Era 2011 y empezaban las oportunidades para el sector privado y cooperativo cuando un grupo de jóvenes científicos, sesudos del más alto nivel, decidieron emprender su negocio en Cuba.
“Llegamos a la conclusión de que había tres áreas en las cuales la tendencia apuntaba al éxito: comida, entretenimiento y pacotilla… y nos decidimos por la primera”, me cuenta Boris A. Zaldívar, uno de los “socios” fundadores de Purita, una de las primeras marcas no estatales de especias secas en Cuba.
“Pero no queríamos algo que dilatara demasiado el proceso productivo ni que dependiera de muchos actores ni eslabones. Por eso no abrimos un restaurante, por ejemplo. Se nos ocurrió la idea de Purita, porque no conocíamos de ninguna empresa que se dedicara a la producción y venta de especias secas”, rememora Boris, titular de la marca (Hecha en Cuba) y lanzada al mercado nacional el propio año 2011.
¿Pero por qué Purita?
“Esto surgió en casa de Carlos, conversando con su mamá y, como casualmente en Cuba a la madre se le dice pura, así decidimos nombrar la marca. A fin de cuentas, este producto va dirigido fundamentalmente a la purita, quien muchas veces asume el rol de cocinera en la familia cubana”, afirma en tono coloquial el ingeniero mecánico, quien ha echado a andar la maquinaria de Purita.
Más tarde, la marca quedaría registrada en la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI) a favor de él y de Carlos, el 19 de septiembre del 2014.
Pensada como emprendimiento privado desde sus orígenes, Purita luego encontró acomodo en el Ministerio de la Industria Alimenticia (MINAL) como un de las tres cooperativas no agropecuarias (CNoA) inscritas bajo su manto. Purita es la única de su tipo en ese ministerio, dedicada a “producir y comercializar sazonadores preparados, condimentos y especias deshidratadas de distintos tipos”.
“Levantamos un fondo con dinero que venía lo mismo de premios obtenidos por algunos de nosotros en eventos internacionales, que de ahorros de Carlos (Fernández Aballí), quien hizo un máster en una universidad inglesa y poseía alrededor de 3000 libras esterlinas”, me cuenta Boris Zaldívar en la cocina de la casa donde primero estuvo la chimenea de la fábrica.
“Quiero decirte que las especias secas tienen la cualidad de facilitarle la vida al que va a cocinar: no tiene que cortar, tiene la especia conservada por un largo tiempo… Una vez que decidimos hacerlo, tuvimos que estudiar cómo se producen las especias deshidratadas de manera óptima”, fundamenta.
Habla rápido, y llega a meterse tan de lleno en explicaciones científicas que es difícil seguirle el ritmo. Cuenta de su costumbre de buscar toda la información posible antes de emprender cada proyecto de diseño para echar a andar nuevas máquinas en la fábrica, y enfatiza su preocupación por respetar las normas higiénicas y proteger el medio ambiente, previendo que la elaboración de los productos se lleve a cabo sin la eliminación de gases NOX.
“Acuérdate que esto está hecho por ingenieros. Lo pensamos como un proyecto de desarrollo local con aspiraciones de funcionar con energía renovable, ya que dominábamos los términos y Carlos trabajaba en el Centro de Estudios de Tecnología de la Energía Renovable en la Cujae”, dice y guiña un ojo de complicidad, para demostrar que no lo hace por autosuficiencia.
Le pregunto en qué parte de la ciudad está ubicada la fábrica para comprobar qué tan consecuente es con las normas urbanas y medioambientales. Él responde que inicialmente aquí, justo en esta casona colonial de La Víbora donde reside, muy cerca de la intersección de la Calzada de Diez de Octubre y la calle Santa Catalina. Luego se apresura a rectificar: “pero teníamos una chimenea de seis metros minuciosamente diseñada con el objetivo de evitarles molestias a los vecinos y al entorno.
“Pretendíamos consolidar un polígono de desarrollo integral, desde el manejo de la materia prima hasta la venta, con un nivel integral del desarrollo de la actividad. Esos son conceptos que están bastante adelantados para lo que hacemos normalmente en Cuba, pero con esa perspectiva le entramos nosotros a la cosa” …
“Más tarde nos mudamos para el municipio de San Miguel del Padrón, a una finca de seis hectáreas. Aquello cuando lo cogimos era un corral de puercos; estaba, literalmente, en candela. Y empezamos de nuevo a chocar con las piedras: el crédito bancario, el más alto que se había solicitado hasta la fecha, fue un problema porque no teníamos más respaldo que el Fondo de Fideicomiso de La Habana. Pero logramos obtener los fondos a través del crédito, de un millón de pesos.”
“Otro problema fue el de los envases. Te podrás imaginar que un grupo de cabezones (un ingeniero mecánico, un aspirante a doctor en ciencias, un cajero internacional, un licenciado en Historia, un abogado, una ingeniera industrial) no iban a meter su producto en cualquier nylon… por una cuestión lógica de márquetin, y aquí en Cuba no se producen envases. Tuvimos que usar nylitos que nos fueron llegando.
“Además, era un show cada vez que llegábamos a hacer cualquier gestión: jóvenes, menores de 30 años, con alta calificación, tratando de hacer algo con un enfoque muy adelantado para lo que se quería en el momento”.
Incluso, explica Boris, tuvieron que lidiar con “el maltrato que ofrecen las empresas estatales a las cooperativas y al sector privado” y, con las manos en la cabeza, cuenta una anécdota de un jefe que le dijo a su subordinado que dejara de negociar con ellos, no fuera a ser que eso le trajera problemas para su viaje al extranjero, planificado para el funcionario, al mes siguiente”.
Es notable cómo a Boris se le anuda la garganta al recordar los tragos amargos, pero se le encienden los ojos cuando habla de su fábrica, de ese proyecto convertido en realidad que hoy —con una capacidad productiva de 1.2 toneladas de alimentos secos al mes— tiene, entre sus compradores, grupos empresariales como Palco y Palmares, pertenecientes al área del turismo”.
***
Poco tiempo después, —rememora ilusionado el ingeniero que ha representado a Purita en paneles de la prestigiosa revista Temas— el negocio pasó a ser de propiedad cooperativa.
Los archivos del departamento de personal del Minal confirman la existencia de esta cooperativa no agropecuaria (CNoA), inscrita a nombre de Boris y Carlos, la cual fue creada el 27 de agosto del 2013 por el acuerdo 7454 del 14/03/2013 Resolución No. 333 de 2013.
“Decidimos pasar a cooperativa porque estas tienen personalidad jurídica, tienen una forma social de gestión y dirección, y es lo que más se acerca, entre las opciones que propone la nueva política económica del país, a lo que queremos. Es lo que más se parece a una empresa y tenemos la potestad para realizar importaciones. Cuando registramos Purita como cooperativa en el Minal, la negociación fue malísima porque ni me dejaron negociar. Básicamente nos dijeron que la hacíamos con lo que teníamos o no la hacíamos. Así que lo tomamos”.
Actualmente, a pesar de que el personal inicial, con aquel aparataje altísimamente calificado, se ha ido disipando, Industrias Purita ha llegado a los cinco años de existencia con sus dos principales fundadores, ahora en el rol de asesores y sumidos en la mecanización de los procesos. “Ya puede estar dando los primeros pasos de rentabilidad”, valora Boris. “El solo hecho de que la fábrica esté funcionando, es un éxito.”
En el informe de la cooperativa del cierre de febrero de 2017, puede leerse: “Siguen incrementándose las Ventas y las Utilidades. Las Utilidades ascienden a 37.938,16 cup, que suman un Acumulado de 92.607,00 cup en los dos primeros meses del año 2017”.
Ya ellos no están al mando, pero sí a la “cabeza”. Carlos reside en Miami, desde donde contribuye al progreso de la marca de especias hecha en Cuba. “Yo aporto lo que puedo”, dijo a El Toque vía correo electrónico, aunque aseguró que “no hay ningún plan de registrar la CNoA en Miami, o condiciones reales de ningún tipo para poder exportar alguna producción hacia esta ciudad”.
“Yo vivo feliz de que la cooperativa me trascendiera. Quiere decir que Boris y yo logramos construir algo”, agrega.
Boris apunta que “hemos participado en eventos internacionales celebrados en Cuba, y se nos han dado posibilidades de exportar, pero no hemos podido hacerlo aún”. Confiesa que posibles clientes foráneos no le han faltado a Purita: “me han escrito de Canadá, Italia, Venezuela…hasta de SlowFood porque la calidad del producto, que incluye ajo, cilantro, ajíes, maní, miga de pan, es muy alta, probada con los estándares de la Industria Biofarmacéutica cubana.
No podrán exportar, pero ustedes venden hasta en la Feria del Libro, le digo a modo de provocación y él, ingeniero sesudo al fin, me contesta: ¿pero a esa no le llamaban la Feria de la comida? Sonríe con picardía y yo callo. Me quedo pensando en los fuertes olores a ajo de los que tanto se quejaba mi tía, la vecina de los bajos de Boris, cuando Purita no pasaba, para ella, de un experimento. Ahora es un producto de cabecera en su cocina y me manda a perseguirlo hasta en la Feria del Libro.
comentarios
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Teresa
ay, Teresa
Glensy Palay Alonso
Boris A. Zaldívar Núñez
Vale destacar que nosotros siempre evitamos la emisión de gases de efecto invernadero, osea “siempre tratamos de eliminar los NOX”
Lester El Poeta
Avianna Armas