Animales en Cuba / Foto: Ernesto Verdecia
Qué se ha logrado a un año de aprobarse el Decreto Ley de Bienestar Animal
15 / marzo / 2022
El 19 de febrero de 2021 una veintena de personas protestó frente al Ministerio de la Agricultura, en La Habana. Llevaban ropa negra y carteles que exigían la aprobación, de una vez y por todas, de la Ley de Bienestar Animal, pospuesta dentro del cronograma legislativo desde noviembre anterior.
Luego de las tensiones iniciales —cuando desde el edificio le gritaron consignas «revolucionarias» y llamaron a la policía y a la Seguridad del Estado— representantes de la institución invitaron a los manifestantes a conversar. Fue un diálogo lleno de promesas. Antes que terminara el mes se tendría el decreto.
El 26 de febrero con bombo y platillo se anunciaba que el Decreto Ley 31/2021 «De Bienestar Animal» se había aprobado. Pero transcurrirían casi dos meses para que su contenido fuera público. La decepción de los activistas, voluntarios y protectores de animales fue grande después de la primera lectura del texto.
La letra muerta
Amarilla se encuentra bajo los cuidados del grupo Refugio Ángeles Callejeros. La perrita fue rescatada de la basura por animalistas de Nuevitas, Camagüey, hace unas semanas. Tenía una pata destrozada. Tuvieron que operarla de urgencia y ponerle un pasador.
Amarilla tenía un hogar. Cuando entró en celo, el perro de una vecina la «montó», como ocurre habitualmente cuando no se tiene suficiente precaución con una mascota sin esterilizar. A su dueño no le hizo gracia. Al macho lo mató a tubazos frente a todo el barrio. A Amarilla la lanzó desde el cuarto piso de un edificio.
«Hicimos la denuncia, al igual que la dueña del perrito, y llevamos testigos de lo ocurrido. No le hicieron nada. Ni una multa. El culpable quedó impune. Según las autoridades, el jefe del Sector fue a verlo y le dijo que no lo hiciera más. Pero eso fue todo», relata Ismaray Rosío Marrero Badia, dueña del refugio.
Una de las mayores expectativas con el Decreto Ley de Bienestar Animal eran las sanciones sobre los actos de violencia. Durante años personas inescrupulosas han maltratado y torturado animales con total impunidad. El decreto debía ponerle fin, o al menos iniciar el largo camino para lograrlo.
«Funciona verdaderamente en casos mediáticos que tienen repercusión en las redes sociales»—explica el abogado y activista Javier Larrea, miembro fundador de Bienestar Animal en Cuba (BAC)— «En el caso nuestro, específicamente hemos logrado que se procesen cinco casos de maltrato, los primeros dentro del contexto cubano».
Pero lugares o situaciones con menor visibilidad apenas encuentran respuesta legal, aunque desde septiembre de 2021 se comunicaron los números de teléfono para reportar los casos de abuso.
A diferencia de lo que esperaba la comunidad animalista, la legislación no concibe el maltrato como delito, sino como «contravención».
«Las sanciones son de muy poca cuantía comparada con la peligrosidad de los actos y la trascendencia que pueden tener. Existen tipologías de maltrato que pensamos que estarían tipificadas como delitos y no fue así. Ahora se conoce el anteproyecto del Código Penal y no viene plasmado nada sobre el maltrato animal. Es un decreto bastante pobre, tanto por las sanciones como por lo que regula. Es letra muerta», añade Larrea.
El activista independiente Freddie del Sol, participante en la protesta frente al Ministerio de la Agricultura, no esconde su descontento pues el proyecto del Código Penal solo establece sanciones, con multas, a quienes participen en el enfrentamiento de animales únicamente si existe intercambio de por medio. «No tiene nada que ver con proteger la vida de los animales, sino con los juegos ilícitos», añade.
Desde el propio lenguaje empleado en el documento los animales no son tratados como sujetos de derecho, sino como una propiedad más del hombre. Propiedad que los dueños tienen la obligación legal de proteger, pero poco o nada más.
«Los cambios son muy ligeros, necesitamos algo más drástico, todo está muy generalizado y con lagunas», lamenta Gabriela, miembro del grupo Colonia Aldama.
A nivel gubernamental no ha existido, o al menos no ha sido visible, una estrategia para contribuir al bienestar animal. Las promesas del 19 de febrero quedaron en el aire. El decreto ni fue moderno ni satisfizo las demandas de años de los activistas. Sin contar las distintas aristas que deja abiertas a la valoración de las autoridades como en el caso de las peleas de gallo, los decomisos de los animales o comercio de especies.
«La ley fue la nada sobre la nada. Logró su único objetivo de calmar los reclamos de muchos, pero a los animales no los ha beneficiado», considera la activista santaclareña Leidy Laura Hernández, dueña de uno de los refugios de la ciudad.
El apoyo a grupos de protectores independientes ha sido mínimo y se ha limitado, principalmente, a permitirles accionar en espacios públicos. Aunque el decreto en su Artículo 4 asegura que el estado debe promover y fomentar el bienestar animal, pocas han sido las acciones concretas para lograrlo.
En Santa Clara, por ejemplo, se llegó a un acuerdo con los mataderos para facilitar alimentos a los grupos de activistas. Según Leidy Laura «lo que hicieron fue utilizar las vísceras y otros desperdicios que antes comprábamos entre 2 y 5 pesos el kilogramo para molerlo y venderlo 6 veces más caro. Nos resulta mucho más económico y saludable para los perros comprar pescado como hacemos».
El proyecto poco a poco se fue perdiendo y de una cuota mensual, ahora la asistencia es esporádica. Además, los precios han aumentado, un problema extra si se considera que los grupos se mantienen con la contribución de voluntarios, muchos de ellos estudiantes.
Un desahogo para los protectores se produjo con la aprobación de la Resolución 430 de 2021, del Ministerio de la Agricultura, en septiembre de 2021, que suspendió las restricciones de la importación por los viajeros de un grupo de productos de uso veterinario. Se autorizaron de este modo las importaciones no comerciales de antibióticos, antimicóticos, antiparasitarios, suplementos vitamínicos, instrumental de uso veterinario y accesorios para animales de compañía.
El 2 de octubre, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) organizaron una Feria de Adopciones en el Parque Metropolitano de La Habana con el apoyo de las instituciones estatales. El evento, que fue publicitado por los medios oficiales como el primero en Cuba, obviando los años de labor de activistas independientes, abrió las puertas a actividades similares que se han efectuado en otras provincias.
A finales de diciembre, 10 meses después de aprobado el decreto, y más de ocho desde que se hiciera público, finalmente se aprobó el procedimiento para la implementación de la inspección estatal en materia de bienestar animal, con el objetivo de regular y hacer cumplir lo estipulado en la legislación.
El artículo 4.1 del documento, publicado en el número 51 de la Gaceta Oficial de la República, plantea que los inspectores de los sistemas de inspección estatal del Ministerio de la Agricultura una vez conocida la conducta infractora, aplican de forma inmediata la medida que corresponda a las personas naturales y jurídicas propietarias, tenedoras y poseedoras de animales. No se conoce si ya han impuesto alguna sanción a los miles de infractores cotidianos.
Continuando con la línea de fomentar la protección a los animales desde las instituciones, a mediados de enero de 2022, el Ministerio de Educación informó que se implementarían iniciativas en los distintos niveles educativos para abordar temáticas relacionadas con el bienestar animal. Hasta ahora no se han ejecutado.
Los activistas
Clara y Ari estaban predestinadas. Durante semanas, Ari «tropezó» en las publicaciones del grupo Salva un Callejero con las fotos de aquella perrita blanca abandonada en el parque Vidal de Santa Clara. Acababa de perder a su mascota y quería brindarle un hogar a algún necesitado. Un día se la encontró y de blanca tenía muy poco. El pelaje era amarillo y sucio. Le partió el corazón, pero no se decidió a recogerla.
Pocos días después supo que Clara estaba embarazada. La habían trasladado para que diera a luz, pero abortó debido al deterioro de su estado de salud. Entonces tomó la decisión: se quedaría con la perrita si la veterinaria del grupo accedía a darle las atenciones médicas.
«Tuve que esperar días pues hubo que operarla de urgencia. Estuvo casi una semana entre la vida y la muerte. Cuando fui a visitarla por primera vez, estaba moribunda, con un suero puesto. Nunca más dejé de ir a verla. Hemos estado juntas desde entonces».
La comunidad de protectores en Cuba es tan variada como amplia. De un rincón a otro del país existen grupos o personas independientes que deciden compartir tiempo y recursos para ayudar a los animales más necesitados, a pesar de lo adverso del panorama socio-económico actual.
Este es el caso de Pasos, un proyecto nacido en febrero de 2021 y que se extiende no solo a La Habana, sino también a dos municipios de Las Tunas: Puerto Padre y la capital provincial.
En este año, gracias a las donaciones y otras ayudas recibidas, han podido auxiliar cientos de animales en situaciones de desprotección y abandono. «Lo peor de todo es que a medida que los grupos y protectores crecen, aumentan los que abandonan, los que dejan que el animal sea problema de otro, los que se piensan que ayudar a un animal es cosa de grupos y protectores», explica Claudia, una de sus miembros.
Los gastos del grupo durante el 2021 ascendieron a 357 920 pesos, empleados en transporte, operaciones, compra de medicamentos y comida y pago de cirugías, placas y tratamientos. También invirtieron 45 035 pesos en 208 esterilizaciones. Todo este presupuesto fue donado por voluntarios y activistas.
Colonia Aldama es uno de las iniciativas con mayor visibilidad en las redes sociales. Sus 94 participantes se encargan diariamente de la alimentación de más de 60 gatos, además de participar en rescates en colaboración con otras organizaciones de protección animal.
Ubicados en el céntrico parque capitalino del cual toman el nombre, realizan una feria de adopción una vez al mes. También, han brindado refugio en hogares temporales a más de 200 felinos.
«Aldama se centra en la colonia como tal, pero por la ubicación y conocimiento que hay sobre el proyecto diariamente tenemos que hacernos cargo de casos, a veces graves, que nos dejan en el parque», aclara Gabriela.
Con un alcance que llega a todo el territorio nacional, BAC es una de las organizaciones más grande y mejor articuladas del país. El proyecto, que ya celebra su segundo aniversario, se ha encargado en este último año de 2998 rescates y ha dado en adopción 1972 animales. Su actividad constante en las redes sociales, donde denuncian y visibilizan casos sensibles, les ha permitido ir creciendo en el número de activistas y ampliar su radio de acciones a nuevas localidades.
En Santa Cara confluyen varios refugios y grupos de voluntarios, entre ellos el de Leidy Laura, uno de los rostros más visibles en la lucha por el bienestar animal. Su casa, donde durante años han convivido decenas de animales sin hogar, ahora se encuentra ante el inconveniente de no poder darle asilo a tantos necesitados. «La verdad es que estamos enfocándonos en las adopciones responsables y reduciendo a casi la mitad la cantidad de animales porque todo está mucho más costoso y las ayudas son muchísimas menos», explica.
En la misma ciudad, los muchachos de Salva un Callejero se movilizan a diario, en cuanto conocen de algún caso. Reciben las atenciones del equipo gatos y perros maltratados, otros que sufren algún accidente en la vía y son abandonados a su suerte, algunos más que sus dueños deciden no tener por más tiempo o los que ocupan los espacios públicos.
Según explica Jennifer, una de sus participantes más activas, el tema de las adopciones se ha complicado. «Tenemos que averiguar todo de esa persona que desea adoptar, porque en ocasiones realmente no los quieren. A veces son niños de 16 años, que cuando llegan a la casa, los padres le dicen que no y viran todo el proceso; o los quieren para meterlos en un garaje; o solamente para cazar ratones, cuando son gatos; o para religión, y en esos casos preferimos no entregárselos», expone.
En Nuevitas, Ismaray Rosío y su esposo Reinier Roque Santos atienden su casa-refugio desde hace poco más de un año, pero siempre han rescatado animales en situaciones de abandono y maltrato. En este tiempo, han atendido aproximadamente 200 perros y ahora mismo conviven con más de 20.
«Nosotros rescatamos, curamos y damos en adopción. Gracias a Dios, hasta ahora todos los recuperados han encontrado un hogar. Pero sale uno y llegan dos más», relata.
Alrededor de ellos se articula un grupo de 31 voluntarios que contribuyen con las donaciones—mínimo 50 pesos mensuales—, las curas, los baños y la limpieza. Tres nueviteras residentes en el exterior los apoyan económicamente con medicamentos de uso veterinario y otros recursos.
Pero los casos de violencia no cesan. «Yo he atendido desde animales con miembros amputados por machetes, hasta violados por humanos. También hay muchos casos de abandono, partos para venta de cachorros, peleas de perros, muy comunes aquí, y asesinatos a golpes o ahorcados. También es común que boten los recién nacidos, sobre todo gatitos, y que utilicen perros callejeros para entrenar pitbulls para las peleas y luego tiren los animales muertos o gravemente heridos a la basura. A los caballos los matan a golpes en plena calle. Pero como es un municipio no ocurre nada».
Hace 3 años, 5 santiagueros identificados con el problema del maltrato animal, se unieron para crear Salba. Como explica Amalia Alcolea, una de sus fundadoras, la labor principal del grupo, que ha crecido exponencialmente, es erradicar la población de animales callejeros. «Cuando podemos, tratamos de curarlos, bañarlos, esterilizarlos y darlos en adopción. Tenemos un refugio al que llevamos animales en una situación crítica, por ejemplo, una sarna muy avanzada, un tumor o alguna perra embarazada para atenderla y dar rápidamente los cachorros en adopción. Al refugio van también animales atropellados, maltratados o heridos».
Además, estos jóvenes trabajan una línea educativa con los niños, aunque en los últimos 12 meses ha disminuido por el cierre de las escuelas debido a la pandemia. En su búsqueda de sensibilizar desde las primeras edades han creado círculos de interés y realizan otras actividades en las que se abordan temas de bienestar animal. También, se han agenciado espacios en la radio y la televisión locales para compartir el quehacer del grupo y sumar nuevos voluntarios.
Mientras la ley revive o sucumbe definitivamente, son estos activistas, y miles más en toda la isla, quienes continúan construyendo un país más justo para los animales. En manos del gobierno está sumar o restar a esta causa de tanta nobleza y amor.
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Madeline Menéndez
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