurrido un corte masivo similar —desde Ciego de Ávila hasta Guantánamo—, cuando el incendio en un cañaveral, según un tuit de confirmación del Ministerio de Energía y Minas, provocó una desconexión por fallas en las líneas de 220 kilovoltios. Un hecho similar había ocurrido el 27 de septiembre de 2022 cuando se alcanzó el punto de generación cero tras el paso del huracán Ian.
Los cortes de electricidad durante 2022 parecían llegar a su fin en diciembre pasado. Sin embargo, a finales de enero, un reporte en la televisión nacional explicó las causas de los apagones que recomenzaron a inicios de 2023.
En la información el ingeniero Lázaro Guerra, director técnico de la Unión Eléctrica, explicó que los insuficientes niveles en las capacidades de generación eran consecuencia de un «cálculo programado de mantenimiento». No obstante, Guerra aseguró que pese a la salida de las cinco unidades térmicas en mantenimiento y el déficit de combustible, las afectaciones disminuirían a mediano plazo para «enfrentar los meses de verano».
Sin embargo, los altibajos demuestran la vulnerabilidad del Sistema Electroenergético Nacional, compuesto por 20 unidades distribuidas en ocho centrales térmicas con más de 40 años de uso. En espera de medidas más eficientes para evitar los molestos apagones, los cubanos vivieron al límite de sus fuerzas en 2022 y 2023 se avizora como otro año de «oscuridad».
2022, el año del apagón
El año 2022 transcurrió entre lo insólito y lo fatal. Fenómenos naturales se presentaron como algunas de las causas de la crisis en la electricidad, pero las descargas eléctricas y el ciclón Ian solo agravaron viejos problemas. La falta de mantenimiento, la obsolescencia, el déficit de combustible, los sistemas que no alcanzan su máxima potencia y una mala administración de las inversiones en el país son algunos de ellos.
Cuando en mayo de 2022 un rayo impactó la Central Termoeléctrica «Antonio Guiteras» y provocó que esta interrumpiera su funcionamiento de forma abrupta, las unidades 6 y 7 de la Termoeléctrica del Mariel y la 5 de Nuevitas se encontraban fuera de servicio por averías. La Guiteras se había desconectado antes, el 16 de abril de 2022 y el 24 de marzo de 2022; es decir, su salida de servicio no era novedad, pero el impacto del rayo sí.
La Unión Eléctrica optó por programar los apagones e informarlos a través de las redes sociales. Días, horarios y circuitos se incluyeron en tablas de planificación y la interrupción eléctrica podía durar entre tres y doce horas diarias.
El SEN volvió a estar en jaque por déficit de combustible cuando otra descarga eléctrica —esta vez en la Base de Supertanqueros de Matanzas— causó una explosión en un tanque de crudo el 5 de agosto de 2022. En el que es considerado el accidente industrial más grande de la historia nacional, se quemó el mayor depósito de combustibles de Cuba.
Desde marzo de 2022, la falta de combustible se había notado en las largas filas de autos que se concentraron en servicentros de La Habana, pero el Gobierno cubano trató de sortear la situación con una explicación sobre problemas con el transporte y no de suministro. Con el incendio de Matanzas, la crisis de combustible se convirtió en un hecho.
Con el paso del huracán Ian en 2022, Cuba se volvió a quedar sin luz. El ciclón con categoría tres en la escala Saffir-Simpson no solo causó grandes estragos económicos y sociales, sino que desembocó en una ola de protestas a lo largo del país. Los cubanos pidieron luz y libertad.
Para Leda, una madre cienfueguera, 2022 fue «horroroso». Su familia, compuesta por dos adultos y tres niños, enfermó de dengue tres veces por las constantes picadas de mosquitos en las noches de apagones, mientras en la provincia no había líquido para fumigar. Recuerda que llegaron a tener cortes de nueve horas y perdieron la cuenta de cuándo debían tener o no electricidad.
Cocinar con carbón o leña en el patio, porque la asignación de gas licuado se comportó de manera irregular, fue una de las soluciones que ella y su esposo encontraron para alimentar a sus hijos. Para dormir en las noches, como su casa está enrejada, ponían una sábana en el piso y abrían puertas y ventanas. Sin embargo, los niños mayores no conseguían dormir.
«A los más grandes, cada vez que había apagón en la madrugada, yo no los mandaba a la escuela o los mandaba más tarde. Las horas que hubiese de apagón eran las mismas que yo los obligaba a dormir cuando había electricidad, porque con sueño y cansancio no los iba a mandar a la escuela», asegura.
Leda explica que muchos centros educativos de Cienfuegos no tenían horario fijo de entrada. Los niños iban a cualquier hora e, incluso, la maestra de sus hijos también aseguró públicamente que las horas que no pudiera dormir por la falta de electricidad no trabajaría. Con la flexibilización de los horarios, se dejó de exigir el uso correcto del uniforme porque las madres no podían lavar y planchar la ropa. Los niños de Leda fueron a las clases con lo que hubiese limpio en casa.
Una experiencia similar vivió Aleida con sus nietos pequeños en el municipio cienfueguero Aguada de Pasajeros. En los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2022 tuvieron «noches de desesperación» por los mosquitos y el calor. Relata que los niños dormían sobre ella en el portal, mientras los abanicaba con una penca, y muchas veces así los sorprendía el amanecer.
En su barrio hubo días de tener solo tres horas de electricidad y la «programación» de la empresa eléctrica muchas veces no se cumplía. Aleida recuerda a «todo el vecindario en los portales o aceras hasta que pusieran la corriente, y vecinos que se quedaban sin comer por no tener con qué cocinar». Un saco de carbón cuesta en Aguada 500 CUP.
Bárbara, otra aguadense de 61 años, pasó los apagones con su madre anciana prácticamente encamada por la amputación de un dedo del pie. Se volvió un reto para ella hacerle comida y lavar, sin corriente y sin agua. «Hemos sufrido mucho, el pueblo en general. Cuántos niños y ancianos pudieron haberse quedado sin comer por no tener comida, porque con los apagones se les echó a perder el pedacito de carne», se lamenta.
En Guantánamo, Rafael describe una ciudad muerta. Con tan pocos sitios para el entretenimiento, cuando se iba la corriente no había nada que hacer y eso traía disgusto a las familias. En la zona sur de la urbe, «donde vive la mayor cantidad de personas, la corriente se va muy seguido y de manera aislada ocurrieron protestas, quizá sin tanta connotación como en otros lugares del país, pero sí ocurrieron», narra.
La Habana no sufrió los apagones con la misma intensidad que el resto del país, por eso Leandro recuerda un antes y un después del incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas y del huracán Ian. En La Lisa, su zona de residencia, casi no hubo cortes en el primer semestre del año, pero después del ciclón con las noches sin electricidad, califica lo que vivió como «criminal».
Los inventos sin límites de los cubanos
«Llegó el apagón. ¡Qué viva el ahorro! Se coló el ladrón. ¡Auxilio, socorro!», cantó Cándido Fabré hace casi 20 años. A través de la música reseñó escenas cotidianas: se quemó un ventilador, se fundió un televisor, una radio se quedó sin voz y el frío ya no congeló.
Leda recuerda que sus padres la durmieron con un abanico en mano en las largas noches del Período Especial y ella lo vuelve a hacer con sus hijos 30 años después.
Sin embargo, en su casa no se quedaron de brazos cruzados e inventaron un ventilador portátil porque no tenían 8 mil o 12 mil pesos para comprar uno. «Teníamos unas piezas de computadoras, cogimos el fan y con el moisés de la niña, que tiene un motorcito, mi esposo hizo un ventilador para que ella, la más pequeña de la casa, pudiera dormir, porque cada vez que se iba la corriente empezaba a llorar», recuerda.
Como Leda, otros inventos se socializaron en redes sociales. Un cubano armó un pequeño ventilador con la batería de un teléfono y aspas hechas de latas de refresco. En el video, publicado por el portal CubaNía en agosto de 2022, se le escucha decir con orgullo «yo quisiera que ustedes vieran el aire que echa».
La youtuber cubana Ariadna Guerra publicó en su canal un video sobre los inventos para pasar los apagones en su casa. Grabó varias actividades cotidianas sin electricidad, como calentar el almuerzo en un fogón de petróleo. Explicó paso por paso cómo calentar el fogón con un poco de alcohol, luego echarle aire con una bomba y, cuando esté humeante, abrir la llave del tanque de petróleo para encender la hornilla y comenzar a cocinar. Otra solución utilizada por muchas familias es el reverbero, un pequeño recipiente que se llena de alcohol y sirve en la cocción ligera de alimentos como calentar leche o colar café.
Elsa, una cienfueguera de 70 años, tomó precauciones para trasladar el agua caliente al baño. Por su edad y condiciones físicas, temía caerse con el agua hirviendo en el trayecto de la cocina al baño en medio del apagón; por lo que reutilizó un cochecito de bebé que tenía en casa para hacer el recorrido de manera más segura.
Alumbrarse en las noches constituyó otro desafío. Para lograrlo, Alejandro Tur se construyó una linterna con la cinta led que recuperó de una lámpara de 18 vatios y rescató la batería de una laptop que tenía desahuciada.
Con esfuerzo se compró un generador que tuvo que reparar por el tiempo de uso y se lo vendieron con un tanque de combustible que tenía filtración. Lo sustituyó por uno de un ciclomotor con capacidad para tres litros. Con el tiempo, se percató que la planta no era eficiente: consumía un litro de gasolina por hora de trabajo. Entre el precio del combustible y las ocho horas de apagones que podía tener en un día, aquello no era rentable y tuvo que dejar la planta solo para momentos indispensables como preparar la comida.
2023: ¿la continuidad?
La programación de apagones ha vuelto a publicarse en redes sociales por las empresas eléctricas de algunas provincias. Ante el déficit de generación se informan las afectaciones por bloques, los horarios y los días. No obstante, la planificación a veces no puede cumplirse porque los «MW (megavatios) afectados superan la carga del bloque planificado», reconoció la empresa de Sancti Spíritus.
Sobre la situación actual de la generación de electricidad, Cubadebate explicó que los meses de verano preocupan más por el aumento de la demanda. Por tanto, son esenciales las acciones de mantenimiento que se ejecuten en el primer cuatrimestre del año. Sin embargo, las reparaciones también conllevan déficits en la capacidad de generación y, con ello, más apagones.
El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, dijo que «desde enero hasta mediados de mayo se estiman afectaciones en el servicio eléctrico en el horario pico nocturno que pueden alcanzar hasta las tres horas como promedio diario, debido al incremento de los mantenimientos en las principales unidades de generación térmica con respecto a diciembre».
En la Mesa Redonda De la O Levy dijo que la crisis energética actual se debe a la disminución de los ingresos desde 2019, el incremento de los precios internacionales de combustible y los infortunios de 2022 (incendios en unidades del Mariel y Felton, en la Base de Supertanqueros, y el huracán Ian). No obstante, insistió en que el «bloqueo de Estados Unidos era la causa de mayor peso». El ministro presentó como triunfos la disminución de las horas de afectación desde octubre de 2022 y justificó la renta de ocho patanas con el argumento de que funcionan —junto a las CTE— como si se hubiese comprado una gran termoeléctrica que se pagará mensualmente durante 17 años.
Las centrales turcas han sido ubicadas en las zonas de mayor consumo, por lo que se ha priorizado el occidente del país. Este año se prevé incorporar más generación móvil de ese tipo para cubrir otras zonas; lo cual significa que Cuba seguirá pagando por la electricidad generada por esta vía, sin resolver del todo las condiciones del Sistema Eléctrico Nacional.
«El mantenimiento es la prioridad actual», aseguró el ministro. Informó que la Central Felton de Holguín se encuentra en estos momentos en esa situación y se espera que esté otra vez en línea entre el 25 y 26 de febrero, para luego comenzar el mantenimiento en la unidad 4 de la Termoeléctrica «Carlos Manuel de Céspedes». Para marzo se estima la sincronización de la unidad 6 de la CTE del Mariel. Según reconoció el ministro, la difícil situación del SEN ha atrasado los mantenimientos planificados.
El ministro calificó el sistema electroenergético cubano de «gran consumidor de financiamiento», porque en estado «normal» necesita 250 millones para sostenerse anualmente.
La Termoeléctrica «Antonio Guiteras» continúa en estado crítico. Vicente de la O puntualizó que se requieren para su recuperación por lo menos 40 millones de dólares y trabajar con seis meses de antelación para comenzar a contratar piezas de repuesto y planificar la asistencia técnica.
Los acontecimientos recientes —el incendio del cañaveral debajo de las líneas de transmisión entre Sancti Spíritus y Ciego de Ávila y el error humano en Matanzas— demostraron que no están contemplados en la programación y por ello se desajusta el sistema. Por lo pronto, hasta mayo continuarán los apagones —según las autoridades, por mantenimientos y no por averías— y aún está por ver si el verano realmente será menos caótico que el de 2022, una promesa que también hizo el Gobierno y no pudo cumplir.
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