El arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio nunca vino a Cuba, desapareció el mismo día que apareció Francisco en el Vaticano. Esta es la historia de un Sumo Pontífice argentino que surgió de la nada como un símbolo de cambio…y para no perder la costumbre papal, fue a Cuba.
Por: Harold Cárdenas Lema ([email protected])
Es 2010 y en la capital de Argentina, Buenos Aires, el arzobispo Bergoglio se enfrenta abiertamente al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Ninguno imagina que en pocos años serán aliados que se encuentren en La Habana. Difícil de creer esto último porque el primado no tiene reparos en comparar sutilmente a la presidenta con el diablo. Al parecer las exigencias de su cargo son muy distintas a las que tendrá en el futuro.
La relación presidencial con el arzobispo es tensa y de una distancia muy grande. Él centra su misa en la capital mientras Cristina recorre el país con sus simpatizantes católicos. Quien piense que esto es grave, no sabe que el próximo año se librará una batalla campal. 2011 es un período decisivo para los derechos civiles en la nación del tango, serán aprobadas dos leyes fundamentales que pronto crearán conflicto con la Iglesia y se lanzarán palabras al viento que son imposibles de borrar, a no ser que ocurra una intervención divina.
Cambiar la ley de Matrimonio Igualitario era tan sencillo como cambiar una palabra en el Código Civil, en vez de decir “mujer y hombre” debía sustituirse por “pareja”. La Iglesia convocó en contra pero sin mucho respaldo en la capital, se unió con las dos fuerzas religiosas de importancia: judíos y ortodoxos. Los tres se juntaron en una gran marcha un día antes de la votación en el Congreso pero ya el destino de la ley estaba sellado en una histórica maniobra política.
Cristina tenía prevista una visita al Vaticano con su comitiva esa misma semana. Sabiendo que se votaba la ley de Matrimonio Igualitario, hace un conteo entre diputados y senadores, el número necesario quedaba corto por dos votos. Invita entonces a dos senadoras de su propio partido, bastante conservadoras y que no votarían a favor. Como todo buen católico las señoras deben haber saltado de su asiento en alegría por la deferencia, aceptaron la visita al Vaticano deseosas de ver a Ratzinger y obviamente su respaldo a Cristina se manifestó muy pronto en sus dos votos que marcaron la diferencia.
Mientras Cristina está enfrascada en hacer pasar la ley, se filtra una carta del arzobispo Bergoglio a las monjas Carmelitas Descalzas donde calificaba la oposición al proyecto de ley como una “guerra de Dios” agregando que la posibilidad de que los homosexuales se casen era “una movida del diablo”, no es necesario especificar quién era el diablo. La respuesta de la presidenta no se hizo esperar, comparó la campaña de Bergoglio con “los tiempos de Inquisición y medievales” con el apoyo de su esposo. Después de perder esa batalla contra el peronismo y el kirchnerismo argentinos, cuando ocurrió la próxima batalla en la ley de Igualdad de Género, Bergoglio no se pronunció al respecto, se mantuvo muy reservado.
Quizás presentía que Dios tenía otros planes para él.
En 2012 Bergoglio desaparece y surge Francisco, el primer Santo Pontífice latinoamericano. Son días en los que la derecha argentina y regional se ven impulsadas, encuentran su beatificación ahora que tienen un aliado político en el Vaticano. La lucha contra los movimientos sociales en América Latina acaba de ser bendecida, en Argentina salen a las calles los opositores y el escenario es un polvorín porque Néstor Kirchner ha muerto recientemente, hay un espíritu militante muy activo.
En las sesiones del Gobierno interrumpe un senador conservador anunciando con rimbombancia que el nuevo Papa es argentino pero Francisco les tiene preparada una sorpresa. En su nueva posición de alcance global, el Pontífice tiene planes mayores que las rencillas latinoamericanas, debe recomponer una institución católica desacreditada que pierde cada vez más fieles en el mundo. Nunca bendijo a la derecha opositora argentina, ni siquiera ha visitado el país hasta hoy para no ejercer una determinada influencia política. Incluso se saca más fotos con oficialistas que opositores y remedia la relación con Cristina.
Entonces, sin existir un acuerdo explícito, ha recibido más de siete veces la presidenta kirchnerista y las entrevistas que usualmente son de media hora él las transforma en conversaciones con ella de tres o cuatro horas.
Si un día alguien dudara de su castidad, ya tendríamos a la primera sospechosa.
Francisco ha modificado mucho la visión sobre cuál es el destino de la Iglesia Católica y ha beneficiado los vínculos entre creyentes y no creyentes.
Cuando Bergoglio marchó al Vaticano un importante periodista argentino denunció que en el pasado éste había tenido implicación en la dictadura. La veracidad de esta afirmación todavía está en discusión. Algunos dicen que es cierto y predecible por la actitud del catolicismo argentino en la época y la buena reputación del periodista que denuncia. Otros reclaman que es falso, incluso pidieron perdón por haberlo acusado, como las Abuelas de Plaza de Mayo. Quizás la acusación no ha proliferado para no afectar a un Papa progresista según los estándares católicos, o sencillamente no sea cierto.
El Papa Francisco que visitó Cuba tiene un pasado imperfecto, como lo tuvo Juan Pablo II al enfrentarse a los movimientos de izquierda y la Teología de la Liberación. Igual es recibido con toda la hospitalidad que nos caracteriza y un poco más, nunca conocimos a Bergoglio pero sí a Francisco el mediador del conflicto entre Cuba y Estados Unidos. Su visita tuvo también el incentivo de ver a Cristina Fernández llegar a La Habana repitiendo lo que dijo al mundo en la Cumbre de Panamá y los cubanos sabemos bien: nadie nos ha regalado nada.
Hace unos meses recogiendo cajas viejas en casa, encontré unos papeles amarillos escritos a máquina, era la autobiografía de mi padre. Un testimonio así en primera persona es un autorretrato detenido en el tiempo, un insecto atrapado en ámbar que alcanza a toda la sociedad. En esa descripción personal aclaraba que no tenía “absolutamente ninguna tendencia religiosa”. ¡Cuánto tiempo ha pasado desde entonces! Ahora que el Sumo Pontífice termina su visita a Cuba, le doy la bienvenida a Francisco y un agradecimiento por su apoyo en eliminar el bloqueo cubano y acercar ambas naciones. Bergoglio, por suerte, quedó en una catedral de Buenos Aires.
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