El fenómeno conocido como síndrome de La Habana es un enigma preocupante que ha afectado a una serie de funcionarios de seguridad nacional de Estados Unidos, así como a sus familias. Una investigación conjunta realizada por 60 Minutes (programa de CBS), The Insider y Der Spiegel aportó nuevos elementos sobre el misterioso fenómeno. Los medios revelaron detalles de las lesiones cerebrales y físicas que han sufrido los afectados, así como quiénes son los posibles responsables.
Los reportes iniciales de las afectaciones sufridas por diplomáticos estadounidenses y canadienses eran de 2016 y se ubicaban en Cuba; de ahí la denominación de «síndrome de La Habana». Sin embargo, la investigación de los medios de prensa reveló que los incidentes comenzaron dos años antes, cuando al menos cuatro estadounidenses reportaron síntomas similares en Fráncfort, Alemania. Desde entonces, se han registrado casos en varias ciudades, incluso en Florida, Vietnam y Georgia. Las víctimas incluyen a personal de alto rango de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) y del Departamento de Estado de Estados Unidos.
El síndrome se manifiesta a través de una serie de síntomas físicos y cognitivos que incluyen dolores de cabeza intensos, mareos, problemas de equilibrio, pérdida de memoria y confusión mental. Los testimonios de las víctimas —algunos antiguos y otros nuevos que fueron rescatados por la investigación— aseguran haber experimentado desde dolor agudo en el oído hasta desorientación total e incapacidad para llevar a cabo tareas cotidianas.
De acuerdo con la investigación periodística, un análisis realizado por el Dr. David Relman de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, proporcionó evidencia convincente de una lesión en el sistema auditivo y vestibular del cerebro. El estudio sugiere que un haz de microondas o ultrasonido acústico dirigido podría ser el mecanismo responsable de las lesiones. Más de 100 personas afectadas muestran síntomas persistentes e inexplicables, lo que aumenta la gravedad del problema.
POSIBLES RESPONSABLES
Quizá el aporte más importante de la investigación de 60 Minutes, The Insider y Der Spiegeles es que señala a los posibles responsables de los «ataques», agentes rusos.
Los supuestos responsables coinciden con sospechas lanzadas en 2018 por especialistas y funcionarios estadounidenses. Ese año, The New Yorker publicó un reportaje que mencionaba que Jeffrey DeLaurentis, entonces embajador estadounidense en La Habana, había tenido una reunión privada con Raúl Castro el 21 de febrero de 2018. Según el informe, DeLaurentis afirmó que durante la reunión Castro sospechaba que un «tercer país» podría ser responsable y pidió a los estadounidenses compartir cualquier información disponible para que él pudiera intervenir. El Gobierno cubano negó la afirmación del diplomático estadounidense. The New Yorker también mencionó que varios funcionarios estadounidenses, incluido H. R. McMaster (quien era asesor de seguridad nacional de Trump en ese momento), creían que Rusia era el culpable más probable.
La investigación periodística ofrece evidencia que sugiere la participación en los «ataques sónicos» de una unidad de inteligencia rusa ultrasecreta conocida como 29155. La unidad estaría involucrada en pruebas de armas acústicas dirigidas y podría haber estado presente en varias de las ubicaciones en las cuales se reportaron incidentes.
Para respaldar la idea, la investigación utiliza las pesquisas realizadas por Christo Grozev, un periodista legendario por descubrir tramas rusas. En 2020, Grozev reveló los nombres de los agentes secretos rusos que envenenaron al rival de Vladímir Putin, Alexey Navalny; recientemente fallecido en circunstancias no esclarecidas en una prisión rusa.
Grozev fue el investigador principal del medio ruso The Insider en la investigación y aseguró que un posible espía ruso con antecedentes militares, Vitalii Kovalev, participó en incidentes que involucraron el uso de tecnología avanzada para evadir a las autoridades estadounidenses. Menciona el caso de «Carrie», una agente del FBI dedicada al interrogatorio de supuestos espías en suelo estadounidense y que fue afectada por los síntomas luego de pasar horas interrogando a Kovalev.
Vitali Kovalev había sido arrestado en 2020, cerca de Key West, Florida, luego de que agentes intentaran detenerlo por exceso de velocidad. Recorrió 15 millas hasta que fue contenido por una tira de clavos colocada en su camino. Cuando lo detuvieron, no supo explicar por qué había huido y en su carro encontraron documentos relacionados con cuentas bancarias, un dispositivo electrónico que servía para borrar los datos del carro (incluido los rastros del GPS) y un pasaporte ruso.
La investigación también asegura que, a pesar de las evidencias y testimonios abrumadores, el Gobierno de Estados Unidos ha sido reticente en reconocer públicamente la implicación de un adversario extranjero en los «ataques». Apunta que las declaraciones de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, de la Casa Blanca y del FBI reflejan una postura cautelosa, lo que destaca la complejidad y la falta de certeza en la evaluación de los incidentes.
La actitud del Gobierno estadounidense ha generado críticas y acusaciones de encubrimiento por parte de algunos expertos y abogados que representan a las víctimas. Se argumenta que el Gobierno ha establecido un listón demasiado alto para la prueba, evitando abordar directamente las implicaciones de un ataque de ese tipo para la seguridad nacional y la necesidad de una respuesta contundente.
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