Jóvenes cubanos en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua
¡Júrame que estás bien!
21 / diciembre / 2015
Esta historia se vive en tres lugares. En Costa Rica, un joven cubano está atrapado en la crisis migratoria desatada en la frontera con Nicaragua. En La Habana, su madre y su novia rezan por su seguridad. Al teléfono, una amiga con conexión a internet en su trabajo mantiene a todos al tanto, porque las angustias de la emigración se comparte más allá de las familias.
Isabel ha dormido sobresaltada los últimos 5 días. Su novio es uno de los casi dos mil cubanos retenidos en la crisis migratoria destapada por la decisión nicaragüense de cerrar el paso a los cubanos que emigran ilegalmente hacia Estados Unidos a través de su territorio. Mientras él se mueve, ella vive pendiente al teléfono y de cualquier información que llegue. A eso se le han reducido los días.
“Al principio chateábamos sin mucha preocupación con una cuota de internet que tengo en casa –cuenta Isabel–, porque no esperábamos que esto se complicara así. Pero todo se puso malo en Costa Rica y de pronto se me acaban las horas de conexión…”
La suerte para la familia ha sido una amiga con internet en el trabajo, que en cuanto sabe de Asdrúbal, o de algo nuevo con los cubanos, la llama enseguida. Pero la espera es abrumadora.
Asdrúbal acaba de graduarse de Ingeniería en Informática en Cuba. Sin darse tiempo para comprobarlo, desistió de intentar vivir con los pobres ingresos que su carrera universitaria le reporta en el país, y decidió marcharse. “Algunos como yo, nos matamos estudiando para ser personas de mejor futuro y profesionales dignos, pero no se nos valoran los esfuerzos y somos tratados con una igualdad que no existe, porque no todos realizamos los mismos esfuerzos”, responde al correo.
Con este viaje, arriesgándolo todo, Asdrúbal prefiere dividir a su familia durante un tiempo, dice él que por un bien mayor. Según cifras oficiales, entre 2008 y 2012, cerca de 46 mil jóvenes en edad laboral, como él, emigraron de Cuba. Muchos por la misma ruta insegura hacia Estados Unidos.
Llegó a Ecuador hace un mes. “Esta fue la oportunidad que tuve legalmente para salir”. Quince días después, dinero juntado de aquí y de allá, comenzó a subir por Centroamérica…
Junto a unos conocidos, salió de Ecuador a Colombia, donde pasaron 3 días evadiendo a la policía y los peligros que el nivel de violencia del país entraña. En Turbo, pagaron lanchas de 500 dólares hacia Panamá, donde se entregaron a las autoridades, quienes luego de un día los transportaron por 20 dólares a Puerto Obladía. Los pasajes en avioneta o en lancha para ciudad Panamá, costaron entre 200 y 300 dólares.
“Una vez aquí pasamos por la aduana panameña y nos verificaron y entregaron pasaporte y nos dieron 72 horas para abandonar el país de forma legal. Luego cogimos un bus de 21 dólares hasta la frontera con Costa Rica.” Y ahí se trabó todo.
“Yo estaba preocupada, pero por lo menos me preparé para eso”, dice Isabel, que busca como puede cualquier información de Asdrúbal, con quien ha pasado los últimos 5 años de su vida. Un par de veces al día lo llama. Pero su amiga con internet es el puente fundamental desde que se armó la crisis. Él le envía fotos, videos (aunque a veces la batería se le agota y se desaparece unas horas) y ella los descarga y se los hace llegar. Al teléfono, traduce al teclado lo que Isabel le dice o le pregunta; y cuando Asdrúbal contesta, le lee el chat. Ayer, cuando él se conectó, ni siquiera salió a almorzar, porque “¿y si escribe, y si hace falta que haga algo, y si ella me llama…?”
Asdrúbal ahora está en un terreno de baloncesto que Costa Rica brindó como albergue para los cubanos en la frontera. Pero lo que pasó antes lo dejó en shock. “Cuando nos internamos en Nicaragua, el pueblo nicaragüense nos apoyaba, nos daban agua, refresco, hielo y nos alentaban a que siguiéramos”. Luego fueron los gases lacrimógenos, los golpes… “Fue un abuso lo que nos hicieron.”
Y con todas estas noticias llegando a Cuba, por cualquier vía, Isabel y la madre de Asdrúbal no han dejado de llamar, de preguntar, de averiguar por él. Y su amiga en el medio, nerviosa, fuerte, sin palabras, rezando a sus santos, busca que el bombillito se ponga verde y él se active en el chat para ponerle, en mayúsculas, “ASDRU, JÚRAME QUE ESTÁS BIEN!!!”.
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