Surrealismo tropical: la UJC censura a la UJC

Surrealismo tropical: la UJC censura a la UJC

26 / octubre / 2023

En la Cuba del castrismo cada vez hay más muestras de que es imposible «transformar» —desde dentro— las dinámicas de un modelo de Estado en el que cualquier «disidencia» se considera traición. Mucho más si esa disidencia proviene de las filas de a quienes el poder le ha atribuido como principal misión la obediencia y no la crítica.

Un ejemplo claro y reciente de la realidad insular tiene otra vez a la revista Alma Mater como epicentro. «Por decisión de las instancias a las que pertenece la publicación», la revista retiró un texto de Josué Benavides Esteva, secretario Ideológico del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de la Universidad de La Habana (UH).

El texto que Alma Mater eliminó fue republicado con posterioridad en el blog La Tizza, sitio que ofreció las teóricas y escuetas justificaciones de la censura.

El artículo de Benavides Esteva está motivado por los «resultados» de la Asamblea de Balance de los núcleos de la UJC de la Universidad de La Habana y ofrece, como descubrimientos científicos, realidades cubanas evidentes desde hace muchos años. Reconoce que la capacidad de convocatoria y de movilización del ala juvenil del Partido Comunista de Cuba es tan ficticia como el apoyo multitudinario y unánime de la ciudadanía al proyecto socialista cubano.

El reconocimiento de lo evidente es lo que, probablemente, haya motivado la censura.

Benavides Esteva reconoce que la UJC improvisa durante todo el año actividades que no son relevantes para muchos militantes. Afirma que el estudiantado denomina las actividades «rayos», «tiñosas» o «candelas» y piensa que persiguen llenar parques y plazas «asignando militantes». Asegura, además, que las actividades son convocadas muchas veces con «urgencia» y la convocatoria solo persigue un objetivo: «cumplir la cuota, llenar el parque, poner gente». 

No hay nada nuevo ahí. Lo nuevo hubiese sido que se reconociera que el papel de las organizaciones políticas al interior de las universidades cumple el rol de movilizar a través del control y la estigmatización. La pertenencia o, al menos, el apoyo a las políticas y actividades promovidas por las organizaciones políticas (la FEU o la UJC) son un requisito para la continuidad de estudios, en tanto esas organizaciones representan a la «Revolución» y hay una política declarada de que la universidad es solo para los «revolucionarios»

La pertenencia y el apoyo a las propuestas de las organizaciones políticas —que, de acuerdo con el principio leninista, transmiten las decisiones del Partido— garantiza una mejor ubicación laboral al finalizar la carrera. La asignación de plazas para cumplir el servicio social se basa en un sistema de «integralidad» que pondera la participación y la integración política y no solo resultados académicos. Sin embargo, nada de lo anterior se menciona en el texto censurado. 

El análisis retirado de Alma Mater reconoce —prácticamente sin decirlo— que la apatía y la desconexión de la juventud cubana con las formas tradicionales de hacer política son parte del panorama que enfrentan a diario.

El texto en sí mismo no es relevante porque contenga reconocimientos tibios de una realidad que cada vez pueden ocultar menos. Lo relevante es la censura, en tanto demuestra la fragilidad de las estructuras cubanas que no pueden permitirse ni siquiera la exposición pública de una realidad que quieren negar u ocultar. 

Más allá de la censura, el texto de Benavides Esteva pudo haber pasado sin que nadie supiera que lo hizo. El artículo reproduce el mismo discurso burocrático que identifica el problema, pero que evita describirlo coherentemente y, por esa razón, no ofrece soluciones.

Por ejemplo, el texto reconoce que la categorización de las actividades de la UJC de «tiñosas» y el rechazo del estudiantado no es resultado de la falta de identificación de los jóvenes con la propuesta, sino de «la ausencia de reflexión» de los líderes o convocantes «acerca de su efectividad e implicaciones para la militancia». O sea, la causa del mal no es la desconexión creciente entre militancia y organización, sino la falta de reflexión de la dirigencia y la convocatoria excesiva.

La incapacidad de la UJC y de las organizaciones políticas cubanas para generar movilizaciones conscientes y voluntarias no es un tema de falta de reflexión. Es un tema de desconexión. La gente no cree en un modelo y una propuesta que desde hace mucho tiempo dejó de moverles.

Pero la conclusión anterior no la pueden decir los militantes (con ansias de reformas) que son capaces de diagnosticar el problema —aunque no lo describan—. No la pueden decir porque la única solución para el problema es la transformación total del modelo de participación política y eso es impensable en la Cuba actual —en tanto es impensable que pueda publicarse en la prensa controlada por el Partido Comunista una reflexión que se atreva a esbozar mínimamente la problemática—. 

Por eso, los militantes reformistas, para cambiar la realidad que perciben, solo pueden proponer las mismas recetas de siempre: continuar trabajando en la formación de los militantes y el diálogo para repensar la organización y los métodos de movilización.

No obstante, el texto censurado contiene algunas ideas que simbolizan el carácter reaccionario y el miedo al cambio propuesto desde abajo que muestra el poder real en Cuba. Un poder que recibe desde todos los flancos —incluidas sus estructuras— señales de la grave crisis política que enfrenta, pero que prefiere aferrarse al control por medio de la fuerza o de los privilegios antes que tolerar un proceso de transformación (desde la base) que puede escapársele de las manos.

El texto censurado reconoce que uno de los resultados de la Asamblea de Balance de la UJC en la UH fue que los delegados, lejos de reconocer el típico «estaremos para lo que haga falta», decidieron que lo primero era «recomponer las fuerzas a lo interno de la universidad, para luchar por una organización que “enamore”, movilice y comprometa».

La decisión de repensar individualmente cuáles son las necesidades de la base antes que las instrucciones de la jerarquía es suficiente disidencia para el régimen cubano. Incluso si no sugiere absolutamente nada nuevo o disruptivo para lograrlo. 

El texto no propone algo extraordinario para enamorar, movilizar y comprometer. Al contrario, en esa parte fundamental apuesta por el lenguaje burocrático que utiliza centenares de palabras para terminar sin expresar una idea concreta. 

Lo que proponen los delegados a la Asamblea de Balance de la UJC en la UH para cambiar la realidad que enfrenta la organización es «transformar las dinámicas internas de la organización mediante la revisión de las estructuras de base, la unificación de militantes dispersos, la proyección internacional, la automatización de procesos básicos y la socialización oportuna y transparente de la información». Asimismo, aumentar la formación política a través de escuelas políticas, comisiones político-ideológicas, espacios de debate y vínculos políticos entre universidades y centros municipales y provinciales. Por último, y mucho más poético, propone «narrar la vida militante» mediante la creación de mecanismos de difusión de información, la producción de análisis políticos y la diversificación de formatos y contenidos de la organización.

Sin embargo, la realidad del modelo que defienden termina entrampándolos. La censura de ideas básicas e inofensivas para la reproducción del sistema político cubano demuestra la imposibilidad de promover análisis políticos diversos sin la venia del poder real.

Al final, el texto censurado termina por ofrecer argumentos para defender la intrascendencia del debate que propone. El artículo asegura que uno de los principales problemas es que el estudiantado percibe la UJC como una organización que «no da nada». Pero el método para resolver el diagnóstico es lapidario: la UJC no tiene por qué dar algo.

Con soluciones así, no hay mucho más que discutir.


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