Hace dos años esto hubiera parecido pura especulación perversa; es más, algunos guardianes de la fe oriental lo hubieran tomado como una “bola” malintencionada… y hasta “contrarrevolucionaria”: la era del Panda llega a su fin.
Hace dos años nuestro lema era “Panda Forever”.
Hoy esos televisores, que virtualmente competían, en cuestión de permanencia y durabilidad, con los Moskovich y las bicicletas chinas, pronto cederán el espacio que ocupan sus “nalgas” a algún adorno… si usted no tiene para comprarse un TV pantalla plana.
Atrás quedaron los días en que las placas madres, pantallas CRT, muebles y todas las demás partes y piezas necesarias para su reparación, entraban al país de manera casi excesiva. Hoy encontrar un flyback —pieza clave para que funcione la pantalla— de Panda es más difícil que comprar uno nuevo en el mercado. Junto con esta pieza, todas las demás han comenzado a escasear también; y que la industria internacional se aleje, cada vez más, de la tecnología de televisores comúnmente conocidos como “con nalgas”, indica que hay que ponerse nervioso con este asunto.
Como reparador por cuenta propia puedo sopesar lo que sucede, pues, a mi tallercito, hace tiempo que no llega nadie a proponerme algún flyback de contrabando; y he optado por no revivir ningún otro Panda, de los que preferían atenderse en mi clínica privada. Mis colegas estatales están casi igual que yo.
Día a día veo como la cola en los talleres de servicios técnicos de Bayamo se alarga; y como los Pandas con el flyback roto ingresan en una lista de espera que solo promete eso: la interminable espera. Es evidente que, como ya no se comercializan estos televisores, pronto los compromisos de garantía y pos garantía quedarán muy reducidos; así ha ocurrido con otras marcas, como LG y Haier. La gente se desespera, no entiende y se molesta; pero los técnicos poco o nada pueden hacer.
Los dueños de Pandas que pensaban que solamente se quedarían sin televisión (en esta era de TV digital), si no compraban alguna versión de la cajita decodificadora, hoy deben plantearse seriamente el vender ambos para comprarse un televisor con tecnología LED.
El problema es que, con un Panda y una cajita decentes para vender, a lo más que llegaría uno sería a 200 CUC… así que faltarían 200 más para llegarle al precio en que, comúnmente, se venden estos televisores modernos —en su mayoría Haier también—, en las cadenas de tiendas recaudadoras de divisas.
Complicado se vuelve el asunto, si pensamos en los miles de televisores Panda que hoy entretienen las casas de los cubanos con menos posibilidades económicas. Muchos Pandas fueron “luchados” en el CDR, en el trabajo voluntario de la empresa o comprados a 300 CUC en las tiendas en divisas en medio de aquel intento del país por eliminar la diversidad de marcas, mayormente japonesas, que inundaban el mercado minorista hace más de una década, y que eran prácticamente imposibles de reparar.
Esa gente hoy, ni en sueños, podrá pagar un televisor moderno en 400 CUC. Lógicamente, poco a poco el Panda irá perdiendo su valor, y será más difícil de vender.
Dentro de diez años todo será, posiblemente, motivo de bromas, y alguien subirá a Facebook la foto de un Panda, y comentará: “¿Se acuerdan de esto?”, mientras sus amigos juntan en sus comentarios imágenes de ventiladores pollitos, lavadoras Aurikas y grabadoras Varadero. Dentro de diez años, posiblemente, todavía alguien tenga un Panda en su sala… pero, funcionando, lo veo difícil.
Yo ya he puesto el mío en venta, con un dolor que nadie puede imaginarse, pues, además de que le he cogido cariño, no tengo nada más que poner en el espacio que me dejará libre… cuando lo sustituya por un LCD… algún día. Por el momento, para sentir menos el vacío que me causará su ausencia, tengo preparado un búcaro con flores.
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