Agradezco que me hayan invitado a esta reunión, pero me parece excesivo se discuta en su núcleo del Partido la reciente intervención anglosajona de Canel en Namibia. Lo dice alguien que desde hace más de tres décadas tiene como responsabilidad estar al frente del Departamento para el Buen Uso de Idiomas, Dialectos y Jergas Comunes por parte de los Dirigentes Cubanos. Accedí a mi cargo en época tan gloriosa como aquella en que libramos en el Palacio de la Revolución la batalla por el sexto grado, y mi estrecho vínculo con funcionarios de la talla de Esteban Lazo me hace poseer conocimiento de causa sobre el asunto que tratamos hoy.
Me honro acompañar al primer secretario en sus visitas al exterior. Estuve a su lado en el vuelo sobre el Atlántico para arribar a continente africano y cumplir con las visitas a Angola, Mozambique, Sudáfrica y Namibia. Mucho se habla en las redes sobre la improvisada intervención de nuestro presidente en esta última, mas no hubo tal improvisación. Mientras otros integrantes de la comitiva jugaban cubilete o se conectaban a El Toque para averiguar a cuánto estaba el dólar namibio en el mercado informal, Díaz-Canel no hizo otra cosa que ensayar su mensaje de agradecimiento al mandatario de Namibia, Hage Geingob, por la invitación a participar en el acto conmemorativo por el Día de los Héroes. Me había trasladado desde mucho antes su intención, como gesto tierno ante su par namibio, de pronunciarlo en un inglés parecido al que balbuceó Geingob cuando todavía gateaba en su Grootfontein natal. Nadie puede cuestionar que por poco lo logra.
Muy cerca de esa ciudad del noroeste de Namibia yace el meteorito Hoba, la masa de hierro más grande que existe en la superficie del planeta. Yo alerté al presidente de que, con su obsesiva manía de pretender comunicarse en inglés podía caer en Namibia más pesado que ese bólido intergaláctico, pero es conocida la creatividad resistente que se manda su resistencia creativa. Innovador como es, me respondió que, aun a riesgo de hacer un papelazo —nadie puede cuestionar que lo logra con creces cada vez que se lo propone—, confiaba en que pocos namibios iban a darse cuenta de su absoluta ignorancia idiomática. Me explicó que en ese país, ocho veces mayor que el nuestro, solo el siete por ciento de la población habla el idioma de nuestros bloqueadores del norte, y que si a eso agregamos que tienen cinco veces menos habitantes que nosotros y que la densidad poblacional es de solo 2,5 namibios por kilómetro cuadrado, era poco probable que alguien se tomara el trabajo de hacerle caso.
Pero ahí están las redes sociales, que no desaprovechan la ocasión para burlarse de nuestro indiscutible jerarca. Es cierto que Canel es prolijo en brindar ocasiones, pero debo decir a su favor que esta vez fue conciso, y que además aceptó mi sugerencia de no introducir llamados al incremento de la producción agrícola —uno de los sostenes de la economía namibia— que pudieran tomarse como injerencia en los asuntos internos de ese país del África meridional. De ahí que suprimiera la frase «Lemon is the base of everything».
No se dice nada del inmenso arrojo, de la valentía a toda prueba del esposo de Lis Cuesta, atenta siempre a las ocurrencias de su marido. Porque, compañeros, aquello era una parada y desfile militar, y el primer secretario del PCC pronunció sus palabras en inglés a riesgo de una rebelión de incalculables consecuencias. Hay que entender que cualquiera, en su caso, se hubiese sentido confundido y nervioso si de pronto le anuncian que van a entregarle la Orden de la Antiquísima Welwitschia Mirabilis y nadie le traduce qué rayos significa eso en rukwangali, oshiwambo o cualquiera de los dialectos locales.
Puedo admitir que nuestro presidente, con su inglés chapurreado, puso en solfa no solo unas relaciones políticas con Namibia que se hicieron más estrechas en la lucha común contra el apartheid, sino en coincidencias como la agricultura de subsistencia, la desigualdad de ingresos, el ganado muerto, una menor cantidad de exportaciones y el colapso de los sistemas de energía, aspectos que justifican el viaje y en los que se intercambiaron experiencias. Pero es extremista la intención de sancionarlo a que instale en su celular y tenga sesiones diarias de la aplicación Duolingo. ¿Qué otras barrabasadas podremos esperar de él si se le ocurre probar, en aras de congraciarse con potencias emergentes del Brics, con los idiomas ruso, chino e indio?
En aras de sacar provecho del asunto que nos ocupa, pido que dejémonos de dedicarle demasiado tiempo a la intervención en inglés de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, que aquí lo verdaderamente preocupante son sus discursos en español.
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