Yusimí quisiera poder reutilizar los condones. El cuerpo le pide sexo y la mente le pide mesura. Sin condones había tenido muy pocas relaciones sexuales: cuando era adolescente —ingenua e irresponsable— fundamentalmente.
Yu, como la llaman, hace meses usó sus últimos preservativos: «marca Momentos, malísimos, con poca lubricación, apretados según los hombres… pero los únicos disponibles».
Su afirmación la confirma una referencia de Granma a una encuesta del Centro Nacional para la Prevención de ITS y VIH-Sida: los cubanos prefieren la marca Vigor.
Yu no tiene pareja estable, pero tiene sexo con dos hombres «que la rondan» y le ayudan en cosas de la casa. No quiere marido, solo alguien que pueda calmar su «deseo carnal». No es un pecado tener sexo con distintas personas, pero, para Yu «es un pecado tener sexo sin condón». Y en los últimos meses ella ha tenido que pecar.
Antes, en su policlínico —Yu es licenciada en Rehabilitación— conseguía condones en el departamento de promoción de Infecciones de Trasmisión Sexual: «de los buenos, de donación, “plateaditos” o Vigor Max para hombres que tienen mucha calidad y traen el lubricante». Pero en esas oficinas hoy «solo quedan afiches y folletos».
«A veces me da mucha risa entrar a una farmacia donde las paredes están llenas de carteles que promocionan el sexo seguro y el uso del condón, pero ahí desde hace meses no los venden», cuenta.
CONDONES CONDENADOS
Hoy el sexo protegido en Cuba es caro. En el mercado informal cada condón cuesta entre 15 y 60 CUP, un precio que va en aumento debido, en lo fundamental, al desabastecimiento prolongado.
En las farmacias o clínicas internacionales tampoco hay. Las ofertas en el mercado negro escasean también y, cuando están a la venta, a simple vista es posible identificar que son traídos del extranjero o «desviados» de donaciones de organismos internacionales como la OMS/OPS o el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
Precisamente la Unfpa, en agosto de 2020, donó a Cuba 501 120 condones masculinos, destinados a los servicios de salud sexual y reproductiva. La donación respondió a una solicitud de la oficina de la Unfpa en La Habana, debido a la demanda de métodos anticonceptivos en Cuba. Sin embargo, ese medio millón de preservativos es solo el 8 % de los aproximadamente 6 millones de condones que se usan en Cuba anualmente.
La mayor parte de los profilácticos que se venden en la red de farmacias del país son importados por la Empresa de Suministros Médicos (Emsume). Desde finales de 2019, el descenso de esas compras en el extranjero es la causa principal del desabastecimiento.
«Durante 2019, de un plan de 20 millones, solamente nos llegó por parte de Emsume 10 millones y algo, para un cumplimiento de un 53 %», declaró a Alma Mater Onecys Perdomo, directora comercial de la Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos (Emcomed), entidad encargada de la distribución en las provincias.
El Anuario Estadístico de Salud de 2019 reveló que, ese año, la cobertura total de anticonceptivos fue de 76.8 %, la cifra más baja desde 2004, cuando tuvo igual indicador. De hecho, desde 1995 la cobertura anticoncepcional no ha rebasado el 77 % de la demanda y los condones cubren apenas el 14 % de los métodos para evitar un embarazo: dispositivo intrauterino, esterilización femenina, inyectables y otros.
No es la primera vez que en Cuba ocurre una crisis de condones. En 2014 se debía a problemas con el etiquetado y fecha de vencimiento de aquellos que habían llegado de China.
En los últimos tres años la prensa oficial informó sobre la escasez de condones, cuya causa fundamental sería la disminución de importaciones: sea por las consecuencias directas del bloqueo de Estados Unidos o por la morosidad en la compra y planificación estatal.
En Cienfuegos, por ejemplo, en abril de 2018 la comercialización «se redujo en cerca de 176 905 unidades, alrededor de un 23 % menos que lo vendido durante los primeros cuatro meses de 2017». Mientras, en Pinar del Río la situación empeoró en el último trimestre de 2019, cuando se vendieron solo 595 760 unidades (cajas con tres condones) en el año, un 79 % del plan anual.
«Este producto —tan demandado y necesario—» de enero a octubre de 2019 estuvo disponible en la red de farmacias comunitarias. A partir de ese propio mes, la cobertura decreció, y alcanzaba solo para 18 días. En noviembre disminuyó a tres días, con presencia en apenas 29 de estos establecimientos. Cuando inició diciembre el producto escaseó totalmente… hasta ahora», explicó a Radio Guamá, Héctor Rodríguez, funcionario del departamento de medicamentos de la dirección de Salud Pública en Pinar del Río.
Reportajes en otras provincias como Santiago de Cuba, Villa Clara y Sancti Spíritus (SS), también denotan una escasez de condones a nivel nacional, que solo llega a cubrir en territorios como SS el 5 % de una demanda mensual de 334 500 preservativos.
CON CONDÓN O SIN CONDÓN
En una época no muy lejana los condones en Cuba se usaban como globos de cumpleaños, para la pesca, para producir vino, ligas para el pelo, usados para dar brillo y simular una especie de «barniz» para piezas de madera.
Alexis Mourelo, responsable del blog Open Mind sobre relaciones homosexuales y sexo seguro, en los últimos tiempos se ha visto en la disyuntiva de violar o no lo que predica.
«Hace un año compré “afuera” un paquete de 200 condones. Me quedan como tres. Me duraron mucho porque tuve un novio durante casi un año. Al principio sí lo usábamos, pero después nos hicimos pruebas los dos, estábamos sanos, había mucha confianza y lo hacíamos sin protección», comenta.
En un reportaje especial sobre el tema, la revista Alma Mater recomendaba, a través de una ilustración, reciclar los preservativos. Estos debían lavarse sin detergentes ni diluyentes, lo cual, al estar «probado electrónicamente», garantizaría su vida útil.
La idea de lavar los condones ha rondado la cabeza de muchos cubanos. Otros miran —medio en broma medio en serio— las jabas de nailon como opción.
Roger y Rocío tienen una relación estable, viven juntos en casa propia y no contemplan tener descendencia por el momento. La escasez no los ha alcanzado aún. El padre de ella, doctor residente en Portugal, les guarda los condones que le dan en su centro de trabajo.
«Los reservo para momentos de crisis», explica el novio, quien añade que la mayoría de las veces acuden al coitus interruptus ante la falta de un método más efectivo.
«He empezado a valorar el usar la tripa de chivo. Ese consejo me lo dio mi abuela. Dijo que los guajiros lo usaban antes. Hay que lavarla bien y ponérsela, aunque eso es más complicado y el chivo también está perdido», comenta entre risas.
Su situación no es de las peores. La monogamia hace viable el coitus interruptus, pero Llilena no puede siquiera contemplarlo. Se define como una mujer independiente y feminista que defiende su derecho a tener varias parejas sexuales; algo que, últimamente, le resulta difícil.
«La falta de condones es un problema grande. Una se expone a las enfermedades y a un embarazo no deseado. Yo, por ejemplo, ahora mismo no quisiera tener un hijo en las condiciones del país: la pandemia y los problemas económicos», comenta.
Según cuenta, a inicios del confinamiento tuvo «un susto». Unos dolores de ovarios muy fuertes. Corrió al médico para descartar un embarazo ectópico y en la puerta del hospital la recibieron explicando que todos los servicios estaban pospuestos por la COVID-19. Volvió a la casa sin ninguna respuesta.
«Es muy duro que te estén limitando de tener una vida sexual libre, que pareciera que esa escasez de condones es para incitarte: ¡Embarázate! ¡La natalidad en Cuba está disminuyendo!».
Magela es una mujer trans de Ciego de Ávila. A ellas también las afecta la escasez de condones. «Nosotras estamos expuestas a muchas enfermedades y eso de que “darse una ducha fría quita la calentura” es una gran mentira».
¿BARRERA SOLO ANTICONCEPTIVA?
Una investigación entre 2016 y 2017 reveló que para el uso del condón existen barreras socioculturales y estructurales identificadas con la persistencia de tabúes y cuestionamientos sociales, la baja percepción de riesgo en las mujeres con pareja estable, el desabastecimiento en las farmacias, entre otras.
Los resultados también demostraron que los preservativos comercializados en Cuba «resultan poco atractivos para gustos en particular, lo que no satisface las demandas en relación al género. El grupo de HSH —hombres que tienen sexo con otros hombres— demanda la compra de condones de diversos colores, sabores y textura, pues lo consideran más atractivo para las relaciones sexuales».
La inexistencia «de puntos de ventas no tradicionales (cafeterías, centros nocturnos, bares y otros) establecidos en años anteriores es una barrera para un mejor acceso del condón en horarios y lugares diversos», indica la investigación.
Entre las demandas insatisfechas también resaltan: la ausencia de condón femenino y lubricantes; la poca variedad del producto —solo se venden las marcas Vigor y Momentos—; la inexistencia de dispensadores de condones y de disposiciones legales que permitan la venta de condones en negocios no estatales.
En el momento del estudio, el precio subvencionado de los condones (1 CUP por caja) era uno de sus principales puntos a favor; sin embargo, con la escasez y el aumento del costo en el mercado informal, este indicador ahora también constituye una barrera para su uso.
Tamara García cuenta que durante su embarazo en 2020 tuvo que llevar sus condones a las consultas ginecológicas, fuera para ultrasonidos transvaginales o la cervicometría.
«La doctora me pidió que si tenía alguno lo llevara porque a ellos se les habían acabado. A veces usaban hasta guantes, pero por suerte yo tenía algunos condones guardados», recuerda.
Aunque en Cuba existe una voluntad por promover las relaciones sexuales protegidas, la «desaparición» de los preservativos atenta contra la prevención de embarazos no deseados e ITS, en cuyo tratamiento se gastan cifras millonarias.
El desabastecimiento de condones no permitirá un aumento de la natalidad —como algunos han sugerido—. Tampoco hará a los cubanos optar por la abstinencia.
«Cuando mi reserva se acabó, una amistad española me trajo de sabores y estuve resolviendo hasta ese momento. Después tuve que comprarlos a sobreprecio», cuenta el villaclareño Julián Ibáñez. «Me quedan tres y estoy pensando en lavarlos».
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