Abraham Jiménez Enoa: «Me extirparon la alegría»

Captura de pantalla.
El periodista cubano Abraham Jiménez Enoa ha vivido en carne propia las contradicciones de su país y del exilio. Cofundador de la revista El Estornudo y autor de los libros La isla oculta y Aterrizar en el mundo, su carrera ha estado marcada por la honestidad con que ha narrado la cotidianidad en Cuba y por la persecución que lo llevó a abandonar la isla en 2022. Desde entonces, vive en Barcelona, donde escribe sobre la soledad, la identidad y las heridas que deja el totalitarismo.
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JAFE: En tu libro Aterrizar en el mundo hablas de tus primeros años, de cómo llegaste al periodismo casi por azar. No venías de una familia vinculada a ese mundo y, sin embargo, encontraste ahí tu vocación. ¿Cómo ocurrió?
AJE: Sí, todo está relacionado con el azar. En mi familia no hay periodistas; la mayoría son militares, obreros o abogados. Pero siempre hubo una afición por el deporte, y de ahí bebí mi pasión. De niño quise ser deportista, pelotero, pero no tenía el talento. Entonces pensé: «si no puedo jugar, puedo narrar los partidos». Me la pasaba en el sofá de mi casa narrando juegos de béisbol o fútbol. Cuando llegó el momento de decidir mi futuro, supe que para ser narrador tenía que estudiar periodismo. Así entré a la carrera, sin vocación por la escritura ni idea de lo que me esperaba.
Ya dentro de la carrera me di cuenta de que no servía para la locución. Me daba miedo hablar ante cámaras, pronunciaba mal, no tenía voz para eso. Pero ya estaba ahí y, en segundo o tercer año, empecé a leer autores del nuevo periodismo norteamericano y sus contemporáneos latinoamericanos. Descubrí que se podía escribir periodismo como si fuera literatura. Me fascinó. Empecé a leer compulsivamente y, como ejercicio, a escribir. Todo fue autodidacta, sin talleres ni preparación formal.
JAFE: Y los temas políticos. ¿Cómo se dio ese giro?
AJE: Otra vez, por azar. Me gradué y empecé escribiendo crónicas deportivas. Pero me interesaban, sobre todo, los deportistas cubanos que habían emigrado y caído en el olvido. Empecé a contar sus historias, y por ahí entré en lo social y lo político. Después, junto a amigos de la universidad, fundamos El Estornudo, una revista de periodismo narrativo. Allí ampliamos el espectro: temas sociales, cotidianos, duros. Y empecé a escribir sobre la realidad cubana desde una mirada más crítica.
JAFE: ¿Cómo reaccionó tu familia ante ese giro hacia el periodismo independiente?
AJE: Al principio, no se lo tomaban en serio. Pensaban que estaba «jugando» o algo así. Cuando les decía que trabajaba en una revista digital, no entendían qué era eso. En 2016 El Estornudo era una rareza. Pero todo cambió cuando comenzaron las llamadas de la Seguridad del Estado, los interrogatorios y el acoso, incluso contra ellos mismos. Hasta ese momento, no tenían idea de lo que significaba hacer periodismo independiente en Cuba; era un mundo que les resultaba muy lejano.
JAFE: ¿Cómo se mantiene la convicción política en un ambiente de miedo y persecución? ¿Nunca pensaste que habías tomado una mala decisión?
AJE: Nunca me lo planteé así. Desde que empecé a escribir sobre la Cuba real, lo hice por convicción profesional, no por heroísmo. No me creo el discurso del «cubano valiente» o del «titán de bronce». Yo he tenido miedo, he estado mal, lo he escrito. Creo que mostrar esa vulnerabilidad es más significativo para que se entienda qué es el monstruo del totalitarismo y de qué es capaz. Nunca pensé en renunciar. Acepté las consecuencias personales —los secuestros, los interrogatorios—, pero lo más duro fue cuando mi familia empezó a sufrir: echaron a mi madre, jubilaron a mi padre, mi hermana me pedía que parara. Esos fueron los golpes más difíciles.
JAFE: Te fuiste de Cuba en 2022. ¿Cómo fue ese proceso de dejar atrás tu vida y empezar de nuevo?
AJE: Fue como morir y volver a nacer. Ese Abraham que vivió en Cuba ya no existe. Nunca había salido del país y, de pronto, estaba en Europa, con 33 años, sin familia, sin red de apoyo. Todo era distinto: el capitalismo, el racismo, la soledad. He tocado fondo. He tenido crisis de identidad, depresión. Me he sentido un fantasma, desapareciendo un poco cada día. Una noche, después de dejar a mi pareja y a mi hijo en el aeropuerto, regresé solo a casa en un autobús. Miraba por la ventana y me preguntaba: «¿Qué hago aquí, con todos mis seres queridos a un océano de distancia?». Ahí entendí lo que es realmente el exilio.
JAFE: En el exilio hay una expectativa de alegría, de libertad. Pero tú hablas del dolor, de la pérdida. ¿Cómo lo manejas?
AJE: Es difícil, porque uno no quiere parecer desagradecido. Tienes seguridad, pero dejas atrás tu vida entera. Yo he tenido que criar a mi hijo lejos de todo lo que conocía. No hago una oda a la tristeza, pero tampoco finjo que esto sea una fiesta. No lo es. Me han extirpado la alegría. El músculo de la felicidad se me ha atrofiado.
JAFE: ¿Sientes que, como cubano exiliado que se reconoce progresista, enfrentas una doble discriminación?
AJE: Creo que en la conversación política sobre Cuba falta comprensión: entender al otro, aceptar que no pasa nada si eres de derecha, de izquierda o lo que sea. Pero cuando uno se declara con una visión más progresista, hay un ataque frontal. No se comprende que, viniendo de Cuba y habiendo padecido tanto, uno siga defendiendo ciertos valores de izquierda. Creo que detrás de eso está la idea de que, si criticas al régimen, no puedes ser de izquierda.
Recuerdo un episodio concreto con la izquierda española. Al poco tiempo de llegar, me invitaron a unas charlas en Santiago de Compostela organizadas por eldiario.es. Después, apareció (Juan Carlos) Monedero —político español— y alguien le comentó que yo era un periodista cubano exiliado. De pronto empezó a gritarme «trumpista», «yanqui», y tuvieron que llevárselo.
Ese episodio resume bien lo que significa, en mi caso, ser cubano, exiliado, periodista y de izquierda. La izquierda aquí no te acepta porque te considera un «yanqui», y la derecha te ve como comunista. Es como si todos necesitaran ponerte una etiqueta: «tú eres esto». Pero no, yo no soy nada de eso. Soy Abraham Jiménez, y a veces ni siquiera sé bien quién soy.
JAFE: No veo un futuro político promisorio en Cuba si las opciones siguen siendo las mismas. El país necesita pluralismo, inclusión y respeto a los derechos. Sin embargo, los cubanos reproducimos fuera las mismas lógicas totalitarias: la intolerancia, la necesidad de un caudillo, la división en bandos. El totalitarismo se nos quedó dentro, como un reflejo cultural y emocional. Estamos más preparados para la intolerancia que para la libertad. Hemos exportado nuestras heridas, prejuicios y dogmas.
AJE: También soy muy pesimista cuando surge este tipo de conversación o cuando alguien me pregunta por el futuro de Cuba. No lo tengo claro. Si algo tengo claro es que somos una nación destruida y que será muy difícil levantar los cimientos para construir algo bonito y esperanzador. Creo que estamos profundamente heridos.
JAFE: Abraham, gracias por esta conversación. Ojalá sigamos hablando, acompañándonos en esta ciudad y en este tiempo tan complejo.
AJE: Gracias a ustedes. Ha sido un placer.
***Nota: Este texto es una versión resumida de la entrevista original en video. Fue realizada con apoyo en IA y supervisada por el autor y por el equipo editorial de elTOQUE.
Este videopódcast es una realización de elTOQUE con el apoyo de Cuba Study Group.











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