Autor

Manuel Roblejo Proenza

Manuel Roblejo Proenza

Graduado en la Universidad de Oriente de Ingeniería en Telecomunicaciones, y en la calle de Escritor. Bayamés de pura cepa. Más cerca de los míos que nunca antes, porque nunca antes les hice tanta falta
La cuestión de los anónimos tiene una larga tradición de su uso y explotación —alentada por una política gubernamental, que lo permitía y hasta lo propiciaba—. Por eso los cubanos somos una especie de expertos en el asunto.
Como no podemos ser cooperativa, debemos ir usando la licencia de uno y otro, en prioridad momentánea, hasta que llega al límite de impuestos.
La niña pasa más de cuatro horas al día pegada al móvil, la tableta o la laptop. Lo que más le gusta es jugar, obviamente, pero también explora el Office y hasta el Zapya, a ver si he descargado algo nuevo para inaugurarlo ella.
Pero si difícil es reparar equipos, montar redes de datos, o cambiar la infraestructura eléctrica de un objeto de obra, más lo es convencer al director de una empresa estatal a que contrate un trabajador por cuenta propia.
Hace dos años esto hubiera parecido pura especulación perversa; es más, algunos guardianes de la fe oriental lo hubieran tomado como una “bola” malintencionada… y hasta “contrarrevolucionaria”: la era del Panda llega a su fin.
Tal vez en 2019, cuando ambos hayan terminado de cumplir sus respectivas condenas, coincidan el líder religioso y el campeón en una ceremonia yoruba donde se curen mágicamente sus lesiones.
Cuando te reúnen en el anfiteatro de la empresa para hablar de un asunto urgente, se sabe que para nada bueno es. Y menos si es de los salarios. Mi empresa está en franco proceso de perfeccionamiento, y se necesitaron quince reuniones como esta, cuarenta y tres asambleas sindicales, y un número tirando a infinito […]
En Bayamo apenas lloviznó, e hizo una brisa comparada con las que se sienten en tiempo de paz en el Malecón habanero; aún así, frente a mi casa se cayeron todos los cables del tendido eléctrico.
Dicen que los cubanos preferimos reírnos de nuestras desgracias. Yo, por mi parte, como pincelada de esa acuarela rarísima que es mi barrio, prefiero pensar que no es cuestión de preferencia, sino de necesidad.
Se nos repite cada septiembre que al Estado le cuesta mucho mantener la educación gratuita. Pero a la gente le cuesta más. La gente —esos padres inventores— crean toda la riqueza que hoy el Estado puede dedicar a tratar de cumplir sus planes anuales.
Cuando la ley permitió el pluriempleo, saqué mi patente de “Reparador de equipos eléctricos y electrónicos” porque el salario no me alcanzaba para vivir.
Tener varias patentes y permitir la subdeclaración de impuestos de otros trabajadores privados es una práctica que podría crecer mientras se mantienen “congelada” la autorización de nuevas Licencias.
El Pediátrico, como todo el mundo le dice en Bayamo, se ha convertido en un monumento a la indolencia, la corrupción, el olvido y la mediocridad.
Increíble, pero cierto: llegó la wifi a mi barrio. Al centro de Manopla, en Bayamo.
El malecón de Bayamo es el único punto desde el cual se puede ver, aun estando en el casco histórico, nuestro antaño poderoso río.
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Manuel Roblejo Proenza

Manuel Roblejo Proenza

Graduado en la Universidad de Oriente de Ingeniería en Telecomunicaciones, y en la calle de Escritor. Bayamés de pura cepa. Más cerca de los míos que nunca antes, porque nunca antes les hice tanta falta

La cuestión de los anónimos tiene una larga tradición de su uso y explotación —alentada por una política gubernamental, que lo permitía y hasta lo propiciaba—. Por eso los cubanos somos una especie de expertos en el asunto.
Pero si difícil es reparar equipos, montar redes de datos, o cambiar la infraestructura eléctrica de un objeto de obra, más lo es convencer al director de una empresa estatal a que contrate un trabajador por cuenta propia.
Cuando te reúnen en el anfiteatro de la empresa para hablar de un asunto urgente, se sabe que para nada bueno es. Y menos si es de los salarios. Mi empresa está en franco proceso de perfeccionamiento, y se necesitaron quince reuniones como esta, cuarenta y tres asambleas sindicales, y un número tirando a infinito […]
Se nos repite cada septiembre que al Estado le cuesta mucho mantener la educación gratuita. Pero a la gente le cuesta más. La gente —esos padres inventores— crean toda la riqueza que hoy el Estado puede dedicar a tratar de cumplir sus planes anuales.
El Pediátrico, como todo el mundo le dice en Bayamo, se ha convertido en un monumento a la indolencia, la corrupción, el olvido y la mediocridad.
Como no podemos ser cooperativa, debemos ir usando la licencia de uno y otro, en prioridad momentánea, hasta que llega al límite de impuestos.
Hace dos años esto hubiera parecido pura especulación perversa; es más, algunos guardianes de la fe oriental lo hubieran tomado como una “bola” malintencionada… y hasta “contrarrevolucionaria”: la era del Panda llega a su fin.
En Bayamo apenas lloviznó, e hizo una brisa comparada con las que se sienten en tiempo de paz en el Malecón habanero; aún así, frente a mi casa se cayeron todos los cables del tendido eléctrico.
Cuando la ley permitió el pluriempleo, saqué mi patente de “Reparador de equipos eléctricos y electrónicos” porque el salario no me alcanzaba para vivir.
Increíble, pero cierto: llegó la wifi a mi barrio. Al centro de Manopla, en Bayamo.
La niña pasa más de cuatro horas al día pegada al móvil, la tableta o la laptop. Lo que más le gusta es jugar, obviamente, pero también explora el Office y hasta el Zapya, a ver si he descargado algo nuevo para inaugurarlo ella.
Tal vez en 2019, cuando ambos hayan terminado de cumplir sus respectivas condenas, coincidan el líder religioso y el campeón en una ceremonia yoruba donde se curen mágicamente sus lesiones.
Dicen que los cubanos preferimos reírnos de nuestras desgracias. Yo, por mi parte, como pincelada de esa acuarela rarísima que es mi barrio, prefiero pensar que no es cuestión de preferencia, sino de necesidad.
Tener varias patentes y permitir la subdeclaración de impuestos de otros trabajadores privados es una práctica que podría crecer mientras se mantienen “congelada” la autorización de nuevas Licencias.
El malecón de Bayamo es el único punto desde el cual se puede ver, aun estando en el casco histórico, nuestro antaño poderoso río.

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