Columna de humo en el aeropuerto militar en Chuguyev cerca de Kharkiv (Ucrania). Foto: Aris Messinis / AFP.
Ucrania, Rusia, Cuba y la guerra
25 / febrero / 2022
Empezó la guerra. En la madrugada del 24 de febrero de 2022 los rusos invadieron Ucrania. Se concretó así una contienda que parecía cantada desde semanas atrás y que hasta hace muy poco —más allá del conflicto que durante ocho años han mantenido los ucranianos al interior de su territorio— había sido solo una guerra de narrativas.
A pesar del inicio de los bombardeos y el avance de los tanques, el conflicto ruso-uncraniano no ha dejado de ser también un conflicto en el que se contraponen dos visiones del mundo y sus respectivas formas de contarlas. Al declarar el inicio de las hostilidades, Vladímir Putin no se refirió en momento alguno al comienzo de una guerra —aspecto validado por Cubadebate—, sino al de una «operación militar especial» cuyo objetivo, paradójicamente, no es ocupar el territorio ucraniano, sino desmilitarizar y desnazificar ese país.
Desmilitarizar un país que tiene derecho a tener ejército y desnazificar una nación en la que 43 000 personas se consideran judías y 200 000 son elegibles para la ciudadanía israelita bajo la Ley de Retorno. Desnazificar un país en el que el presidente electo es judío y miembros de su familia fueron víctimas del holocausto.
Desde 2014 Ucrania está en guerra. Una guerra que se ha extendido a pesar de los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015. El conflicto del Gobierno ucraniano con separatistas prorrusos del Dombás había ocasionado hasta el 24 de febrero la muerte de 14 000 ciudadanos de aquel país. El papel de Rusia ha sido primordial desde el origen del conflicto. Los movimientos de Donetsk y Lugansk comenzaron después del Euromaidán, un movimiento popular que obligó a la renuncia y huida del país del presidente ucraniano Víktor Fiódorovich Yanukóvich. Pero sobre todas las cosas, el conflicto comenzó después del referéndum y anexión rusa de la península Crimea en 2014.
Antes de Crimea, Putin había utilizado los llamados «conflictos congelados» heredados o generados luego de la desintegración de la URSS para intervenir o apoyar acciones separatistas en países como Moldavia o Georgia.
Tres días antes de invadir Ucrania (lunes 21 de febrero de 2022), Vladímir Putin explicitó algunas de sus creencias que se sostienen en un profundo nacionalismo ruso propio de los tiempos del Imperio. Putin dejó claro que Rusia pudiera llegar a comprender todo aquel territorio en el que haya población con cultura originaria rusa. Afirmó que Ucrania —una de esas regiones— es un Estado que no debería tener derecho de existir al margen de Rusia.
En el discurso que anunció también el reconocimiento de la independencia de las repúblicas de Lugansk y Donetsk, Putin declaró que «la Ucrania moderna fue creada enteramente por Rusia, más precisamente por la Rusia bolchevique y comunista». Asimismo, confirmó que la independencia de Ucrania había sido el producto de los errores cometidos por las élites del partido comunista soviético (en especial por Lenin) que, además, provocaron la desaparición de la URSS. Este hecho, desde hace mucho tiempo, había sido catalogado por Putin como «la catástrofe geopolítica más grande del siglo XX».
La invasión a Ucrania ha sido justificada por Putin debido al crecimiento que, es cierto, ha tenido la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este de Europa. Muchos países que antes estuvieron dentro de la esfera de influencia de la URSS, como Polonia o las repúblicas del Báltico, han ido adhiriéndose con los años a la Alianza Atlántica. Pero quienes afirman que no existe el derecho de la OTAN de acercarse a las fronteras rusas —tal como lo ha hecho el ministro de Relaciones Exteriores cubano, Bruno Rodríguez Parrilla— olvidan que la adhesión de esos Estados —que ayer eran parte del Pacto de Varsovia— a la OTAN, es resultado de sus propias decisiones soberanas. Decisiones que fueron justificadas en su momento como el mejor mecanismo de defensa para protegerse de las siempre latentes —y hoy confirmadas—aspiraciones expansionistas rusas.
¿Qué puede proteger a Estados pequeños como Estonia o Letonia, ubicados en la periferia rusa y que tienen el 40 % de su población de origen eslavo, después del discurso de Putin del 21 de febrero de 2022? Solo la pertenencia a la OTAN y la obligatoriedad colectiva de los miembros del pacto de prestarse asistencia militar en caso de ataque frena los deseos de Putin de expandir la influencia rusa hasta esos lugares donde existen importantes minorías de lo que considera sus compatriotas.
La visión geopolítica del putinismo es imperialista al mejor estilo del zarismo. Es tan imperialista como la que han desarrollado múltiples administraciones norteamericanas en diferentes momentos de la historia.
La posición del poder cubano y sus acólitos ante la invasión rusa a Ucrania es demostrativa de que el antimperialismo no es uno de los principios que los guían —a pesar de la abundante propaganda que dice lo contrario—. El poder cubano y quienes le defienden no entienden de principios, entienden exclusivamente de pragmatismo al estilo de las mejores recetas maquiavélicas. Como indicara el maestro florentino: la política no entiende de moral.
Las buenas relaciones de la Administración de La Habana con Rusia son innegables. El vínculo que hoy mantiene el Gobierno de Díaz-Canel con el de Putin es una versión edulcorada y posmoderna de la que en su día mantenía Fidel Castro con la Unión Soviética. Una relación en la cual lo que pesa no son los cacareados principios de la solidaridad internacional y el altruismo, sino el simple beneficio mutuo de saberse aliados por tener un enemigo común. Una cosmovisión que, en el caso de Putin, pudiera resumirse en lo que Aleksandr Dugin ha catalogado como «populismo integral».
La nueva relación entre los poderes ruso y cubano se ha construido desde varios sectores. El militar ha sido uno de los más importantes. El ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigú, visitó Cuba, Nicaragua y Venezuela en 2015 y trató temas relacionados con el intercambio técnico-militar entre Rusia y los tres Estados latinoamericanos. Asimismo, Miguel Díaz-Canel visitó Rusia en noviembre de 2018 y se entrevistó con Putin. De inmediato, tras la visita, Rusia anunció la concesión a Cuba de un crédito de 38 millones de euros para garantizar la compra de aviones, helicópteros y equipamiento militar ruso. Como parte de esos acuerdos, en 2019 el vicepresidente cubano Ricardo Cabrisas —principal negociador de la deuda externa cubana— se reunió con Shoigú en Moscú para conversar sobre «la cooperación bilateral en aras de la estabilidad y la seguridad en la región del Caribe».
Las visitas de altos dignatarios rusos a Cuba se han reproducido también en los últimos años. El vice primer ministro del Gobierno ruso, Yuri I. Borísov, ha visitado Cuba al menos en tres ocasiones desde 2018. La última de ellas, en febrero de 2022, unas horas antes de la invasión a Ucrania. En esos días, Borísov realizó un periplo por Latinoamérica que incluyó también los otros dos países que han sido cruciales en el refuerzo de su posición en el continente: Venezuela y Nicaragua. No parece casual que Cuba, Nicaragua y Venezuela sean hoy los únicos países de América Latina que han mostrado su apoyo irrestricto a Putin y su invasión.
Tras la visita del vice primer ministro Borísov a Cuba (18 de febrero de 2022), el canciller cubano Rodríguez Parrilla declaró a través de su cuenta de Twitter su rechazo enérgico a lo que consideró «histeria propagandística y comunicacional que desata el Gobierno de Estados Unidos contra Rusia». El también miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, además, se opuso «firmemente a la expansión de la OTAN hasta las fronteras de Rusia».
Luego de esta declaración de Bruno Rodríguez se produjo —tampoco parece casual— un quid pro quo. El 22 de febrero de 2021 la Duma del Estado ruso —o lo que es lo mismo, la cámara baja de la Asamblea Federal de ese país—, a propuesta del Gobierno de Putin, ratificó los acuerdos firmados con Cuba en agosto de 2021 y que tenían como objetivo renegociar parte de la deuda que mantienen ambos Estados. Los acuerdos ratificados por la Duma prorrogan hasta 2027 los términos de los pagos de los créditos entregados por Rusia a Cuba entre 2006 y 2019.
Los créditos entregados por Rusia a Cuba durante esos años ascienden a los 2 300 millones de dólares y desde principios de 2020 Cuba había dejado de pagarlos. La fundamentación de la normativa aprobada por la Duma del Estado ruso establece que el impago de Cuba entre 2020 y 2021 deberá recuperarse entre 2022 y 2027; el reacomodo de los pagos implicará el abono por parte de Cuba de una suma adicional de 11 millones de dólares en concepto de intereses.
El día en que la Duma aprobó la ratificación de los acuerdos de renegociación de la deuda, Cuba respondió con una declaración oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex). La declaración, que demuestra el agradecimiento a Putin y los estrechos lazos que unen ambos Gobiernos, puede resumirse en tres puntos fundamentales:
- Los Estados Unidos y la OTAN son los culpables de la situación en Ucrania por haber manipulado a la comunidad internacional sobre los peligros de una «inminente invasión masiva» de parte de Rusia.
- Cuba ha alertado siempre sobre la peligrosidad de políticas como esas.
- Rusia tiene derecho a defenderse.
Dos días después de esa declaración (24 de febrero de 2022) se produjo la «inminente invasión masiva» con la que —de acuerdo con la declaración del Minrex— los Estados Unidos y la OTAN habían manipulado al mundo. El avance del ejército ruso se produjo sin que los ucranianos le hubiesen lanzado un solo disparo.
Al tiempo que la invasión a Ucrania comenzaba, el presidente cubano Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez reafirmaba el placer de haber recibido y conversado con Vyacheslav Volodin, presidente de la Duma, el órgano que aprobó la renegociación de la deuda que Cuba mantiene con Rusia. Volodin es un funcionario muy cercano al Partido Rusia Unida de Putin y ha llegado a decir que sin Putin no hay Rusia. Su recibimiento en medio de una situación como la que se desarrollaba en Europa del Este no es ni casual ni desinteresado.
Para rematar, el día que Ucrania y su invasión ocupaban los titulares de todos los medios de prensa del mundo (24 de febrero de 2021), Granma, el órgano oficial del Partido Comunista cubano, amaneció resaltando los lazos de amistad entre Cuba y Rusia y los deseos de paz de ambos Estados.
Otra muestra de que la guerra en Ucrania también es de narrativas y de que el Estado cubano no cree en principios éticos o morales, como el antimperialismo.
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Jorge luis