11J, el día que nos cambió a todos

11J, el día que nos cambió a todos

11 / julio / 2024

El 11 de julio de 2021 parecía un domingo normal. Ese día fui a misa y al regresar a mi casa preparé el almuerzo. Mientras comía, me puse a revisar Facebook. De pronto, vi una publicación que me dejó atónito, la ciudadanía salía a manifestarse en San Antonio de los Baños con una masividad desconcertante. Salí corriendo y le dije a mi vecina «¡Mima, la gente está en la calle!». Mi vecina me respondió «Hijo, quédate quieto, por favor». Pero al entrar en mi casa y volver a ver las redes sociales, contemplé cómo las manifestaciones se extendían por el resto del país. En ese momento supe que mi deber cívico era participar en las protestas. Minutos después, le escribí a un amigo para ponernos de acuerdo y me dijo «Nos vemos en el Vedado».

Al cerrar la puerta de mi hogar, sentí que se abría un nuevo camino. La mezcla entre emoción e incertidumbre todavía la siento. Por precaución, me fui al Vedado en transporte público. Al llegar, me encontré con mis amigos detrás del hotel Habana Libre y de ahí nos dirigimos a la sede del antiguo Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), donde empezamos a manifestarnos para exigir que informaran la verdad de lo que sucedía en el país.

De ese momento queda el registro de las imágenes. Hoy, cuando vuelvo a revisar las fotos y los vídeos que después me llegaron, intento entender a las personas mayores que me gritaban durante el acto de repudio que nos hicieron. Solo pienso en qué les movía, cómo vivirán ahora, si tendrán medicinas y alimentos. Solo me queda un gran sentimiento de lástima hacia ellos, en particular hacia el señor que me gritaba en el oído; todavía escucho sus alaridos. Un sacerdote jesuita me sacó del medio de la turba. Cuando salía y al ver que mis amigos estaban sentados en el suelo y que comenzaba la violencia, le dije al religioso «Vete, que yo vine con ellos y con ellos me voy».

Minutos después, llegó el imperio de la violencia y el triste camión de escombros. De aquellos instantes aún recuerdo la mirada de ruptura interior del policía que nos transportaba hasta la cárcel. De la estancia en prisión he escrito en otras ocasiones, por eso hoy creo justo hablar de lo que sucedía mientras yo era un desaparecido. En ese momento, mi amigo jesuita fue corriendo al Tribunal a interponer un recurso de habeas corpus en favor de los detenidos. Después supe de las presiones de la Compañía de Jesús en favor de los manifestantes del ICRT. Mientras tanto, las parejas de varios amigos detenidos buscaron a Fernando Pérez para que intercediera por nosotros —en la celda estaba Raúl Prado, quien era el director de fotografía de la película que rodaba en ese momento—.

Sin dudas, las horas más tristes de aquel 11 de julio las vivieron mis padres. Estaban preocupados porque mi celular les daba apagado y luego comenzó la angustia. Al conocer de mi detención, dos monjas octogenarias amigas de mi familia tomaron su coche y fueron a calmarlos. Solamente las dos mujeres eran capaces de apaciguar los miedos de mi papá y de mi mamá, quienes en ese momento confiaron en que las gestiones de la Iglesia serían fructíferas. Pero cuando las religiosas se marcharon, comenzó el 11J para mis progenitores.

Duele y duele mucho que las traiciones en las horas más amargas vengan de tu entorno afectivo. Alguien les gritó «¡Allá él, yo soy militante del Partido Comunista!». Mientras, los vecinos vociferaban en la calle «Deberían meterle 30 años de prisión, por malagradecido». Otros se burlaban en las redes sociales y en los espacios de confluencia con mi papá. Lo triste es que la vivencia de mis padres se replicó en cientos de hogares cubanos ese día y durante las jornadas posteriores al estallido social.

También tengo que agradecer a los amigos que «calentaron» las redes en Cuba y en el extranjero. En parte, sus presiones ayudaron a mi liberación. Aún recuerdo a mi compañera Cristina, que movilizó las redes sociales, llegando a emplazar a colegas y profesores que aún viven del disimulo político. También a Melisa, una amiga de la infancia que no se cansaba de buscar información sobre mi paradero. Sin dudas, lo más hermoso fue cuando accedí al móvil y vi que tenía cientos de mensajes y etiquetas de gente querida. Sin embargo, también recuerdo a quienes se alejaron ese día para nunca volver; inclusive, muchos leían mis estados de WhatsApp y aún meses después seguían evitando cualquier asociación con mi persona.

El 11 y 12 de julio de 2021, entre los golpes y la celda de castigo, acabaron con la poca ingenuidad política que quedaba en mí. Al salir de la cárcel y ver la violencia que el régimen castrista había empleado para reprimir a la gente más pobre, tuve la certeza de que el totalitarismo cubano nunca se iría mediante el diálogo. En ese momento, fui consciente de que era un privilegiado por ser blanco, católico e intelectual. También sentí el deber cívico y cristiano de acompañar en la medida de lo posible a las familias de los detenidos.

Aún recuerdo las palabras de mi censora académica, la Dra. Isneri Talavera Bustamante, en el análisis disciplinario al que me sometieron tras el 11 de julio, «¿Qué hace un muchacho tan inteligente defendiendo la escoria social?». Al planteamiento de odio respondí con impotencia, «Usted no tiene corazón». Después del estallido del 11J se ha reflexionado sobre los privilegios en la sociedad civil independiente. Aquí hago una salvedad importante, pues el quid de la cuestión es no encerrarse en ellos, sino ponerlos en actitud de servicio al otro.

En los días siguientes, a medida que se restablecía el servicio de Internet, tuvimos información sobre los amigos detenidos, sobre las Brigadas de Respuesta Rápida, sobre la orden de combate del dictador Miguel Díaz-Canel y sobre las detenciones masivas. A pesar del triste saldo violento (más de 1 000 presos políticos), el 11 de julio nos cambió a todos. Algunos vieron con crudeza la realidad represiva que se negaron a creer durante décadas y en cientos de hogares la vida dio un vuelco. Después de esos días, no hemos vuelto a ser los mismos y la palabra «dictadura» se escucha en la cotidianidad de los cubanos que un día creyeron en el castrismo.


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Ignacio Díaz

Lo que vimos el 11J del 2021 es como los enemigos de este país aprovecharon una situación muy difícil para intentar socavar la sociedad cubana. Se sabe ya, porque lo ha denunciado la prensa norteamericana, que nada fue espontáneo. Por desgracia para ellos, ni la mayoría del pueblo, ni los que tienen la misión de defender al estado, se echaron atrás. Asi que si lo intentan otra vez, ya saben como terminarán. De allá para acá, no han podido nunca más hacer algo parecido.
Ignacio Díaz

Abel de Cuba

Lo que tiene que promover ET es la eliminación incondicional del genocida-bloqueo-yanqui que mata al pueblo y limita enormemente el desarrollo de los cubanos.
Abel de Cuba

EmelinaTL

Ciertamente en 11 de julio cambió la historia. La violencia que jamás imaginamos nos golpeó de frente, y a medida que he ido conociendo historias de primera mano, vividas por quienes las cuentan, más fuerte se hace en mi el grito de LIBERTAD para nuestra Patria, y que cese el hostigamiento a los que piensen diferente. Que el pueblo en elecciones libres determine lo que quiere. Gracias Leo por tu fuerza en el relato, debe ser difícil rememorar tanta injusticia!!!
EmelinaTL

Unreal

El día que te cambió a ti, querrás decir
Unreal

YoiMa

El 11J yo estaba como un domingo cualquiera de apagon y miseria. Esperábamos tener luz para ver el partido entre Italia e Inglaterra. Cerca de las 12 del mediodía me pasan el enlace de las protestas en San Antonio y recuerdo como mis emociones pasaron bien rápido: lloré y reí y luego tuve mucho miedo y rencor.. todo en un mismo dia.. Nada fue igual después de ver a orden de combate y el atropello y el odio de un gobierno por su propio pueblo. La hipocresía de la supuesta revolución acabó con la fina tira que cubría mis ojos. No recuerdo haber llorado de vergüenza e indignación tanto como lo hice viendo los videos. Aunque quieran hacerle creer al mundo que nada pasó e incluso aunque silencian el hecho, no pueden olvidar que ese día se les movió el tapete. Por primera vez en muchos años tuvieron miedo. Mentiría si digo que creo que habrá cambios pronto. Ellos supieron apuntalar las tablas con comején con más miedo, con la cárcel de tantos inocentes y con violencia y represión. Aun así el 11 de Julio del 2021 fue y será para siempre un día glorioso en la historia reciente de una isla amordazada.
YoiMa

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