No nos quedaban 100 bueyes para sacrificarles a Zeus. Nos sobraba un ministro, vice primer ministro, en realidad. No sé si tan pesado como 100 bueyes, pero bastante jugoso sí que era. El ministro de Economía es un buen ministro para sacrificar, aunque la economía cubana no tiene mucho jugo que exprimir ni de dónde sacarle un poco de manteca para contentar a los golosos dioses del Olimpo.
No sabemos nada de Gil. Su sacrificio no detuvo las protestas del 17 y el 18 de marzo de 2024. El sacrificio de la gran res no calmó la falta de «corriente y comida» que sufre el empobrecido pueblo de Cuba de punta a cabo, figurada y geográficamente dicho.
Se me ocurrió la siguiente imagen. El ministro Gil tocando la bola en un juego de béisbol para adelantar al corredor de primera. Sacrificio de Gil, es lo que sería.
Los griegos y romanos —que representaban a la humanidad cuando los dioses vivían en el penthouse del monte Olimpo— en una recholata divina a imagen y semejanza de la gozadera grecolatina, fueron condenados por Zeus —a quien llaman Júpiter en el barrio romano— a darle manteca de animales a los dioses en sacrificio porque el gracioso de Prometeo lo había cogido para sus cosas dándole la mala con la mitad de una res sin carne.
Cuenta Hesíodo, en la Teogonía, que Prometeo dio a elegir a Zeus entre dos mitades de un gran buey, pero antes había urdido una trampita. En una parte había puesto la carne y las vísceras escondidas dentro del vientre del animal y en la otra solamente quedaban huesos cubiertos por apetitosa grasa, lo que confundió al Tronante, que escogió la mitad sin carne dentro.
Zeus, encabronado —como casi siempre se encontraba cuando no estaba raptando a una doncella o a la esposa de alguien— condenó a los seres humanos a quemarle grasa a los dioses en sacrificio, pero antes les prohibió usar el fuego, mas, la historia del robo con el que respondió Prometeo es para otro escrito.
La hecatombe es un gran sacrificio, 100 bueyes específicamente, aunque Homero rebajó la cantidad de animales en la Ilíada e introdujo ovejas, seguro por la escasez producida por el bloqueo; Troya estuvo bloqueada mucho antes que Cuba, por cierto.
En Cuba somos carne de sacrificio de nacimiento. Cuando nos ponen el nombre y nos inscriben en el Registro Civil correspondiente quedamos con el apellido Sacrificio. Nos vacunan contra más de 13 enfermedades y nos inoculan también el sacrificio. Para nosotros, nuestra grasa y nuestros huesos son para los dioses, desde siempre.
Las hecatombes nos son familiares, dígase los sacrificios masivos. Al ministro Gil lo han sacrificado. Lo han llevado a la fría losa mugiendo, pero ahí está, representándonos ahora por la falta de 100 bueyes que le saquen las castañas del fuego al Gobierno cubano.
Yo soy Gil, pero no tanto como para creerme que elTOQUE produce la inflación en Cuba. Gil no era tan Gil, porque fue un tiempo considerable un hombre poderoso, o eso parecía, no sé. No sabemos nada o nunca lo supimos.
Pero lo que sí sabemos es que la hecatombe cubana es constante. El matadero no cierra y la carne de sacrificio no es para que el pueblo coma, sino para que se alimenten los dioses, que ahora viven en el monte Siboney y zonas aledañas.
Pero a los dioses hay que recordarles que los Prometeos y Prometeas han seguido naciendo. A los pueblos no se les engaña ni se les pisotea para siempre. En la próxima hecatombe no iremos tan contentos a ser inmolados ni tan entusiastas ni tan convencidos. Hemos decidido, por miles, el sacrificio de la emigración, el sacrificio que significa enfrentar el autoritarismo marchando, gritando, resistiendo. Muchos hombres y mujeres han preferido el sacrificio de la cárcel, del destierro, de la persecución, del acoso y del asedio porque al menos así podemos decidir a quién le brindamos nuestros huesos.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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