El valor del dólar en el mercado informal cubano sigue aumentando. En junio sobrepasó la marca de 200 pesos y en julio aceleró el ritmo de valorización, junto al euro y el MLC. Un nuevo argumento comienza a emerger para explicar la recargada tendencia en las tasas de cambio, asociado a la demanda de divisas que proviene de las mipymes para importar bienes.
La operación de traer contenedores de productos de diferentes latitudes, venderlos en el mercado nacional en pesos cubanos, y usar estos pesos para comprar dólares y poder reabastecerse y cerrar el ciclo parece estar alcanzando proporciones crecientes en el mercado informal de divisas.
Una vez más, las mipymes se ubican en el centro de la polémica. Hace tan solo unas semanas las redes sociales se inundaron de debates, artículos y comentarios con diversas visiones sobre su contribución económica, sus lazos familiares con el poder, su relevancia para el cambio político y su relación con la inflación galopante que agobia al país.
Ahora, nada más y nada menos, las mipymes aparecen como las responsables de acelerar la depreciación del peso cubano, un tema de alta sensibilidad para la vida cotidiana de los cubanos y con notables consecuencias para el funcionamiento de los mercados y las finanzas domésticas.
En los puntos anteriores, la mayoría de los economistas hemos tratado de argumentar a favor de la relevancia económica de las mipymes, de explicar las causas raíz de la inflación y de llamar la atención sobre la diversidad en la composición del sector. Ante esta nueva acusación, el análisis económico difícilmente las pueda declarar inocentes. Sin embargo, existe un grupo de circunstancias atenuantes que deben ser consideradas para ser complemente justos en la sentencia.
Los desequilibrios externos y la economía «sucia»
Traer contenedores importados para vender en el mercado doméstico es una parte normal y necesaria en cualquier economía. Las operaciones de importación conllevan un cambio de monedas, a no ser que el mercado doméstico esté completamente dolarizado. No es el caso cubano, en el que existe una dolarización parcial.
Las implicaciones para la tasa de cambio de estas operaciones dependen de varios factores, en gran parte relacionados con los equilibrios externos e internos de la economía.
Las importaciones, y la compra de divisas que lleva asociada, no tendrían que depreciar la tasa de cambio si la balanza de pagos anda bien; es decir, si están entrando divisas suficientes por la vía de las exportaciones, las remesas o el financiamiento internacional.
Es conocido que la balanza de pagos cubana viene acumulando desequilibrios desde antes de la pandemia de COVID-19. Las exportaciones han venido cayendo de forma sistemática desde 2014 por el efecto de la crisis venezolana, el aumento de las sanciones, la propia pandemia y por la ausencia de reformas para estructurar un esquema sostenible de inserción internacional apoyado en la competitividad de las industrias y no en alianzas políticas.
En medio de la actual crisis de balanza de pagos, que produjo la caída en 50 % de las exportaciones, el Estado cubano dejó de pagar las deudas internacionales, una vez más. Sus empresas y bancos han ido perdiendo de manera creciente la confianza de los proveedores y acreedores externos.
Las mipymes privadas nacen en medio de este escenario y se autoriza que comiencen a participar en operaciones de comercio exterior; lo cual es un paso crucial para transformar el anquilosado e ineficiente sistema monopólico estatal.
El sector privado lo ha logrado a pesar de no tener toda la experiencia, sin acceso formal a financiamiento y a divisas, con las limitaciones que le imponen las sanciones del Gobierno de los EE. UU., y sin contar con el apoyo directo de un sistema de pagos a través de los bancos. Las mipymes han sabido organizarse, han instrumentado canales alternativos y han asumido riesgos para hacer llegar al mercado doméstico bienes internacionales que permiten paliar (parcialmente) la escasez crónica en que se encuentran los mercados nacionales.
De todos los ingredientes que conforman el inusual contexto en el cual las mipymes realizan las importaciones, se debe hacer énfasis en la falta de acceso a divisas del mercado formal.
Cuando las empresas estatales realizan operaciones de importación, reciben las divisas desde los mecanismos de asignación centralizada del Estado. Las divisas del mercado formal provienen de las exportaciones de níquel, de azúcar y de otros bienes primarios, del turismo, de la exportación de servicios médicos y del financiamiento internacional. Todos estos ingresos han sufrido una caída enorme. El mercado formal de divisas ha estado operando en un creciente desbalance.
Las divisas que el sector privado obtiene por la vía del mercado formal son irrelevantes financieramente comparadas con el valor de sus importaciones. Por tanto, lo que ha sucedido es una descarga de una parte importante de la demanda de divisas del mercado formal, y un traspaso al mercado informal. Los contenedores que antes se pagaban con dólares del mercado formal ahora tienen que buscarse en la economía «paralela, sumergida y sucia».
La informalidad es un lastre para el desarrollo económico de cualquier país y tiene que ser objetivo de las políticas públicas detenerla y revertirla. Pero antes de lanzarle regulaciones, inspectores, policías y discursos, hay que ser objetivos y transparentes al explicar sus causas y actuar sobre estas en primera instancia.
La economía paralela no se puede analizar al margen de las deficiencias de la reforma monetaria de 2021 y los desequilibrios externos e internos. En ello el Estado tiene una altísima responsabilidad debido a su presupuesto desbalanceado, sus cientos de empresas inviables y su renuencia a ampliar las reformas estructurales.
La reestructuración del comercio exterior con mayor participación del sector privado, aun cuando fue una decisión tomada en un momento de desespero y sin alternativas, es una reforma que debe perdurar. Pues favorece la competencia y diversifica y amplía los canales de acceso al mercado internacional. Es un botón de muestra de lo que puede lograr la iniciativa y el emprendimiento privado incluso en un escenario adverso.
Hay muchos temas que faltan por regular y organizar en esta apertura. Ayudaría mucho que la Administración Biden introdujera los cambios en las sanciones que se han sugerido para favorecer el sector privado cubano. Es indispensable que el Gobierno cubano acabe de implementar el Programa de Estabilización Macroeconómica. Más competencia, menores barreras a la entrada y mayor formalización influirían en menores márgenes comerciales.
Los desequilibrios internos y el ciclo inflación-depreciación
El principal desequilibrio interno que presenta la economía cubana es la diferencia entre los ingresos y egresos en el presupuesto del Estado. Desde 2015 el déficit fiscal siempre ha estado por encima del 5 % del PIB (lo recomendable es un déficit menor al 3 %). En 2017 y 2018 superó el 8 % del PIB, en 2020 llegó al 17.7 %, y en 2021 y 2022 se mantiene por encima del 11 %.
Este exceso de gastos del Estado se financia en su mayoría con emisión de dinero desde el Banco Central (monetización), lo cual trae como resultado un incremento excesivo de la liquidez monetaria. Más dinero en circulación con menos producción nacional genera dos efectos. Primero, el exceso de demanda interna impulsa los precios domésticos al alza. Segundo, incrementa las importaciones, la demanda de divisas y deprecia la tasa de cambio.
El primer efecto es bastante conocido, pero el segundo efecto es muchas veces obviado y ayuda a explicar lo que viene sucediendo con las mipymes y la tasa de cambio del mercado informal.
Más pesos cubanos en circulación inflan artificialmente la capacidad de compra de contenedores de bienes importados. Una vez que las mipymes venden sus mercancías en pesos, y salen a buscar las divisas de regreso, ocurre el choque con la realidad financiera: no hay tantos dólares en la economía para satisfacer tal demanda de bienes importados.
¿Cómo se produce el ajuste? Se encarece el dólar y así se ponen en orden las cosas. Los valores nominales se ajustan a los valores reales que corresponden con la verdadera situación de la economía, los ingresos de los hogares y la balanza de pagos. La tasa de cambio paralela nos informa todos los días cuán pobre es el país en términos de dólares.
Una inflación fuera de control nutre un continuo ciclo de interdependencia con la depreciación de la tasa de cambio. La depreciación del peso aumenta los costos de los bienes e insumos importados, lo cual se traspasa a los precios de los consumidores finales. A su vez, más inflación incentiva a las mipymes a seguir trayendo contenedores para venderlos en el mercado nacional y tomar ventaja de los altos precios. Más importación es más demanda de divisas y más depreciación. Y el ciclo se repite.
La persistente y alta inflación ha venido anulando la depreciación real de la moneda nacional que se produjo al inicio de la reforma monetaria de 2021, lo cual reduce el potencial efecto positivo sobre las exportaciones y la sustitución de importaciones.
Dicho de otra manera, cuando los precios internos crecen (inflación) a un ritmo más alto que la tasa de cambio en el mercado informal (depreciación), el incentivo que tienen las mipymes no es producir, exportar y sustituir importaciones, sino inundar el mercado doméstico de bienes importados. El precio al que venden los productos en pesos está creciendo más rápido que lo que le cuesta importarlo al valor de las divisas. La inflación galopante permite a las mipymes obtener ingresos en pesos en el mercado doméstico con los cuales luego salen a comprar las divisas «a cualquier precio» y de esta forma inflan el valor del dólar.
¿Cómo se rompe el ciclo? Atendiendo a las causas raíz de la inflación.
En la última sesión de la Asamblea Nacional los diputados reconocieron que la solución a la inflación viene por el lado de la producción y la disminución del déficit fiscal. Expresaron que las medidas económicas son más sostenibles que las administrativas. Pero luego aparecieron declaraciones de los líderes políticos que meten miedo a cualquier empresario que quisiera hacer una apuesta productiva en la economía cubana. Por otra parte, no se identifican propuestas sustanciales desde los ministerios de Agricultura y Economía y Planificación para impulsar la producción.
Como pintan las cosas, a la tasa de cambio informal todavía le queda un largo trecho por recorrer. En el recién estrenado boletín del OMFi le damos seguimiento al mercado de divisas cubano, a la inflación, y a los desequilibrios y políticas determinantes. Sirva este análisis como una invitación a la suscripción (sin costo) a todos los actores que se sienten afectados y quieran participar en los espacios de intercambio que estamos organizando.
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