Ser rockero en Cuba: un canto en imágenes a la libertad
personal

Jorge L. «Colo». Foto: Alina Sardiñas.

Ser rockero en Cuba: un canto en imágenes a la libertad personal

6 / enero / 2024

En Lavapiés Alina no deja de pensar en La Habana. Pide un café a la entrada de un tugurio en el centro de la bohemia de la ciudad madrileña y me enseña algunas fotografías del otro lado del océano. Los niños, las ruinas, el mar. Allí, entre esas imágenes, estaba Alina. Pero también está frente a mí observando el bullicio de Lavapiés a la entrada del infierno del verano.

En su mano derecha guarda otra carpeta con algunas imágenes que alimentan mi curiosidad. Le pregunto, pero la cierra de golpe. Las fotografías solo se podrán ver colgadas en la pared cuando cumpla una de sus obsesiones. Son el testimonio gráfico de una parte de la historia de la escena del rock cubano, de una parte de su vida. La fotógrafa, como cualquier persona, conoce el momento correcto para mostrar la vida.

La fotógrafa Alina Sardiñas Foto: Alain Rodríguez Méndez

El 10 de noviembre de 2023 en la galería Luz y Oficios, en La Habana, Alina Sardiñas mostró al público cubano lo que guardaba bajo siete llaves en Madrid. Treinta y dos fotografías de rockeros cubanos que pertenecen al universo simbólico del underground de la isla.

Volví a conversar con Alina cuatro meses después del encuentro en Madrid. Ahora de este lado del océano. Entre el mar, las ausencias, las ruinas. Estamos en un tugurio de esa Habana adonde siempre vuelve hasta que las fuerzas le den. Mira las fotografías colgadas sobre la pared en la que también está colgada su vida.

La fotógrafa resplandece. No le ha resultado fácil lograr la exposición «Light My Fire». Los preparativos han corrido por su cuenta y la muerte se ha llevado a varios de los fotografiados, quienes fueron sus amigos. Le puso empeño y realizó su acto de justicia con el rock cubano, con lo que ha sido y con lo que es ella.

La expo es un homenaje a la resistencia de un sector social preterido que ha encontrado en el rock y en el metal una forma de vida para imponerse a la exclusión y a las normas sociales impuestas desde la hegemonía del poder. La inauguración fue una celebración y un punto de encuentro no solo entre los protagonistas, sino también entre varias personas que se han entregado a la defensa de la escena que se mantiene en los márgenes de las narrativas oficiales.

Alina abraza a María Gattorno, fundadora del extinto Patio de María.[1] Le comenta sobre la expo con la sonrisa que siempre le dibuja las líneas del rostro y la devuelve a su adolescencia. Comienza a hablar. De las fotos, de la música que la cautivó desde temprano, de Jim Morrison y de la puerta que se abrió a la entrada de sus 14 años para mostrarle la infinidad del mundo en que el «Rey Lagarto» comenzó a encender su fuego.

«“Light My Fire” (a su vez, título de una canción de Jim Morrison) son fotos hechas a frikis —que hoy tienen más de 50 años— en sus cuartos. No solamente en La Habana y en algunos de sus municipios y pueblos, también en otras provincias. Quise ir al oriente del país, pero me quedé con los pasajes en la mano, literalmente. Primero la pandemia y luego el ordenamiento me dejaron “en tierra”. Los personajes de este trabajo son personas “anónimas”. El único músico es Jorge L. “Colo” —guitarra de la banda Combat Noise—; según sus palabras él es “en primer lugar, friki”».

¿Cuántas fotos incluye la expo?

Las paredes de la galería sostienen 32 imágenes en mediano y gran formato de casi la totalidad de los fotografiados y un collage con 75 fotografías en 10 x 15. Todas las personas que fotografié tienen un lugar en la exposición.

¿Por qué hacer una exposición sobre rockeros y sobre la escena del rock cubana?

Quisiera que las personas miraran profundamente estos rostros y se preguntaran si de verdad no duele pensar que fueron relegados por una sociedad tristemente monolítica. Un homenaje para ellos que, a pesar de los golpes de la vida, mantienen abiertos los canales de la amistad.

David «el Ozzy». Foto: Alina Sardiñas.

La exposición es una exaltación a la valentía y a la belleza de ser consecuente con la persona que se es, con los gustos y la manera de pensar, y asumir sus consecuencias. Es también una reverencia a la música de la paz y el amor. Un canto en imágenes a la libertad personal, ellos ponen la voz.

¿Cuál es tu vínculo con el rock?

A los 14 años tenía un vecino que escuchaba Génesis, Queen, Pink Floyd y toda la buena música que te puedas imaginar. La ponía al máximo volumen, lo mismo a las diez de la mañana que en la madrugada. La gente se quejaba, claro, pero yo escuchaba desde mi cama el «The Wall» y pensaba… ojalá no baje el volumen. Esa puerta estaba en mi camino y detrás de ella la que sería parte de la banda sonora de mi vida. Él me puso delante de la puerta para que yo la abriera cuanto antes. El rock dibujó los amigos que iba haciendo, los estados de ánimo, la ropa que me ponía y me acompañó en mi rebelde adolescencia. Hoy lo escucho casi todos los días.

Hay muchas fotografías tuyas vinculadas con La Habana y sobre todo con los niños. ¿Crees que esta expo se sale de tu trabajo habitual?

He abordado la fotografía desde la contingencia. Salgo a meter la ciudad y la gente en la cámara, busco el instante que me saca el aliento porque me parece bello o porque cuenta nuestra realidad. Pero siempre espero a que el milagro ocurra para que yo lo vea y lo pueda atrapar. Hago series, pero no las armo yo, las hace el azar. Este trabajo, en ese sentido, sí es diferente. Pero solo en el método, por lo demás es la misma arcilla con la cual he trabajado siempre. El ser humano que habita nuestra isla.

Viajas con frecuencia a España, ¿por qué regresas a Cuba?

No sé vivir lejos de Cuba. Cuando me voy, al poco tiempo empiezo a sentir una nostalgia que punza. Me siento un pez intentando sobrevivir en el asfalto. Por otra parte, mi trabajo está enraizado en esta tierra, mi cámara mira a través de los ojos de esta isla. Sé que también me iré, todos más temprano que tarde nos tendremos que ir. No sé entonces qué será de mí ni de mis fotos.

¿Dónde se podrá ver la exposición luego de esta primera muestra?

Tenía algo claro con la exposición, saldría a la luz en Cuba antes que en cualquier otro país; estoy abierta a llevarla a otro espacio que la quiera acoger, pero de momento, aquí.

¿Hay alguna anécdota que recuerdes del proceso para realizar la exposición?

Una noche estaba en el Maxim y vi a David «el Ozzy». Le llamaban así porque era un fanático de Ozzy Osbourne. Lo había visto muchas veces, pero no lo conocía. Pedí que me lo presentaran y nos sentamos a hablar en el quicio de la entrada del Maxim. Le conté del proyecto y estuvo de acuerdo en que le hiciera fotos en su cuarto.

Ozzy vivía en Güira de Melena. Me dijo: «No hay lío, pero méteme en la mochila un papel que diga “La fotógrafa va a ir el lunes a mi casa a hacerme unas fotos”». Eso hice. El lunes me levanté temprano y me fui en compañía de Alain, mi compañero de travesías en esta aventura, para Güira. Ni rastro de David. La mamá, una señora mayor llamada Violeta y a quien Ozzy graciosamente llamaba Violencia (porque lo requería mucho) nos sugirió que lo buscáramos por el pueblo.

María Gattorno. Foto: cortesía de la entrevistada.

David no tenía celular porque no le gustaban los móviles. Ozzy nunca llegó. Dos días después, por fin logré hacerle fotos en su cuarto lleno de pósteres y de frikandá. «Violencia» preparó un almuerzo riquísimo y me pidió que le hiciera una foto con su nieta. Pensé que la nieta llegaría en cualquier momento, pero Violencia se paró al lado de un retrato que tenía en otra parte de la casa y posó para mí.

¿Cuál ha sido el momento más doloroso de este proceso, si se tiene en cuenta que varias de las personas fotografiadas han fallecido?

Me está siendo difícil responder la pregunta porque la emoción me desboca y no puedo organizar las ideas. Siento que no seré capaz de transmitir el sentimiento y prefiero no responder a quedarme a medias con lo que la muerte de estas personas me genera.

En la frikandá encuentras verdaderos hermanos de vida. David «el Ozzy» tuvo a sus amigos Roberto y Siurad (a quienes también fotografié) que lo cuidaron durante los meses de su enfermedad hasta que el 3 de diciembre —el mismo día del cumpleaños de su ídolo Ozzy Osbourne y mientras escuchaba la música del príncipe de las tinieblas—, con ese acto performático, puso fin a la vida en su cuarto en Güira de Melena, en el que meses atrás le estuve haciendo fotos para este proyecto.

Cada uno tiene una relación particular con la muerte. Aunque existe un punto en el que coincidimos casi todos, el miedo. Cuando hablé con David «el Ozzy» días antes de su muerte vi cómo se movía con naturalidad por esa idea, como si de la muerte se regresara. Daba la sensación de que no había para él una línea que partiera en dos ese horizonte. Me dijo: «Mi hermana, cómo me gustaría ver esa exposición. Tienes que hacerla, ojalá pueda ir, si no, la veré desde allá arriba». No había drama, no buscaba la compasión. Estaba siendo genuino. Estaba siendo un friki.

[1] El Patio de María es un espacio histórico para el rock cubano que el Gobierno cerró en 2013.

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Friedman Falkón Towers

Excelente testimonio de lo que tiene que hacer una persona para llevar a cabo su trabajo y exponerlo consecuentemente sabiendo también la censura de por vida que ello conlleva de y por parte del sistema político más atroz que existe. PD: Hay un error de fecha al final, el cierre del Patio de María ocurrió en el año 2003 no en él año 2013.
Friedman Falkón Towers

Lj

Okay....coincido casi el 100x ciento
Lj

Mercedes Ríos Suárez

Muy agradecida con la exposición.Me incluyo,es mi historia también! Saludos Alina!
Mercedes Ríos Suárez

Javier Almeida

Corrijo, el Patio de Maria cerro en Agosto del año 2004, y no en el 2013, como escriben al final en la Nota 1, yo lo vivi y nunca lo olvidare.
Javier Almeida

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