Imbuidos por el espíritu de la consigna que acompaña las celebraciones por el aniversario 65 («Esta es la Revolución»), y animados por las multitudes que recibieron (sobre todo en las paradas) a la Caravana de la Victoria, los ministerios del Transporte y de Ganancias y Precios dictan el presente anexo a las medidas anunciadas como merecido regalo al estoicismo de nuestro pueblo.

Las gratuidades (ese logro de los primeros años que nos situó en la avanzada de los gobiernos más benévolos, pero que hoy nos coloca a la saga de los que lo cobran todo) hay que eliminarlas. De ahí que miremos con preocupación el incremento en calles y carreteras cubanas de ese fenómeno conocido por autoestop, que consiste en pedir traslado a los automovilistas sin remuneración por medio. En los últimos años, como parte de las distorsiones económicas, muchos ciudadanos, aún a riesgo de sus vidas, y billetes en mano (vaya usted a saber la procedencia de estos), obstruyen la circulación y crean un bache considerable en el presupuesto del Estado. De ahí que a partir del mes de febrero será obligatorio, para todos los que lo practican, y para aquellos conductores que lo consienten, pagar el correspondiente impuesto por eludir la seguridad que aporta el transporte interprovincial con los recientes precios.

Conscientes de la preponderancia de choferes del género masculino y de que estos son dados a brindar aventones a preponderancias femeninas (política conocida como «adelanto de la mujer»), el cuerpo de inspectores que será creado para tal fin velará por que el cuerpo no predomine si de ofrecer el servicio se trata.

Los autoestopistas que realicen su declaración jurada en los primeros días del mes de enero tendrán derecho a viajar en la Caravana de la Libertad, que a partir del próximo año saldrá vacía desde Santiago y recogerá en el trayecto a los ciudadanos honestos que de seguro se sumarán a la iniciativa.

Se estimulará igualmente el uso de medios alternativos de transporte, como la caminata. Los gobiernos municipales quedarán responsabilizados con la conversión en bulevares de no menos del cincuenta porciento de las avenidas, cobrando peaje cada cinco kilómetros y bonificando con excepción de pago a aquellos que se aventuren diez millas más allá de su residencia o se pasen de intrépidos y lleguen a noventa.

Anualmente será organizada la carrera Malabana, con 62 kilómetros de recorrido, que premiará no solo a los que lleguen primero, sino también a quienes vistan de milicianos, con botas de producción nacional, y demuestren científicamente que estas últimas no se le despegaron.

Por último, la Empresa de Flora y Fauna, que comanda la cría de caballos en el país, fomenta desde ya el Plan Equinoccio, un programa de renta de pencos para el traslado a distancia de más de tres leguas, con precios no subsidiados, debido a la escasez de forraje, los altos costos de la paca de heno en el mercado internacional, los prohibitivos fletes que se le cobra a Cuba por el traslado de la hierba desde los remotos confines de las estepas mongolas y los cuantiosos recursos que se emplean para la alimentación en los más de cuarenta centros de cría. 

Un semental Quarter Horse, por ejemplo, demanda a diario cuarenta y dos kilogramos de heno, seis de pienso, doscientos gramos de miel de abeja, doscientos de miel proteica, cien de sal y otros doscientos de cereal. La Empresa de Flora y Fauna, debido al bloqueo norteamericano, «apenas le asegura leche, miel, huevos, pienso y pasto de tipo pangola y estrella», además de gastar tiempo en la organización de subastas élites de este ejemplar altamente cotizado, donde algunos han alcanzado precios de más de cuarenta mil dólares, invertidos, está de más decirlo, en la compra de leche para los… potrancos. Súmese a ello que los rocines, en su mayoría, son obtenidos por inseminación artificial, con semen importado u ordeñado por los especialistas de la empresa. Por sus manos han pasado centenares de… animales campeones de ferias. Algunos de ellos se pondrán a disposición de los que opten en lo adelante por moverse, cual mambises, por calles y terraplenes, valga la redundancia.

Si la oferta no llegara a satisfacer la demanda, siempre podremos echar mano a un animal recurrente desde que nos abocamos a actualizar nuestro modelo económico: el burro.