En Cuba miles de personas han pasado por detenciones y procesos judiciales absolutamente injustos y traumatizantes. Aún quedan en prisión centenares de presos políticos. La sociedad ha vivido un impacto tan grande, que ha recibido un daño que va más allá de las víctimas y sus familias. Los crímenes de Estado se cometen para que el resto de la población se inhiba, desista de su actividad pública y se rinda ante los represores. A veces lo han logrado.
Ser preso político es duro y, tras una excarcelación, la situación no deja de ser difícil. Se debe trabajar en la reinserción de quienes han sido más vulnerados. A continuación, se comparten algunas recomendaciones para lidiar con el propósito.
1. Un preso político no debe verse, sentirse ni comportarse como tú esperas que lo haga. Deja de juzgar su apariencia. Si está más gordo, flaco, fuerte, débil, pálido, alegre o triste al salir, es parte de su proceso. Frases como «yo te veo bien», «no te fue tan mal» o «te descuidaste» causan daño, incluso, cuando se piensa que son dichas con buena intención.
2. Los presos políticos vivieron una injusticia brutal de principio a fin. No tuvieron derechos ni garantías, pasaron momentos que ninguna otra persona debería vivir. Por lo tanto, eliminemos frases como: «qué hiciste para estar ahí», «pero tú estabas en algo», «algo habrás hecho». Solo revictimizan a las personas que fueron víctimas de sucesos inaceptables.
3. No iguales las responsabilidades entre los presos y sus carceleros. Tampoco entre el Gobierno y la oposición. La oposición cubana puede no gustarte, pero son la primera línea de víctimas de violaciones de derechos humanos y como grupo político no tiene cárceles, tribunales, policías, fiscales, cuerpos de inteligencia, torturadores ni otros represores. Igualar responsabilidades entre ambos actores no te hace neutral ni mediador, te hace cómplice de los perpetradores.
4. No preguntes si fueron violados en la cárcel. Es una pregunta maldita que solo la hace la gente sádica y que se repite como si fuese un chiste. Lo peor es que normaliza la violencia sexual.
5. Las liberaciones ocurren en el marco de negociaciones y presiones que están muy por encima de los presos políticos. Evita preguntarles por qué los liberaron a ellos y no a otros. El orden de liberaciones no es su culpa, no es su responsabilidad y no puede hacer nada al respecto. Solo vas a desatar un síndrome del superviviente que es real y que hace daño.
6. Los estados de ánimo pueden cambiar en cualquier momento. Las heridas psicológicas de algunas víctimas pueden acompañarlas por años y requieren acompañamiento y atención. Quienes rescatan su libertad no están obligados a estar felices todo el tiempo, mucho menos cuando sus captores siguen libres y tienen poder para seguir haciendo daño.
7. Si no eres el psicólogo tratante de la persona, no tienes por qué abrir ciclos de conversaciones que no vas a poder cerrar. Deja que el preso o liberado hable de lo que quiera sin presiones. Contará lo que desee o necesite contar. Algunos hablarán mucho. Otros serán reservados. Algunos dudarán. Si eres familiar o amigo de un preso político y sientes que te faltan herramientas para lidiar con lo que sucede, puedes recibir apoyo psicológico también.
8. Al dolor se le trata con cuidado, con respeto, sin hacer más daño y sin tratar de imponer estados de ánimo ni interpretaciones sobre los sucesos.
9. Ayudar es hacerlo en serio. Pueden ser incluso cosas pequeñas y puntuales, pero no sirven de nada los ofrecimientos del tipo: «dime lo que necesites», «estamos a la orden para lo que quieras». Se trata de frases bien intencionadas, pero le cargan otra responsabilidad a la víctima que no tenía. Ayudar es facilitar. Di concretamente qué puedes hacer y arrima el hombro. Un liberado puede necesitar quien lo traslade, quien lo acompañe a algún lugar, quien ayude a hacer compras para la casa, a poner orden, a atender a los hijos unas horas, a tomar decisiones financieras. Incluso, es de ayuda hacerle una comida. Todo apoyo es importante, pero tiene que ser concreto.
10. Hay que difundir información de calidad y verificada sobre los presos políticos actuales y próximos a ser liberados. Difundir rumores y dar datos erróneos sobre casos y causas puede hacer más daño. Incluso, puede poner en riesgo sus procesos de liberación. Ha habido casos de personas que iban a ser liberadas y luego quedaron presos más tiempo o con medidas cautelares porque alguien dio una información errónea o quiso dar un tubazo.
11. La historia no se termina con la liberación. Los procesos de reinserción son largos y necesitan de muchas personas. Ha habido pérdidas materiales, familiares y personales terribles para quienes han pasado por esas experiencias. Toma años o la vida entera superar lo ocurrido.
12. Quien ha sido preso político, ha sido víctima de violaciones de derechos humanos. Por lo tanto, tiene derecho a la justicia, a que se establezca la verdad, a que haya reparación y a que haya garantías de no repetición. Nadie debería decirle a un preso político que debe quedarse callado, que no espere nada ni, mucho menos, que se conforme con lo obtenido. En algún momento debe corregirse el daño cometido en su contra —así sea de forma simbólica— y a ese derecho no se puede renunciar. Evita frustrar el deseo de libertad de quienes han estado más presos que el resto de la sociedad cubana. Los abrazos nunca están de más. Volveremos a ser libres todos.
*El texto original fue escrito para la realidad venezolana; el autor ha dado su consentimiento para adaptarlo a la cubana.
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