Mariela Castro pudo vivir en la comodidad que brinda el anonimato de apellidos ilustres, pero no lo hizo. Es una rebelde con causa, una fuerza de la naturaleza, mucho más que la hija del presidente.

El libre albedrío es una trampa. En realidad la vida nos da a escoger bien poco y en su caso menos. Mariela Castro Espín nació hija de dos prominentes revolucionarios en un país que se aprestaba a desafiar el flujo histórico mundial. Mientras veía a su padre por primera vez, no sabía que los cubanos estábamos trayendo ojivas nucleares soviéticas a la Isla, o que Raúl sustituiría a Fidel en una fecha tan lejana como el 2006. Los niños no saben mucho de nada, pero los adultos tampoco.

La conocí en un comedor universitario, llegó con otros amigos y se sentó a nuestra mesa con la seguridad de quien tiene la historia muy cerca. Estábamos hablando de algo intrascendente y terminamos comentando temas sexuales, cosa rara entre cubanos. Sin darme cuenta la hija del presidente dio su opinión personal, con naturalidad, sobre temas que podrían sonrojar a cualquier amiga. Así conocí a Mariela, logrando que me pusiera rojo de pena en una almuerzo salpicado de sexualidad, donde aprendí que soy más conservador de lo pensado. Buena primera impresión.

En ocasiones he intentado descifrar a la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), con un interés que está entre la curiosidad adolescente y la mirada profesional, pero hemos pasado poco tiempo juntos. Un amigo me la describió un día como conspiradora, desde joven, cuando se escapaba de la protección personal que tiene su familia y se iba con los amigos. Cuando se quedaba hasta tarde en la universidad en alguna reunión, cuando discrepaba mientras los demás legitimaban la falsa unanimidad. 

Y se puede argumentar que la hija del presidente puede darse el lujo de hacerlo, que puede hacer un movimiento activista nacional que otro sin apellidos así no podría. Se pueden decir muchas cosas, algunas serán dolorosas verdades y otras grandes injusticias. Porque ¿cuántos hijos de papá no han escogido caminos fáciles? Mariela podría estar disfrutando las ventajas que da haber estado tan cerca de la historia nacional y conocer personas interesantes sin ver más allá, pero escogió luchar por los derechos sexuales en el país.

No hay fuerza más imparable que una alguien con una causa

No hay fuerza más imparable que una alguien con una causa. No sabemos si su lucha más visible, por los derechos LGBTI, se fraguó al calor de una conversación familiar sobre Fresa y Chocolate. O más posible aún, sobre la UMAP. El hecho es que durante toda su vida ha sido una militante y se puede estar de acuerdo con ella o no, pero nadie duda de su vehemencia. Se ha hecho a sí misma. 

Los apellidos ilustres siempre serán una ventaja inicial pero cuando existe verdadero talento, el nombre se convierte en lastre. Y existen otras circunstancias mayores que ella, que comparte con toda la generación de mis padres: el no poder escapar, estar a la altura o superar a sus predecesores. Por mil razones, se vive a la sombra de su leyenda. Es la tragedia y el orgullo nacional.

Esta es una opinión parcializada porque admiro sus luchas, Mariela Castro pudo vivir en la comodidad inerte pero decidió luchar por algo. Es por ello que la conocemos por su nombre y no como la hija del presidente, aunque lo sea.

No hay fuerza más imparable que una alguien con una causa.