Emma nació en Cuba, pero ha vivido más tiempo en Estados Unidos. Llegó con cuatro meses a este nuevo país, luego de una travesía que nos cambió la vida a todos. Daniel tenía dos años y medio. Ha pasado una vuelta al sol desde ese momento, parece que fue ayer.
La mapaternidad cubana está marcada por el dolor constante del adiós. En los últimos años, la situación de la isla ha llevado a un crecimiento significativo de la emigración. Muchas madres se han visto obligadas a tomar decisiones difíciles por el bienestar de sus familias.
Algunas han tenido que dejar el país con sus hijos como único equipaje y una mochila de sueños. Me incluyo en este grupo. Otras se han convertido en madres en el extranjero, lejos de su red de apoyo y en un entorno sociocultural completamente diferente. Muchas han experimentado la angustia de ver partir a sus hijos a tierras lejanas en busca de oportunidades y de un futuro mejor.
Madres que emigran con sus hijos
Como madres, tenemos la responsabilidad de decidir por nuestros hijos. De guiarlos, cuidarlos, y de ofrecerles el bienestar que necesitan para crecer sanos y felices.
Entonces llegan las incertidumbres. No sabes cuál paso es el más acertado, si en realidad representa lo mejor para ellos. En ese momento tienes que dejar que la intuición también haga su parte y alivie la culpa que nos acompaña siempre.
Cuando decides emigrar y poner en riesgo todo lo que hasta ese momento reconoces como tuyo, el mundo entero se tambalea. Pero cuando decides emigrar con tus hijos o hacer con ellos una travesía rumbo a lo desconocido, sientes que tienes el peso del mundo entero encima de tus hombros, que cargas con él en esa mochila.
La decisión de emigrar con tus hijos no es algo que se tome a la ligera; en especial, si son pequeños y dependen completamente de sus padres como nos sucedió a nosotros. Significa dejar atrás todo lo que conoces, tu hogar, tus raíces, tu familia extendida y tu entorno. Es un salto al vacío, con la responsabilidad de asegurarte de que tus hijos estén bien y garantizarles una estabilidad que ni tú misma tienes en ese momento.
La travesía está llena de incertidumbre y de desafíos. Como madre, te conviertes en la protectora y guía de tus niños en un mundo nuevo y desconocido. Cada paso que das, cada obstáculo que enfrentas, lo haces con el pensamiento y la preocupación constante de asegurarte de que ellos están a salvo. Esa es una responsabilidad tan grande que, un año después, todavía siento las cicatrices que dejó en mí.
La mochila que cargas es también una metáfora de las responsabilidades. Brindarles a tus hijos un hogar, educación, atención médica y, sobre todo, amor. Es un peso que a menudo parece abrumador, pero que te impulsa a seguir adelante.
Cuando finalmente llegas a ese país que tanto soñaste, la travesía está lejos de concluir. Comenzar de cero junto a tus hijos en un lugar nuevo es un desafío monumental, pero también una oportunidad para crecer todos juntos como familia.
Es un momento emocionante y de algún modo agridulce. La alegría de estar en un lugar donde las oportunidades parecen infinitas se mezcla con la nostalgia por lo que dejaste atrás. Pero la visión de un futuro mejor para tus hijos sigue siendo el faro que guía tus pasos.
La adaptación a una nueva cultura, la búsqueda de empleo y vivienda, trámites, papeles pendientes y la construcción de una vida en un país extranjero son desafíos que se van superando y todo poco a poco se acomoda.
El camino de comenzar de cero implica sacrificios significativos, pero también recompensas. A medida que construyes una nueva vida, tus hijos tienen la oportunidad de crecer en un entorno con más recursos y oportunidades, y culturalmente diverso.
A medida que se desarrollan, su identidad se convierte en una mezcla única de las tradiciones cubanas y las influencias de su país de acogida. El proceso se convierte en una experiencia de constante evolución para la familia que has construido.
Madres de la diáspora
Muchas de mis amigas de la carrera o del preuniversitario se han convertido en madres en el extranjero. Algunas, lejos de su familia, de sus madres y de esa red de apoyo necesaria desde que nos ponen a nuestro bebé en brazos.
La noticia del embarazo les trajo alegría, pero también un sentimiento de vulnerabilidad, ya que muchos de sus seres queridos estaban distantes.
La maternidad en la diáspora cubana es un viaje difícil, marcado por la emoción de parir en un entorno diferente, pero también por el desafío de criar a hijos que, aunque no nacieron allí, todavía llevan consigo las raíces culturales de la isla.
La idea de dar a luz fuera de Cuba es estimulante. Las condiciones de atención médica y las oportunidades disponibles son mejores en muchos aspectos. Sin embargo, el proceso también significa tener un niño que será criado en un entorno culturalmente diferente, entre dos mundos que las madres emigrantes conocemos muy bien.
Criar a un hijo en un país diferente sin perder las raíces de Cuba es un desafío constante. Las madres emigrantes nos esforzamos por transmitir la cultura, la historia y las tradiciones cubanas a nuestros hijos. A través de la música, la comida, las historias y las celebraciones, intentamos mantener viva la esencia que nos caracteriza, mientras adquirimos también junto a nuestros hijos las nuevas celebraciones del país que nos abrió sus puertas y en el que construimos un hogar.
La nostalgia por la tierra natal, la familia y los amigos es un sentimiento que nunca desaparece por completo. A veces, las madres migrantes se preguntan si sus hijos algún día tendrán la oportunidad de conocer Cuba. Se siente una especie de nostalgia cuando te das cuenta de que no recorrerán las calles en las que tú creciste, que no se subirán a la mata de chirimoyas que te sirvió de cuartel en la infancia ni irán a las mismas escuelas en las que tú aprendiste los primeros trazos.
En la historia de las madres cubanas en la diáspora, Elpidio Valdés y Mickey Mouse, María Silvia y Minnie son personajes que forman parte de un mismo cuento. Representan la fusión de dos mundos culturales que, aunque diferentes, enriquecen la vida de las familias emigrantes. Es un recordatorio de que la maternidad trasciende las fronteras culturales y genera conexiones universales basadas en el amor por los hijos y el deseo de un futuro mejor.
Quizá una de las experiencias más angustiantes que enfrentan las madres cubanas en estos tiempos es tener que ver partir a sus hijos a tierras lejanas en busca de oportunidades que no pueden encontrar en Cuba.
Otras madres también deciden emigrar y dejan a sus hijos con los abuelos o con algún familiar hasta que logren establecerse en el nuevo destino.
La elección es un acto de sacrificio, con la esperanza de que, una vez establecidas, puedan reunirse con sus hijos y brindarles una vida mejor. La separación temporal se convierte en el precio a pagar por un futuro más prometedor.
Las madres cubanas que han tenido que emigrar con sus hijos, tener hijos en el extranjero o decir adiós a sus seres queridos son un testimonio de las pruebas que las madres del mundo entero deben superar, por su familia, por sus hijos y por ellas mismas.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Annie Delgado Neto
Carmen María Suárez
Yenisel