«Desinformado luces más bonito»: estas son las formas en que el Gobierno cubano intenta confundir sobre el mercado informal de divisas

En el último episodio de la telenovela conocida como Las Razones de Cuba que transmite la televisión estatal cubana, el ya predecible villano Humberto López volvió a apuntar contra elTOQUE. Como en toda mala ficción, el guion prefiere concentrarse en caricaturizar al antagonista en lugar de investigar la realidad.
Nada nuevo. El periodismo oficialista cubano ha demostrado una y otra vez su inclinación por el atajo. Prefieren repetir consignas antes que hacer preguntas, demonizar antes que explicar, y simplificar antes que investigar. El resultado es una cobertura que parece sacada de un manual viejo y bastante torpe de manipulación.
El objetivo no es informar a la ciudadanía sobre la realidad del mercado informal de divisas, sino sembrar confusión alrededor de la tasa que publicamos, un instrumento que miles de cubanos utilizan a diario para tomar decisiones tan elementales como enviar remesas, fijar precios o calcular cuánto realmente valen sus salarios.
Estas son algunas de las tácticas de desinformación que el Gobierno ha venido usando para desacreditar el trabajo del medio.
1. Ataque a la credibilidad: «son mercenarios»
Narrativa clave: «No son periodistas, son mercenarios pagados por el extranjero». Según esta narrativa y la cantidad de veces que se ha usado, en Cuba hay más mercenarios que marabú.
Cómo opera: Se desplaza la discusión desde los datos hacia las supuestas intenciones de quienes los publican. Se habla de financiamiento «oscuro», conspiraciones internacionales o agendas políticas ocultas. No faltan las menciones a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) para agregar color al mensaje.
Objetivo: Que el público deje de preguntarse si la tasa es correcta y empiece a preguntarse quién la publica. El mensaje no es «la cifra es falsa», sino «no confíes en quien la da».
2. Siembra dudas metodológicas
Narrativa clave: «Esa tasa no tiene sustento científico».
Cómo opera: Se exageran los posibles márgenes de error y fallos puntuales que presenta cualquier software (y sobre los que los desarrolladores siempre están corrigiendo y optimizando), se sacan de contexto los métodos de recopilación y se exige una precisión imposible para medir el mercado informal cubano. La información económica es de por sí compleja y difícil de entender, no hay mejor táctica que complejizarla aún más haciendo un ajiaco de conceptos que genera incertidumbre.
Objetivo: No demostrar que el dato es falso, sino fabricar incertidumbre y activar comportamientos del tipo: «quizás sea verdad lo que dice elTOQUE, pero quién sabe». La duda permanente se convierte así en un arma mucho más eficaz que la mentira directa, sobre todo cuando apela al casi extinto capital simbólico que todavía le queda a la Revolución cubana. ¿Cuántas veces has escuchado algo como: «Esto no tiene ningún sentido, pero la Revolución —y donde dice Revolución, puedes sustituirlo tranquilamente por el nombre del líder de turno que aún no haya caído en desgracia— sabe lo que hace»? Es el comodín perfecto que no explica nada, pero tranquiliza a muchos, sobre todo cuando se combina con altas dosis de apagones.
3. Uso de «expertos» oficialistas
Narrativa clave: «Especialistas afirman que la tasa es una manipulación».
Cómo opera: Se sientan economistas, matemáticos, programadores, astrónomos y hasta algún improbable fisco-químico, convenientemente alineados al discurso oficial, en estudios para simular un debate «plural». Allí se despliega un festín de tecnicismos diseñados para intimidar y desalentar cualquier pregunta razonable, no para explicar nada.
Objetivo: Construir una falsa autoridad: «Si los expertos lo dicen, debe ser verdad».
Si quieres identificarlos, chequea las credenciales de esos «expertos». Fíjate si ocupan cargos directivos en centros estatales o si dependen de estructuras oficiales o hacen negocios con ellas, y lo más probable es que tengan asignado un «compañero» que los atiende. En cuanto detectes alguno de esos detalles, recuerda que su conflicto de interés suele ser más grande que la Torre López-Callejas.
4. Saturación informativa: confundir, no convencer
Narrativa clave: Muchas versiones de una realidad coexistiendo.
Cómo opera: Se ofrecen explicaciones contradictorias, se publican historias tangenciales que distraen y se lanzan cifras e historias parciales que no cuadran entre sí. Se usan locaciones exóticas, por ejemplo, una conversación en un tren en Alemania, wow; llamadas misteriosas; compras de casas.
Objetivo: Agotar al público hasta llevarlo a pensar: «Todo es tan confuso que mejor no creer nada».
Esta técnica, central en la desinformación moderna, infantiliza a la audiencia por desgaste y no busca convencer, sino cansar. Y ya bastante cansancio tiene la ciudadanía cubana con los altos precios de los alimentos, el aseo, y la gasolina, y el transporte público, y todo lo demás que necesita un ser humano para sobrevivir.
5. Estigmatización moral
Narrativa clave: «Publicar esa tasa es irresponsable y daña al pueblo».
Cómo opera: Se acusa al medio por su servicio de la tasa referencial de provocar inflación, se responsabiliza de paso a los periodistas del desastre económico y se convierte un dato en una supuesta amenaza a la seguridad nacional. El Gobierno causa el problema, pero ahora resulta que el periodismo tiene el solemne deber de callar «por el bien de todos», vaya usted a saber exactamente de quién. En la lógica revolucionaria, nunca es el lugar ni el momento adecuado para cuestionar el status quo. Siempre hay una zafra que salvar, un bloqueo que denunciar o un enemigo externo al que culpar.
Objetivo: Cambiar la pregunta. No importa si la tasa es real; lo importante pasa a ser si «debería publicarse». Es el tránsito del debate factual al juicio moral. Solo porque periodista rima con terrorista no significa que sean sinónimos, ¡Humberto!
6. Altas dosis de chanchullo
Pero como todo en Cuba, hay tácticas que son genuinamente nuestras. Nada de copiar manuales extranjeros. Aquí cuando el aparato represivo anda corto de presupuesto o creatividad, se tira del recurso nacional por excelencia. El chanchullo ha sido una herramienta de desinformación desde los mismísimos inicios de la Revolución. Si algo ha sido siempre la Revolución es profunda, consistente y orgullosamente chanchullera.
El objetivo no es refutar datos ni desmontar investigaciones, sino atacar por dentro: debilitar la cohesión del equipo, sembrar sospechas entre sus miembros, generar aislamiento, minar la resistencia emocional, echar cizaña y promover rencillas internas. Nada como una buena bola mal contada para hacer daño sin gastar un peso.
¿Acaso no fue también el chanchullo, rebautizado históricamente como «falta de unidad», la causa fundamental del fracaso de todas nuestras guerras de independencia?
Y a pesar de todo este operativo, la realidad sigue siendo testaruda. Mientras exista un mercado informal, producto directo de una economía intervenida, cerrada y disfuncional, existirá una tasa de referencia. Negar su existencia no la hace desaparecer. Atacar a quienes la publicamos tampoco cambia el hecho elemental de que millones de cubanos necesitan esa información para sobrevivir. Desinformar siempre será más cómodo que explicar. Demonizar resulta infinitamente más fácil que asumir responsabilidades. Pero ni la propaganda televisiva ni los ataques personales pueden ocultar lo evidente. La tasa no existe porque la inventemos los medios independientes. Existe porque el sistema económico cubano la produce todos los días, con una regularidad que ya quisieran muchas empresas estatales.











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