Bajó de un auto clásico rojo, impoluto, de los años 50 y su hijo le ofreció la mano en un gesto como salido de una película de época. Van juntos del brazo, presumiéndose el uno al otro, con una complicidad habitual que solo rompen los domingos, cuando pasan de ser mejores amigos a convertirse en los mayores contrincantes en la mesa de dominó.
—Él juega muy bien —dice Haila.
—Ella gana más, pero yo se la pongo difícil —replica su hijo Haned.
Haila María Mompié quiso a Haned mucho antes de que naciera. Con solo 15 años ella perdió a su papá, a su «alma gemela», y más de una vez se sorprendió hablándole a sus fotos, pidiéndole que algún día llegara un niño que llenara ese vacío. No tenía prisa por tenerlo, pero sí un profundo deseo de que fuera varón y se pareciera a su padre.
«En el año 2000, durante una gira por Estados Unidos me comencé a sentir mal —cuenta la artista—, notaba que mi cuerpo estaba cambiando y hasta empecé a hacer ejercicios. Finalmente, me hice un test de embarazo y descubrí que Haned venía en camino».
Un bebé en la familia
«Una de las primeras cosas que hice cuando lo supe fue llamar a su papá —recuerda Haila—. Por aquellos días él estaba en Europa de gira con la Charanga Habanera. Aned tenía 25 años, estaba en un momento importante de su carrera, y yo le pedí que no considerara mi embarazo una atadura. Todo el tiempo hablé yo y él se mantuvo callado. Después de eso hubo una pausa silenciosa y de repente siento un grito: “¡¡¡¡Charangueros, voy a ser padre otra vez!!!!”. Para nuestra familia y amigos fue una gran alegría».
Haned creció entre instrumentos musicales. Los repartía entre sus abuelas y armaba una banda en la cual él tocaba el bongó. Siendo apenas un niño comenzó a estudiar percusión, pasó también una etapa en la que quiso alejarse de la música, pero hoy emplea gran parte de su tiempo haciendo arreglos y escribiendo canciones.
«Sobrellevar su adolescencia fue un poco complicado. A pesar de su pasión por el arte, se sentía agobiado por las tareas escolares y las clases de música que llevaba a la par. Decía que lo estábamos obligando, y nosotros, sin presionarlo, intentábamos que no renunciara a ello, para que no se arrepintiera luego», explica Haila.
Haned ahora sonríe con aquellas historias. Ya es mayor, terminó la escuela y ha fundado su propio grupo de música urbana: «Ella siempre ha sido muy comprensiva conmigo, incluso cuando decidí dedicarme a este género en lugar de continuar la percusión o irme a estudiar a alguna universidad de artes. Intentaba mediar entre papá y yo. Él era muy exigente conmigo y a veces se empeñaba en que imitara a mi hermana mayor, que es muy estudiosa y aplicada. En el plano profesional es igual, sus comentarios siempre son muy constructivos y me alienta a hacer todo lo que yo quiero», dice Haned sobre su madre.
¿Es difícil ver crecer a un hijo?
Durísimo —sonríe Haila—. Yo necesito hablarle todos los días, discutir con él, verlo comer como cuando era pequeño. Lo extraño mucho desde que vive con su novia, pero he tenido que entender que una cría a los hijos también para los demás. Me reconforta saber que está bien, en una casa con gente buena que lo quiere.
A los seis meses de nacido tuve que dejarlo con mi mamá y su tía para salir de gira. También me he pasado una gran parte de su infancia y su adolescencia en viajes de trabajo. Me perdí muchas etapas suyas, y él tuvo que aprender rápido a comer o vestirse solito. Por eso soy tan cariñosa con él, tan guatacona, tan obsesiva, porque cuando lo tengo al lado intento darle todo el cariño que le ha faltado, y no separarme de él. Me alegra saber que, a pesar de esas ausencias, es un hombre bueno, al que hemos educado bien y que comprende los sacrificios que hemos hecho por su propio futuro.
Haila y Haned. Foto: Marcos Evora.
Haned, ¿qué consecuencias positivas y negativas te ha traído ser hijo de dos músicos famosos como Haila y Aned Mota?
Cuando estudiaba música, los profesores me exigían el doble porque sabían que venía de una cuna musical. Tenía que esforzarme para hacer las cosas bien y demostrar que nadie me estaba regalando algo. De hecho, mis padres siempre han tratado de mantenerse al margen y de no meter las manos en mi carrera.
Incluso ahora, que creé mi propio grupo de género urbano, me ha resultado difícil encontrar puertas abiertas dentro de Cuba: las productoras independientes muchas veces hacen contratos con más artistas de los que verdaderamente pueden asumir; los engavetan, no les dedican el tiempo que llevan o no les ofrecen convenios justos. Como ellos saben que mis padres conocen del tema, prefieren no mezclarse con mi trabajo. Por fortuna, fuera del país he tenido más suerte: hace poco firmé un contrato con la disquera de Nicky Jam, y saqué mi primer sencillo.
Pero las cosas positivas son muchas más: la forma en la que me tratan; sus críticas y exigencias que me hacen ser mejor; el apoyo que siempre me brindan, sobre todo mi mamá, que es mi mayor fanática.
De madre a madrina: Sonando en Cuba
Después de haber visto a Haila en el programa Sonando en Cuba, más de un televidente ha confesado que no conocía su faceta sentimental. «Pero yo siempre he sido así —confiesa ella—. Aunque es cierto que, por las edades y el amor por la música, en la mayoría de los muchachos vi a mi propio hijo, y por tanto me identifiqué con ellos.
»Yo no tuve la oportunidad de participar en un concurso como ese y me hubiese gustado. Me apasionó la idea de que jóvenes pudieran crecer y darse a conocer en un reality de esa magnitud. Varias de las orquestas de primera línea del país se beneficiaron con el programa, no pocos de esos muchachos hoy están en otros lugares del mundo y llevan consigo su música. Me siento orgullosa de haber sido “madrina” de algunos de ellos y de haber apoyado a otros aunque no fueran de la región que yo tutoraba.
»No sé si será por mi instinto maternal, pero me encanta ayudar a la gente joven y talentosa. Es una responsabilidad de los artistas más consagrados ayudar a que estos muchachos crezcan profesionalmente y amplíen el patrimonio musical de este país».
Haila y Haned. Foto: Marcos Evora.
Los cómplices
Si algún día hicieran un dúo, seguro se llamaría Los cómplices, o algo que describiera su química especial. A gusto de Haila sería de música popular bailable, y a elección de Haned, probablemente de reguetón; pero el resultado sería el mismo, el único que puede salir cuando el cariño sobra.
«Yo fui su primera novia, su primera amiga, la primera mujer que él conoció en su vida. De mí creo que sacó la ansiedad, el desespero por que todo salga a la primera, pero también la tenacidad y la capacidad de enfocarse en lo que quiere hasta que lo logra. Nos parecemos en muchos aspectos y por eso nos entendemos tan bien».
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