Raperos se presentan en una peña de viernes por la noche en Punta Gotica. Foto: Miguel Suárez.
Rap para transformar una comunidad en Cienfuegos
12 / abril / 2019
Con apoyo casi nulo de las autoridades locales, los impulsores de un proyecto comunitario basado en el rap y en la cultura hip hop en general pretenden cambiar la realidad de los habitantes de Punta Gotica, un barrio marginal en la ciudad de Cienfuegos.
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Sentados en la acera unos muchachos se ponen de acuerdo. Por su “estilo” parecen raperos. Lo son. Es mediodía y el sol quema. El mar queda cerca, a unos sesenta metros.
Uno de ellos, también albañil, construyó la tarima improvisada, de apenas cinco centímetros de altura sobre la acera. La hicieron de cemento, para que nada la destruya. Allí acomodan los equipos de audio.
En la acera opuesta cocinan una caldosa para los invitados y para los vecinos. Desde la mañana, par de artistas “grafitean” las paredes del barrio. Las imágenes aluden a la religión afrocubana, a la cultura hip hop, a los proyectos que aquí se reúnen: Área 51, K’Bolá y Clandestinos.
Es el primer viernes del mes y en la avenida 72, entre 33 y 35, los vecinos esperan la peña de rap. Es pública y gratis.
FLOW DE BARRIO
Poco o nada aparece de rap en las carteleras culturales de Cienfuegos. La irreverencia del género, la valentía de sus rimas y hasta el aspecto desenfadado de sus exponentes, pusieron sobre ellos etiquetas repudiables que hoy los mantienen alejados de los principales escenarios.
Para colmo, el boom de melodías más comerciales y fáciles sepultó a los representantes de un género que, a pesar de no ser de masas, se resiste a desaparecer.
“Hace años hubo discrepancias con algunos raperos de Cienfuegos”, recuerda Ricky Rivera (Cristiano MC). “Nos dieron de lado, por esa ‘mala’ fama de decir las cosas con sinceridad y sin adornos”.
Oslay Fernández Tejeda, fundador del grupo Clandestinos recuerda que, tras el último Festival de Rap y Música Fusión, celebrado en la ciudad en 2005, el género comenzó a decaer.
“Después de eso los raperos empezaron a esparcirse, a hacer su vida y muchos proyectos desaparecieron, incluido el mío, que en aquel momento tenía otro nombre”, narra.
Casi diez años más tarde descubrió el talento de un adolescente del barrio y supo que finalmente podría volver a un escenario.
“Hablé con José Andrés (Bad Devil) y desde 2015 formamos Clandestinos. Grabamos las canciones por nuestra cuenta y un día decidimos presentarnos a la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Fue el apoyo de algunos miembros de la AHS y del propio presidente de la organización en Cienfuegos lo que hizo que finalmente recibieran el carnet de miembros en mayo de 2018.
“La AHS siempre ha apostado por promocionar y apoyar el hip hop, pero, aunque cuentan que este género tuvo sus destellos, la realidad es que desde hace años no aparecemos en el mapa”, reconoce Frank Pérez Aguayo, presidente provincial de la AHS en Cienfuegos.
Sin un lugar fijo para hacer sus peñas, Carlos Infante, un artista de la plástica y amante del rap, les propuso realizarlas en Punta Gotica. Concibieron un proyecto de presentaciones y la AHS lo aprobó.
“Hacemos un rap de crítica social responsable, no destructiva, para decir la verdad sin ser crueles ni hirientes. Es un rap reflexivo”, dijo Ricky, quien se unió a la peña un mes más tarde. “Hemos ganado finalmente un espacio y tenemos que cuidarlo de cualquier subjetividad”.
AQUÍ NO HACEN FALTA SUPERHÉROES
El nombre de Punta Gotica se asemeja al de la ciudad que Batman protege del crimen, aunque en este caso se trata del diminutivo de la palabra gota. Como Ciudad Gótica, pero sin rascacielos, Punta Gotica es considerado un sitio “peligroso”. Es uno de los consejos populares de peor reputación en la “linda y patrimonial” ciudad de Cienfuegos. Aunque se encuentra a la entrada del Prado cienfueguero, no aparece en ninguna postal.
Sin embargo, desde principios de enero de 2019, Punta Gotica se transforma en una plaza para el arte.
Aunque los líderes son Ricky y el dúo de rap Clandestinos, varios se consideran “parte de ese proyecto”, comenta NestaFlow, un rapero que viaja cada día más de 40 kilómetros desde la Ciudad Electronuclear.
“Los muchachitos se han embullado. A veces se suben a la tarima y empiezan a improvisar. Algunos nos sorprenden por el talento que tienen”, agrega NestaFlow.
Los primeros viernes de cada mes, Punta Gotica deja de ser un barrio aburrido.
“La gente espera las peñas como cosa buena. Una vez al mes es muy poco para nosotros. Aquí nunca pasa nada y la gente no tiene dinero para ir a un cabaret o a una discoteca”, comenta el vecino Julio Téllez.
Una carta de autorización de la AHS avala que Ricky, Oslay y su gente pueden hacer aquí las peñas sin estar al margen de la autoridad. Es el único apoyo institucional que tienen.
“Las peñas deberían ser viernes y sábado, como fueron en enero cuando la AHS puso el equipo de audio”, explica José Andrés. En las otras que hemos realizado, el audio lo alquilamos por nuestra cuenta y por eso la limitamos solo a los viernes”.
Joven, ingenuo y soñador, José quiere exigir más apoyo, pero Ricky y Oslay coinciden en que esa carta de autorización es suficiente. Por experiencia propia saben que cuando se quiere hacer algo no se puede esperar por terceros.
“Por suerte nunca nos ha faltado el apoyo de amigos y gente que sigue el hip hop”, comenta Oslay. Aquí vienen grafiteros y raperos de otras provincias y se quedan en nuestras casas, comparten la caldosa del día de la peña y ponen sus recursos en función de este proyecto”.
Aunque por cuestiones logísticas no siempre pueden contar con todos los invitados, este es un proyecto abierto a cuantas personas quieran colaborar. “Cada primer viernes del mes la peña va. Por nosotros no se va a caer”, concluye Oslay.
PINTAR EL HIP HOP
Bajo un Elegguá dibujado en una puerta puede leerse la caligrafía imperfecta de los niños: “Bendice al rap de mi tío y al de sus amigos”, “Cuida a mi ciudad”, “Bendice a mi Cuba”, “Paz y amor”, “Protege a mi familia”.
A continuación, en una cerca de metal que divide varias casas hay motivos afrocubanos, de la religión yoruba e imágenes que aluden al reggae y a Bob Marley.
“No es intencional, pero no puede negarse la influencia de estas culturas en los grafiteros que aquí pintan, casi todos negros y mestizos”, reconoce Ricky Rivera.
Las imágenes de Inmaray Tillet, graduada de artes plásticas, muestran mujeres negras, bembonas, sensuales, gozonas. Muestran la negritud y los colores vivos de la africanía.
“Me encantó dibujar en las casas de la gente y ver cómo la comunidad se integró a esta iniciativa”, explica.
José Andrés cuenta que la gente brindó sus casas para hacer los murales y pintar las paredes: “Les mostramos en un dibujo pequeño lo que se iba a pintar y ellos nos autorizaron a hacerlo”.
Las pinturas las traen los propios artistas, quienes ponen sus recursos individuales a disposición del proyecto.
“Hemos reunido grafiteros de Matanzas, La Habana, Santa Clara y Cienfuegos”, comenta Carlos Infante, fundador del proyecto-galería K’Bolá. “Algunos empiezan dibujando y terminan rapeando en la tarima”, agrega.
LA CATEDRAL DE LOS NEGROS
La reputación de Punta Gotica le precede. Debe ser ese el motivo por el cual dicho barrio de Cienfuegos es el escenario principal de la novela La Catedral de los negros de Marcial Gala (premio Alejo Carpentier 2012), un texto cargado de violencia, criminalidad y también de la voluntad de mucha gente para sobreponerse a las etiquetas y los prejuicios.
Los “raperos del barrio” tienen el mismo propósito: cambiar la apreciación de la gente sobre su comunidad. Así lo reconocen en una nueva canción compuesta entre todos.
Apenas está hecha la maqueta, pero ya llaman a esta melodía el himno de Punta Gotica: mucho flow/ mucha rima,/ flow de barrio.
“Flow de barrio sería el nombre de un proyecto comunitario que trascienda las peñas y el grafiti e incluya otros elementos de la cultura hip hop como el basket, el breakdance, los DJ, el barber style y el arte del tatuaje”, comenta Ricky.
Pretenden hacer una colecta mensual entre todos los miembros de la peña y otros que quieran ayudar. Con ese dinero pueden no solo garantizar el equipo de audio de cada mes, sino además, comprar los tableros de baloncesto, crayolas para los niños y todo lo que se pueda.
“Hacemos algo que nos gusta y es provechoso y útil para nosotros y nuestros vecinos”, comenta Oslay.
Algunos amigos ya se brindaron para colaborar. Este es un proyecto a puro esfuerzo que empezó con una peña y los dejó lleno de inquietudes artísticas y humanas. Quieren compartir lo que saben e influir, sobre todo, en los niños.
Dice Ricky: “las peñas los inspiran y ellos a su vez nos inspiran a nosotros. Muchos de estos niños viven situaciones muy difíciles en sus familias y el rap puede ser una vía para sacarse del pecho cuanto tienen que decir. De paso mantienen vivo al género”.
Somos un ejemplo para ellos y según la postura que tengamos en el barrio y en la vida será lo que realmente crean. Queremos llevar a nuestra comunidad mensajes de buena conducta y responsabilidad y que cambie el prejuicio de la comunidad donde viven”, concluye.
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