Hoy fue el día del verdadero adiós: el pueblo de la capital cubana se encontró con las cenizas del líder de la Revolución Cubana.
Con la caravana que lleva sus restos hacia Santiago de Cuba –haciendo el recorrido inverso de la Caravana de la Victoria- se hacía tangible una partida que hasta este momento parecía irreal.
A medida que avanzaba el cortejo fúnebre los rostros de las miles de personas que esperaban desde muy temprano en la mañana se iban transformando. Muy pocos quedaron indiferentes, la conmoción del momento era plenamente perceptible.
A pesar que para las generaciones más actuales la imagen de Fidel no es tan cercana como para quienes lo vivieron siendo el presidente del país, gran cantidad de jóvenes se encontraban entre el cordón de personas que esperaban para ver pasar los restos mortales. Y muchos lloraban.
También, como ha sido común en este funeral, muchos hacen fotos, queriendo llevarse un recuerdo muy propio de este momento. Porque ahora en La Habana, y en Cuba, todo el mundo tiene su particular manera de vivir este duelo.
Dos muchachos, de unos 30 años, conversan entre sí. De repente uno le dice al otro: “Ahora pienso en mis padres, están muy afectados, mi mamá lleva varios días con la presión alta, está muy triste desde que el sábado en la mañana supo la noticia”. Las personas mayores son las más consternadas, para las generaciones que crecieron bajo la égida de la Revolución, el paso de Fidel es también el de una épica que los sobrepasa.
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