La goleta Grosse Île permanece encallada en la playa María la Gorda desde el 28 de enero. Foto: Tomada de Facebook.
Goleta canadiense está varada en Cuba desde enero
13 / marzo / 2019
Todo parece tranquilo. Unas últimas botellas de agua, el aprovisionamiento necesario para la larga travesía y una foto del puerto. Didier y Vicent Èpars están en la bahía de Cienfuegos y se disponen a continuar viaje hacia Cayo Hueso en la goleta Grosse Île. Los amarres necesarios a las velas, el clic de la cámara fotográfica para la bitácora de viaje en Facebook y ¡listo!
Durante la travesía, los fuertes vientos del día 27 de enero de 2019, esa mezcla de aire cálido del sur y baja prefrontal del norte que causó el tornado en La Habana, arrastraron la embarcación canadiense y a sus tripulantes hacia la costa.
Didier se aferra al timón. No quiere perder lo que ha sido su hogar por más de 25 años. Es lo que se llama un lobo de mar, pero esta tormenta repentina empequeñece sus conocimientos sobre el océano. Los vientos que azotan la embarcación son de 50 nudos (92 km/h).
La mañana del 28 de enero despierta a Didier y a Vicent. No saben dónde se hallan, pero lo suponen, su bote se ha encallado frente a las costas de María la Gorda, en Pinar del Río. Las autoridades ya han sido alertadas.
“Tienen que dejar la embarcación”, le dice uno de los oficiales del Ministerio del Interior (MININT) a Vicent. Él no entiende nada, apenas habla inglés. El rubio canadiense de melena larga y barba, casi no comprende. Además de la traducción y el acento castizo del francés del intérprete que han llevado, le es complicado asimilar las “indicaciones” de su interlocutor.
Tormenta en tierra
—Tenía tres estrellas en su chamarreta —narra Vicent. Piden 270 mil CUC para llevarla a La Habana o de lo contrario tenemos que dejársela al ejército cubano.
—¿Pero fue mucho? No, no fue tanto. Según mi padre el barco puede repararse y él continuar viaje— explica por teléfono.
Cuenta que están tratando de comunicarse con las autoridades canadienses y el seguro del barco en ese momento.
Aunque el hijo del capitán asegura que “ellos [las autoridades cubanas] quieren quedarse con el bote” de su padre, las razones legales podrían ser que el Grosse Île ha naufragado en un Parque Natural, en la Península de Guanahacabibes, y está dañando el medio ambiente. “Nos advirtió [el militar] que debido a que María la Gorda es una reserva natural, el bote no se puede quedar ahí, hay que remolcarlo hasta La Habana u otro lugar”, agrega.
Luego de ser advertido por las autoridades, Didier se puso en contacto con la empresa cubana que se encarga de remolcar y brindar asistencia técnica. La empresa Antillana Salvamento accedió a ofrecerle sus servicios por 270 mil CUC. La suma le parece sumamente excesiva a Didier, quien aclara que con dos bombas de dos pulgadas y potencia en el barco, el Grosse Île estaría flotando nuevamente.
Hasta el momento el navegante aguarda la solución del conflicto en un complejo turístico de María la Gorda.
Han pasado más de 35 días desde que el capitán llegó a esa playa. La embarcación de 30 metros se ha convertido en parte del afamado paisaje. Para Didier Èpars ha sido la situación más tensa como marinero. Su goleta se halla entre los embates de dos aguas: las de las autoridades cubanas y las de la aseguradora inglesa.
Encalle legal
Vicent alega que están en contacto con la aseguradora. Su padre agrega que la compañía británica Concept Special Risks es la responsable, pero la comunicación ha sido muy escasa.
En muchos días solo recibieron un correo a través de Global Affairs Canada. Para Didier, “están tratando de encontrar una justificación de por qué he estado aquí durante más de 30 días. Su justificación parte de que los cubanos piden demasiado dinero, de ahí que estén buscando una solución a través de Estados Unidos, México o Islas Caimán”, añade.
A pesar del escaso contacto, conocieron que la aseguradora inglesa solicita un pago deducible de 140 mil USD para hacer frente al traslado; esa es la cifra máxima que está obligado a cubrir el asegurado. La intervención de la aseguradora solo se producirá en la diferencia que exista entre ese deducible y la afectación total.
Mark Thomas, Director y mánager de reclamaciones marinas de Concept Special Risks, en un e-mail enviado a Didier alega que Cuba es una zona de limitada cobertura en los seguros de su entidad.
Igualmente, alerta al Capitán del Grosse Île que no tomarán cartas en el asunto de confiscación del barco: “Dado que no hay cobertura para robos, confiscaciones, etc., es difícil que sus aseguradores tengan la obligación de proteger a la embarcación contra robos o confiscaciones. Esta obligación solo corresponde a usted y no confirmaremos si abandona la embarcación (y Cuba) que pagaremos por una “pérdida total”.
No obstante, según confirmó vía telefónica Leila Boyfriat —sobrina y apoderada de Didier Èpars en Quebec para manejar los asuntos legales y quien ha estado mediando entre las partes—, la aseguradora inglesa confirmó que enviaría un investigador a Cuba para darle el seguimiento a la situación y hacer un dictamen definitorio.
Mientras todo esto ocurre, las cristalinas aguas de María la Gorda reciben los desechos del Grosse Île. Un hecho que a Didier le eriza los pelos, no solo por la responsabilidad de lo que ocurrirá, y que lo obliguen a pagar una alta suma de dinero, sino porque él se considera un ambientalista y sería una vergüenza que esto ocurriera. “Puse materiales de absorción para evitar daños al aceite, pero es un parque nacional”.
¿Varados en aguas de nadie?
En busca de respuestas para entender la situación de Vicent y Didier conversamos con una inspectora de barcos que pidió no ser identificada. La señora explica que, efectivamente, es una empresa cubana de la Marina quien debe ser la prestadora del servicio de remolque. “Servicios extremadamente caros”. ¿Pero 270 mil?, inquiero. Silencio del otro lado del auricular. “No, creo que es una exageración, pero sí son costosos”, espeta. Ella desde su experiencia relata que en el puerto que atiende han tenido situaciones similares, pero casi siempre se busca una solución viable.
El abogado Eloy Viera Cañive asegura que “estamos en presencia de lo que en derecho marítimo se llama un siniestro y los implicados tienen que pagar por los servicios que se les presten para reparar y salvar el bote. Cualquier coste de reparación, modificación o remolque correrá a cargo del propietario del buque”. Es un procedimiento internacional.
Desde su punto de vista, es la aseguradora del barco la que incumple. Didier también lo sabe, incluso planea demandarlos en cuanto llegue a Canadá. No obstante, le inquieta el hecho de que las autoridades cubanas quieran quedarse con el barco y a diario lo presionen, con énfasis en entregar la goleta al gobierno.
En una carta entregada por las autoridades cubanas a Didier, con fecha 13 de febrero y que él mismo enviara por correo a Boyfriat, todo es ambigüo. En la misiva se le exhorta a abrir un expediente de abandono. “El que suscribe, Capitán del Puerto, Teniente Coronel Pavel Benítez, procede a comunicarle al señor Didier Èpars, Capitán del galeón “Grosse Île”, de nacionalidad Canadá (sic), la habilitación del expediente de abandono, donde a partir de esta notificación el propietario del medio naval tiene un término de veinte (20) días naturales para realizar el pago del rescate [el costo por el servicio de remolque], de no ser así se declarará el abandono administrativo de la embarcación”.
¿Por qué si el Sr. Èpars pudiera regresar a Canadá, dejando su barco como garantía de pago mientras tramita los servicios de remolque y atraque en Cuba, lo obligan a consentir la apertura de un expediente de abandono?
Según la Ley No. 115 de la Navegación marítima, fluvial y lacustre en su Artículo 101.1: “Cuando un buque, embarcación (…) se encuentra a la deriva, en peligro de naufragar, hundido o varado, y a criterio de la Autoridad Marítima Nacional constituye un peligro o un obstáculo para la navegación (…) o para la preservación del medio ambiente marino, o resulte de interés estatal; esta Autoridad dispone la adopción de las medidas necesarias para iniciar, a costa del armador o naviero y dentro del plazo que le fije, la señalización, remoción, reparación, o hundimiento del buque (…)”.
En el siguiente inciso del artículo se aclara: “2. Respecto al buque, embarcación y artefacto naval hundido o varado no comprendido en el caso anterior, su propietario o la persona que haya adquirido el derecho para removerlo, reflotarlo, o extraer su carga; dispone de hasta un año, a partir de la fecha del siniestro, para efectuar la maniobra (…)”.
“Si no se hubiese producido una declaración como la obrante en la carta del Teniente Coronel, habrían razones para creer que el capitán del barco tendría un año para resolver ese problema. Pero en este caso, el hecho de que se trate de un buque varado sin asistencia en María la Gorda, un potencial peligro para el ecosistema de una zona protegida, puede ser la razón fundamental para que la autoridad esté exigiendo el abandono de la embarcación”, alega el abogado Viera Cañive.
Frente a la opción de abandono, dice Leila Boyfriat: “Ese es el proyecto de vida de Didier, es su vida, han sido 30 años invertidos en ese bote, no solo se trata de la plata que se ha gastado. No es un bote de fin de semana, es su trabajo, es su casa y es patrimonio de Canadá, es el único de este tipo que nos queda en Quebec”, revela emocionada.
“Él ha recibido intimidación y presión, un coronel del MININT es quien más lo ha molestado”, agrega Leila.
Sin embargo, la incoación de un expediente de abandono, es legal según el Artículo 20 de la referida Ley No. 115 de la Navegación:
“La Autoridad Marítima Nacional puede declarar el abandono administrativo de un buque, embarcación y artefacto naval, por alguna de las causales siguientes:
a) Permanezca en puerto fuera de operaciones comerciales y sin dotación mínima de seguridad por un período superior a diez (10) días naturales y sin que solicite la autorización de amarre o fondeo temporal, o fuera de los límites de un puerto por un período superior a treinta (30) días naturales (…).
c) Cuando quede varado o zozobre sin que se realicen las acciones necesarias para su asistencia o salvamento (…)”.
El Grosse Île convertido en Home Depot-Reno Depot
—Tuvimos que dormir muchos días en el barco. Por las noches nos robaban. Venían a robar cuerdas, tomaban utensilios y cuantas cosas se pudieran sustraer del barco —narra Vicent, camino a un alquiler donde estaría una noche para seguir viaje hacia Canadá. Su padrastro murió al día siguiente de la tragedia. Él no quería dejar a su padre solo, pero ya habían pasado varios días y tenía que consolar a su madre.
—¿Cómo se dieron cuenta de que les estaban robando?
—Mi padre fue a darle una vuelta al barco mientras estábamos en el hotel de María la Gorda. Con su linterna vio a unas personas saqueando al barco. Luego de eso los dos nos fuimos para el bote, para tratar de frenar a los ladrones.
—¿Por qué no lo informaron a la policía?
—Lo hicimos, pero ellos nos contestaron que no se responsabilizaban.
Vicent cuenta que todos los días los hombres con tres estrellas en sus charreteras venían a visitarlos. Ellos proponen cambiar su salida de Cuba a cambio del barco o de piezas de repuesto.
—C´est fou!!! —dice en francés, pero su gesto lo traduce: ¡Es una locura!
De acuerdo al artículo 6 de la Ley No. 115, que establece las competencias del Ministerio del Interior en esa materia, estamos frente a un incumplimiento de las autoridades. En el inciso i) se reconoce que son competentes para: “Implementar las medidas para la protección de los buques, (…) que hayan naufragado, o que representan un peligro para la seguridad de la navegación y el medio ambiente marino, (…) y aquellas que se requieren ante catástrofes naturales o cualquier otra contingencia en el mar”.
Mientras en el inciso k) se especifica la “responsabilidad de contribuir al desarrollo de las medidas de vigilancia y control sobre el derrame o contaminación procedentes de los buques (…) en puerto o durante la navegación por los espacios acuáticos de la República de Cuba”.
La última goleta de St. Lawrence
El Grosse Île es conocido también como la “última goleta de St. Lawrence”. La embarcación canadiense fue construida en 1951 y desde entonces ha pasado por diversos dueños hasta llegar a las manos de Didier en 1991.
Desde esa fecha el marinero inicia remodelaciones y restauraciones del casco y otros aditamentos del barco. Mástiles, velas y otros implementos lo transforman en una goleta a velas cuyo costo de reparaciones rebasa el millón de dólares. Ni un centavo de ayuda gubernamental recibió Èpars, quien ahora pide que el gobierno, al menos, ayude de alguna manera en el regreso del barco.
“Recibí un premio del Consejo de Monumentos y Sitios de Québec por su recuperación. 30 años de mis ahorros posiblemente queden aquí en Cuba si el gobierno de Canadá y el de Cuba no hallan una solución”.
El Sr. Èpars sigue con las manos atadas al encontrarse sin fondos para asumir el traslado de su barco, a merced de la decisión de su aseguradora que tiene el amparo de las cláusulas de un contrato con cobertura limitada en aguas cubanas que él mismo firmó y sin la posibilidad de apelar a otras instancias legales en Cuba.
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